Tita Barahona
Un daño irreversible del que deberíamos aprender para prevenirlo
En los países anglófonos se ha producido en pocos años un aumento extraordinario de chicas adolescentes que deciden cambiar de sexo y se someten a tratamientos hormonales e incluso cirugías de “reasignación” que tienen efectos secundarios y son irreparables en el caso -nada infrecuente- de querer dar marcha atrás. Se trata de un fenómeno que aún no ha llegado de lleno a nuestras latitudes, pero probablemente lo hará -las bases para ello ya están puestas. Urge abrir un debate sobre sus causas y consecuencias, porque lo que está en juego es el futuro y bienestar de nuestras hijas e hijos, y no menos la defensa contra una ideología reaccionaria y acientífica que cuenta con poderosos patrocinadores.
Por TITA BARAHONA PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
En Estados Unidos el número de chicas adolescentes que se identifican como transexuales se incrementó más del 1.000% en la última década. En Reino Unido dicho incremento ha superado el 4.000% en el mismo período. Es muy difícil hallar datos que transformen estos porcentajes en cifras absolutas; pero puede dar una idea que en el Reino Unido había, en 2009, 77 menores de 18 años -chicos y chicas- para cambio de sexo, y en 2018-19 eran ya 2.590, el 70% chicas.
Estas cifras indican no sólo un cambio radical de tendencia, ya que previamente la incongruencia con el propio cuerpo -la llamada “disforia de género”– afectaba mayoritariamente a varones, sino también un cambio y un crecimiento increíblemente acelerados que demandan explicación.
«No hay ningún problema en que una persona adulta informada se someta a tratamientos de cambio de sexo, pero sí lo hay cuando se trata de niños y adolescentes, que no han alcanzado el suficiente grado de madurez como para tomar decisiones que afectarán al resto de su vida»
Un estudio pionero sobre este fenómeno lo llevó a cabo en EE.UU la doctora en medicina Lisa Littman (publicado en 2017). Su investigación halló que la gran mayoría de las adolescentes que decidían cambiar de sexo -o “transicionar”– no habían tenido previamente, en sus infancias, ningún síntoma de disforia. Por ello acuñó el concepto de “disforia de género de aparición rápida” (ROGD por sus siglas en inglés) y descubrió que esta ROGD fermenta en los grupos de amigas y se esparce dentro de ellos a modo de contagio y refuerzo colectivo, muy similar a lo que se vio en el fenómeno de la anorexia, y con potente altavoz en las redes sociales.
Esta investigación ha sido ampliada, con numerosas entrevistas, por la periodista del Wall Street Journal, Abigail Shrier. Sus resultados fueron publicados en junio de 2020 en el libro titulado “Irreversible Damage: the transgender craze seducing our daughters”, que ya ha logrado vender más de un millón de ejemplares y está siendo traducido a varios idiomas. La versión castellana acaba de publicarse: “La locura transgénero: un daño irreversible que seduce a nuestras hijas”.
¿Cuál es ese daño irreversible?
Ese daño consiste en que la gran mayoría de adolescentes que dicen tener “disforia de género” y desean cambiar de sexo son derivadas/os a establecimientos que en Reino Unido se llaman “Gender Identity Development Clinics” (dentro del Sistema Nacional de Salud), donde, según el protocolo seguido hasta hace poco, los terapeutas deben aceptar el autodiagnóstico del niño o niña que dicen sentirse “trans” (el llamado modelo afirmativo), para poco después aplicarles bloqueadores de la pubertad -si aún no la han alcanzado-, y hormonas cruzadas (testosterona o estrógenos) como siguiente paso.
Una parte de estos niños y adolescentes se someten después a cirugía de “reasignación”, que, en el caso de las chicas implica, como primera medida, la amputación de los pechos (masectomía).
Todos estos tratamientos, que conllevan medicación de por vida, pueden tener graves efectos secundarios tanto tras la hormonación como en la cirugía -entre ellos la infertilidad-, pues en la mayoría de los casos no resuelven -e incluso a veces agravan- el cuadro de ansiedad y sufrimiento con que llegan los menores a las clínicas. Shrier cita bastantes estudios. En realidad, no se conoce el alcance real de estos efectos secundarios, por lo que los menores están siendo usados como conejillos de indias.
«Las clínicas de “reasignación” están siendo un gran negocio, y hay miles de chicas en plataformas online, como Gofundme, recogiendo dinero para poder hacerse masectomías e incluso para revertirlas»
La experiencia también ha demostrado que muchos de esos cuadros de “disforia” están asociados a otros problemas como el autismo o haber padecido maltrato, abuso sexual, etc. Es más, es un hecho comprobado asimismo que niños y niñas que no pasan por bloqueadores de la pubertad, en la adolescencia superan la disforia y, en bastantes casos, llegan a la edad adulta como hombres y mujeres homosexuales o bisexuales. El terapeuta canadiense Aaron Kimberly -hombre trans- afirma en entrevista que el 80% de chicas en su consultorio son lesbianas. En España, el endocrino Antonio Becerra sostiene que sólo el 15-20% de los niños considerados transexuales siguen siéndolo tras la pubertad.
