La variante Zemmour y lo que revela

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Lo peor nunca es seguro, pero es posible

Por Said Bouamama

 

Fuentes: bouamamas

Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos 

Mi último artículo sobre la actualidad data del pasado octubre. El silencio momentáneo de estas últimas semanas no se debe a ningún impedimento físico ni material, sino a la aceleración de la historia a la que estamos asistiendo que, en nuestra opinión, proviene de la maduración de las contradicciones nacionales e internacionales que caracterizan al capitalismo globalizado actual. En estos momentos históricos es esencial tomar distancia para no confundir apariencia y realidad, causa y consecuencia, discurso de legitimación e intereses reales de las diferentes fuerzas sociales. Tanto en el plano internacional (nueva alianza militar entre Australia, Estados Unidos y Reino Unido para controlar la zona indo-pacífica, oposición a la presencia militar francesa en Guinea, Burkina Fasso, Mali, Níger, etc., ruido de tambores en Ucrania, guerra en Etiopía, etc.) como en el plano nacional (difusión de la variante Zemmour y con ella de una banalización mucho mayor de la islamofobia sin complejos, aumento histórico del presupuesto francés de defensa en medio del silencio atronador de la oposición, derechización extrema de la derecha francesa que se ha puesto de relieve durante los debates de las primarias de los republicanos, farsa de la imposición del referéndum de autodeterminación en Kanaky, etc.), cada semana aporta gran cantidad de acontecimientos que no siempre es fácil interpretar en términos de luchas de intereses y de clases. Además, algunas personas concluyen por enésima vez que hay que abandonar el enfoque materialista. Nosotros pensamos, por el contrario, que este enfoque es más imprescindible que nunca para comprender nuestro mundo, entender lo que está en juego y actuar para transformarlo en dirección a la igualdad.

“Aprended a ver en vez de mirar tontamente; actuad en vez de charlar ¡y pensad que eso estuvo por dominar el mundo una vez! Los pueblos consiguieron vencer, pero no se debe cantar victoria antes de tiempo… ¡aún es fecundo el vientre del que salió la bestia inmunda!”, Bertold Brecht.

Mutaciones de la estrategia estadounidense…

Con la fórmula “no es posible bañarse dos veces en el mismo río” el filósofo griego Heráclito, uno de los principales precursores del enfoque dialéctico, insiste en la necesidad de tener en cuenta el movimiento más allá de la apariencia de continuidad. En nuestra opinión, la fórmula se aplica totalmente a la política internacional de Estados Unidos, que más allá de las continuidades revela una nueva reorientación estratégica que tiene unos efectos potenciales catastróficos. Es indudable que el paso de Trump a Biden se ha caracterizado por muchas continuidades, pero también por una mutación profunda de las prioridades de la política exterior estadounidense. Esta reorientación estratégica tiene un nombre, una teorización y una fecha de nacimiento. En efecto, fue en 2011 cuando la Secretaria de Estado estadounidense Hillary Clinton formalizó la llamada teoría del “pivote asiático” en un artículo publicado en la revista Foreign Policy: “Asia-Pacífico se ha convertido en el motor clave de la política mundial. Esta región que va desde el subcontinente indio hasta las costas occidentales de las Américas se extiende entre dos océanos, el Pacífico y el Índico, que están cada vez más unidos por la navegación y la estrategia. […] Alberga a varios de nuestros principales aliados e importantes potencias emergentes como China, India e Indonesia. […] El compromiso de Estados Unidos ahí es esencial. Ayudará a […] a pagar los dividendos del continuo liderazgo estadounidense durante una buena parte de este siglo, del mismo modo que nuestro compromiso tras la Segunda Guerra Mundial de construir una red transatlántica completa y duradera de instituciones y relaciones ha dado sus frutos en varias ocasiones y lo sigue haciendo. […] Es el momento de que Estados Unidos haga unas inversiones similares a las de una potencia del Pacífico, un giro estratégico fijado por el presidente Barack Obama desde el principio de su presidencia y que ya da sus frutos” (1).

