Las revoluciones no se hacen con tiritas

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Las revoluciones no se hacen con tiritasEjecución en Francia de Luis XVI en 1793 | Imagen: Public domain

Arno J. Mayer sostiene que “no hay revolución sin violencia y terror, sin guerra civil y conflicto exterior, sin conflicto religioso y colisión entre el campo y la ciudad”. Todo un conjunto de enfrentamientos, entre lo nuevo y lo viejo, entre el pasado y el futuro, y entre el presente y el futuro.

La Revolución no está de moda. Al menos en el amplio espacio de lo que podríamos llamar cultura política occidental, parece compartirse la afirmación de Hannah Arendt cuando señala que «existen incluso más libertades civiles en países donde la revolución fue derrotada que en aquellos en los que la revoluciones han salido triunfantes».

Este visión de la Revolución como algo hoy innecesario, hace que su defensa parezca haber devenido algo insostenible desde el punto de vista moral e histórico ya no solo para las ideologías más reaccionarias sino también en el ámbito de muchas fuerzas “transformatarias” que incluso se reclaman marxistas. La Revolución hoy no se vive ni como promesa ni como amenaza. Para la opinión pública mayoritaria la Revolución Francesa, por ejemplo, sería tan solo un tiempo de cruel y arbitrario terror criminal que desembocaría en la figura de un Napoleón cuya desmedida ambición sería la causa de unas guerras europeas con miles y miles de muertos, mientras que la Revolución Soviética vendría a significar otro tanto o algo peor todavía: terror desalmado, guerras salvajes, opresión, totalitarismo, perversas burocracias y luchas fratricidas.

Nada extraño por tanto que en los idearios progresistas de hoy se sostenga y use más el ya citado concepto de transformación que si, en principio tiene su raíz marxista —“Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”— lo que en realidad esconde es una ideología revisionista en la que el foco “revolucionario” transitaría, sin violencia cruenta alguna, por los avances reformistas y el asalto electoralista al poder legislativo a fin de que, por los caminos del Derecho y sin mayores o violentos conflictos, se lograse la rendición de la burguesía y su oportuna, consensuada y pacífica renuncia a la propiedad de los medios de producción. Una revolución con tiritas, como con sabia ironía la llamaba la camarada María Martín Ampudia. Afortunadamente los comunistas, que hemos vuelto a reivindicar el leninismo, nos estaríamos librando de caer en esa tentación idealista y la Revolución sigue formando parte de nuestro cuestionado horizonte. De ahí, y por si acaso, la conveniencia de hablar de este libro, Las Furias. Violencia y terror en las revoluciones francesa y rusa1, publicado hace ya unos cuantos años pero que, editado fuera de los circuitos comerciales, apenas despertó atención.

Su autor, Arno J. Mayer, catedrático en Princeton como especialista de la historia europea del siglo XX, sostiene “no hay revolución sin violencia y terror, sin guerra civil y conflicto exterior, sin conflicto religioso y colisión entre el campo y la ciudad”. Todo un conjunto de enfrentamientos, entre lo nuevo y lo viejo, entre el pasado y el futuro, y entre el presente y el futuro que desencadenan una fuerte y persistente oleada de cóleras, rabias, enojos, indignaciones, arrebatos, luchas y exaltaciones que de manera expresiva Mayer ha reunido bajo el concepto trágico de Las Furias, aquellas terribles deidadesvengadoras que castigaban con especial saña las ofensas contra la sociedad y la naturaleza, hostigando a los responsables hasta hacerlos enloquecer. Furias a su vez alimentadas por la ineludible y feroz resistencia de las correspondientes Contrarrevoluciones.

El libro, absolutamente recomendable, analiza con especial acierto la atención que Maquiavelo, Montesquieu, Marx o Engels dedican al tema de la violencia y sitúa, sin ocultar juicios y reservas, el entorno histórico en que se vieron obligados a actuar dirigentes revolucionarios como Robespierre, Saint-Just, Lenin o Stalin evitando caer en la demonización reduccionista al tiempo que se nos advierte sobre la dificultad de encontrar “un equilibrio razonable entre explicación y condena, entre comprensión y justificación”. Un libro honesto al que las respuestas históricas dominantes no convencen. Un libro necesario para saber y pensar de donde venimos los comunismos.

Hoy leemos en la prensa que el Banco de Santander obtuvo durante este trimestre un beneficio de 2.852 millones de euros y que Amancio Ortega recibirá casi 3.000 millones a lo largo de este año en concepto de dividendos. Y lo sorprendente es que Las Furias siguen dormidas. Ojalá suene pronto el despertador.

Nota:

1 Mayer, Arno J. La Furias. Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2014.

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