El tema preocupante -el daño- es que, si no hay ningún problema en que una persona adulta informada se someta a tratamientos de cambio de sexo, lo hay cuando se trata de niños y adolescentes, que no han alcanzado el suficiente grado de madurez como para tomar decisiones que afectarán al resto de su vida. Esto lo ha reconocido el Tribunal Supremo del Reino Unido, por lo que la sanidad pública ya no someterá a menores de 16 años a bloqueadores de la pubertad. Disposiciones similares se han tomado en otros páises como Suecia.
Por qué es un tema que debe interesarnos
Suponemos que habrá quien se pregunte a qué se debe el interés en un fenómeno que en nuestras latitudes más meridionales no parece afectar. En realidad no sabemos si afecta o no, porque, al menos en lo que respecta a España, no contamos con datos oficiales. En cualquier caso, debemos tener en cuenta que las ondas que irradia el epicentro del mundo capitalista llegan a sentirse tarde o temprano en su periferia.
De hecho, las bases para que ello ocurra ya están puestas. Las llamadas “leyes trans” dan rango legal a lo que en los países anglófonos se denomina “gender ideology” y aquí llamaremos “ideología transgenerista”, un subproducto del posmodernismo muy bien subvencionado, que poco tiene que ver con las personas transexuales y mucho con la imposición a toda la sociedad de dicha ideología y el neolenguaje en el que se expresa. No es casualidad que el espectacular incremento de menores autoidentificados como “trans” haya coincidido con la toma de las fuerzas políticas nacionales y supranacionales, como la ONU, por parte de la industria transgenerista.
«Las llamadas “leyes trans” dan rango legal a la ideología transgenerista”, un subproducto del posmodernismo muy bien subvencionado, que poco tiene que ver con las personas transexuales y mucho con la imposición a toda la sociedad de dicha ideología»
En países como Reino Unido, Estados Unidos y Canadá, donde las políticas que promueven la ideología transgenerista tienen más recorrido, ya se van viendo claramente sus efectos perniciosos no sólo en niños y adolescentes, sino también en lo relativo a los derechos ganados por las mujeres y la comunidad homosexual. En estas circunstancias, a pesar de la censura y la represión a la que se enfrentan, son cada vez más las voces que se alzan y organizan contra lo que consideran un sinsentido. Es decir: las leyes trans que, por ejemplo en España, se están aprobando se dirigen allí donde otros países ya están de vuelta, por lo que deberíamos aprender de su experiencia para prevenir el daño.
Son los partidos políticos del establishment, especialmente los que se presentan como progresistas o de “izquierdas”, los que en todas partes y a diferentes ritmos están abonando el terreno al transgenerismo. Lo filtran en los curricula escolares, en el sistema sanitario, en el jurídico, en los medios de comunicación… Todo ello supone, sin duda, un estímulo al crecimiento de la población autoidentificada “trans” y, sobre todo, la población menor de 18 años.
Los dogmas del transgenerismo
Es preciso conocer en qué consisten los dogmas transgeneristas para comprender las causas del aumento exponencial de menores que dicen ser “trans”, aunque en ellas, y en lo que respecta concretamente a las chicas, inciden factores en los que el libro de Abigail Shrier no penetra lo suficiente y que intentaremos desenterrar en la segunda parte de este artículo: el reforzamiento del estereotipo de feminidad, con la concomitante hipersexualización de las niñas, y el incremento de la porno-violencia machista, en un sistema capitalista que busca no solo nuevos nichos de ganancia, sino también reforzar los mecanismos del control social.
La ideología transgenerista sostiene, primero, que el sexo como realidad biológica no existe, se nos “asigna” al nacer. En su lugar reivindica el “género” -o, más precisamente los “géneros”. Es por ello que ya no hablan de transexualidad, sino de transgenerismo (la confusión sexo/género presente en las “leyes trans” es deliberada). Pero no se trata del concepto de género que adoptó la teoría feminista: la socialización en modelos de masculinidad y feminidad que reproducen la desigualdad entre los sexos; sino de un concepto al que se despoja de toda connotación social para convertirlo en una especie de esencia innata que deriva en una “identidad de género” casi natural. De ahí que la ideología transgenerista sostenga que alguien “asignado” al nacer como varón puede ser, en realidad, una mujer, o viceversa. En otras palabras: cerebros rosas y azules que pueden ser ubicados en el «cuerpo equivocado».