El artículo de Clinton data de 10 años después del 11 de septiembre y en cierto modo establece el balance de la “guerra contra el terrorismo” que marcó esa década y en particular de las guerras de Irak y Afganistán. Por medio de esta reorientación estratégica Obama, su gobierno y la clase dominante estadounidense a la que representan tratan de contrarrestar el relativo declive de la potencia estadounidense dirigiendo su inversionismo hacia la zona indopacífica. El historiador Justin Vaïsse destaca la importancia mundial de esta reorientación en su libro Barak Obama et sa politique étrangère (2008-2012) (2 )publicado en 2013. En una entrevista publicada en la revista Hérodote resume de la siguiente manera esta importancia: “El pivote en sentido propio es el reequilibrio hacia Asia, tanto militar como político, pero también el reequilibrio hacia las potencias emergentes en general” (3). Es significativo que Hillary Clinton titule su artículo “El siglo del Pacífico estadounidense”. A la ya antigua política de debilitamiento y cerco de Rusia se añade ahora el “pivote asiático”, que domina en las prioridades estadounidenses sobre Rusia, explica el geopolitólogo Pascal Boniface: “Se puede pensar que para los estadounidenses destacar el peligro ruso es una forma de estrechar filas tras la debacle de Kabul, la cual los países europeos sintieron dolorosamente como un abandono en campo raso. Los gastos militares rusos ascienden a 60.000 millones de dólares al año y los de los países europeos son de 240.000 millones de dólares al año: está claro que se exagera la amenaza. Aunque, por supuesto, nada es seguro, todo se puede descontrolar” (4).

Los estancamientos militares en Irak y Afganistán vinieron a contrarrestar, es decir, a ralentizar la anhelada reorientación estratégica, pero no hicieron que se abandonara. Testimonio de ello es el “servicio mínimo” estadounidense durante la guerra de Libia y la subcontratación a Francia de la intervención occidental. También es testimonio de ello el anuncio de una retirada total de Afganistán para finales de 2016. Obama declara al comentar el hecho de que no se cumpliera este plazo: “Hemos aprendido que es más difícil acabar las guerras que empezarlas; así es la guerra en el siglo XXI” (5).Trump se enfrentará a la misma dificultad. Para evitar una completa debacle militar, Trump envía miles de soldados más a Afganistán en agosto de 2017 y arroja sobre este país las bombas convencionales más poderosas de las que dispone el ejército estadounidense. Aun así, la debacle militar llegará en agosto de 2021. Aunque se trata, en efecto, de una derrota total, la retirada de las tropas estadounidenses (y, por consiguiente, de todas las tropas occidentales) supone también eliminar un obstáculo para el despliegue de la estrategia del “pivote asiático”, lo que libera a lo grande la nueva estrategia y el resultado de ello es la multiplicación de conflictos no solo en Asia, sino en cualquier lugar en el que Estados Unidos compita con los países emergentes y, en particular, con China.“La rivalidad entre Pekín y Washington se ha convertido en el factor estratégico más importante, que determina el conjunto de los demás factores estratégicos”, resume el geopolitólogo Pascal Boniface (6). “Pekín es ahora el principal adversario político y económico”, confirma el corresponsal de Le Monde Arnaud Leparmentier (7). “China es el mayor desafío geolpolítico del siglo XXI”, completa el Secretario de Estado estadounidense Antony Blinken (8).

Testimonio de ello es el renovado interés por África tanto de Trump como Biden. Así, el asesor de seguridad nacional de Estados Unidos, John Bolton, declaró el 12 de diciembre de 2018 al resumir las razones de esta voluntad de una política más ofensiva en África: “Los grandes rivales, China y Rusia, extienden rápidamente su influencia financiera y política en África [ …] Dirigen de forma deliberada y agresiva sus inversiones hacia la región para tener una ventaja competitiva sobre Estados Unidos […] [las políticas de estos rivales en África] ralentizan el crecimiento económico en África, amenazan la independencia financiera de las naciones africanas, limitan las oportunidades de inversión estadounidenses, interfieren con las operaciones militares de Estados Unidos y amenazan los intereses estadounidenses de seguridad nacional” (9). 

