
Tras más de una década resistiendo guerras, sanciones y asedios, el régimen sirio cayó, no en un asalto total sino entre pactos oscuros y silencios no desvelados
Durante años, Bashar al Assad resistió con puño de hierro las embestidas del terrorismo yihadista, el cerco occidental y la guerra civil más sangrienta del siglo XXI. Sin embargo, el final del régimen no llegó con bombas ni tanques, sino entre susurros, pactos ocultos y una sospechosa falta de resistencia. Hoy, Siria ha caído en manos de los mismos fanáticos que durante una década parecían derrotados. ¿Qué ocurrió realmente? ¿Quién negoció con quién?
POR BASSEL AL- KHATIB PARA CANARIAS SEMANAL.ORG
Durante más de diez años, el gobierno de Bashar al Assad resistió con firmeza el avance del Estado Islámico, las ofensivas rebeldes, los ataques de potencias occidentales, las sanciones económicas y el aislamiento diplomático. Con el apoyo de Rusia, Irán y Hezbolá, el régimen sirio parecía haberse consolidado en lo que muchos consideraban una victoria militar y política frente al caos del “cambio de régimen” promovido por Israel y Occidente.
Y, sin embargo, hoy, junio de 2025, Al Assad ya no está. Huyó a Rusia el pasado diciembre sin hacer ningún tipo de declaraciones. Siria ha caído en manos de un llamado gobierno de transición encabezado por Ahmed al Shara, más conocido como Abú Mohamed al Golani, el antiguo jefe del sanguinario grupo yihadista Frente al Nusra. Y las decisiones del nuevo régimen no dejan lugar a dudas: islamización total del espacio público, burkinis obligatorios para las mujeres en playas públicas, restricciones morales y un código de vestimenta con resonancias salafistas. ¿Cómo pudo ocurrir algo así?
UNA DERROTA SIN BATALLA
Lo que más desconcierta no es tanto la derrota del Gobierno sirio, sino la forma en que esta se produjo: sin un asalto final visible, sin una batalla decisiva, sin resistencia mediática ni escándalo diplomático.
El Ejército sirio, que había resistido ya lo peor de la guerra, se deshizo como un castillo de naipes. Ese tipo de colapso carece de precedentes históricos. Tropas enteras se replegaron sin combatir. Oficiales veteranos desaparecieron. Regiones enteras fueron “entregadas” a las nuevas autoridades islamistas. ¿En qué consistió tan inextricable misterio? ¿Qué fue lo que ocurrió realmente?
Algunos analistas internacionales comienzan a sugerir tímidamente que se trató de una operación negociada bajo cuerda, con el beneplácito de actores internacionales. ¿A cambio de qué se habría pactado la retirada del viejo régimen que se había fortalecido en mil batallas? ¿Qué intereses se estaban moviendo entre las sombras?
EL NUEVO ORDEN Y SU LEGALIDAD SAGRADA
Desde la instauración del nuevo régimen yihadista, no sólo han cambiado las autoridades. También ha cambiado la Constitución, firmada en marzo por Al Golani: el islam como religión del Estado en un país multirreligioso, la jurisprudencia ultraconservadora islámica como fuente principal de legislación, y normas de conducta que remiten al modelo saudí más estricto.
¿Dónde quedaron aquellas voces «progresistas» que denunciaban el integrismo, el patriarcado o la teocracia? ¿Qué fue lo que las enmudeció repentinamente? ¿Dónde se esconden ahora los defensores de los derechos de las mujeres sirias? ¿Por qué callan ante el burkini obligatorio y las normas impuestas por excombatientes islamistas?
“Aquello no fue una batalla. Fue una entrega en toda regla.”
Resulta llamativo este doble rasero: cuando el Régimen de Al Assad, – que no era tampoco un dechado de justicia social -, restringía ciertas libertades argumentando razones de seguridad o tradición, se desataban furiosas campañas internacionales contra él.
Pero ahora, con la imposición abierta de una moral religiosa ultraconservadora, esas mismas voces miran distraídamente hacia otro lado y silvan, como quien no quiere ver la cosa.
