Voces y ecos
RAFAEL PERALTA ROMERO.
rafaelperaltar@gmail.com
Especial para Quisqueyaserálibre.com
He tenido un sueño, no precisamente mientras dormía. Tampoco
ha sido el tipo de sueño que obsesiona a la persona y la lleva a la
toma de acciones en pro de alcanzarlo, lo cual se convierte en un
propósito. He alimentado la ilusión de que una universidad
católica, en la región Este llevara el nombre del papa Juan XXIII.
Este santo varón (Angelo Giuseppe Roncalli) inició su papado el
28 de octubre de 1958. A los seis meses (1 abril de 1959)
instituyó la diócesis Nuestra Señora de la Altagracia, con sede
en Higüey, cuyo primer obispo lo fue monseñor Juan Félix Pepén
y Solimán. El apreciado prelado creó un centro educativo que
lleva el nombre Juan XXIII. Ahí terminé mi bachillerato.
Cuando se abrió una extensión universitaria católica en esa
ciudad, instalada en el local de la escuela Juan XXII, concebí la
idea de que la institución que estaba germinando llevaría el
nombre del bondadoso pontífice que inició el Concilio Vaticano II
y realizó una revolución de amplio efecto en la Iglesia.
El sucesor de Pío XII es autor de la histórica encíclica “Madre y
maestra”, que tuvo gran repercusión eclesial y notoria
incidencia en las instituciones sociales. La cuestión social –
advierte- tiene una dimensión mundial y así como se puede
hablar de personas pobres, también se ha de hablar de sectores
y naciones pobres.
La “Mater et magistra”, su título en latín, fue proclamada el 14
de mayo de 1961 ante miles de personas con un discurso dirigido
«a todos los trabajadores del mundo». El año siguiente (9 de
septiembre de 1962) el episcopado dominicano anunció la
creación de la Universidad Católica Madre y Maestra.
Llamarla así significaba un homenaje a la gran encíclica del
entonces papa, a la vez que representaba -y representa- uno de
los nombres más adecuados para una institución de esa
naturaleza.
El breve pontificado de Juan XXII (1958-1963) significó cambios
de gran significación para la Iglesia, en todos los órdenes:
teológico, litúrgico, en lo social, la valoración del ser humano y el
involucramiento de los sacerdotes en la realidad en que vive la
feligresía. No faltaron mentes atrasadas que lo tildaran hasta de
comunista.
En Higüey, una importante vía lleva su nombre, al igual que la
escuela creada por monseñor Pepén. Allí funciona la Universidad
Católica del Este (UCADE), bajo la competente regencia del
presbítero Abelino Reyes. La capilla del recinto académico se
llama Juan XXII. La Universidad Juan XXIII, es obvio, se creó y
quedó en mi mente. Fue una ilusión.