ROBERT KENNEDY JR.: DE «ESPERANZA PROGRESISTA» A COMPINCHE DE DONALD TRUMP (VÍDEO)

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El proceso por el cual los populismos, hablen en inglés o en castellano, terminan coincidiendo siempre en la misma area ideológica

Robert F. Kennedy Jr. que alguna vez llegó a ser visto como la «gran esperanza blanca» de los progresistas desencantados, al igual que en España Pablo iglesias lo fue como ·regeneracionista» de la vida política española, ha dado un giro grotesco al unirse a la campaña de Donald Trump. Su traición – escribe nuestro colaborador Máximo Relti- no solo evidencia la decadencia de su propia figura, sino también la bancarrota moral de la socialdemocracia estadounidense.

POR MÁXIMO RELTI PARA CANARIAS SEMANAL.ORG.-

      En la política estadounidense, las traiciones tienen una larga y sórdida tradición. Desde la conversión de Reagan de liberal demócrata a adalid conservador, hasta los giros de candidatos en busca del mejor postor, nada sorprende ya.

   Sin embargo, Robert F. Kennedy Jr., la otrora «esperanza blanca» de los progresistas desencantados, ha llevado esta práctica a nuevos niveles de descaro y desfachatez. Lo que comenzó como una campaña nostálgica para resucitar los fantasmas de la «Camelot» de la adorada familia Kennedy, ha terminado en un espectáculo grotesco que culmina con Kennedy abrazando el trumpismo. Irónicamente, la dinastía que encarnó los supuestos ideales demócratas hoy se ve despojada de su legitimidad por uno de sus propios herederos.

   KENNEDY: DE «PALADÍN DE LOS TRABAJADORES» A «COMPINCHE DE CONSPIRANOICOS«

     Cuando Kennedy lanzó su candidatura como demócrata, muchos pensaron que podría ser una alternativa genuina a la maquinaria política de Biden. Su retórica se basaba en un discurso contra las grandes Corporaciones, la corrupción y el autoritarismo, temas que parecían resonar con un electorado harto de tanta hipocresía política. Llegó incluso a proclamar, sin pelos en la lengua, que a su tío, John F. Kennedy, lo había asesinado los servicios de la Inteligencia estadounidense. 

    Sin embargo, el embustero suele tener las patas cortas. Y si no que le pregunten a nuestros populistas autóctonos, que hace tan solo unos pocos años, en una suerte de «Blitzkrieg electoral podemita», lograron  concitar el apoyo de nada menos que de cinco millones de votantes. Aunque, ya se sabe, aquello durara lo que tenía y podía durar.

   Y es que, en realidad, tanto en el caso de Pablo Iglesias, en España, como el del Kennedy junior, en los EEUU, – con todas las diferencias de distancias y contextos-,  ambos tuvieron un vuelo tan efímero, no solo por el vacío ideológico de las alforjas que portaban sino, sobre todo, porque tanto uno como el otro se comportaron  como bocazas impenitentes, que en apenas un pis-pas dejaron al descubierto que sus aspiraciones no llegaban a traspasar los límites de sus propias y miserables ambiciones personales. 

     En el caso del retoño de los Kennedys, el desvarío alcanzó  dimensiones de esperpento. Pronto quedó claro, sin embargo, que detrás de su fachada populista se escondía un ideario rebosante de teorías conspirativas, que iban desde el negacionismo vacunal hasta afirmaciones delirantes sobre el control mental mediante tecnología 5G. No tardó en convertirse en el niño mimado de la derecha conspiranoica y en  ídolo de las plataformas más marginales de internet.

      Conforme avanzaba la campaña, Kennedy comenzó a distanciarse más de las bases «progres» que inicialmente lo apoyaron y a acercarse peligrosamente a personajes como Steve Bannon o Tucker Carlson, los grandes profetas del  populismo planetario ultraderechista.

     Mientras tanto, sus discursos se volvían más incendiarios, plagados de retórica anticientífica y referencias a un supuesto complot global para controlar a la humanidad.   La situación se deterioró aún más cuando su campaña quedó marcada por el desprestigio de sus propias acciones, incluyendo la aparición de un historial médico que insinuaba la existencia de un gusano muerto en su cerebro.

