Les enviamos el último número de nuestro boletín internacional, que incluye un artículo sobre las protestas en curso contra el AKP tras el encarcelamiento del alcalde de Estambul, Ekrem İmamoğlu. Además, el boletín incluye declaraciones sobre las históricas jornadas del 8 de marzo y el Newroz.
Saludos revolucionarios,
MLKP Turquía/Kurdistán
Oficina Internacional
Protestas masivas contra la opresión fascista en Turquía
La situación política en Turquía se agrava de nuevo. La revocación fraudulenta del título universitario del alcalde de Estambul, Ekrem İmamoğlu, su posterior arresto y suspensión, así como el encarcelamiento de numerosos representantes del CHP, entre ellos los alcaldes de Şişli, Resul Emrah Şahan, y de Beylikdüzü, Mehmet Murat Çalık, representan un desafío abierto del Estado contra el pueblo. El gobernador de Estambul impuso un estado de emergencia de cuatro días, seguido de la prohibición de manifestaciones. También es previsible que se nombren síndicos fascistas para reemplazar a los alcaldes arrestados.
Que el régimen fascista no dude en encarcelar a administradores municipales elegidos democráticamente bajo falsas acusaciones y destituirlos no es nada nuevo. En el pasado, numerosos alcaldes demócratas del Partido Demócrata Democrático (DEM) y su predecesor, el HDP, fueron reemplazados por síndicos. Esta práctica fascista forma parte de la política colonial en el Kurdistán del Norte, pero se ha extendido desde hace tiempo a todo el país. Ahora, ha afectado a un político del CHP, İmamoğlu, quien derrotó al AKP en las últimas elecciones municipales y era considerado un posible candidato presidencial para 2028.
Los ataques contra el CHP constituyen una confrontación directa con la voluntad popular. Sin embargo, también son una muestra de la debilidad del régimen fascista, que busca afianzar su poder mediante la represión y la manipulación. En los últimos diez años, el sistema de gobierno presidencial turco ha evolucionado hacia un régimen fascista integral. El parlamento ha sido prácticamente desautorizado, el poder judicial ha quedado bajo el control del líder fascista Erdoğan, los medios de comunicación independientes han sido desmantelados y la oposición política ha sido perseguida. Los medios de comunicación están estrictamente controlados y el poder judicial se utiliza como arma contra cualquier resistencia. En particular, el movimiento de liberación kurdo, las organizaciones revolucionarias y socialistas, y los periodistas progresistas han sido sometidos a una represión fascista masiva durante años. Miles de activistas han sido arrestados, las organizaciones de mujeres y jóvenes han sido criminalizadas y los pocos derechos políticos que aún quedan han sido sistemáticamente restringidos. Mediante estas medidas, el líder fascista Erdoğan ha asegurado un monopolio del poder que abarca no solo el poder ejecutivo, sino también los poderes legislativo y judicial.
Especialmente tras la derrota en las elecciones municipales de Estambul en 2019, la agitación fascista contra el partido burgués CHP se intensificó. Durante mucho tiempo, el CHP intentó adaptarse al régimen fascista, evitando colaborar abiertamente con el Partido Demócrata Democrático (DEM) y otros movimientos progresistas, impidiendo las movilizaciones masivas y confiando únicamente en las elecciones como solución política. Sin embargo, los acontecimientos recientes demuestran una vez más que el régimen fascista no puede abolirse mediante elecciones. Los pocos casos en que se retrasó el nombramiento de los síndicos se debieron únicamente a la masiva resistencia popular.
El CHP tiene una responsabilidad significativa en el establecimiento del régimen fascista. Durante años, ha hecho concesiones, contribuyendo así a la estabilización y reestructuración del sistema fascista, e incluso allanando el camino para el levantamiento de la inmunidad parlamentaria y el arresto de diputados del HDP. Sin embargo, esta estrategia ha fracasado. Ahora surge la pregunta de si continuará obstaculizando la resistencia popular y degradando la actual indignación masiva a una simple manifestación partidaria, donde cualquier resistencia a la violencia estatal se califica de provocación. Ekrem İmamoğlu ha anunciado que «resistirá en todas partes», una postura respetable. Sin embargo, esta resistencia debe ser integral, decidida y lo suficientemente fuerte como para contrarrestar el régimen fascista con poder real. Las convocatorias de huelgas por parte de sindicatos militantes y las ocupaciones estudiantiles indican la firme voluntad de resistencia dentro del movimiento de masas.
Tradicionalmente, el CHP se distancia de la autoorganización de las masas. Sin embargo, la creciente indignación antifascista dentro de su propia base ejerce cada vez más presión sobre la dirección del partido. La base no solo debe oponerse a cualquier forma de colaboración con el régimen fascista dentro del CHP, sino también unirse con otras fuerzas antifascistas, incluidos los movimientos socialistas y el movimiento nacional democrático kurdo. Una resistencia decidida desde la base contra toda forma de represión fascista es crucial.
La ira popular crece, especialmente entre los jóvenes y los trabajadores. La crisis social y económica, el creciente empobrecimiento y la represión fascista han llevado a la gente al límite. El gobierno intensifica sus ataques por temor a perder el poder. La detención de İmamoğlu fue la gota que colmó el vaso. A pesar de las prohibiciones de reunión en varias ciudades, la gente lleva días saliendo a las calles, incluso hasta bien entrada la noche. Desde el primer momento, la policía empleó una violencia descomunal: gases lacrimógenos, porras y detenciones masivas. El líder fascista Erdoğan difama la resistencia llamándola «terror callejero», pero las protestas no se están sofocando.
Los jóvenes, en particular, reconocen que este régimen no ofrece perspectivas de futuro. Las universidades se han convertido en centros de resistencia. Los estudiantes rompieron las barreras policiales, organizaron boicots y demostraron su determinación de resistir al estado fascista. Las protestas evocan recuerdos del levantamiento de Gezi en 2013. La indignación no se dirige solo a la detención de İmamoğlu. La gente sale a las calles porque rechaza el sistema presidencial fascista. La lucha contra los fideicomisarios, las movilizaciones para el 8 de marzo y el festival Newroz, las huelgas y la resistencia laboral, la decidida lucha del movimiento feminista, las protestas masivas del pueblo aleví contra el genocidio en Siria, así como la ola de indignación desatada por la agresión fascista en amplios segmentos de la sociedad, todos estos acontecimientos son indicios de una posible resistencia general antifascista unificada.
Las calles determinarán si estas protestas se transforman en un levantamiento popular antifascista integral. La resistencia no debe limitarse a las metrópolis occidentales; debe expandirse también al Kurdistán del Norte, donde el pueblo kurdo, siguiendo el llamado del líder popular Abdullah Öcalan a la paz y una sociedad democrática, está entrando en una nueva fase de confrontación con el estado colonial turco. Cuando todos los pueblos de Turquía y el Kurdistán resistan unidos con sus demandas, el régimen fascista podrá ser derrotado.