LAS ONG ANTE EL AVANCE DEL AUTORITARISMO REACCIONARIO: DEL DESCONCIERTO A LA REPOLITIZACIÓN

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CARLOS GÓMEZ GI

Las ONG ante el avance del autoritarismo reaccionario: del desconcierto a la repolitización

Desde que las ONG fueron reconocidas formalmente en el artículo 71 de la Carta de San Francisco de 1945, documento fundacional de las Naciones Unidas, hasta la actualidad, el mundo sobre el que estas organizaciones intervienen ha cambiado de manera extraordinaria hasta el punto de que ni las ONG a las que mencionaba este acuerdo internacional son las mismas, ni tampoco la sociedad global en las que estas organizaciones han ido desarrollando un trabajo que las ha convertido, por mérito propio, en vehículos preferidos para movilizar la acción colectiva en causas tan amplias como contrapuestas.

Ahora bien, el mundo que emerge tras décadas de una dañina globalización neoliberal presenta rasgos inquietantes de la mano de un ascenso de regímenes autoritarios que están fracturando el multilateralismo, socavando las bases democráticas y de libertades, de espaldas a los gigantescos desafíos ecosociales que tienen la humanidad y el planeta, cambiando por completo el espacio en el que han venido interviniendo las ONG.

Tras la posguerra, las ONG afianzaron su papel como actores destacados en la provisión de ayudas y servicios en sectores y poblaciones desfavorecidas, con un importante papel en las políticas de ayuda al desarrollo en países que habían alcanzado su independencia. No es casual que ya en los años sesenta, diferentes organismos internacionales comprendieran el valioso papel de estas organizaciones y trataran de incorporarlas a su trabajo, hasta el punto de que el crecimiento en número e importancia de las ONG en todo el mundo fue mediante el impulso institucional y el reconocimiento recibido por importantes organizaciones multilaterales, como el FMI, el BM, la OMC y la OCDE, entre otras.

El avance al proceso de globalización económica, junto a la imposición de las políticas de ajuste enmarcadas en el Consenso de Washington, otorgaron a estas ONG un renovado papel, en algunos casos oponiéndose a estas políticas ultraliberales de un enorme impacto social y desplegando intervenciones que trataran de paliar los daños causados sobre importantes sectores de la población, aunque también hubo otras organizaciones que comenzaron a colaborar con estos organismos multilaterales para legitimar así sus controvertidas políticas. Eran tiempos en los que el FMI afirmaba sobre estas ONG en documentos institucionales: “estamos dispuestos a aunar fuerzas en la consecución de objetivos comunes” (FMI, 2001), algo imposible si tenemos en cuenta los objetivos del FMI recogidos en sus estatutos fundacionales a la luz de los propósitos que se presuponen a cualquier Organización No Gubernamental surgida de la sociedad civil e independiente de los poderes públicos.

Desde entonces las ONG se extendieron por el mundo a la par que avanzaba el proceso de globalización neoliberal, como un fenómeno de la sociedad global y un exponente de las profundas transformaciones producidas en los estados y en la convivencia. El crecimiento desmesurado del fenómeno del “oenegeísmo” en todo el mundo y su aceleración en las últimas décadas llevó a la pérdida del carácter selectivo del término y una utilización interesada de estas organizaciones mediante una despolitización de sus discursos y prácticas. Esto ha llevado a muchas de ellas a un proceso de institucionalización marcado por la participación en la hoja de ruta neoliberal, interiorizando una profunda tecnificación de la acción colectiva sobre la que las ONG intervienen, al tiempo que desarrollando fórmulas de filantrocapitalismo paternalista neocaritativo a través de distintos instrumentos (apadrinamiento, marketing con causa, microcréditos, captadores de socios, etc) que han sido funcionales a los poderes económicos. A su vez, otras organizaciones, con un gran esfuerzo, han seguido trabajando cerca de los colectivos y pueblos oprimidos en el Norte y en el Sur para hacer valer su voz, dar respuesta a sus demandas y oponerse a las nuevas formas de dominación capitalista a través de ONG que mantienen el espíritu y el significado genuino de estas organizaciones.

Un nuevo marco disruptivo

El avance de la economía digital y la extensión de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, junto al ascenso del autoritarismo de corte neocolonial en el mundo, han planteado un nuevo escenario que coloca a las ONG ante grandes dilemas, como consecuencia de un novedoso marco disruptivo que no se vivía desde que estas organizaciones surgieron.

