León XIV y el rol de la Iglesia Católica

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Por Peru.Comuna

6 CUESTIONES SOBRE LA ELECCIÓN DE LEÓN XIV Y EL ROL DE LA IGLESIA CATÓLICA

“Sí, sé que uno de los líderes de lo que llaman la revolución social ha dicho que la religión es el opio del pueblo. ¡Opio… opio, sí! Démosles opio, y dejémosles dormir y soñar. Y con esta locura mía, también he estado consumiendo opio” [de la novela ‘San Manuel Bueno, mártir’, de Miguel de Unamuno,1931]

1. LA ELECCIÓN DE ROBERT PREVOST COMO LEÓN XIV: CONTINUIDAD BAJO MÁSCARA DE RENOVACIÓN

La designación de Robert Prevost, un estadounidense con décadas de servicio en Perú, como Papa bajo el nombre de León XIV, refleja un patrón histórico de la Iglesia Católica: simular apertura mientras preserva estructuras de poder inmutables. Al elegir a un religioso con experiencia en América Latina —región marcada por desigualdades y luchas populares—, el Vaticano busca proyectar sensibilidad social. Sin embargo, esta imagen oculta una estrategia calculada. La Iglesia, como institución milenaria, prioriza su supervivencia institucional sobre las transformaciones radicales que exigen movimientos sociales. El gesto de un supuesto acercamiento al Perú, país con una historia eclesial compleja y debatible —desde la colonización hasta la teología de la liberación—, no implica un respaldo a cambios estructurales, sino una táctica para amortiguar críticas y mantener relevancia en un mundo cada vez más secularizado. La adopción del nombre León XIV evoca a León X (siglo XVI): un Papa asociado con la opulencia del Renacimiento y la represión a disidencias, como Lutero. Este guiño histórico no es casual, ya que refuerza la idea de una autoridad centralizada e inmutable.

2. LA FUNCIÓN HISTÓRICA DE LA IGLESIA: SOFOCAR REVOLUCIONES, LEGITIMAR IMPERIOS

Desde el Edicto de Milán (313 d.C.) hasta los acuerdos con fascismos del siglo XX, la Iglesia ha operado como un brazo ideológico de poderes imperantes. Recordemos sino la intrincada relación entre el Vaticano y Benito Mussolini, marcada por una alianza estratégica que se concretó en los Pactos de Letrán de 1929. Estos acuerdos, firmados en nombre del Papa Pío XI y el dictador fascista italiano, establecieron las bases para la creación de la Ciudad del Vaticano como estado independiente y reconocieron la soberanía de la Santa Sede, desde entonces dotada de facultades de autogobierno y con opción a establecer relaciones diplomáticas. En dichos acuerdos, además de lo mencionado, se estableció un Concordato que definía las relaciones civiles y religiosas entre el gobierno y la Iglesia, en Italia; algo que se resume en el lema “Iglesia libre en Estado libre”.

Al respecto, no está demás tener presente que, en el caso del Perú, se firmó un Concordato en 1980 donde se estableció una media transicional, por demás ambigua, entre Estado Laico y Estado Confesional. Dicha medida no mereció la aprobación del Congreso (apenas fue publicado en el diario El Peruano); pero fija un tratado internacional sin equidad alguna, que más bien tiene un carácter unidireccional con deberes solo para una de las dos partes firmantes (1), y se evidencia que la Iglesia Católica tiene un privilegio excepcional con respecto a otro tipo de cultos.

Que el Vaticano siempre ha pretendido influenciar la política interna en diversos países, especialmente del Sur, se ha evidenciado innumerables veces. El polaco Karol Wojtyla, el Papa Juan Pablo II, visitó el Perú incluso en dos ocasiones (1985 y1988). Eran los años más álgidos del conflicto armado interno, cuando el Ejército y la Marina arrasaban comunidades enteras en las serranías del Perú. Llama la atención que el Papa visitase el mismo país durante tan corto lapso. Durante su primera visita, fue a Ayacucho el centro de la guerra interna e hizo un llamado a “cambiar el camino”. Sin embargo, dicho evento papal no fue tan concurrido como el masivo funeral de la militante senderista Edith Lagos. Luego, en su segunda visita al país, Juan Pablo II bendijo helicópteros de la Fuerza Aérea. Aunque las fuerzas represivas del Estado habían sembrado fosas comunes por todo el país, el Papa no hizo ningún llamado al respeto de los derechos humanos ni se entrevistó con familiares de los desaparecidos. Se concentró en emplazar a los militantes del PCP “Sendero Luminoso” a deponer las armas. Estas visitas tuvieron un carácter eminentemente político y hasta militar. No olvidemos que Juan Pablo II era conocido por el “Papa bonachón”, aquel de la sonrisa amable.(2) En América Latina, mientras figuras como el monseñor salvadoreño Oscar Romero (asesinado en 1980) fueron notables excepciones, la jerarquía eclesiástica tradicional respaldó dictaduras y silenció a teólogos de la liberación.

