Silicon Valley y la guerra

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TRUMP 2.0: LA OLIGARQUÍA TECNOLÓGICA COMO PUNTA DE LANZA

Por Bappa Sinha

Trump 2.0 ha tenido un comienzo tumultuoso. Si bien Trump siempre ha sido errático y casi deliberadamente impredecible, el alcance y la magnitud de los cambios que se están introduciendo en esta administración son cualitativamente diferentes. Se está haciendo un ambicioso intento de reestructurar el Estado y el ejército de los EE.UU., así como sus relaciones con el resto del mundo. Todos los días se anuncian nuevos aranceles, incluso contra sus socios más cercanos como Canadá y México, y luego se retiran, se toman decisiones controvertidas de política exterior y se reestructura radicalmente el Gobierno estadounidense.

Aunque la errática toma de decisiones de Trump se atribuye a menudo a su personalidad, una estrategia más amplia parece sustentar estos movimientos: una parte de la burguesía estadounidense ha llegado a la conclusión de que el dominio total de los Estados Unidos con control sobre las instituciones mundiales, el comercio internacional y las guerras interminables ya no es viable. En su lugar, están presionando para reavivar la fuerza económica, tecnológica y militar en declive de los Estados Unidos mientras se conforman con una guerra fría con China.

La oligarquía tecnológica (los grandes monopolios tecnológicos y sus propietarios multimillonarios) está al frente y en el centro de este ambicioso esfuerzo. Los monopolios tecnológicos han llegado a desempeñar un papel cada vez más importante en la economía estadounidense y ahora están empezando a hacer valer su poder político. El quién es quién de la tecnología, incluidos Jeff Bezos, Mark Zuckerberg, Sundar Pichai, Tim Cook y Elon Musk, ocuparon asientos de primera fila en la toma de posesión de Trump, lo que demuestra su importancia. Multimillonarios de la tecnología como Elon Musk, Peter Thiel, David Sacks y Marc Andreessen son personajes centrales en la administración Trump, asumiendo funciones clave y puestos de asesoría.

Tanto con Trump como con Biden, Washington trató de frenar el auge tecnológico de China mediante sanciones estrictas, en particular en la fabricación de semiconductores. La administración Biden aprobó la Ley CHIPS y Ciencia, que asigna 52.000 millones de dólares en incentivos para que la producción de semiconductores vuelva a los EE.UU. Sin embargo, China ha hecho avances significativos en el diseño y en la fabricación de chips, lo que socava el impacto previsto de estas políticas. Los avances de China en la producción de teléfonos móviles de Huawei con chips avanzados de 7 nm y DeepSeek, un modelo de IA competitivo con los principales modelos estadounidenses, han sido impactantes. Son “momentos Sputnik” para la industria tecnológica estadounidense. Mientras tanto, los esfuerzos para reubicar la producción de chips a nivel nacional han sufrido reveses.

La administración Trump parece ahora favorecer una política económica más agresiva, utilizando aranceles y presión corporativa para forzar a las empresas extranjeras – como TSMC de Taiwán, el fabricante de chips más vanguardista del mundo – a establecer fábricas dentro de las fronteras estadounidenses. La creencia subyacente es que la coerción económica, en lugar de los subsidios, restaurará la fortaleza manufacturera estadounidense. Junto con los aranceles, existe un profundo compromiso con la desregulación, especialmente en lo que respecta a la seguridad de la IA y las preocupaciones medioambientales. Se cree que los espectaculares avances en IA, respaldados por inversiones masivas en hardware para centros de datos, energía barata y la paralización de las capacidades tecnológicas de China mediante sanciones, permitirán a los EE.UU. ampliar su ventaja tecnológica y mantener su posición de liderazgo económico.