Aunque ha habido continuidad entre Trump y Biden en lo que se refiere a los objetivos, sin embargo hay diferencias importantes en el ritmo del establecimiento de la estrategia del “pivote pacífico” para África. Una de las primeras visitas al extranjero del nuevo asesor de Estado Antony Blinken fue una gira africana por Kenia, Nigeria y Senegal marcada por la firma con Nigeria de un acuerdo por valor de más de 2.000 millones de dólares destinados a la educación y la sanidad, de otro acuerdo firmado con Kenia para proporcionar vacunas y otro firmado con Senegal para construir infraestructuras por un valor de más de 1.000 millones de dólares. Estas “zanahorias” van acompañadas de “palos” para otros países africanos, como Mali, Guinea y Etiopía. Es el caso de la amenaza de suspender para estos países el 1 de enero de 2022 la AGOA (African Growth and Opportunity Act, Ley de Crecimiento y Oportunidades para África), una ley promulgada en 2000 que suspende los derechos de aduana de muchos productos procedentes de países africanos. Por último, el anuncio de Biden de una cumbre Estados Unidos-África para el verano de 2022 y los ataques aéreos de AFRICOM (Mando Militar Estadounidense para África) en Somalia el pasado mes de julio ponen de relieve el hecho de que, efectivamente, África es un eje importante de la estrategia del “pivote asiático”. Este eje africano se añade al central que se despliega en el Pacífico: la alianza militar con Australia y Reino Unido; la ampliación de la cooperación militar y de seguridad con Japón; la firma el pasado mes de julio del Visiting Forces Agreement (Acuerdo de Fuerzas Visitantes), un acuerdo que permite la presencia de tropas estadounidenses y prevé la realización de ejercicios militares conjuntos con Filipinas; el refuerzo de la base militar de Guam y la instalación de muchas bases pequeñas de la Fuerza Aérea estadounidense “en muchas islotes y archipiélagos del Pacífico para desplegar su arsenal a lo largo de miles de kilómetros” (10); el boicot diplomático a los Juegos Olímpicos de Invierno de Pekín; la campaña sobre los uigures y sobre Taiwán; la llamada iniciativa Build Back Better World (Volver a construir un mundo mejor) (11), un megaproyecto de 40.000 millones de dólares dedicado a la construcción de infraestructuras en América Latina, África y Asia de aquí a 2035; la reactivación del QUAD [Diálogo de Seguridad Cuadrilateral] entre Estados Unidos, India, Japón y Australia, etc. 

…en un contexto de debilitamiento del imperialismo francés

Esta mutación estratégica se despliega en un momento en el que el imperialismo francés se enfrenta a enormes dificultades en África, desde Argelia a Mali, de Burkina Faso a Guinea, de Chad a Níger, de la República Centroafricana a Senegal. El pasado mes de abril dedicamos un artículo a lo que denominábamos el proceso de “pérdida de relevancia” del imperialismo francés (12) y a sus consecuencias. Completamos aquí ese análisis destacando las reacciones de algunos “aliados” de Francia (Estados Unidos, Alemania, Inglaterra) ante las dificultades con las que se encuentra el imperialismo francés en África. Estos tres países miembros de la OTAN son oficialmente “aliados”. No dejan de desplegar su propia estrategia en África explotando para su propio beneficio las dificultades del imperialismo francés, con lo que las refuerzan. Esta actitud está lejos de ser sorprendente. Incluso es una característica de todas las alianzas entre potencias imperialistas que articulan un polo de “colaboración” y un polo de “rivalidad”. Debido a ello, las alianzas entre potencias imperialistas siempre son contradictorias y cambiantes.

Históricamente Francia ha basado su estrategia africana en su capacidad de intervención militar, que se ha concretado en gran cantidad de intervenciones. Esta capacidad fue un argumento de peso en las alianzas de la Guerra Fría por una parte y en el reparto de poder dentro de la construcción europea por otra. Constituía en cierto modo la “dote” de la novia en esos matrimonios de conveniencia. El modelo era el de la “subcontratación” del mantenimiento del orden imperial a cambio de preservar sus intereses económicos y de una regulación de la competencia económica con sus aliados, aunque, con todo, rivales. Destaquemos, además, que esta subcontratación solo es parcial y concierne esencialmente a los países del antiguo imperio colonial francés. En otras regiones de África Estados Unidos interviene militarmente él mismo directa o indirectamente (Congo en 1960, apoyo militar a la Sudáfrica del apartheid, Namibia, etc.). Mientras Francia se hacía cargo del “trabajo sucio” interviniendo militarmente para salvar a dictadores o controlar zonas estratégicas para el conjunto del campo occidental, los “aliados” de París codiciaban el famoso “dominio reservado francés” para sus propias multinacionales. Esta competencia económica entre rivales, ya presente durante la Guerra Fría, explota tras la desaparición de la URSS. El geógrafo Frédéric Leriche resume así las relaciones entre Francia y Estados Unidos desde 2003, tras la Guerra Fría: “Se discute la preeminencia francesa en la parte francófona; las empresas petroleras estadounidenses plantean problemas en particular al coto privado del grupo Elf en Gabón, Camerún y el Congo.[…] La situación consensuada y estabilizada se degrada a mediados de la década de 1990, cuando el final de la Guerra Fría redujo para Washington el imperativo ideológico a beneficio de los objetivos económicos. Según el principio “comercio, no ayuda”, el gobierno Clinton se lanza entonces a la diplomacia comercial y afirma a través de Warren Christopher que las “zonas de influencia” ya no tienen razón de ser (13).