3. RETÓRICA CÍCLICA Y REACOMODOS TÁCTICOS: EL TEATRO DE LAS REFORMAS

Cada nuevo papado siempre promete “renovación”, pero en la práctica se limita a simples ajustes cosméticos. Francisco, con su discurso ecologista y críticas al capitalismo, no alteró la doctrina sobre el celibato, el género o la riqueza vaticana. Criticó los males del neoliberalismo, pero no del capitalismo en sí en tanto modelo económico y político. Prevost, como León XIV, seguirá este libreto: hablará de justicia social sin tocar privilegios clericales; criticará guerras, pero no el militarismo de las potencias aliadas, o condenará la corrupción sin transparentar las finanzas eclesiásticas. Qué fácil es hablar de justicia y paz si no se evidencian ni denuncian a los principales responsables de los abusos y crímenes siempre impunes: el imperialismo y el gran capital. Estos reacomodos retóricos son vitales para evitar una implosión ante un sinnúmero de escándalos (como los abusos sexuales, que han minado aún más su credibilidad). Es una estrategia de supervivencia, no de auténtica transformación. Los recambios de autoridades en el Vaticano, incluidas sus retóricas cíclicas, y como sucede con el recambio de autoridades políticas en cualquier país opresor, solo son reacomodos tácticos para evitar mayor impopularidad del poder imperante (al que las iglesias sirven orgánicamente) entre los pueblos, y sostener así una influencia perniciosa que la historia universal registra. Pensar otra cosa es estar en las nubes o el humo pontifical.
Quienes se emocionan con las frases de Francisco, o ahora de León, olvidan que la Iglesia es una institución de poder. Y poder es dinero. Veamos, en primer lugar, el caso de Alemania. En 2024, 321,000 miembros de la Iglesia Católica salieron formalmente de la Iglesia; por lo que, actualmente, la Iglesia Católica alemana tiene poco menos que 20 millones de fieles, cunado en 1990 eran alrededor de 30 millones. Pero no solo es una cuestión de ir perdiendo las ovejas del rebaño, sino de la lana que dan. Los miembros de las Iglesias Católica y Evangélica pagan impuestos, se les descuenta automáticamente de la planilla cada mes. El impuesto a la Iglesia supone el 9% del sueldo bruto; en 2023, la Iglesia Católica alemana recaudó 6.5 billones de euros en impuestos. El éxodo de los feligreses católicos alemanes se debe, principalmente, a los escándalos de abuso sexual al interior de la Iglesia y a actos de corrupción. (3) Por otra parte, en Bélgica, los ciudadanos católicos tienen que solicitar expresamente que sus impuestos no vayan a parar a la Iglesia Católica; si no lo hacen, una parte de los mismos serán destinados a la misma. Por último, en España, como en muchos países de América Latina, la Iglesia Católica goza de jugosos beneficios fiscales (4). Es decir, a la Iglesia Católica no le conviene seguir perdiendo más dinero y, por consiguiente, poder. Entonces, no le queda otro camino que “modernizarse”.

4. LA PARADOJA DE LA INFLUENCIA PERNICIOSA: MORALINA VS. ACCIÓN CONCRETA

La narrativa de la Iglesia insiste en ser una “voz moral”, pero su influencia ha sido históricamente ambivalente, por decir lo menos. Mientras predica paz, sus bancos invierten en armas; mientras defiende la vida, obstruye políticas de salud reproductiva en países pobres. La elección de un Papa estadounidense —procedente de una potencia con guerras neocoloniales hasta la actualidad— refuerza esta hipocresía. León XIV podría, por ejemplo, condenar la pobreza en Perú; pero sin denunciar cómo las empresas extractivistas, muchas vinculadas a donantes católicos, devastan comunidades en dicho país. Su autoridad moral será selectiva: sirve para sermonear, no para redistribuir poder.