La cosmovisión autoritaria e imperialista de estos gobiernos, de la mano del neoliberalismo con profundos rasgos filofascistas que impulsan, ha roto las frágiles bases democráticas en las que se desenvolvían las ONG, dislocando un desorden mundial muy precario en el que se sustentaba la humanidad. Para estos gobiernos autoritarios no hay límites políticos ni éticos, ni tampoco acuerdos jurídicos vinculantes o instituciones internacionales a las que respetar, queriendo reformular un nuevo sistema internacional en el que marcan sus reglas en función de sus apetencias, a través de un feudalismo digital sobre la base de un liberalismo reaccionario sin normas, donde la democracia, el derecho internacional, el consenso global o los acuerdos multilaterales son obstáculos a eliminar. Al mismo tiempo, emerge una nueva oligarquía de cibermagnates, propietarios del nuevo orden digital y comunicacional que también quieren tomar parte en el poder político que emerge, avanzando en lo que diferentes autores denominan como tecnofeudalismo.

El auge del autoritarismo global está modificando radicalmente el espacio de actuación de las ONG, restringiendo sus márgenes de maniobra, debilitando su legitimidad e imponiendo una lógica de subordinación al poder y al capital

Todo ello abre un gigantesco desafío existencial para la humanidad que está poniendo en peligro las bases mismas de la convivencia pacífica y la estabilidad del planeta. Asistir a las mayores atrocidades que desde la Segunda Guerra Mundial se están cometiendo contra todo un pueblo en Palestina y Oriente Medio por el estado de Israel con el apoyo imprescindible de los Estados Unidos, y contemplar como en un momento de aceleración descontrolada del cambio climático y sus dañinos efectos sobre el planeta, el gobierno estadounidense abandona todos los acuerdos suscritos internacionalmente para limitar sus efectos, al tiempo que desde este país autorizan la explotación de pozos y yacimientos de hidrocarburos en valiosas zonas protegidas de un incalculable valor para la humanidad, son dos elementos de una larga lista de barbaridades que nunca pensamos que viviríamos, a los que se suman otros muchos horrores.

La transformación del espacio operacional de las ONG

Naturalmente que las ONG están viviendo en primera persona todas estas mutaciones, en algún caso porque están dañando profundamente las bases de su trabajo y hasta su capacidad para seguir actuando, pero también porque hay organizaciones que están participando de forma directa o indirecta en estos cambios impulsados desde algunos de estos poderes políticos y económicos posdemocráticos. Lo mejor y lo peor sale a la luz en momentos históricos tan confusos. Sirva como ejemplo el hecho de que mientras unas pocas ONG tratan de atender a la población palestina en Gaza, sometida a un genocidio en tiempo real sobre población civil desarmada a la que se ha llevado a una mortal hambruna, se crea una supuesta ONG por Estados Unidos para repartir alimentos a la población gazatí utilizando mercenarios pagados por Israel que se divierten disparando sobre mujeres y niños que están inmóviles, esperando poder obtener algo de comida para paliar su hambre y sufrimiento.

Pero también en aquellos otros lugares en los que estas amalgamas reaccionarias se han hecho con gobiernos en distintos espacios geográficos y territoriales, se están impulsando cambios de distinto calibre en línea con el proyecto ultraderechista global cuyas señas de identidad comparten un mismo ideario. El impulso a las políticas ultraliberales y el debilitamiento del estado y los servicios públicos, acompañado de reducciones de impuestos a las grandes fortunas; el crecimiento de la desigualdad y de las bolsas de pobreza junto a un debilitamiento de servicios públicos esenciales; la reducción y eliminación de las políticas de cooperación y solidaridad junto a un cuestionamiento del orden internacional y multilateral personificado en las Naciones Unidas y en el derecho internacional; el ataque y persecución de inmigrantes y refugiados, de personas LGTBI y mujeres feministas, de oponentes y organizaciones críticas; la retirada de acuerdos en materia de limitación del cambio climático junto al impulso al consumo masivo de combustibles fósiles; un negacionismo científico que afecta a todos los campos: salud, vacunas, cambio climático, Agenda 2030, energías verdes, desarrollo social, lucha contra la pobreza y la desigualdad, etc.

Se entenderá, por tanto, los profundos cambios que se están produciendo sobre el espacio operacional en el que intervienen las ONG, pero también sobre su propia existencia, ya que en muchos casos estas organizaciones y las causas que defienden son vistas con desprecio por estos gobiernos autoritarios, al ser considerados como enemigos a eliminar, algo que aquí repiten sin miramientos los responsables políticos de la extrema derecha de Vox en las instituciones en las que tienen presencia, y que no es desmentido ni rechazado por sus socios del Partido Popular.