EL PRECIO DEL SILENCIO
La huida de Bashar al Assad a Rusia fue tan súbita como su desaparición del discurso internacional. No ha dado entrevistas. No ha publicado ningún tipo de declaraciones. ¿Silencio voluntario o imposición de sus actuales anfitriones?
Parece habérselo tragado la tierra. El que fuera durante décadas el “enemigo número uno” de Occidente, el feroz “tirano de Damasco”, ha sido olvidado como si nunca hubiese existido.
¿Fue Al Assad forzado a abandonar el país tras una negociación entre Moscú y Ankara? ¿Se le ofreció inmunidad a cambio de abandonar el poder y dejar paso a una transición “controlada”? ¿Qué papel desempeñaron Trump y el propio Putin en ese proceso, más aún teniendo en cuenta el actual repliegue del primero en la región?
Lo cierto es que nadie parece tener interés en responder estas preguntas. Ni siquiera en formularlas. La progresía internacional, otrora tan crítica con los islamistas cuando combatían en Afganistán o Mali, guarda ahora un silencio necesariamente cómplice ante su acceso al poder en Siria. ¿Será que mientras derroquen a su enemigo todo vale?
LA «IZQUIERDA» SELECTIVA Y EL OLVIDO OPORTUNO
Durante años, la «izquierda» internacional denunció, y con razón, las guerras de agresión, las injerencias extranjeras y la manipulación informativa sobre Siria. Y, sin embargo, parte de esa misma «izquierda» cayó en la trampa de equiparar a Al Assad con los yihadistas, de convertir la resistencia del Estado sirio en un “autoritarismo más”, y de defender el “ni con unos ni con otros” que tanto ha favorecido siempre al más fuerte.
“La progresía internacional guarda ahora un silencio cómplice ante el acceso al poder de los islamistas en Siria.”
Hoy, esa inquietante ambigüedad se cobra un precio alto: una Siria entregada al fundamentalismo, sin protesta, sin indignación, sin resistencia. La excusa esgrimida por algunos de que “al menos ya no hay guerra” suena, cuanto menos, cínica. ¿De verdad la paz impuesta por los islamistas es preferible a la continuidad de un Estado laico, plural y soberano?
LAS INCÓGNITAS DE UN PACTO
Todo sugiere que hubo un pacto. La ausencia de conflicto, la rápida transición, la moderación de las reacciones internacionales… Nada encaja con un derrocamiento convencional. ¿Qué ofreció Al Golani? ¿Qué garantizó Al Assad? ¿Qué actores regionales facilitaron la operación?
¿Por qué Rusia, que tanto invirtió en la defensa de aquel régimen político que le mantenía aseguradas las espaldas en el Mediterráneo, aceptó su disolución sin oponer resistencia? ¿Siria por Ucrania, tal y como parece deducirse de la generosa benevolente actitud de Trump hacia Putin en su conflicto con la ex república de la URSS?
¿SIRIA LIBRE O SIRIA SUMISA?
A juzgar por las primeras medidas del nuevo gobierno, la libertad no ha sido precisamente la ganadora de este proceso. Se habla de “transición”, pero lo que se impone es un modelo profundamente regresivo: moral religiosa obligatoria, restricción del cuerpo femenino, censura cultural, islam político como norma constitucional. Nada que se parezca a los ideales democráticos con los que algunos justificaron durante años su rechazo al “régimen de Damasco”.
¿Es esto lo que esperaban quienes apoyaban el “fin de la dictadura”? ¿O simplemente se trata de una Siria más funcional a los intereses geopolíticos de las grandes potencias imperialistas con intereses en litigio?
EPÍLOGO: CUANDO EL ENEMIGO CAE, PERO NO GANAN LOS PUEBLOS
La historia de Siria es, una vez más, la de un país asediado, instrumentalizado y desfigurado por intereses ajenos. El fin de Al Assad no ha traído ni justicia, ni democracia, ni liberación. Ha traído silencio, confusión y un autoritarismo teocrático disfrazado de transición.
Mientras el burkini se convierte en símbolo de esta nueva era, lo que se impone no es la voluntad popular, sino la sumisión colectiva. Lo que se consuma no es la paz, sino un pacto de impunidad. Y lo que se celebra en algunos despachos es la derrota de un enemigo incómodo. Nada mas y nada menos .
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