El lunes por la tarde, un asesino atacó con un arma de guerra a dos aficionados de la selección sueca de fútbol, así como a una tercera persona que resultó herida pero que se encuentra fuera de peligro.
El ataque se produjo poco después de las 19.00 horas en el Boulevard d’Ypres, en Bruselas, pocos minutos antes del inicio de un partido de clasificación para la Eurocopa 2024 entre Bélgica y Suecia.
En un video, el hombre se responsabilizó de su acto. En árabe explicó que formaba parte del Estado Islámico y se jactó de haber matado a tres suecos. Fue identificado como Abdesalem Lassoued, de 45 años, natural de Schaerbeek y de origen tunecino.
El individuo se encontraba en situación irregular en Bélgica. Solicitó asilo en 2019, pero recibió una decisión negativa. Sin embargo, nunca se le pudo entregar su orden de abandonar el territorio, ya que había sido expulsado del municipio de Schaerbeek en 2021.
La policía lo conocía por trata de personas, residencia ilegal y poner en peligro la seguridad del Estado, sin que la prensa burguesa proporcione por el momento más detalles sobre este último punto. Sin embargo, en 2016, un servicio de inteligencia extranjero ya lo había denunciado como un perfil radicalizado, dispuesto a luchar en una zona de conflicto por la yihad.
Lassoued, que reivindicaba su pertenencia al grupo Estado Islámico en varios vídeos difundidos en las redes sociales en los que se jactaba de haber matado a tres suecos, murió este martes por la mañana tras un tiroteo policial en el barrio de Schaerbeek, en La Cage aux Ours.
Parece que en ese momento todavía llevaba la casulla naranja fluorescente y portaba el arma de guerra utilizada durante su ataque contra los partidarios suecos…
Pero lo que hay que recordar aquí es que Abdesalem Lassoued, como otros antes que él, está involucrado en una acción que encaja en una lógica que asume una bandera pseudorevolucionaria, mezclando antiimperialismo de fachada y antisemitismo.
Los Khaled Kelkal y Mohamed Merah, así como los asesinos de los profesores Samuel Paty y Dominique Bernard en Francia, los Anders Behring Breivik en Noruega, los Jürgen Conings, Salah Abdeslam, Mohamed Abrini, etc. en Bélgica, son peregrinos de la nada, no caídos del cielo, sino producidos por las sociedades occidentales.
Porque es innegable que estos actos están impregnados de nuestra época, que es la de la progresión del fascismo, rasgo llamativo del capitalismo en crisis.
Todos son producto de la competencia individualista del capitalismo. Se veían a sí mismos como personas capaces de dar un “golpe de estado”, aunque estaban habitados por un profundo nihilismo, como lo demuestra su elección –algunos de ellos– de suicidarse. Aquí encontramos toda la percepción fascista de la vida como irremediablemente nihilista: no vivir sino experimentar la vida, sentirse vivo al realizar un gesto extremo… pero no esperar nada de la vida y preferir la muerte.
Todos son peregrinos de la nada, rebelados contra todo y contra la nada, fetichistas de la autodefensa y de las armas. Percibimos el individualismo frenético de los fascistas que afrontan la vida, se imaginan a sí mismos como «magníficos incomprendidos» (que deben cumplir un destino) y derivan de ello un odio a la existencia, una misantropía anclada en el cuerpo.
La dimensión romántica de la revuelta individualista es aquí obvia. En todos estos casos es la expresión de la segunda crisis general del capitalismo.
No sólo debemos condenar sus errores y equivocaciones, también debemos superarlos. Rechazarlos no tiene sentido; No podemos borrar una realidad histórica. Podemos y debemos comprenderlo y superarlo.
¡Sólo así, en el futuro, todos estos peregrinos de la nada finalmente dejarán de existir, convirtiéndose en comunistas y no fascistas!
VIVE LA MAOÏSME
LE RUPTURE ET LA CULTURE