El desconcierto

Más que nunca, estamos ante un momento desconcertante, sometidos a los vaivenes de esa vida líquida que fluye de forma salvaje y hace que nuestros elementos de comprensión y análisis más básicos no acierten a descifrar las claves económicas, políticas y sociales actuales por las que avanza la humanidad en tiempos tan convulsos. Investigadores, científicos, académicos, universidades, instituciones, organizaciones sociales, todos parecen encontrarse sobrepasados por una realidad corrosiva que ni siquiera, quienes toman las decisiones más trascendentales, aciertan a explicar porque en muchas ocasiones, carece de cualquier lógica racional.

Existe una percepción común de estar viviendo procesos de una enorme profundidad que nos dejan paralizados, no solo por su impacto, sino también por su efecto en el nivel de la conciencia y en los comportamientos que estos tienen sobre la sociedad, que no somos capaces de entender en toda su complejidad. Y esto lleva a que el trabajo de las ONG se vea arrastrado por este poderoso tsunami en el que a duras penas son capaces de mantenerse a flote, surfeando como pueden sobre los cambios y las exigencias que les plantean.

Mientras nos encontramos ante una extrema derecha bárbara y sin escrúpulos que ha perdido cualquier pudor para romper los frágiles equilibrios sociales, jurídicos y morales que mantenían el mundo cogido con alfileres, las organizaciones sociales se encuentran desubicadas, perplejas, desbordadas y sin haber hecho los deberes de repensarse y comprender lo que está ocurriendo. Tratan de sobrevivir en este nuevo escenario tan salvaje, en medio del desconcierto y sometidas a los caprichos de gobiernos reaccionarios que pretenden reducir el sector para dejar, únicamente, aquellas organizaciones que son funcionales a sus propósitos.

Para ello, se reducen programas de financiación históricos, se eliminan partidas y subvenciones, y se trasladan presupuestos a otros fines en línea con los caprichos dogmáticos de la ultraderecha. La cooperación con los países del Sur, la ayuda al desarrollo, los programas contra la violencia de género, de apoyo a colectivos discriminados o al feminismo son eliminados y sus recursos destinados a asociaciones taurinas, colectivos de cazadores, grupos antiabortistas, chiringuitos “antiokupación”, sectas y grupos ultracatólicos y cofradías de la Semana Santa. Es algo que estamos viendo por toda la geografía, en comunidades autónomas y ayuntamientos gobernados por el PP con el apoyo y la voz cantante de Vox, como autores intelectuales de esta debacle.

Una de las exigencias recurrentes hacia las ONG por parte de estos gobernantes reaccionarios es exigirles la “despolitización” de su trabajo para alejarles de cualquier consideración política sobre las iniciativas, decisiones y trabajos que llevan a cabo, algo imposible cuando estas organizaciones surgen para intervenir sobre espacios, desequilibrios y problemas causados precisamente por las políticas, por la falta de decisiones políticas o por las malas políticas adoptadas. Es como pedir que mientras las ONG intervienen sobre algunos de los mayores problemas humanitarios, sociales y de desarrollo existentes, trataran de taparse la nariz y mirar para otro lado, ignorando las causas de tanto sufrimiento para no molestar a los responsables de estas situaciones.

Cada vez más ONG caen en procesos de institucionalización y despolitización, convirtiéndose así en simples gestoras técnicas baratas para el poder en lugar de ser actores de cambio estructural y de acompañamiento a los más vulnerables

Impulsar intervenciones en materia de cooperación al desarrollo y de solidaridad implica jerarquizar, priorizar, elegir, justificar y, por tanto, responder a criterios políticos, técnicos y económicos en la medida en que se impulsan actuaciones que tienen motivaciones derivadas en decisiones humanas. No son opciones neutrales o higiénicamente asépticas, sino que toman partido por políticas y decisiones que están en la base de elecciones tomadas por personas y las instituciones que dirigen.

Exigir a las ONG que intervengan bajo los criterios de gobernantes y del capital fuera de cualquier acción política y reivindicativa trata de facilitar la actuación de gobiernos sin contestación que impulsen, a través de estas organizaciones, nuevas formas de asistencialismo y neobeneficiencia como estrategias subordinadas a los intereses que se promueven desde estos gobiernos autoritarios. Lo peor de todo es que hay ONG que entran de lleno a estas exigencias llegando a justificarlas, prestándose con ello a la extensión de políticas reaccionarias y a la eliminación de organizaciones incómodas.