La misma lógica prevalece en las relaciones entre “aliados” europeos. Un estudio del Institut Montaigne resume así el “momento crucial africano de Alemania”: “Desde 2017 el volumen de exportación de las empresas alemanas al continente africano llega a casi 25.600 millones de euros, lo que le permite destronar a Francia como primer suministrador europeo del continente” (14). Berlín no tiene intención de limitarse a las exportaciones, explica el responsable de la política africana del gobierno federal Günter Nooke: “Alemania debe pasar del estatuto de exportador al de inversor y al de socio” (15). Este mismo responsable proponía en 2018 poner bajo tutela durante 50 años a varios países africanos para garantizar un despegue económico que, según él, solo impedían la incompetencia y la corrupción de las élites africanas. 

Reino Unido también desarrolla una “política africana” muy contraria a los intereses franceses en el continente. La salida de la Unión Europea va acompañada de nuevas iniciativas en dirección al continente africano. La organización de una “cumbre africana sobre la inversión en África” en enero de 2020 con la presencia de 21 países africanos ilustra lo que el antropólogo e historiador François Gaulme denomina un “Rumbo a África para Reino Unido”. Al resumir los resultados de esa cumbre, Gaulme precisa que “un rasgo dominante de la reunión fue la mano tendida a los países del Magreb y a los de África Occidental que no son miembros de la Commonwealth” (16).

Marginado en el Pacífico por la firma de la alianza militar AUKUS entre Inglaterra, Estados Unidos y Australia por una parte, enfrentado a la “penetración china” y de otros países emergentes en su “coto privado” por otra y cuestionado por las opiniones públicas populares africanas en el Sahel debido a sus injerencias militares por una tercera parte, el imperialismo francés también se ve debilitado debido a la competencia con sus “aliados”. Por retomar la imagen que propuso Lenin, podemos resumir la situación del imperialismo francés diciendo que constituye el “eslabón débil” de la “cadena imperialista”.

Es imprescindible tener en cuenta esta característica para comprender la farsa del “referéndum de autodeterminación” en Kanaky. A pesar de que todas las organizaciones independentistas y consuetudinarias habían llamado a no participar en este referéndum, el gobierno francés anunció sin ruborizarse que el 96,49% de las y los caledonios rechaza la independencia. Una votación a la “Naegelen”, por el nombre del exgobernador general de Argelia en 1948 que ordenó a su administración celebrar unas “buenas elecciones”. Para París es tan importante recordar su voluntad de seguir estando presente a toda costa en el Pacifico en el momento en el que sus “aliados” lo eliminan de esta región estratégica que una vez perdido el recato, elige el ridículo. El “eslabón débil” también es una característica que hay que tener en cuenta para entender la estrategia militar francesa en el Sahel, una estrategia que los movimientos populares africanos cada vez denuncian más que es la lógica del “bombero pirómano”. Por último, esta característica es imprescindible para entender la evolución de la situación política dentro del Hexágono.

