El realismo truculento en Don Quijote

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En Don Quijote , los presentes sorprenden rápidamente por su entusiasmo, su aspecto general, su colorido estilo. El carácter pintoresco de España y de los españoles, con toda su riqueza popular, permite que la novela de Cervantes capte fácilmente la atención.

A continuación se muestra un ejemplo del marco del trabajo:

“Mientras conversaban así, descubrieron a dos monjes de la orden de San Benito, montados en dos dromedarios, porque las mulas que llevaban eran de su tamaño, y llevaban gafas de viaje y sombrillas.

Detrás de ellos venía un carruaje rodeado por cuatro o cinco hombres a caballo, y seguido por dos mozos de mulas a pie.

En este carruaje iba, como supimos después, una señora vizcaína que se dirigía a Sevilla, donde su marido estaba dispuesto a ir a la India con bastante empleo. Los monjes no la acompañaron, sino que siguieron el mismo camino. »

No es de extrañar que Karl Marx apreciara tanto este estilo, donde los detalles se acumulan para encajar, para enfrentarse entre sí. Sobre todo porque existe un trasfondo popular tan sensible, además de los aspectos contradictorios que abundan.

De hecho, el realismo es omnipresente; todo lo relativo a fenómenos sobrenaturales queda absolutamente excluido de la obra, e incluso se burla de cualquier interpretación en este sentido.

Esto significa, por un lado, que la obra afirma el materialismo: todo lo que parece maravilloso tiene un significado real, no místico.

Por otro lado, esto implica que, de ese modo, podemos precipitarnos a la descripción real de personas reales. La novela está, pues, salpicada de presentaciones de la realidad popular, en un vasto panorama que, sin embargo, es mucho más campesino que urbano.

Joaquín Sorolla Bastida, Sevilla. Danza, 1915

Joaquín Sorolla Bastida, Sevilla. Danza, 1915

Nos cautiva el ambiente típicamente español, contrastando tanto las actitudes de Don Quijote y Sancho Panza que al leer nos encontramos siguiendo uno u otro, necesariamente.

“Era media noche, más o menos, cuando don Quijote y Sancho salieron de su maderito y entraron en el Toboso.

El pueblo quedó sepultado en reposo y silencio, porque todos los habitantes dormían como troncos. La noche estaba medio clara, y Sancho hubiera querido que estuviera completamente oscura, para encontrar en ella excusa para sus locuras.

En todo el país sólo se oía el ladrido de los perros, que ensordecieron a don Quijote y perturbaron el corazón de Sancho.

De vez en cuando un burro comenzaba a rebuznar, los cerdos a gruñir, los gatos a maullar, y todos los ruidos de estas diferentes voces aumentaban con el silencio de la noche. »

Si Sancho Panza es un personaje que necesariamente apreciamos mucho, es sobre todo Don Quijote quien invita a la sensibilidad, y en cualquier caso es a través de él que descubrimos los episodios, donde los propios personajes cambian, se profundizan. Es un retrato vivo y la búsqueda de Don Quijote es también una alegoría de la búsqueda de uno mismo, de su propio lugar en el mundo.

Don Quijote es una figura risible, patética, divertida, conmovedora, auténtica en su falsedad. Son muchos los pasajes donde se revela, en una exigencia española de apertura de su propia existencia, de presentación sin máscara alguna.

“Llegaron, mientras conversaban así, al pie de una alta montaña que se alzaba sola, como una roca cortada abruptamente, en medio de varias otras que la rodeaban.

A su lado corría un arroyo claro, y alrededor se extendía un prado tan verde y suave que agradaba a los ojos que lo miraban.

Muchos árboles esparcidos aquí y allá y algunas flores silvestres embellecieron aún más este dulce retiro. Este fue el lugar elegido por el Caballero de la Cara Triste para hacer su penitencia.

En cuanto lo vio, se puso a llorar a gritos como si ya hubiera perdido la razón:

»¡Aquí está el lugar, oh cielo! que adopto y elijo llorar la desgracia en la que tú mismo me has metido; aquí está el lugar donde las lágrimas de mis ojos aumentarán las aguas de este pequeño riachuelo, donde mis profundos y continuos suspiros agitarán sin cesar las hojas de estos árboles silvestres, como signo y testimonio de la aflicción que desgarra mi corazón ultrajado.’ ‘ »

No nos quedamos con descripciones secas, siempre estamos en un contexto, con un panorama bien definido. Don Quijote y Sancho Panza conocen todo tipo de personajes con funciones muy diversas durante su largo viaje en el que buscan aventuras, especialmente en el campo.

Por tanto, la novela es fácil de leer, sobre todo porque se desarrolla en capítulos cortos: 52 para la primera parte, 74 para la segunda, este es un punto fuerte y un punto débil del realismo.

Los pequeños episodios permiten presentar un marco típico, poseer un realismo centrado en lo inmediato; Por otro lado, carece de un marco verdaderamente general más allá de cada relato, lo que lleva a Cervantes a tener que literalmente “retocar”, con mucho vigor y acierto, para conseguir conectarlo todo en una composición general.

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