Si las ONG renuncian a la utopía, a su capacidad de transformación, contestación y movilización social, están abandonando su esencia y a lo que la sociedad espera de ellas, para convertirse en simples administradores del miedo ante el colapso y de la incertidumbre ante la involución a la que asistimos. Las ONG no pueden participar en gestionar la doctrina del shock pidiéndonos que vivamos en un estado de excepción permanente, acomodándonos a la incertidumbre causada por el capitalismo de colapso.

La irrupción de la Inteligencia Artificial

En medio de tantas transformaciones como las que vivimos, el sector de las ONG y la solidaridad no es ajeno a la irrupción del avance de la Inteligencia Artificial que se está impulsando sobre la cooperación al desarrollo con perfiles preocupantes.

Hay quienes sostienen que el poder de los algoritmos puede ser el elemento que favorezca el desarrollo de las personas y del planeta en estos momentos a través de una IA solidaria, capaz de dar un nuevo impulso a la cooperación oficial española. Incluso se llega a solicitar que se fomente la creación de una “Marca España Digital” que abra nuevas vías de colaboración empresarial y un mejorar el desempeño de la cooperación española, pasando por alto la controvertida trayectoria de nuestra política de cooperación, sus debilidades históricas y los retos estructurales que tiene pendientes desde hace décadas.

Naturalmente que la IA, como otros muchos avances tecnológicos, impulsa mejoras técnicas de una enorme importancia con una repercusión indudable que abre innovaciones apasionantes, algunas de las cuales ya estamos manejando para optimizar procesos. Pero la IA se nos trata de mostrar en el mundo de las ONG y de la solidaridad como una solución fantástica, alejada de debates políticos e ideológicos, que proporciona una aparente tecnificación higiénica en el trabajo de las ONG y de la solidaridad.

Sin embargo, se omite cómo se está diseñando esta Inteligencia Artificial Generativa, los valores, intereses, sesgos y los profundos impactos sociales, económicos y ecológicos que hay detrás de ella, al reproducir algunos de los desequilibrios y desigualdades que las ONG pretenden combatir: pobreza, racialidad, desigualdad, discriminaciones de género, brecha digitall, invisibilidad de minorías, exclusión, acumulación, concentración de poder. La IA no es ni neutra, ni aséptica ya que se crea con intereses económicos deliberados de la mano de poderosísimas empresas tecnológicas que diseñan un autoaprendizaje dirigido bajo unos determinados criterios, que no son precisamente imparciales.

La Inteligencia Artificial, aunque instrumentalmente útil para las ONG, no puede reemplazar el juicio político ni la conciencia crítica que requieren los procesos de transformación social que impulsan las ONG. Su uso debe ser ético, regulado y subordinado a principios de equidad, justicia y respeto a los derechos humanos

Pero sobre todo, la IA no puede pasar por alto que son las decisiones humanas basadas en el imprescindible cálculo político y los recursos económicos necesarios los que permiten avances sensibles en materia de satisfacción de necesidades básicas, lucha contra la pobreza, desarrollo e impulso en el bienestar. Cuando la pobreza, las hambrunas, la crisis ecosocial, el calentamiento global y la miseria en el mundo avanzan como no se conocía desde hace décadas, afirmar que la IA es la novedad para dar respuesta a estos problemas es, sencillamente, tratar de engañar sobre su verdadero origen y sus causas. Hasta el punto de que sin una conciencia crítica, podemos acabar por maquillar o incluso reforzar muchos de los problemas sobre los que intervienen las ONG, al pretenderse que una herramienta instrumental elimine la conciencia crítica imprescindible en el trabajo social y del desarrollo. Es por ello que la Inteligencia Artificial no puede reemplazar, en ningún caso, el necesario juicio político ni la imprescindible conciencia crítica que requieren los procesos de transformación social que impulsan las ONG. Su uso debe ser ético, regulado y subordinado a principios de equidad, justicia y respeto a los derechos humanos básicos.

Disponer de herramientas de aprendizaje automático profundo mediante sistemas algorítmicos que tratan de replicar el pensamiento humano en el procesamiento de datos complejos supone un salto colosal, que da un poder extraordinario a quienes dispongan de ellas. Al mismo tiempo, conseguir que esa inteligencia artificial sea generativa y pueda crear contenido propio a partir de datos existentes, utilizando para ello modelos avanzados basados en las redes neuronales, abre un territorio desconocido en el que, junto a increíbles progresos aparecen también importantes riesgos, algunos de los cuales ya están tomando forma y nos advierten de la urgente necesidad de regular aspectos básicos de esta IA.