Los efectos en el Hexágono

Unos factores propios de las relaciones de clase en Francia y de su reflejo en el ámbito político francés refuerzan el debilitamiento del imperialismo francés en el plano internacional en general y en África en particular (que siempre ha sido el continente que sirve de base central para la acumulación del imperialismo francés). Sin ser exhaustivo, merece la pena destacar dos de ellos, estrechamente relacionados: por una parte, la crisis de representatividad y/o legitimidad del ejecutivo y del conjunto de las fuerzas políticas, y por otra el aumento de una radicalidad difusa sin unos canales de expresión estables. Si estos dos factores son insuficientes para producir una alternativa progresista, en cambio son lo suficientemente poderosos (unidos al debilitamiento internacional del imperialismo francés) como para provocar verdadero temor a parte de la clase dominante.

Aunque la crisis de representatividad y/o legitimidad no es nueva, sin duda ha traspasado un umbral cualitativo con la elección de Emmanuel Macron. Teniendo en cuenta la alta tasa de abstención, su elección en 2017 se basó en una representatividad ridícula. Emmanuel Macron, que fue elegido solo por el 43,6% de los votantes registrados (un 34% de los votantes registrados se abstuvieron o votaron en blanco) y un 43% de quienes votaron lo hicieron por él para bloquear a Marine Le Pen, empieza su mandato con la legitimidad más baja desde el inicio de la Quinta República, a excepción de las elecciones de 1969 (17). La magnitud del movimiento contra la reforma de las pensiones, el movimiento sin precedentes de los Chalecos Amarillos, que visibilizó la parte de las clases trabajadoras no socializada de forma continua en las empresas y no organizada sindicalmente, la desastrosa gestión del inicio de la pandemia debido al efecto de las políticas neoliberales previas en el aparato de producción y en el sistema sanitario, etc., todos estos factores redujeron al mínimo una legitimidad ya mermada al principio de su mandato. La magnitud de la represión contra estas luchas sociales recientes no es un error de apreciación del ejecutivo, sino que refleja el peligro que este percibe de una radicalidad “antisistema” en busca de un canal de expresión. El hecho de que esta radicalidad que aún no ha encontrado su canal de expresión social y político se exprese con muchas confusiones y sea objeto de intentos de instrumentalización por parte de la extrema derecha no impide que sea potencialmente peligroso para la clase dominante. El objetivo de la represión brutal es cortoplacista: detener estas dinámicas de lucha antes de que desemboquen en un canal de expresión común. Pero este objetivo a corto plazo, que se ha conseguido globalmente, produce a su vez un aumento de la crisis de representatividad y/o de legitimidad, que ahora es de tal envergadura que la clase dominante teme no poder seguir contando con el famoso “reflejo republicano” para conseguir que su candidato Macron resulte elegido. Si el debilitamiento internacional del imperialismo francés lleva a una parte del capital financiero a mirar hacia la extrema derecha para iniciar una política agresiva de reconquista, la crisis de legitimidad de Macron lleva a otra parte de la clase dominante a ver con buenos ojos el ascenso de un Zemmour para debilitar los resultados de Le Pen en la primera vuelta y/o para beneficiarse de un candidato más repulsivo para una parte del electorado en la segunda vuelta con el fin de garantizar la reelección de Macron. Como de costumbre, la clase dominante (todas sus fracciones) está dispuesta a todo para preservar sus beneficios.

A estos factores se añaden otros más antiguos que también están relacionados con las luchas sociales. También existe desde hace varias décadas una masificación y una radicalización de las luchas feministas y antirracistas, además de una tendencia a unir sus reivindicaciones a un cuestionamiento del sistema económico y político dominante. Cada vez más “feministas” se preguntan por la función de la desigualdad entre los sexos en la reproducción de las relaciones capitalistas. El movimiento contra la violencia policial en los barrios populares no denuncia los “abusos policiales”, sino un sistema institucional producido y reproducido por unas decisiones políticas. El hecho de que la represión se haya extendido a quienes se manifiestan contra la reforma de las pensiones y a los Chalecos Amarillos refuerza esta orientación. Cada vez más colectivos y asociaciones en los que se organizan los descendientes franceses de la inmigración postcolonial cuestionan, por un lado, el apoyo del Estado francés a Israel y, por otro, las estrategias económicas, políticas y militares francesas en África. La lucha contra la islamofobia superó una prueba el 10 de noviembre de 2019 con la participación de una parte de las fuerzas de izquierda en la manifestación nacional contra la islamofobia. Sin duda esta apertura sigue siendo minoritaria, pero indica el inicio de una toma de conciencia de las funciones de división, de falso debate, de justificación de las guerras por los recursos, etc., que tiene la construcción política de las personas musulmanas como amenaza y peligro. Así, a la crisis del imperialismo francés en África y a la crisis de legitimidad se añade una tendencia al debilitamiento de las ideologías clásicas de legitimación que son el sexismo, el racismo, la criminalizacion de los barrios populares, etc.

