Expulsado de África, cada vez más indeseable en Rumania, arrojado sin contemplaciones de Georgia, desacreditado en los Balcanes, maltratado en las Antillas y en Nueva Caledonia, ignorado por su amo americano en lo que respecta a Ucrania, ridiculizado por sus tutores alemanes y bruselenses en la escena europea (la firma por la UE del tratado con el Mercosur –mortal para la agricultura francesa pero favorable a la industria alemana– a pesar de la oposición unánime del parlamento francés lo prueba), el imperialismo francés decadente no hace más que volverse más agresivo tanto en la escena internacional como en la interna.
En el frente interno, de hecho, la guerra social que libra la oligarquía contra el mundo del trabajo se agrava en nombre de la «construcción europea», de los criterios de Maastricht esenciales para el sistema euro y del reembolso de la «deuda» a los mercados financieros: la consecuencia es la destrucción de los servicios públicos, los ataques incesantes a los salarios directos e indirectos de los trabajadores, la deslocalización galopante de la «producción en Francia», el empobrecimiento-precariedad creciente de las clases populares y medias, todo ello en un contexto de fascismo político, de xenofobia pútrida y de marcha hacia el estado policial.
En el frente exterior, Macron se posiciona como el líder mundial de los opositores a cualquier forma de paz en Ucrania, incluso si eso significa sobreexponer a la población francesa en caso de un enfrentamiento directo entre las tropas expedicionarias francesas y el ejército ruso equipado con imparables misiles hipersónicos.
Lo más grave, sin duda, es que la «izquierda» francesa establecida, la misma que acaba de aplaudir suicidamente la llegada a Damasco de islamistas radicales groseramente misóginos, se apresura a sumarse a la sagrada unión belicista pilotada por el Elíseo; Esto se hace con el riesgo de rescatar al poder macronista en decadencia y sabotear tanto la paz mundial, la independencia del país ligada a la UE-OTAN y las luchas sociales…
Esto no servirá de mucho si el enorme presupuesto militar francés, destinado al armamento excesivo y así desviado de los servicios públicos y de la protección social, no se cuestiona nunca en cuanto al fondo, como tampoco se cuestiona, por parte de las confederaciones sindicales eurodependientes, la mortífera pertenencia de Francia al bloque euroatlántico y a la destructiva zona del Euromarco. Mientras el poder oligárquico se encuentra en un estado de debilidad debido a la crisis política, no se libra ni se intenta ninguna lucha global para exigir la derogación de las contrarreformas y el aumento del poder adquisitivo popular, porque muchos dirigentes sindicales como Le Duigou apuestan por el regreso de una izquierda plural, eurocompatible, con formato OTAN y totalmente ajena a los fundamentos más elementales del socialismo. Este servilismo mortal de la pluralista euroizquierda es, además, el camino más corto, no hacia un cambio político, por pequeño que sea, sino hacia la llegada al poder de Le Pen flanqueada por los ultrarreaccionarios Ciotti y Retailleau…
En estas condiciones, los verdaderos activistas en favor del progreso social, la paz, la democracia y la soberanía nacional deben confiar en sí mismos y dirigirse incansablemente al pueblo trabajador. Más que nunca, el pueblo es la solución, sobre todo si la reconstrucción del verdadero partido comunista y de la alternativa rojicolor pasa, con tu ayuda, lector de estas líneas, por el hito programático y organizativo que los activistas del PRCF y de la JRCF estamos trabajando en la perspectiva de su próxima conferencia nacional.
Por Georges Gastaud, responsable del Sector de Estudios y Prospectiva del PRCF – febrero de 2025