La enorme brecha social y de desigualdad que la IA abre y las grandes tecnológicas que dominan estas tecnologías encarnan son solo la punta del iceberg en el que se asientan otros peligros tangibles a los que ya hay que hacer frente. La huella física y medioambiental de los grandes centros computacionales a través del uso de enormes cantidades de energía y agua, así como sus emisiones de carbono, el entrenamiento algorítmico aplicando sesgos discriminatorios, la ruptura de la privacidad y la vulneración de derechos, el uso militar en conflictos bélicos junto a su falta de control y opacidad son algunos de esos riesgos que ya tenemos entre manos y que necesitamos gestionar con urgencia.

Por ello, se necesita lo mejor de nuestra inteligencia para evitar lo peor de la tecnología en unos momentos en que desde gobiernos autoritarios quieren impulsar la IA al servicio de sus intereses posdemocráticos.

Respuestas de las ONG al avance de la ultraderecha global

No son pocos en el sector quienes consideran que ante el avance de gobiernos reaccionarios encabezados por Trump en la Casa Blanca y extendidos por otros países, que están implantando limitaciones y restricciones sobre las organizaciones sociales, junto al recorte y la eliminación de los programas de desarrollo y de sus recursos, deben buscarse nuevas formas para la financiación de las ONG, pudiendo así escapar del “ahogo económico” que viven, al tiempo que mantener su trabajo e intervenciones. Algunos destacados dirigentes llegan, incluso, a pedir que se aproveche la movilización de nuevos recursos económicos “de todo tipo” bajo el enfoque de estas organizaciones y el de sus usuarios, para que estas ONG puedan mantener su actividad sobre los sectores más vulnerables.

Sin embargo, quienes plantean esto no caen en la cuenta de que el problema de base es que los gobiernos de esos países están en manos de regímenes disruptivos de carácter posdemocrático y con una ideología filofascista que suponen una amenaza para el conjunto de sus sociedades y también para la estabilidad global. Las limitaciones que plantean al trabajo de las ONG, su desvinculación de acuerdos multilaterales, su rechazo a la autoridad de las Naciones Unidas y a sus compromisos en materia de lucha contra la pobreza, a los acuerdos contra el cambio climático y al desarrollo social forman parte de las políticas salvajes que impulsan de la mano del autoritarismo reaccionario que encarna esa extrema derecha global neoimperialista, cuyo acceso al poder en diferentes países se ha visto impulsado por el uso intensivo de redes sociales y sistemas algorítmicos, contando con el apoyo de un nuevo tecnofeudalismo que busca agrandar sus beneficios y ampliar sus privilegios.

Estas restricciones y limitaciones al trabajo de las ONG son un elemento más de las políticas practicadas por estos gobiernos reaccionarios, al aprobar retrocesos e involuciones gigantescas para el conjunto de las sociedades y de la convivencia. Es un error ver de manera fragmentada, limitada y personal estos cambios tan dañinos, porque sin entender su sentido global y su significado para el conjunto de la sociedad, no se podrá actuar adecuadamente. De la misma forma que también supone un error reclamar que las ONG traten de sustituir aquellos dispositivos en materia de servicios sociales o de derechos básicos eliminados por estos gobiernos reaccionarios, porque se estará haciendo el juego al proyecto turbocapitalista reaccionario que impulsa el autoritarismo global, transfiriendo al espacio privado competencias y obligaciones públicas de los estados en esta materia. Sería como asumir con resignación este capitalismo salvaje de desigualdad para acomodarnos a la angustia, dejando que sea la neobeneficencia prestada por las organizaciones no gubernamentales, con las migajas que puedan obtener, las que proporcionen servicios sociales básicos a la población, intentando así taponar el boquete abierto por estas políticas de rapiña.

La privatización del trabajo de las ONG, ya sea por imposición de los poderes políticos y económicos o por decisión propia, debilita su capacidad de incidencia pública y las vuelve funcionales al autoritarismo que deben combatir

Por tanto, el problema no es ver cómo se pueden encontrar nuevas vías para la financiación del trabajo que venían haciendo las ONG, como algunos sostienen, mientras asistimos a la mayor escalada del gasto militar fuera de un período de guerra, sino entender lo que está sucediendo mediante un rearme ideológico e instrumental, para que el trabajo de estas organizaciones pueda sumarse al de otros actores que luchan contra esta gigantesca involución. Y no hablamos de algo menor, ni mucho menos.