   LA GRAN PIRUETA: DE CANDIDATO INDEPENDIENTE A PEÓN DE TRUMP

       El punto álgido ha llegado ahora, que en un giro surrealista digno de un guion de hollywoodense, Kennedy anunció que retiraba su candidatura para apoyar a Donald Trump. La noticia cayó como una bomba: el hijo del icónico Bobby Kennedy, supuesto emblema de la justicia social y los derechos civiles, se rendía a los brazos de un multimillonario racista, misógino y xenófobo. En su declaración, Kennedy acusó al Partido Demócrata de haber «abandonado los valores que alguna vez defendió», mientras se pintaba a sí mismo como un mártir que sacrificaba su reputación por el «bien mayor».

     Esta retórica de “salvador incomprendido” no es nueva; es un recurso habitual de los charlatanes que, incapaces de ganar por méritos propios, terminan aliándose con el poder que en su momento alegaban combatir.

    Pero lo que resulta aún más cómico es la manera en la que este risible personaje trató de justificar su traición: “El Partido Demócrata quiere salvar la democracia acabando con ella”, sentenció con la convicción de quien cree estar iluminado por una verdad revelada.

     Al parecer, Kennedy decidió que era preferible unirse a un demagogo autoritario antes que «permitir» que el país cayera en manos de Kamala Harris. La verdad es que en el fondo, en el fondo, a lo peor, ni siquiera le falta razón, pues en la práctica política, demócratas y republicanos son tan idénticos que llegan a parecer clónicos.

LA DECADENCIA DE UNA DINASTÍA Y LA FARSA DE LA SOCIALDEMOCRACIA ESTADOUNIDENSE

     El espectáculo de Kennedy no solo pone en evidencia la decadencia de su figura, sino que además pone en un primer plano la bancarrota moral de la socialdemocracia estadounidense. Durante décadas, los demócratas han jugado a ser los defensores de la justicia social, mientras pactaban en los pasillos del poder con las mismas élites que decían combatir. La evolución de este maduro retoño de los  Kennedy refleja a la perfección este proceso: un político que comienza como defensor de los “trabajadores y oprimidos” y termina como vocero de teorías conspirativas al servicio de la derecha más rancia. ¿No fue también la pirueta del Sr.  Iglesias, que este mismo digital denunció precozmente y que provocó la ira de sus incrédulos seguidores? (VER VIDEO ADJUNTO)

     En su desesperación por mantenerse relevantes, figuras como Kennedy están dispuestas a traicionar cualquier principio, y el sistema bipartidista de Estados Unidos les facilita la tarea. Los demócratas, por su parte, continúan aferrándose a su retórica vacía de «salvar la democracia», cuando en realidad a lo largo de una buena parte de su historia han sido partícipes activos de su erosión. La disidencia auténtica ha sido reemplazada por personajes como RFK Jr., quienes explotan el desencanto popular para promover agendas reaccionarias bajo un disfraz de “alternativa independiente”.

KENNEDY, EL ÚLTIMO CLAVO EN EL ATAÚD DE LA «IZQUIERDA» DEMÓCRATA

      En última instancia, la pirueta de Kennedy es un síntoma más de la descomposición política en Estados Unidos. Su giro hacia Trump, lejos de ser un simple oportunismo, refleja la desesperación del establishment político estadounidense que ha perdido cualquier conexión con las demandas reales de la sociedad.

   A la postre, la figura de RFK Jr. no es más que una farsa, un triste epílogo para una dinastía familias a la que los medios de comunicación estadounidense presentaron falsamente como supuesto símbolo la esperanza de una «izquierda transformadora» en el país. En realidad, el “sacrificio” de RFK Jr al ponerse al lado de Trump, es la caricatura final de una socialdemocracia made in USA que, en su agonía, prefiere entregar las llaves del poder a la ultraderecha antes que afrontar su propia bancarrota ideológica.

VÍDEO RELACIONADO:

https://canarias-semanal.org/art/36657/kennedy

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