Del Día de la Mujer Trabajadora al Día Internacional de la Mujer
Lo que hoy se conoce como «El Día de la Mujer», festejado el 8 de marzo, surge de la lucha de la clase obrera y el movimiento socialista del siglo XX. Nacido de una propuesta en la Conferencia de Mujeres Socialistas en 1910 (…).
«Económica y socialmente, las mujeres de las clases explotadoras no son un sector independiente de la población. Su única función social es la de ser instrumentos para la reproducción natural de las clases dominantes… Las mujeres de la burguesía… son los parásitos de los parásitos del cuerpo social».
Rosa Luxemburgo. «El voto femenino y la lucha de clases» (1912)
Por VICTORIA MARTÍNEZ PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
Lo que hoy se conoce como «El Día de la Mujer», conmemorado el 8 de marzo, surge de la lucha de la clase obrera y el movimiento socialista del siglo XX. Nacido de una propuesta en la Conferencia de Mujeres Socialistas en 1910, ese día fue establecido para conmemorar el combate de las mujeres trabajadoras por la igualdad y el socialismo, destacándose por su icónica bandera roja. El 8M nació como un día de lucha y reivindicación laboral, encabezado por mujeres de la clase obrera, que realmente enfrentan la explotación y buscan terminar con esta injusticia. La fecha recuerda los trágicos hechos del 8 de marzo de 1908, cuando las empleadas de una fábrica textil de Nueva York declararon una huelga en protesta por sus insoportables condiciones de trabajo. El dueño no aceptó la huelga, las obreras ocuparon la fábrica, el patrón cerró las puertas y prendió fuego al establecimiento, muriendo abrasadas las 129 trabajadoras que había dentro.
Sin embargo, con el transcurrir de las décadas, y especialmente a partir de los años 70, los intentos por difuminar el significado de esta fecha y cooptar el 8 de Marzo no han dejado de avanzar, en medio de una ofensiva ideológica más amplia destinada a disolver la conciencia de clase y dividir la unidad obrera en múltiples identidades individuales.
La propia oficialización de esta fecha como «Día Internacional de la Mujer» por parte de la ONU en 1975 – eliminando la originaria referencia a la «mujer trabajadora» – marcó un punto de inflexión que lo ha ido alejando paulatinamente de su enfoque inicial, centrado en la clase trabajadora.
Hacia finales del siglo XX, el término «Día Internacional de la Mujer» empezó a confundirse con «Día de la Mujer Trabajadora», reflejando una tendencia hacia la generalización y la interesada ocultación de las distinciones de clase y promoviendo la concepción reaccionaria de que sería deseable desarrollar una «solidaridad» interclasista entre mujeres. Como si la obrera de una fábrica o una empleada de mostrador pudieran tener como aliadas potenciales a la dueña de una multinacional, una banquera o la representante de alguna organización política del sistema que perpetúa la explotación de las trabajadoras y los trabajadores.
Esta cooptación de las tradicionales reivindicaciones de las trabajadoras ha permitido que todo tipo de sectores se hayan subido al multicolor «carro del feminismo», obviando las diferencias de clase esenciales para comprender la opresión y las condiciones de subordinación que históricamente han sufrido las mujeres de la clase obrera.
En décadas de crisis del movimiento obrero y auge del pensamiento neoliberal, el feminismo, un movimiento interclasista y diverso donde conviven diversas corrientes, ha sido dominado por aquellas corrientes más acomodadas al sistema capitalista y, en no pocas ocasiones, se ha convertido en una herramienta política electoral por parte de los más disímiles partidos políticos.
El aumento de un feminismo «transversal» asociado a partidos conservadores y liberales, pero también de otro feminismo pretendidamente «radical» e igualmente vinculado a la órbita de partidos socioliberales o socialdemócratas ha dejado temporalmente en un segundo plano las posiciones más progresistas del feminismo socialista. Aquel que ha buscado siempre combinar la lucha por la liberación de la mujer con el proyecto de construir una sociedad libre de toda forma de explotación y opresión, por motivo de clase, género, raza o cualquier otra condición humana.
Sigue siendo una tarea esencial, entonces, recuperar el sentido original del 8 de Marzo y de la lucha por una liberación de las mujeres trabajadoras que debe rechazar la creencia reaccionaria de que podría existir entre ellas y las mujeres de las clases dominantes alguna forma de “sororidad”.