De Torre Pacheco a Cádiz, unidad de las comunistas frente a las agresiones a nuestra clase

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El capitalismo es una crisis permanente para los trabajadores

Los últimos acontecimientos que marcan la actualidad informativa nos sirven para contextualizar el marco en el que girará la lucha de clases en los años venideros. La imposibilidad del sistema capitalista para garantizar un mínimo de prosperidad para la mayoría de la población, ni siquiera en sus centros más desarrollados, sometido constantemente a diversas tensiones fruto de la contradicción esencial entre capital y trabajo, se traduce en lo concreto en acontecimientos que debemos anticipar y tener en cuenta en la estrategia general de rearme del proletariado.

Frente al discurso hegemónico del “mejor de los mundos posibles”, las señales de gestación de una crisis de superproducción mundial vienen dándose desde 2019, siendo la crisis económica del COVID y el cambio de paradigma en la ortodoxia económica vigente hasta entonces la solución para reactivar la economía mundial y, a la vez, el origen de la nueva crisis que está por llegar.

En el caso del Estado español, podemos decir que la desmovilización social que los “gobiernos progresistas” han contribuido a apuntalar es la aparente calma que precede a la tormenta. Una mirada al pasado; el sector naval nos recuerda un periodo de combatividad entre los años 2007 y 2014 como antesala a los combates de clase de la crisis general del capitalismo:

  • En mayo de 2007, los astilleros de Vigo pararon durante 9 días, llegando al 100% de seguimiento en muchos centros y arrastrando al resto de trabajadores a una movilización regional.
  • En los años 2009, 2012 y 2014, los astilleros de Sevilla convocaron diversas jornadas de lucha que sirvieron de eje aglutinador de las luchas obreras durante este periodo.
  • Entre 2009 y 2012 aumentó la conflictividad tanto en astilleros como en las llamadas empresas auxiliares.
  • Navantia convocó huelgas en 2011, 2012 y 2013.

A la conflictividad de la industria naval debemos sumar la huelga de transportes de 2008, las del sector automotriz (Seat, Opel y Ford) en 2008-2012, las de Repsol y petroquímicas en 2009-2010, así como las huelgas y paros de las grandes constructoras y auxiliares de 2008-2012. También las luchas en Iberia y Aena durante 2010-2012, la huelga del metro de Madrid en 2010 y la de las contratas de Telefónica en 2013. A esto hay que añadir las huelgas en el campo andaluz (2008-2011), las huelgas y luchas en el sector público, con la huelga general de la administración en 2010, las huelgas recurrentes en Correos durante el periodo 2010-2014 y las “mareas” verde y blanca (2011-2013), protagonizadas por trabajadores de la educación y la sanidad, respectivamente.

De la misma forma, los incipientes conflictos obreros denotan un cambio de tendencia en la composición de las fuerzas productivas y las luchas económicas por un nivel de vida digno, marcando el periodo de combates de clase que nos esperan: desde las huelgas y paros en Amazon, Inditex y Correos, pasando por la huelga de recogida de basuras en Madrid, los conflictos del metal iniciados en 2022 en Cantabria y Bizkaia marcados por diferentes huelgas, hasta los del transporte urbano en Zaragoza y Barcelona, la huelga de IVECO en Madrid y Valladolid con 100 % de seguimiento en 2024, el conflicto de las tractoradas y el incipiente nacimiento de un conflicto prolongado en hostelería en Canarias.

Este 2025 se han organizado huelgas en Renfe y Adif, Correos y metro de Valencia en marzo, Atento, en Airbus, en Bridgestone, huelgas de los astilleros de Cádiz y Cartagena de Navantia, paros en Alestis Aerospace en Sevilla y Aludec (auxiliar automotriz) en Pontevedra.

Pues bien, según el CIS, las principales preocupaciones de los españoles en 2007 y 2025 son muy similares: el acceso a la vivienda era la principal preocupación, seguida del paro y problemas económicos, y en cuarto lugar, la inmigración. En este sentido, si bien la mayoría del movimiento organizado somos conscientes del papel fundamental de los medios de comunicación en la creación de estos estados de opinión, muchas veces no lo somos tanto respecto al porqué. Las tres primeras “preocupaciones” responden a causas objetivas ligadas al bienestar material, mientras que el “problema” de la inmigración mantiene una correlación como chivo expiatorio del resto de problemas y es el foco de la propaganda de la clase dominante.

Marx e Irlanda, el Congreso de Stuttgart y Lenin

Lejos de ser una problemática moderna a la que la llamada “New Left” y sus seguidores, conscientes e inconscientes, vienen a iluminarnos, los criterios raciales, nativistas, religiosos, culturales o de género llevan usándose como instrumento de la clase dominante para azuzar los enfrentamientos en el seno de la clase obrera desde los albores del capitalismo librecambista.

