Jovino Núñez, Partido Comunista ML, República Dominicana y Coordinador ICOR América, 15/9/2024
Lenin, erguido sobre la sólida zapata sembrada por Marx y Engels, se erigió como maestro y arquitecto de la primera revolución socialista que parió la humanidad, la revolución rusa, la revolución de octubre.
Su dominio teórico, extraído de la fuente del marxismo y enriquecido con la viva experiencia del fragor de la lucha, le permitió forjarse absoluta confianza en la construcción de una nueva sociedad, la sociedad socialista.
Su convencimiento de que la destrucción del sistema capitalista no era solo una posibilidad, sino una necesidad, lo llevó a no dudar jamás de que el verdadero poder reside en el pueblo, en las grandes masas de explotados; los que armados y guiados por una correcta teoría revolucionaria lucharán sin cesar hasta derribar de una vez y por todas a la clase dominante, a la burguesía.
Como instrumento de lucha, conductor del proceso revolucionario y responsable de elevar la lucha espontánea de los trabajadores a un nivel cada vez más consciente, consideró la existencia de un partido bien cohesionado, formado por cuadros profesionales y con gran arraigo sobre las grandes masas.
Lenin siempre estuvo consciente de que liquidar el sistema burgués no era tarea fácil, de que el proceso revolucionario, en su desarrollo pasa por diferentes fases; que hay periodos de reflujos y periodos de auges. Y en cada uno de ellos hay tareas específicas que cumplir.
La revolución social implica grandes sacrificios, de todos tipos; es una guerra tenaz entre dos clases fundamentales que luchan encarnizadamente, una por mantener el viejo estado de cosas, de injusticias, de privilegios y de explotación, y otra por destruirla y forjar sobre sus restos la nueva sociedad al servicio de los trabajadores.
La revolución es sumamente compleja, pues en la misma intervienen un conjunto de factores que han de conjugarse de una determinada manera para que la misma pueda darse victoriosa. No basta con el deseo de un partido, de un gran frente de partidos o, incluso, de toda una clase social para hacer la revolución; otros elementos se hacen necesarios que concurran en el momento preciso.
Y aunque el marxismo establece una serie de condiciones para estimar un periodo como revolucionario, no existe una receta que lo determine, pues siempre dependerá de la realidad concreta de cada país.
Puede presentarse un momento excelente para hacer estallar la revolución en una determinada nación, y esta estallará, pero la ocurrencia de algún hecho o fenómeno, no manejable, fruto del azar, impide el éxito, como ha ocurrido con algunos movimientos guerrilleros, que después de tantos años de guerras han terminado desponiendo las armas. Y quizá haya que esperar bastante tiempo para que vuelva a presentarse una nueva situación revolucionaria.
Al respecto, señala Lenin las características de una situación revolucionaria.
1. Imposibilidad para las clases dominantes de mantener inmutable su dominio. Para la revolución no basta de ordinario con que “los de abajo no quieran continuar siendo explotado”, sino que se exige también que “los de arriba no puedan” seguir viviendo a la antigua. En otras palabras, la revolución es imposible sin una crisis nacional general (que afecte a explotados y explotadores).
2. Agudización, por encima de lo habitual, de la pobreza y las calamidades que sufren las clases oprimidas.
3. Intensificación considerable de la actividad de las masas, que en la época “pacífica” se dejan expoliar tranquilamente, pero en los tiempos tempestuosos son incorporadas a la acción histórica independiente, tanto por toda la situación de la crisis como por “los de arriba” mismos. Para el triunfo de la revolución social no basta sólo con que exista una situación revolucionaria. Es necesario también que a las condiciones objetivas se sumen las subjetivas, es decir, la capacidad de la clase revolucionaria de sostener una lucha valerosa y abnegada y la existencia de un partido revolucionario experimentado, que ejerza con acierto la dirección estratégica y táctica.
¡Viva la revolución socialista!
¡Viva Lenin para siempre!
Jovino Núñez
Coordinador ICOR América