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Imperialismo 2.0: la nueva red de explotación global en el siglo XXI. ¿Por qué apoyar a la burguesía nacional débil es un error histórico?
Para entender el mundo de hoy no basta con mirar a las potencias tradicionales. Países como Brasil, Turquía o India han entrado de lleno al juego imperialista global, compitiendo, explotando y contaminando en nombre de sus monopolios nacionales. El capitalismo avanzado, sea donde sea, siempre acaba comportándose igual. Es su naturaleza la que determina su comportamiento
POR MANUEL MEDINA PARA CANARIAS SEMANAL.ORG.-
Si alguna vez ha sentido el lector que el mundo es un tablero donde unos pocos países ricos mueven las piezas y el resto solo aguanta, está muy cerca de entender qué es el imperialismo.
Pero atento, no se trata solo de que Estados Unidos, China Alemania, Rusia o Japón manden y el resto obedezca. El tema es hoy mucho más complejo y, sobre todo, más actual de lo que parece.
El imperialismo es la forma inevitable que toma el capitalismo cuando crece, madura y ya no puede vivir solo de su mercado interno. Los grandes capitales necesitan más tierras, más recursos, más trabajadores baratos y, sobre todo, más oportunidades para multiplicar sus ganancias. Y en esa búsqueda, todos los países capitalistas, desde los más poderosos hasta los más modestos, desempeñan su papel.
«NO HAY IMPERIALISMOS BUENOS: TODOS LOS CAPITALES, GRANDES O PEQUEÑOS, BUSCAN LA EXPANSION A COSTA DE OTROS PUEBLOS Y DE SUS TRABAJADORES.»
LA VISIÓN DE LENIN: EL MAPA ORIGINAL DEL IMPERIALISMO
Lenin escribió hace ya más de 100 años un librito que, sin embargo, hoy su lectura resulta fundamental:«El imperialismo, fase superior del capitalismo». En él explicaba cómo el propio desarrollo del capitalismo conduce, inevitablemente, al imperialismo.
Lenin identificó cinco características clave del imperialismo:
– La concentración de la producción y el capital, creando monopolios gigantes.
– La fusión entre el capital bancario y el industrial, formando el capital financiero.
– La exportación de capital (invertir en otros países), que se vuelve más importante que exportar productos.
– La formación de asociaciones monopolistas internacionales que se reparten el mundo.
– El reparto del mundo entre las potencias capitalistas, usando acuerdos, diplomacia y guerras.
Estas características son útiles para entender cómo funciona el capitalismo avanzado, pero a lo largo del tiempo muchos han caído en el error de tratarlas como una suerte de rígida «checklist«. Es decir, que solo si un país cumple esas cinco condiciones lo consideran imperialista. Y es justo aquí donde empieza el problema.
Muchos manuales y discursos nos han enseñado que el mundo está dividido entre países ricos imperialistas y países pobres oprimidos. Esta idea parece fácil de entender, pero hoy se queda extraordinariamente corta.
La realidad se ha hecho mucho más compleja que la del mundo de principios del siglo XX. Hoy, Brasil, Turquía, India o Sudáfrica tienen empresas que invierten en el extranjero, compran empresas extranjeras y buscan controlar mercados.
¿Qué son? ¿Imperialistas u oprimidos? La realidad es que no encajan fácilmente en la división que hemos estado acostumbrados a manejar .
«CUANDO UNA MINA BRASILEÑA CONTAMINA EN MOZAMBIQUE O UNA CONSTRUCTORA TURCA EXPLOTA EN SOMALIA, EL IMPERIALISMO GLOBAL ESTÁ ACTUANDO.»
EL EJEMPLO DE LA RUSIA ZARISTA: LA LECCIÓN DE LENIN
La realidad es, sin embargo, que el propio Lenin nos dejó alguna orientación, y un ejemplo claro, sobre cómo analizar la compleja realidad del capitalismo contemporáneo sin caer en esquematismos estériles.
En su época, la Rusia zarista era un país atrasado, lleno de campesinos pobres y con una industria débil, dominada parcialmente por capital extranjero. Sin embargo, Lenin no dudó en llamarla imperialista. ¿Por qué? Porque, a pesar de su atraso, Rusia era un actor activo en la competencia global por territorios, mercados y poder político.
