La guerra en Sudán, silenciada por la geopolítica selectiva, es una de las crisis humanitarias más graves del siglo XXI, con más de 150.000 muertos y 12,7 millones de desplazados
Refugiados sudaneses | Foto: Henry Wilkins/VOA / Dominio público
Más de un año después del estallido de la guerra civil en Sudán, el conflicto continúa sumido en una espiral de violencia que ha provocado una de las crisis humanitarias más graves del mundo, y, sin embargo, apenas merece la atención de los medios internacionales.
Desde abril de 2023, el país está atrapado en un enfrentamiento brutal entre las Fuerzas Armadas de Sudán (SAF), lideradas por el general Abdel Fattah al-Burhan, y las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF), una poderosa milicia paramilitar dirigida por Mohamed Hamdan Dagalo, conocido como “Hemedti”. Lo que comenzó como una disputa de poder entre facciones militares terminó por desencadenar una guerra total que ha devastado ciudades, destruido servicios básicos y provocado millones de desplazados. Según datos de Naciones Unidas, se produjeron en su momento 150.000 muertos y en torno a 12,7 millones de personas desplazadas de sus hogares. Esa guerra afecta también a Sudán del Sur al convertirse en refugio de miles de sudaneses del norte afectándolo gravemente: 7,1 millones de personas, la mitad de la población del país, viven en una situación alimentaria crítica.
La guerra de Sudán es una lucha despiadada por el control del Estado sudanés entre dos antiguos aliados. Ambos líderes compartieron poder tras el derrocamiento del dictador Omar al-Bashir en 2019, en lo que entonces se presentó como una transición hacia la democracia. Pero la desconfianza mutua, sumada a la ambición de dominar al ejército unificado, desencadenó una ruptura que ahora se libra con artillería pesada en zonas urbanas y rurales por igual. La capital, Jartum, se ha convertido en un campo de batalla. En muchas regiones, los hospitales han sido saqueados o bombardeados, y la escasez de alimentos y medicamentos alcanza niveles catastróficos. El Alto Comisionado de NN.UU para los derechos humanos, Volker Türk[1] ,en un reciente informe alertaba sobre los crímenes de guerra que se estaban produciendo en la zona de Darfur.
Tanto las Fuerzas Armadas de Sudán (SAF) como las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF), utilizan la extracción de oro para financiar la guerra y los grandes beneficiados son los Emiratos Árabes Unidos. Según el think tank Swissaid, en su informe Tras la pista del oro de África, las exportaciones controladas por ambas facciones combatientes se canalizan principalmente por los Emiratos Árabes Unidos, eje imprescindible del negocio del expolio del oro en zonas de conflicto africanas. Según el estudio, más de 2.500 toneladas de oro africano de contrabando, con un valor descomunal de 115.000 millones de dólares, ha aterrizado en Abu Dabi o Dubái entre el 2012 y el 2022, casi la mitad (el 46%) proveniente de países en guerra como Sudán[2]. Swissaid declaraba en 2024 que «en África se producen anualmente entre 321 y 474 toneladas de oro artesanal sin declarar, y al menos 435 toneladas de oro se contrabandearon desde el continente africano solo en 2022. Estas cifras son considerables y representan una pérdida significativa de ingresos para muchos estados africanos. Esta falta de control estatal refleja otros problemas: corrupción, financiación de conflictos armados o violaciones de derechos humanos»[3].
Según Sentry, una organización de investigación y elaboración de políticas que busca desactivar las redes depredadoras multinacionales que se benefician de los conflictos violentos, en un artículo de Sasha Lezhnev[4], este es el mapa de los flujos de oro de alto riesgo hacia Dubái:

La guerra en Sudán es una de las crisis humanitarias más graves del siglo XXI, pero está siendo silenciada por la indiferencia, el racismo y la geopolítica selectiva. Como nos advertía el camerunés Achille Mbembe, «la violencia en África no puede entenderse sin considerar el legado del colonialismo y las estructuras de poder que siguen reproduciendo la exclusión, el racismo y la marginalización de ciertos grupos étnicos y raciales. La guerra no es solo un fenómeno militar, sino también un efecto de la política del olvido y la deshumanización»[5].
Notas:
[1] https://www.ohchr.org/es/press-releases/2025/05/horrors-sudan-know-no-bounds-warns-turk-urging-end-conflict
[2] https://www.lavanguardia.com/internacional/20241227/10239998/guerra-hambre-oro-sudan.html
[3] https://www.swissaid.ch/en/articles/on-the-trail-of-african-gold/?os&ref=app
[4] https://thesentry.org/wp-content/uploads/2021/02/ConflictGoldResponsibleGold-TheSentry-Feb2021.pdf
[5] https://www.sas.rochester.edu/humanities/assets/pdf/sawyer-wip/mbembe,-critique-of-black-reason.pdf