El poder de las ONG no está en las subvenciones que reciben ni en el dinero que gestionan, sino en su capacidad para reivindicar la utopía y vencer al pesimismo reivindicando la esperanza, manteniendo el sueño de una mejor sociedad y trasladando ilusión frente a la barbarie. Y esto es muy importante ya que hay ONG que han convertido la disponibilidad de recursos en el fin de su trabajo, prescindiendo de otras formas de intervención social e institucional no monetizadas.

Las gigantescas transformaciones que estamos viviendo no van de que las ONG mantengan sus oficinas o puedan sostener su financiación, sino de ser capaces de comprender el significado del avance de un autoritarismo global que está dañando las bases de la libertad, de la democracia y de la convivencia misma. Por ello, las ONG deben elevar su mirada y sumarse a las luchas y resistencias frente a este avance de un proyecto filofascista que pretende imponer un orden mundial posdemocrático completamente distinto, en lugar de adaptarse unilateralmente tratando de sobrevivir a estos cambios como buenamente pueden.

Necesaria repolitización

El avance del autoritarismo reaccionario a escala global está alterando profundamente el ecosistema en el que las ONG venían desarrollando su trabajo desde la segunda mitad del siglo XX. Lejos de ser cambios marginales o coyunturales, lo que se está produciendo es una transformación estructural del espacio público, de las relaciones internacionales, del sentido mismo de la cooperación y de los marcos normativos y éticos que hasta hace poco regían la actuación de la sociedad civil organizada.

En este contexto, muchas ONG se ven desplazadas, acosadas o instrumentalizadas. Algunas han comenzado a adaptarse pasivamente a este nuevo orden, debilitando su capacidad de transformación y abandonando el componente crítico y político que históricamente les dio sentido. Otras han sido absorbidas por una lógica filantrocapitalista que las reduce a ser simples gestores técnicos de la miseria, en vez de agentes comprometidos de justicia social.

Frente a esta deriva, la repolitización de las ONG no solo es necesaria, sino urgente. Entendida no como partidismo ni dogmatismo, sino como una toma de conciencia sobre las causas estructurales del sufrimiento que buscan aliviar, la repolitización es una condición indispensable para que las ONG puedan interpretar adecuadamente las gigantescas transformaciones que vivimos: el desmantelamiento del multilateralismo, la erosión de derechos, la captura del espacio público por intereses privados, y la emergencia de un tecnofeudalismo global que amenaza con redefinir el poder en el siglo XXI.

La repolitización de las ONG se plantea como urgente para recuperar su necesaria vocación crítica, su vínculo con las luchas sociales y con la capacidad de análisis de las causas en las numerosas y profundas injusticias

Al mismo tiempo, las ONG deben resistir con firmeza su privatización. Renunciar a su función crítica y transformadora para sobrevivir financieramente dentro del marco de gobiernos autoritarios o de lógicas del mercado es aceptar su desactivación como actores políticos relevantes. La defensa de la justicia social, de la dignidad humana y los derechos colectivos no puede ser subcontratada ni subordinada a los intereses del capital.

Repolitizarse es también reconectarse con los movimientos sociales, con las comunidades que resisten, con las luchas globales por el clima, la igualdad, los derechos de los pueblos y la paz. Es tomar partido por una sociedad democrática, justa y plural en un momento histórico en el que una supuesta neutralidad se convierte, con frecuencia, en complicidad.

Solo así, con una mirada crítica, un profundo compromiso ético y una voluntad de transformación real, las ONG podrán seguir siendo lo que la sociedad espera: instrumentos de cambio, pensamiento crítico y acción colectiva en medio de la barbarie y frente al desencanto.

Carlos Gómez Gil es doctor en Sociología, profesor titular de la Universidad de Alicante, donde dirige el Máster Interuniversitario en Cooperación al Desarrollo. Es autor, entre otros estudios e investigaciones, de “Las ONG en la globalización. Estrategias, cambio y transformaciones de las ONG en la sociedad global”, (Icaria, 2005) y “Las ONG en España. De la imagen a la realidad” (La Catarata, 2006). cgomezgil@ua.es

https://vientosur.info/las-ong-ante-el-avance-del-autoritarismo-reaccionario-del-desconcierto-a-la-repolitizacion-2

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