Si Lenin hubiera usado ese «checklist» rígido que, tras su muerte, muchos utilizaron apelando a su obra, no habría podido considerar a Rusia también como un país imperialista. Pero Lenin no analizaba a cada país de forma aislada, sino como parte de todo un sistema global donde incluso un país atrasado podía desempeñar un papel imperialista.
EL IMPERIALISMO NO ES UNA POLÍTICA OPCIONAL
Esto es clave: el imperialismo no es una política que un gobierno pueda decidir hacer o no hacer, como si se tratara de algo opcional. Es la forma inevitable que adquiere el capitalismo cuando alcanza determinado nivel de desarrollo.
Cuando el capital se concentra en pocas manos, cuando bancos y empresas industriales se fusionan, y cuando los mercados nacionales ya no son suficientes, el propio sistema económico capitalista empuja a las empresas a buscar mercados, recursos y mano de obra barata fuera de sus fronteras. Si no lo hacen, serán devoradas por sus competidores. Por eso el imperialismo es una necesidad para la gran corporación empresarial, no una elección.
APOYAR A UN BURGUÉS DÉBIL FRENTE A UNO FUERTE
Cuando hay conflictos entre potencias, muchas veces sentimos la tentación de apoyar al país más débil contra el más fuerte, pensando que eso es antiimperialismo. Por ejemplo, apoyar a Rusia contra Estados Unidos o a Irán contra Europa. Pero eso es un error.
Todos los capitalistas, fuertes o débiles, participan en la misma red imperialista. Si un burgués débil puede explotar a otros, lo hará. Si apoyamos a un burgués «débil», lo que realmente estamos haciendo es fortalecer a una parte del mismo sistema capitalista-imperialista.
No exixte un muro entre capitalistas e imperialistas. No existe una línea divisoria entre países, gobiernos capitalistas normales y gobiernos de países imperialistas malvados. Todos los gobiernos y países capitalistas forman parte del sistema imperialista global. Lo único que varía es su posición dentro de la jerarquía.
Algunos están en la cima (Estados Unidos, China…), otros en posiciones intermedias (Brasil, Turquía) y otros más abajo. Pero todos participan en la misma competencia por mercados, materias primas y ventajas geopolíticas.
Entender este rasgo esencial del capitalismo en su fase actual no implica que no debamos combatir y denunciar las agresiones militares o las injerencias de las potencias imperialistas más belicosas contra los países más débiles o que no defendamos la soberanía de los pueblos frente a las injerencias extranjeras, pero sí nos permite no confundir el verdadero carácter de los países en conflicto.
¿SOLO LOS MÁS GRANDES SON IMPERIALISTAS? NI DE BROMA.
Durante las décadas recientes hemos mantenido la convicción de que el mundo estaba dividido entre imperialistas malvados (Estados Unidos, Europa, Japón) y países pobres y oprimidos (China, América Latina, África, Asia). Pero esa imagen ya no corresponde a la imagen actual. La globalización capitalista ha metido a todos los países en la red imperialista global.
Hoy, países como Brasil, Turquía o Sudáfrica no son simplemente víctimas del sistema. También invierten, explotan recursos y compiten en la carrera por mercados y materias primas. No están en la cima como Estados Unidos o China, pero juegan activamente en la liga imperialista.
BRASIL: EL IMPERIALISMO CON SELVA Y CIAS MINERAS
Brasil es un ejemplo perfecto de esta complejidad. Sus corporaciones gigantes, como «Vale», «Petrobras» o «JBS», son protagonistas en la lucha global por el control de recursos.
– «Vale», una de las mayores empresas exportadoras de hierro y níquel, tiene minas y proyectos en África y Asia. En Mozambique, desplazó comunidades enteras para abrir sus minas de carbón. Lo que dejó a cambio fue desplazamiento, contaminación y desempleo.
-«Petrobras» no solo extrae petróleo en Brasil; tiene operaciones desde el Golfo de México hasta Angola, y en cada rincón hay denuncias de contaminación y explotación laboral.