Estas tres crisis acumuladas hacían que para la clase dominante fuera necesaria una contraofensiva ideológica masiva de la que, entre otras cosas, resulta la variante Zemmour. La ley sobre el separatismo (18), la islamofobia de Estado y la caza de los islamo-izquierdistas por parte del Estado, la extrema-derechización de la derecha en el ámbito político y la construcción mediática de la variante Zemmour son los tres componentes esenciales de esta contraofensiva ideológica de la clase dominante. Es significativo que Zemmour resuma su lógica afirmando “la diferencia no es entre ricos y pobres, sino entre franceses y extranjeros” (19).

Con todo, ¿hay que hablar de un peligro fascista en Francia? Por supuesto que no. Aun así, el discurso de la decadencia y de la necesidad de una reactivación, la construcción de un chivo expiatorio que señala como causa de la crisis a un grupo social caracterizado por un marcador nacional, identitario o religioso, el contexto de la crisis del imperialismo y el llamamiento a una política más agresiva como respuesta, la desestabilización de las “capas medias” en base a la pauperización generalizada de las clases populares, la abstención cada vez mayor y la crisis de legitimidad que expresa, la radicalización de las luchas sociales, la ausencia de fuerzas políticas capaces a corto plazo de organizar esta radicalidad, la efervescencia de una multitud de grupúsculos fascistas que llaman cometer a actos violentos, etc., son sin lugar a dudas condiciones de posibilidad del fascismo como último recurso para la clase dominante.

Señalemos también que no todas las fracciones de la clase dominante están interesadas de la misma manera en una solución de tipo fascista. En cambio, dos segmentos de esta clase están hoy muy amenazados: el del capital financiero, cuyo terreno de valorización de su capital es África Occidental y cuyo ejemplo es la figura de un Bolloré, y el de las pequeñas y medianas empresas centradas en el mercado nacional y a las que las importaciones de las empresas globalizadas hacen la competencia. Zemmour promete al primer segmento que Francia “volverá a entroncar con el poder que tuvimos en el pasado” y que “recuperará su rango”. Al segundo le promete favorecer a las empresas francesas en los mercados públicos y rebajar masivamente los “impuestos a la producción” de las pequeñas empresas (20). Estos dos segmentos están a la espera de un Estado fuerte y un parte de los dueños de empresas y de los propietarios de capital que los componen pueden estar tentados de encontrarlo en una perspectiva fascizante. En cualquier caso, el discurso de Zemmour con su llamamiento a un Estado fuerte para defender a las empresas francesas en el extranjero, a un “patriotismo” económico para las empresas francesas y a una “síntesis gaulliana” (21) definida como la “unión de una burguesía patriótica y de las clases trabajadoras” corresponde a sus intereses.

Por consiguiente, la burguesía sigue estando muy dividida respecto a la opción de recurrir al fascismo, pero las crisis que hemos descrito anteriormente son lo suficientemente importantes como para que se llegue a un consenso en el seno de esta clase sobre la necesidad, en primer lugar, de seguir con la destrucción de los logros sociales y de acelerar las políticas neoliberales; en segundo lugar, sobre la necesidad de imponer una división identitaria en vez de la división social y económica, con el consiguiente desarrollo de la islamofobia y la negrofobia, y, por último, sobre la necesidad de una represión brutal de los movimientos sociales. Aunque la clase dominante piensa globalmente que todavía puede prescindir de recurrir al fascismo, una minoría de ella se lo plantea cada vez más seriamente y una mayoría coincide en la necesidad de una fascistización del aparato de Estado. En una sociedad debilitada por la generalización de la pauperización y la precariedad, la incertidumbre acerca del futuro y la angustia por la vida cotidiana, este proceso de fascistización puede llevar hacia estas peligrosas sirenas a una parte de las clases populares que buscar a la vez comprender de forma simple un mundo que parece cada vez más incomprensible y una solución providencial encarnada por un salvador.

