
Bolivia se acerca a las elecciones entre tensiones, fracturas internas y el acecho del capital extranjero
A pocos meses de las elecciones, Bolivia vive una crisis política y económica profunda. El enfrentamiento entre Arce y Morales, la presión del imperialismo y el agotamiento del modelo extractivista ponen en juego el futuro del proyecto popular.
POR DIEGO HUANCA, DESDE BOLIVIA PARA CANARIAS SEMANAL.ORG
En Bolivia se cuece una tormenta política con ingredientes de sobra conocidos por los pueblos de América Latina: luchas internas en el campo popular, injerencia imperialista, recursos naturales codiciados y una crisis económica que golpea especialmente a los sectores más humildes.
A medida que se acercan las elecciones presidenciales del 17 de agosto de 2025, el escenario se vuelve más inestable. No es solo una disputa electoral: es una lucha por el sentido del proyecto popular que se abrió con la llegada de Evo Morales al poder en 2006 y que hoy está profundamente amenazado.
Desde una perspectiva crítica, lo que observamos en Bolivia no es simplemente una “pelea entre caudillos” o una “crisis de liderazgos”. Lo que se está disputando en el fondo es el carácter de clase del Estado, el destino de los recursos estratégicos como el litio y la relación entre la soberanía nacional y el capital internacional.
DE LA ESPERANZA POPULAR A LA FRAGMENTACIÓN DEL MAS
El proceso boliviano fue una de las experiencias más significativas del llamado «ciclo progresista» en América Latina. Bajo el gobierno de Morales, se nacionalizaron sectores estratégicos, se aprobó una nueva constitución plurinacional, y se aplicaron políticas de redistribución que sacaron a millones de personas de la pobreza.
“SIN UNIDAD EN EL CAMPO POPULAR, EL IMPERIALISMO SIEMPRE ESTARÁ LISTO PARA INTERVENIR”
Pero los procesos de transformación no pueden quedarse en reformas desde el Estado si no van acompañados de un proceso profundo de organización popular y transformación de las relaciones sociales de producción.
En el caso boliviano, el crecimiento económico dependía fuertemente de la exportación de gas. Y cuando este modelo empezó a agotarse, se hizo evidente una debilidad estructural: el proceso no logró romper con la matriz extractivista ni generar una base económica soberana y diversificada. Esto generó tensiones tanto dentro del gobierno como en sus relaciones con movimientos sociales e indígenas.
Ahora, la ruptura entre Evo Morales y Luis Arce, ambos referentes del MAS, está reflejando mucho más que un conflicto personal. Es una expresión de cómo las contradicciones dentro del bloque popular pueden desembocar en divisiones que debilitan al conjunto del proyecto.
Hoy, Morales y Arce van como candidatos rivales, con bases sociales y visiones distintas. Mientras uno apela al legado indígena y campesino, el otro se apoya en una gestión tecnocrática que intenta mantener el barco a flote en medio de una fea crisis económica.
UNA ECONOMÍA EN JAQUE Y LA MANO DEL IMPERIALISMO
La situación económica es, ciertamente, crítica. La falta de dólares, el agotamiento de las reservas internacionales, la inflación y el desabastecimiento han generado una situación propicia para la desestabilización.
Estos son fenómenos que deben leerse como expresiones de las contradicciones internas del capitalismo dependiente. Bolivia sigue atrapada en la lógica del capital externo, especialmente en relación con el litio, un mineral estratégico para la “transición verde” que, paradójicamente, se construye desde el norte global sobre la expoliación del sur.
“EL LITIO NO ES SOLO UN RECURSO: ES EL CORAZÓN DE LA DISPUTA ENTRE SOBERANÍA Y SAQUEO”
Las tensiones en torno al litio son un ejemplo claro de cómo opera el imperialismo hoy. Las grandes potencias no necesitan tanques para intervenir: lo hacen a través de ONGs, empresas “verdes”, presiones diplomáticas y campañas mediáticas.
Como advierte el analista José Amesty, detrás de muchas de las organizaciones que hoy cuestionan los contratos con empresas chinas y rusas, se esconden intereses ligados a Estados Unidos y Europa
Washington no quiere perder influencia en Bolivia, y menos aún si en juego está el control del “oro blanco” del siglo XXI. La historia del golpe de 2019, que derrocó a Morales con el apoyo de la OEA y de la embajada estadounidense, está muy presente en la memoria popular. El capital no olvida ni perdona cuando un país osa tocar sus intereses estratégicos.
ENTRE LA DESMOVILIZACIÓN Y LA RESISTENCIA
Uno de los efectos más peligrosos de la crisis es la desmovilización popular. Muchos sectores que fueron base del proceso de cambio se sienten hoy decepcionados, cansados o directamente traicionados. Las disputas entre Arce y Morales han debilitado al MAS como fuerza política coherente y han abierto el camino para que sectores de derecha ganen terreno.
Sin embargo, también hay signos de resistencia. Movimientos campesinos, sindicatos, organizaciones indígenas y nuevos referentes juveniles están buscando formas de reorganizar la lucha. La disputa por el litio, por ejemplo, ha vuelto a poner en agenda la necesidad de una soberanía energética y tecnológica que beneficie al pueblo y no a las multinacionales.
El problema es que, sin una dirección política clara y unida, el campo popular corre el riesgo de quedar fragmentado. Y en ese escenario, la derecha —aunque por ahora no se presente unificada— puede volver al poder, esta vez con una nueva legitimidad democrática construida sobre el desencanto y el caos.
EL PROCESO ESTÁ EN JUEGO
Lo que ocurra en Bolivia en los próximos meses será clave no solo para ese país, sino para toda América Latina. Es evidente que lo que está en juego es el rumbo del Estado y del proyecto histórico abierto en 2006. No se trata de idealizar el pasado ni de aferrarse a liderazgos individuales, sino de repensar estratégicamente cómo recuperar la iniciativa popular y reconstruir una hegemonía desde abajo, desde las organizaciones sociales y la clase trabajadora.
Hoy, más que nunca, es urgente evitar que las disputas internas destruyan el proceso. Porque si algo nos enseña la historia es que cuando los pueblos se dividen, el capital se une para aplastarlos.
Bolivia está en la encrucijada. La pregunta clave es si saldrá de ella por la izquierda o por la derecha.