-JBS, el rey global de la carne, no solo inunda supermercados de Europa y Estados Unidos. Su cadena de producción está vinculada a la deforestación de la Amazonía y al desplazamiento de comunidades indígenas.
De un informe de la ONG «Friends of the Earth» sobre la empresa «Vale», hemos obtenido el testimonio de un trabajador mozambiqueño de una mina de esa misma empresa, que resumía así sus impresiones:
«Nos prometieron desarrollo, pero solo trajeron polvo y hambre. Perdimos nuestras tierras y el río está envenenado.»
TURQUÍA: EL SULTÁN MODERNO DEL NEGOCIO GLOBAL
Turquía es otro jugador emergente en esta red. Con empresas como Koç Holding y Çalık Holding, construyen carreteras, puertos y aeropuertos en África y Asia Central. Pero el músculo turco no es únicamente económico. Su Ejército está presente en Libia, Siria y Somalia, asegurando rutas y acuerdos estratégicos.
– En Somalia, Turquía tiene su mayor base militar fuera de su territorio, al mismo tiempo que controla parte de los puertos más importantes.
– Empresas constructoras turcas se han convertido en clave para reconstruir zonas destruidas por guerras, asegurando contratos lucrativos y extendiendo su influencia.
– Además, la industria armamentística turca vende armas y drones a más de 170 países.
En un reportaje sobre los trabajadores turcos en África realizado por el digital independiente «Middle East Eye», un obrero turco que había trabajado en África relataba su experiencia de esta manera:
“Trabajar para las constructoras turcas en África es como volver al siglo XIX: largas jornadas, sin seguridad y por salarios miserables.”
«Cada hamburguesa que JBS exporta es una hectárea de selva menos. Esa es la cara real de su éxito global.»
EL CASO DE INDIA: UN NUEVO IMPERIALISMO TECNOLÓGICO Y EXTRACTIVO
India es otro excelente ejemplo de cómo un país que históricamente fue víctima del imperialismo británico ha ido construyendo su propia red imperialista. Empresas como Tata, Reliance o Adani no solo dominan el mercado interno indio, sino que han expandido agresivamente inversiones en África, el sudeste asiático e incluso América Latina.
– Tata Group, por ejemplo, controla minas en Indonesia, plantas de acero en Vietnam y servicios tecnológicos en toda Europa.
– Adani, el gigante de la energía, ha sido denunciado por violaciones ambientales y abusos laborales en sus megaproyectos de extracción de carbón en Australia y África.
– Además, India ha usado su poder político y militar para consolidar acuerdos estratégicos en el Océano Índico, asegurando rutas comerciales clave.
El imperialismo indio no es idéntico al estadounidense o al chino, pero sigue el mismo libreto: asegurar mercados, garantizar materias primas y proteger las inversiones de sus monopolios nacionales.
SUDÁFRICA: IMPERIALISMO REGIONAL CON PASAPORTE AFRICANO
Sudáfrica, pese a sus problemas internos, es un peso pesado en el sur de África. Sus multinacionales controlan minas, bancos y supermercados en países vecinos como Mozambique, Zambia o Namibia.
-Empresas como «Anglo American» o «Sasol» explotan recursos naturales en toda África austral.
-El gobierno sudafricano ha enviado tropas a la República Democrática del Congo, defendiendo sus intereses mineros en empresas sudafricanas.
Un economista sudafricano lo explicaba claro en la plataforma comunicacional «Africa is a Country»:
«Sudáfrica no es víctima. Sus empresas dominan economías vecinas y sus gobiernos son presionados para proteger esos intereses.»
Uno de los aspectos más siniestros del imperialismo global es su impacto ambiental, especialmente cuando entran al juego países que buscan acelerar su desarrollo capitalista a cualquier costo. Las empresas extractivas de Brasil, Sudáfrica, Turquía o India actúan igual que las multinacionales europeas, estadounidenses o chinas, arrasando ecosistemas enteros, desplazando comunidades indígenas y saqueando recursos con una sed inagotable.
