Por El Tábano Economista
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Fuentes:
Empresas privadas alimentan la maquinaria de exterminio en Ucrania y Gaza (El Tábano Economista)
Cuando la Primera Guerra Mundial quedó empantanada en un interminable conflicto de trincheras, los bandos convocaron a los científicos para romper el empate y salvar a sus respectivos países. Estos respondieron a la llamada, y de los laboratorios surgió un torrente constante de nuevas armas: aviones de combate, gas venenoso, tanques, submarinos, ametralladoras y piezas de artillería cada vez más eficaces. Este fue el primer gran ejemplo de cómo la ciencia y la tecnología se integraron en la maquinaria de guerra.
La Segunda Guerra Mundial llevó esta dinámica a un nivel aún más alarmante. Como señala el historiador Yuval Harari en su libro De animales a dioses, “cuando el presidente saliente Dwight Eisenhower advertía en 1961 del poder creciente del complejo militar-industrial, dejó fuera parte de la ecuación. Debió alertar a su país acerca del complejo militar-industrial-científico, porque las guerras de hoy en día son producciones científicas”. Esta observación es especialmente relevante en el contexto de los conflictos modernos, donde la tecnología juega un papel central.
El 26 de mayo de 2024, Israel bombardeó un campo de refugiados en Gaza, matando a decenas de palestinos. Ese mismo día, tres vehículos de ayuda humanitaria de World Central Kitchen, claramente marcados y homologados, fueron atacados con misiles, con la muerte de sus siete ocupantes. Este ataque no solo impidió que la comida llegara a quienes la necesitaban desesperadamente, sino que también planteó serias preguntas sobre la precisión y las intenciones detrás de estos actos.
Israel afirmó que el ataque fue un “error”, similar a que produjeron los casi 200 trabajadores humanitarios asesinados en los meses anteriores. Sin embargo, estas explicaciones son difíciles de creer, considerando la sofisticada tecnología de inteligencia artificial y selección de objetivos que posee el ejército israelí, gran parte de ella proporcionada por la empresa estadounidense Palantir Technologies. Fundada en 2003, Palantir es una de las empresas de extracción de datos más avanzadas del mundo, con vínculos estrechos con la CIA y otras agencias de inteligencia.
La empresa ha estado activa en Israel desde 2015, pero su papel se intensificó a principios de 2024 con la firma de un acuerdo estratégico denominado Asociación para la Tecnología de Combate. Este acuerdo plantea serias dudas: ¿se trata de una oportunidad para probar modelos de inteligencia artificial en civiles, convirtiendo a Gaza en un campo de pruebas para tecnologías mortales? La precisión con la que los misiles impactaron los vehículos de ayuda humanitaria sugiere que las capacidades de Palantir están siendo utilizadas para fines que van más allá de la defensa.
La implicación de dicha empresa en la infraestructura militar de Israel es parte de un patrón más amplio y preocupante: la creciente dependencia de la tecnología para facilitar la guerra. Esta conexión se extiende a otros gigantes tecnológicos, como Starlink de SpaceX, dirigida por Elon Musk. En Ucrania, por ejemplo, la colaboración entre Palantir y Starlink ha demostrado el impacto de la tecnología integrada en la guerra. Los modelos de inteligencia artificial de Palantir proporcionan análisis de datos esenciales para el ejército ucraniano, lo que el gerente general de la empresa describe de manera escalofriante como una “cadena de muerte digital”.
Mientras la guerra en Gaza parece acercarse a su fin, los estrategas israelíes ya están trabajando en un nuevo experimento: una estrategia integral para el “día después” del conflicto. La Coalición para la Seguridad Regional, creada un año después del inicio de la guerra, tiene como objetivo trazar un nuevo camino en Oriente Medio. Esta coalición presentó al presidente Donald Trump el Plan Escudo de Abraham, una propuesta audaz para estabilizar la región y garantizar la seguridad y prosperidad de Israel y sus aliados.
El plan propone establecer un gobierno tecnocrático en Gaza, encargado de supervisar la reconstrucción y la gestión de la ayuda humanitaria. Además, busca la normalización de las relaciones entre Israel y Arabia Saudita, al tiempo que avanza en un marco de separación con los palestinos. Una de las condiciones clave es que Hamás no esté representado en los órganos políticos palestinos. El plan también sugiere que países árabes como Egipto y Jordania supervisen la seguridad en Gaza, mientras que Israel se enfoca en contener las amenazas regionales, particularmente de Irán.
En medio de estas tensiones, el Corredor Económico India-Oriente Medio-Europa (IMEC) emerge como un testimonio de la era de competencia estratégica. Este proyecto busca facilitar un acercamiento entre Israel y Arabia Saudita, mientras contrarresta la influencia de China en la región, particularmente a través de su iniciativa de la Ruta de la Seda. El IMEC no solo tiene implicaciones económicas, sino también geopolíticas, ya que refleja las ambiciones de las naciones por asegurar su dominio regional y su seguridad energética.
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La integración de la tecnología en los conflictos modernos ha transformado la naturaleza de la guerra. Empresas como Palantir y Starlink están jugando un papel crucial en esta evolución, creando lo que, como mencionamos antes, algunos han llamado una “cadena de muerte digital”. Mientras tanto, iniciativas como el Plan Escudo Abraham y el Corredor Económico IMEC buscan redefinir el panorama geopolítico de Oriente Medio.
Sin embargo, estas estrategias no están exentas de controversia. La dependencia de la tecnología para la guerra y la exclusión de actores clave como Hamás en las negociaciones políticas plantean serias dudas sobre la viabilidad y la justicia de estas propuestas. Lo que está claro es que el futuro de Oriente Medio estará marcado por la interacción entre la innovación tecnológica, las ambiciones geopolíticas y la lucha por los derechos y la dignidad de sus pueblos.
Todo lo que Donald Trump propuso, forma parte de un proyecto o de un simple experimento que está desarrollándose.