«Todo está aquí» : La caja blanca que expone los secretos más dolorosos de la Iglesia católica.
El Papa Francisco ha confirmado, por fin, la existencia de archivos que documentan décadas de «abusos, corrupción y negocios oscuros en el Vaticano» que, según dice ahora, le fueron entregados por su predecesor Benedicto XVI. Estos documentos, de acuerdo con lo revelado en su libro autobiográfico Spera (Esperanza), contienen pruebas de los escándalos más «difíciles y dolorosos» de la Iglesia. ¿Por qué ahora, después de tanto tiempo, la Iglesia ha decidido, décadas y décadas después de sucedidos y denunciados, hablar al respecto?
POR JORDI RUIZ PARA CANARIAS SEMANAL.ORG.-
El reciente reconocimiento del Papa Francisco sobre la existencia de archivos relacionados con «abusos, y negocios oscuros» en el Vaticano marca un hito en la historia la Iglesia católica.
Esta revelación, contenida en su libro autobiográfico Spera (Esperanza), confirma lo que durante décadas se había denunciado: la Iglesia lleva un largo historial de encubrimientos y prácticas cuestionables que, lejos de ser resueltas, han perpetuado el sufrimiento de muchas víctimas y debilitado su autoridad moral. La pregunta central ahora es: ¿por qué la Iglesia decide abordar este tema tan tardíamente?
En este artículo exploraremos las implicaciones posibles de esta confesión, el largo historial de la Iglesia en este tipo de delitos y el impacto de los testimonios de las víctimas en la exigencia de justicia.
UN HISTORIAL MARCADO POR EL SILENCIO Y EL ENCUBRIMIENTO
Los archivos entregados al papa Francisco por su predecesor Benedicto XVI no son más que la punta del iceberg de décadas, incluso siglos, de abusos cometidos bajo el manto de la Iglesia. Los casos de pederastia en Estados Unidos revelados a principios de los años 2000, hasta los escándalos en España, Irlanda, Alemania, América Latina y otras partes del mundo, han evidenciado un patrón: encubrimientos sistemáticos, protección a los perpetradores y silenciamiento de las víctimas.
El pontificado de Benedicto XVI estuvo plagado de denuncias que se hicieron públicas con el escándalo de Vatileaks en 2012, que expuso no solo corrupción financiera, sino también redes de abusos sexuales dentro del clero. A pesar de algunos intentos por abordar estos problemas, como la expulsión de sacerdotes acusados de pederastia, su renuncia en 2013 dejó un enorme cúmulo de asuntos pendientes que, según sus propias palabras, delegó a Francisco.
Sin embargo, la pregunta persiste: ¿por qué la Iglesia, que ya tenía conocimiento de estos delitos desde hace décadas, decidió abordar el tema de forma pública solo ahora?
¿POR QUÉ RECONOCERLO AHORA?
El reconocimiento tardío de estos hechos por parte de la Iglesia responde a una compleja combinación de presiones internas y externas. En primer lugar, el auge de movimientos sociales, como el #MeToo, ha obligado a muchas instituciones a rendir cuentas por sus abusos de poder. La Iglesia no ha sido inmune a esta ola de denuncias globales.
Además, el papel de los medios de comunicación ha sido crucial. Testimonios de víctimas y reportajes de investigación han puesto en evidencia que la Iglesia no solo permitió que estos delitos ocurrieran, sino que implementó estrategias para silenciarlos. Este escrutinio público ha generado una gran pérdida de fieles, especialmente en Europa y América del Norte, lo que a su vez amenaza la base de poder de la institución.
Por último, hay quienes argumentan que la decisión de Francisco de hablar sobre estos archivos forma parte de un intento de reforma interna. Sin embargo, estas acciones no eliminan la percepción de que la Iglesia actuó solo cuando el peso de la evidencia y la presión social hicieron imposible seguir ignorando el problema.
TESTIMONIOS: EL GRITO DE LAS VÍCTIMAS
Los testimonios de las víctimas de abusos por parte de sacerdotes han sido clave para visibilizar esta problemática. Uno de los relatos más emblemáticos es el de Marie Collins, una sobreviviente irlandesa que fue abusada a los 13 años por un sacerdote y que posteriormente formó parte de la Comisión Pontificia para la Protección de Menores. Collins denunció que la Iglesia obstaculizó reiteradamente los esfuerzos por implementar reformas reales, lo que la llevó a abandonar la comisión en 2017. Su testimonio es un ejemplo del daño causado no solo por los abusos en sí, sino también por la indiferencia y complicidad institucional.
Otro caso que resuena es el de Juan Carlos Cruz, un chileno que fue víctima del sacerdote Fernando Karadima. Durante años, Cruz luchó contra el encubrimiento del caso por parte de la jerarquía eclesiástica chilena, incluido el obispo Juan Barros. En un testimonio desgarrador, Cruz afirmó:
«El daño que me hicieron no fue solo lo que Karadima me hizo, sino lo que la Iglesia me hizo al protegerlo».
Estos testimonios son un recordatorio de que detrás de los archivos y las cifras hay personas reales cuyas vidas fueron devastadas, muchas veces sin recibir justicia.
EL PAPEL DE LA ESTRUCTURA JERÁRQUICA Y LA IDEOLOGÍA CONSERVADORA
El encubrimiento de los delitos de abuso sexual y corrupción no puede entenderse sin analizar el carácter jerárquico de la Iglesia y su apego a una ideología profundamente conservadora. La estructura piramidal permite que las decisiones se concentren en unos pocos, mientras que la obediencia y el silencio son valores exaltados en detrimento de la transparencia.
Además, el conservadurismo de la Iglesia ha servido como justificación para la represión de los escándalos, argumentando que exponerlos dañaría la «pureza» de la institución. Esta lógica no solo ha protegido a los perpetradores, sino que ha contribuido a la revictimización de quienes se han atrevido a denunciar.
IMPACTO EN EL PRESENTE Y EN EL FUTURO DE LA IGLESIA
El reconocimiento por parte del papa Francisco de la existencia de estos archivos puede ser visto como un paso hacia la rendición de cuentas. Sin embargo, muchos críticos argumentan que estos gestos son insuficientes. La Iglesia aún tiene pendientes acciones concretas, como la reparación de las víctimas, la entrega de información a las autoridades civiles y la implementación de reformas que eliminen el secretismo.
El sociólogo italiano Marco Marzano, experto en temas religiosos, afirmó en una entrevista reciente:
«El reconocimiento de estos archivos es importante, pero si no viene acompañado de medidas radicales se corre el riesgo de que sea solo una maniobra para limpiar la imagen pública».
La confesión del Papa Francisco sobre los archivos que documentan «abusos, corrupción y negocios oscuros» en el Vaticano no es solo una admisión tardía, sino una muestra de la enorme deuda que la Iglesia católica tiene con sus víctimas y con la sociedad en general. Aunque este reconocimiento representa un avance, queda mucho camino por recorrer.
Para que esta institución recupere su credibilidad no basta con publicar memorias o reconocer errores del pasado. Es imprescindible que la Iglesia deje atrás el secretismo y adopte una política de transparencia absoluta, entregando toda la información que posea y reparando los daños a las víctimas. Solo así podrá enfrentar los desafíos de un mundo cada vez más intolerante hacia la injusticia y el abuso de poder.