Cualquiera con un poco de sentido común y que se vea en la obligación de vender su fuerza de trabajo para sobrevivir entiende que la clase dominante intenta someternos a una suerte de competencia entre quienes tienen empleo y quienes no, así como entre quienes venden su fuerza de trabajo en mejores condiciones que otros. Sin ningún tipo de ambigüedad, la competencia entre individuos es la esencia de la ideología dominante y piedra angular para mantener el statu quo. Fragmentar y segmentar a la clase obrera es la base para su debilitamiento y frenar cualquier conato de revuelta. El llamado “ejército de reserva”, millones de hombres y mujeres necesitados de vender su fuerza de trabajo para sobrevivir, es una herramienta fundamental del capitalismo para asegurar disponer de la cantidad exacta de trabajadores en función de las necesidades de la producción, limitar las subidas salariales, aplicar medidas de represión sindical o disponer de una fuente inagotable de esquiroles en conflictos prolongados.

En concreto, sobre la conflictividad entre obreros de diversas naciones, ya en 1872 Karl Marx, en su carta a Sigfrido Meyer y Augusto Vogt, muestra su preocupación al respecto, mencionando explícitamente que el antagonismo generado entre el obrero inglés y el irlandés se promueve de forma artificial por la clase dominante e intensificado mediante la prensa y el púlpito religioso, “en fin, por todos los medios que controla la clase en el poder”, y que “la manera con la que la clase capitalista sigue en el poder” es precisamente ese antagonismo. La carta prosigue con un llamamiento a realizar una potente campaña dentro del marco de la I Internacional recalcando los intereses de clase que unían a obreros irlandeses e ingleses contra la burguesía británica.

Tres décadas y media después, durante el VII Congreso de la Internacional Socialista en Stuttgart, los delegados de EEUU solicitaron una resolución a favor de una campaña contra “la importación deliberada de mano de obra barata del extranjero para destrozar las organizaciones sindicales, reducir las condiciones de vida de la clase obrera y entorpecer la realización del socialismo”, siendo esta rechazada por el Congreso. Seis años después, en 1913, Lenin escribe sobre la cuestión en Capitalismo e inmigración del proletariado, llamando a la obligación de los trabajadores socialistas a transmitir la ideología revolucionaria a los trabajadores provenientes de países más atrasados y reafirmando, en palabras de Marx, que la burguesía “incita a los obreros de una nación contra los de otra en un esfuerzo por mantenerlos desunidos”.

Las cacerías racistas y fascistas que estamos viviendo estos días en Torre Pacheco, al igual que las ocurridas en el año 2000 en El Ejido, son prueba palpable de que la clase dominante necesita allanar el terreno a los futuros ajustes que vengan a paliar las necesidades de los monopolios frente a la crisis que viene. La histórica función de los grupúsculos de “descontrolados” fascistas y la pública y notoria complicidad policial con los mismos tiene una doble función: por un lado, disciplinar a los trabajadores inmigrantes para que sigan asumiendo sus condiciones de explotación y rehúsen a organizarse, evitando la creación y fortalecimiento de un movimiento obrero consciente con perspectivas revolucionarias; por otro, favorecer un marco discursivo que allane el camino a una reforma legal que endurezca las condiciones de vida y la represión a la clase obrera en su conjunto.

La clase obrera organizada necesita tener su propio programa

Al igual que en 2007, desde Iniciativa Comunista vamos a realizar todo lo que esté en nuestra mano para resignificar el discurso del “ellos” —la burguesía— y el “nosotros” —el proletariado—, porque la realidad es que vienen a por todas y todos.

No podemos esperar que ninguna solución —por básica, humanitaria o de respeto a una mínima legalidad vigente— venga de las propias instituciones del Estado, puesto que ellas son las herramientas de la clase dominante para imponer su plan estratégico. Tampoco podemos consolarnos con discursos autocomplacientes sobre las dificultades intrínsecas a la lucha de clases, la falta de dirección revolucionaria o herramientas de combate del proletariado.

Es por ello que oponerse a los planes de la clase dominante en cada una de sus esferas es nuestro principal deber. Apoyar sin ningún tipo de fisuras las luchas de nuestra clase. Unificar las luchas en una única dirección revolucionaria, romper con la segmentación, el aislacionismo y el grupismo con el que nos quieren seguir viendo impotentes ante cada nuevo golpe. Asimismo, es deber de todas las organizaciones revolucionarias intensificar nuestros esfuerzos por fortalecer nuestros lazos con la clase obrera, dotarnos de nuestras propias herramientas, constituirnos como sujeto activo de la lucha de clases y educarnos en la dialéctica de la confrontación y la lucha.

Iniciativa Comunista hace un llamamiento a todos los destacamentos y organizaciones comunistas por la unidad comunista frente a las agresiones del fascismo contra nuestra clase, ya sea nativa o extranjera.

¡Viva el internacionalismo proletario!

INICIATIVA COMUNISTA

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