En segundo lugar, la ideología transgenerista afirma que una persona es lo que siente ser y esto es incontestable. Así, si un varón dice sentirse mujer, es mujer; y viceversa. Y esta “verdad” puede variar con el tiempo e incluso adquirir diferentes combinaciones. Alguien puede sentirse mujer hoy y mañana varón (lo llaman “género fluido”). O alguien puede sentirse hombre y mujer a un tiempo o ninguna de las dos cosas (lo llaman “género no binario”).
En tercer lugar, la ideología transgenerista confunde, deliberadamente también, el “género” o la “identidad de género” con la orientación sexual. Siempre hemos sabido que un varón o una mujer pueden sentir atracción sexual por personas de su mismo sexo. Se llaman homosexuales (gays y lesbianas), sin que por ello dejen de reconocer que son hombres o mujeres. Sin embargo, el transgenerismo intenta convencer a chicas lesbianas de que son en realidad “trans”, es decir, chicos. Y, viceversa, a chicos gays de que son mujeres, como denuncian los colectivos LGB.
Redes sociales, escuela y estereotipos sexistas
Toda la “información” sobre temas de “identidad de género” las y los jóvenes la consultan online. En Internet hay sitios que enseñan cómo descubrir la “identidad trans”. Las personas (influencers, gurús, “madres de trans”…) que dirigen estos sitios suelen aconsejar a las niñas cosas como:
“Si crees que puedes ser trans, es que lo eres”; “puedes comenzar a ser trans usando una venda para aplanarte los pechos”; “la testosterona puede resolver todos tus problemas”; “si tus padres te quieren de verdad, apoyarán tu identidad trans”; “si no te apoyan, es lícito cortar tu relación con ellos”; “para ser trans no necesitas identificarte con el sexo opuesto, puedes ser de “género fluido”; “si te sientes diferente, si sientes que no encajas y tienes ansiedad o miedo, hay una comunidad transgénero dispuesta a acogerte y ser tu familia”.
Pero es que cosas similares aprenden en el colegio e instituto, donde se enseña a niños y niñas que su identidad puede ser otra, ideas que, por tanto, se filtran a todas las clases sociales. En California, como señala la doctora Harriet Hall, “los estudiantes pueden optar por no recibir instrucción sobre salud sexual, pero no pueden optar por no recibir instrucción sobre identidad de género e identificación sexual. Los estereotipos de género se enseñan en el jardín de infancia”.
Esta onda ya ha llegado a nuestras latitudes. Según los protocolos educativos de reciente implantación en el Estado español, la mera identificación de una alumna o un alumno como “trans” debe validarse sin preguntas y ser aceptados los nombres y pronombres por los que el o la joven desea que se dirijan a él/ella. Como sostiene la profesora Silvia Carrasco, “Familias, profesorado, psicólogos y pediatras que nunca habrían sospechado la existencia real de tal incongruencia entre cuerpo y mente, que crece a pasos agigantados entre la generación joven informadísima por internet, absorben rápidamente la buena nueva y se suman entusiastas a difundirla”.
«Abigail Shrier muestra casos escalofriantes de cirugías chapuceras, chicas que después se arrepienten de sus decisiones e intentan “destransicionar”. De hecho, los llamados “detransitioners” aumentan día a día y ya cuentan con asociaciones. Merece la pena escucharles»
Esta disposición entusiasta refuerza la creencia en una “identidad trans” sentida ¿Y si los padres no lo ven tan claro? Se les humilla delante de sus hijas llamándolos “transfobos”, “retrógrados” y acusándoles de inducirlas al suicidio: “¿Prefieres una hija muerta o un hijo vivo?”. Claro que también hay madres y padres afectos al transgenerismo que fabrican niños y niñas trans prácticamente desde la cuna.
Lo más grave es que algunas chicas no se conforman con cambiarse el nombre y los pronombres, la forma de vestir o disimularse el pecho aplastándoselo con bandas de tela -lo cual produce daños físicos. Las hormonas son fácilmente accesibles, incluso por Internet, no requieren receta médica o, si la requieren, el facultativo está obligado a emitirla. Hay también cirujanos que no tienen ningún escrúpulo en amputar pechos sanos. De hecho, las clínicas de “reasignación” están siendo un gran negocio, y hay miles de chicas en plataformas online, como Gofundme, recogiendo dinero para poder hacerse masectomías e incluso para revertirlas.
Abigail Shrier, en su libro, muestra casos escalofriantes de cirugías chapuceras, chicas que después se arrepienten de sus decisiones e intentan “destransicionar”. De hecho, los llamados “detransitioners” aumentan día a día y ya cuentan con asociaciones. Merece la pena escucharles. A este respecto es especialmente recomendable la serie de cuatro vídeos (de 30 m cada uno), llamada “Disfórica. Sintiendo ser mujer como una casa en llamas”, que está subtitulada en varios idiomas incluido el castellano. En él se hallan algunas de las claves sobre las que volveremos en la segunda parte
https://canarias-semanal.org/art/31380/la-locura-transgenero-que-seduce-a-las-chicas-i-video