En muchos casos, los nuevos imperialismos aprovechan la menor regulación ambiental en países pobres para hacer lo que ni siquiera pueden hacer en sus propios territorios. El Amazonas, la selva del Congo o los bosques de Indonesia son testigos de cómo el capital global, sin importar su origen nacional, se comporta como una máquina ciega de destrucción y acumulación.
EL IMPERIALISMO ESCONDIDO EN LOS NUEVOS JUGADORES
Si algo nos muestra la nueva fase del desarrollo imperialista es que el juego ya no es exclusivo de las potencias históricas. Durante décadas, parecía que solo las grandes economías industriales —Estados Unidos, Alemania, Japón— tenían la capacidad de expandir capital, controlar mercados y moldear la geopolítica. Sin embargo, la propia dinámica capitalista ha ido empujando a países intermedios a ocupar esos mismos espacios.
Lo que vemos hoy es un imperialismo fragmentado que no solo se juega en las cumbres de las superpotencias, sino también en las «escalas medias», donde países como Brasil, Turquía, Sudáfrica o India actúan como subimperialismos regionales, sometiendo a sus vecinos más débiles para proteger a sus respectivas burguesías nacionales.
Esto no es un accidente, ni una desviación. Es la lógica natural del capitalismo en su fase imperialista: los capitales, una vez crecen, buscan expandirse fuera de sus fronteras, se topan con otros capitales y luchan por cada recurso, cada contrato y cada trabajador.
«LA ÚNICA SALIDA ES EL INTERNACIONALISMO DE LOS ASALARIADOS: NI APOYAR A LA BURGUESIA «DÉBIL», NI ELEGIR ENTRE IMPERIALISMOS EN FEROZ COMPETENCIA.»
¿Y LOS REVOLUCIONARIOS QUÉ?
Para los comunistas y otros revolucionarios, para todos aquellos que realmente desean cambiar las bases de esta sociedad, entender el imperialismo de forma cabal, sin cometer el error de reducirlo a sus expresiones militares, más evidentes, o a la potencia que desde la Segunda Guerra Mundial había venido hegemonizando el capitalismo a nivel global.
No se trata de apoyar a la burguesía brasileña o turca porque supuestamente son «menos malas» que la estadounidense, la alemana, la rusa o la china. Todas, fuertes o débiles, juegan el mismo juego: maximizar ganancias, explotar trabajadores, devastar el medio ambiente y competir por controlar recursos y mercados.
El imperialismo no es una opción elegida por algunos países malos. Es la forma natural del capitalismo global cuando llega a cierto punto en su desarrollo económico. Todos los países capitalistas participan de esta red, desde Estados Unidos y China hasta Brasil y Turquía. Solo hay una salida: la lucha de la clase trabajadora mundial por su emancipación.
La tarea de los trabajadores y movimientos revolucionarios, pues, no consiste en elegir como se empeñan en hacer algunos, qué tipo de burguesía es «menos mala» o más simpática, sino construir una posición independiente. Un internacionalismo de clase que se enfrente a la burguesía nacional y extranjera, y apueste por la transformación socialista tanto del propio país como de todo el mundo .
Lo que Lenin entendió hace ya más de un siglo está más vigente que nunca: el capitalismo avanzado solo puede existir como imperialismo, y ese imperialismo no es patrimonio de unas pocas potencias. Es un sistema global, donde todos los capitales, grandes y pequeños, están compitiendo ferozmente, y donde todas las burguesías, fuertes o débiles, desempeñan idéntico papel de rapiña. Entender esto hoy es clave para evitar que millones de personas puedan caer en las trampas e ilusiones en burguesías «progresistas» y estar en condiciones de poder construir una alternativa realmente internacionalista y revolucionaria.
FUENTES CONSULTADAS
Friends of the Earth – Informe sobre «Vale» en Mozambique (2023)
Mongabay – Investigaciones sobre «JBS» y deforestación en Brasil (2023)
Middle East Eye – Reportajes sobre trabajadores turcos en África (2024)
Africa is a Country – Análisis sobre el rol imperialista de Sudáfrica (2023)
Investigaciones académicas sobre subimperialismo y expansión de capitales (2023-2024)
https://canarias-semanal.org/art/37654/un-imperialismo-de-nuevo-tipo