La guerra de Ucrania también ha reconfigurado la estrategia militar de los EE.UU. Las expectativas iniciales de que Rusia colapsaría bajo las sanciones occidentales han resultado infundadas, y Moscú ha demostrado ser más resistente tanto económica como militarmente. Además, Rusia y China han demostrado una tecnología militar superior en áreas como misiles hipersónicos, sistemas de defensa aérea altamente sofisticados, aviones de combate de sexta generación y guerra autónoma con drones. La demostración rusa del misil Oreshnik más avanzado, que se estima que es capaz de alcanzar una velocidad de Mach 10 o 12.348 km/h, y la demostración china de sus aviones de combate furtivos J36 de sexta generación actuaron como otro conjunto de “momentos Sputnik” para los EE. UU. en el ámbito militar. Incluso los rebeldes hutíes yemeníes han logrado interrumpir el transporte marítimo en el Mar Rojo a pesar de la presencia de las fuerzas navales estadounidenses.

La guerra de Ucrania ha demostrado que la dependencia del ejército estadounidense de costosas “piezas claves”, como portaaviones, submarinos nucleares, bombarderos B-52, tanques Abrams y sistemas de misiles antiaéreos Patriot, ha sido en gran medida ineficaz. La guerra moderna ha evolucionado para utilizar enjambres de drones baratos que pueden abrumar a armas que son, en general, muchísimo más caras. Los sistemas de nueva generación han demostrado ser mucho más eficaces. Los sistemas Starlink de Elon Musk han mantenido en funcionamiento las comunicaciones de mando y control del ejército ucraniano, a pesar de que gran parte del sistema de telecomunicaciones terrestres fue destruido por los rusos. La empresa Palantir, de Peter Thiel, ha desempeñado un papel fundamental en los esfuerzos bélicos de Ucrania. El software de Palantir, que utiliza inteligencia artificial para analizar imágenes de satélite, datos de código abierto, imágenes de drones e informes desde tierra para presentar opciones militares a los comandantes, es responsable de la mayoría de los ataques con armas, incluidos misiles de artillería y antitanques, por parte de Ucrania.

Un elemento clave de la estrategia de Trump consiste en aprovechar la experiencia de Silicon Valley, con destacados multimillonarios tecnológicos como Elon Musk y Peter Thiel y sus empresas, que desempeñan un papel directo en el desarrollo de armas futuristas basadas en la inteligencia artificial y ejércitos de drones. Se prevé que estos serán fundamentales en las futuras guerras estadounidenses.

A nivel nacional, Trump ha lanzado un ataque total contra la burocracia federal. Se está intentando eliminar departamentos clave, incluido el Departamento de Educación. Elon Musk ha recibido el encargo de dirigir el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por su siglas en inglés), que ya ha aplicado recortes profundos en varias agencias. Esto está impulsado por la ideología libertaria de los aliados de Trump en la industria tecnológica, que abogan por una mínima intervención del Gobierno en los asuntos económicos.

Un fondo soberano de criptomonedas de reciente creación subraya aún más la tendencia libertaria de la administración en lo que respecta a las políticas económicas nacionales. Varios multimillonarios del círculo de Trump, como Peter Thiel, Elon Musk, David Sacks y Marc Andreessen, que poseen importantes inversiones en criptomonedas, se beneficiarán de ello.

El objetivo general del segundo mandato de Trump parece ser un intento rápido y radical de reavivar la fuerza de los EE. UU. frente a los crecientes desafíos económicos y militares. El enfoque de la administración sugiere una transición de un orden mundial unipolar a una nueva Guerra Fría, con China como principal rival. Las iniciativas de paz con Rusia también pueden estar motivadas por un esfuerzo para alejar a Rusia de su relación de “amistad sin límites” con el gigante asiático.

Sin embargo, las políticas de Trump están plagadas de contradicciones y puntos ciegos ideológicos. Sin construir primero la capacidad industrial y los conocimientos técnicos necesarios para dirigir una industria moderna, vaciada por décadas de subcontratación, el uso agresivo de aranceles con la esperanza de recuperar la autosuficiencia económica puede ser contraproducente. También puede alejar a sus aliados, debilitando la posición de los Estados Unidos en el escenario mundial. En última instancia, el segundo mandato de Trump representa un experimento radical y altamente impredecible para remodelar el poder de los EE.UU., uno que conlleva riesgos profundos y un futuro incierto para el imperio estadounidense.

Fuente: Globetrotter

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