La Iglesia sigue usando su influencia para legislar contra derechos humanos emergentes. Su oposición al aborto, el matrimonio igualitario o la eutanasia no es mero apego a alguna “tradición”, sino un grosero mecanismo para mantener el control social. En países como Perú, donde Prevost sirvió, el lobby eclesial ha bloqueado avances en educación sexual y protección a las mujeres. Un Papa formado en ese marco y praxis sociales no representa progreso, sino simplemente la internacionalización de un conservadurismo local. Además, al glorificar el sufrimiento como “virtud” para alcanzar el paraíso, la doctrina católica ha contribuido a desmovilizar a los oprimidos (“los condenados de la tierra”, como los denominó Frantz Fanon en su memorable ensayo antimperialista de 1961): promete recompensas celestiales a cambio de resignación terrenal.

5. EL MITO DE LA UNIDAD CATÓLICA: DIVERSIDAD GEOGRÁFICA VS. HOMOGENEIDAD DOCTRINAL

Aunque el catolicismo se jacta de ser universal, su cúpula sigue dominada por europeos y norteamericanos. Prevost, pese a su experiencia peruana, es parte de esa élite. La inclusión de cardenales de África o Asia en los cónclaves es solo un espejismo: no se les permite cuestionar dogmas definidos en Roma. Esta falsa diversidad oculta un colonialismo religioso: las iglesias del Sur Global son tratadas como sucursales, no como socias con voz propia. León XIV podrá hablar español o citar elementos de la cultura andina, pero no cederá autoridad a las bases mayoritarias. La «sinodalidad» promovida por Francisco es otro teatro para simular participación sin ceder el poder real.

6. CONCLUSIÓN: LA NECESIDAD DE MIRAR MÁS ALLÁ DEL HUMO LITÚRGICO
La pompa de la elección papal —el humo blanco, los cantos gregorianos, los pregones reformistas— busca mesmerizar a creyentes y medios (algo que logra efectos aun en círculos que se autodenominan ateos o anticlericales, incluyendo a la izquierda progre de la región, que ha inclinado la cerviz ante el deceso de Francisco y que, so pretexto de reivindicar que otra iglesia es posible, también ante la elección del nuevo pontífice). Pero tras el ritual y los discursos acordes con los tiempos que corren (y estallan), León XIV encabezará una institución que, pese a su neto declive en Europa, mantiene poder mediante alianzas con élites políticas, económicas y mediáticas. En suma, su papel no será guiar “almas”, sino administrar la decadencia de un imperio espiritual que, al igual que el capitalismo al cual sirve orgánicamente, se resiste a morir. Quienes esperan reformas profundas —igualdad de género, democratización interna, reparación histórica, o contribución a una duradera paz mundial sobre bases concretas como, por ejemplo, la justicia redistributiva de la riqueza— confunden burdamente deseos con realidades. La Iglesia, como otros poderes e instituciones en el orbe, solo cambia o se extingue cuando las revoluciones lo obligan. Mientras, seguirá vendiendo ilusiones (y opio, según el célebre aserto de Marx) de cambio, como un León XIV reciclado en aires latinoamericanos, pero atado a los mismos viejos trucos.

Como siempre, aquello que decidirá el rumbo y características de una vida auténticamente nueva será la organización política de los pueblos, unidos en común perspectiva internacionalista.

Notas:

(1) https://www.vatican.va/roman_curia/…
(2) Discurso de Juan Pablo II en Ayaucho en 1985:
https://www.vatican.va/content/john…
(3) https://www.dw.com/es/la-iglesia-ca…
(4) https://www.recuperando.es/el-parai…

Enlace a artículo:
https://www.facebook.com/photo/?fbi…

[Imagen: «Estudio del Retrato del Papa Inocencio X de Velázquez», de Francis Bacon]

[*] Perú.Comuna colectivo de creación & crítica
mayo 2025

http://www.eldiariointernacional.com/spip.php?article4534

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