En este contexto es imperativo no sumirse en una lógica de impotencia que solo puede llevar a la deserción o al nihilismo. “Lo peor nunca es seguro”, afirma un dicho popular. Evitar este “lo peor” supone, sin embargo, aumentar la conciencia sobre algunos ejes ineludibles: la redistribución masiva de abajo hacia arriba establecida por las políticas neoliberales, la política imperialista de Francia en África, el rechazo de todas las medidas de excepción duraderas, tanto si se centran en una parte de la población como si se justifican por un contexto excepcional (atentados, etc.), la denuncia inequívoca de la islamofobia y la negrofobia, etc. Sin estos ejes ineludibles un contexto de radicalización más fuerte de las luchas sociales puede llevar a corto plazo a que la clase dominante recurra al fascismo. Si lo peor no es seguro, sin embargo es posible.

Notas:

(1) Hillary Clinton, “America’s Pacific Century”11 de octubre de 2011,https://foreignpolicy.com/2011/10/11/americas-pacific-century/

(2) Justin Vaïsse, Barak Obama et sa politique étrangère (2008-2012), Odile Jacob, París, 2013.

(3) Justin Vaïsse, “Obama, le président du pivot”Herodote N° 149, 2013/2, p. 8.

(4) Pascal Boniface, “La Russie n’a aucune envie de conquérir le Donbas”, L’écho, 25 de diciembre de 2021,  https://www.lecho.be/economie-politique/international/general/pascal-boniface-la-russie-n-a-aucune-envie-de-conquerir-le-donbass/10355786.html

(5) Citado en Alain Frachon, Afghanistan : Obama en échec, Le Monde, 2 de junio de 2016.

(6) Pascal Boniface, “La Russie n’a aucune envie de conquérir le Donbas”, L’écho, 25 de diciembre de 2021,op. cit.

(7) Arnaud Leparmentier, “La Chine, une désillusion américaine”, Le Monde, 10 de diciembre de 2021,  https://www.lemonde.fr/economie/article/2021/12/10/la-chine-une-desillusion-americaine_6105470_3234.html

(8) “Etats-unies : face à la Chine, Joe Biden trace froidement sa route”,Sud-Ouest, 17 de septiembre de 2021,  https://www.sudouest.fr/international/etats-unis/etats-unis-face-a-la-chine-joe-biden-trace-froidement-sa-route-5933997.php

(9) “États-Unis : Trump change de cap en Afrique pour contrer les « pratiques prédatrices » de la Russie et de la Chine”Jeune Afrique, 13 de diciembre 2018, https://www.jeuneafrique.com/685721/politique/etats-unis-trump-change-de-cap-en-afrique-pour-contrer-les-pratiques-predatrices-de-la-russie-et-de-la-chine/

(10) Thomas Romanacce, “En vue d’une possible guerre avec la Chine, l’US Air Force construit des bases dans l’océan Pacifique”,Capital, 9 de junio de 2021, https://www.capital.fr/economie-politique/en-vue-dune-possible-guerre-avec-la-chine-lus-air-force-construit-des-bases-dans-locean-pacifique-1405741

(11) Claude Leblanc, “En 2022, changement de braquet des occidentaux en Asie”, L’opinion, 26 de diciembre de 2021, https://www.lopinion.fr/international/en-2022-changement-de-braquet-des-occidentaux-en-asie

(12) Saïd Bouamama, La secondarisation de l’impérialisme français. Effets externes et internes de la « nostalgie d’empire », https://bouamamas.wordpress.com/2021/10/12/la-secondarisation-de-limperialisme-francais/#more-728 [En castellano “La pérdida de relevancia del imperialismo francés”, https://rebelion.org/la-perdida-de-relevancia-del-imperialismo-frances/].

(13) Frédéric Leriche, “La politique africaine des Etats-Unis : une mise en perspective”,Afrique contemporaine, n° 207, 2003/3, p. 20.

(14) Mahaut de Fougieres y Alexandre Robinet-Borgomano, “La politique africaine de l’Allemagne”,10 de enero de 2020, https://www.institutmontaigne.org/blog/la-politique-africaine-de-lallemagne

(15) Ibid.

(16) François Gaulme, Cap sur l’Afrique pour le Royaume Uni à l’heure du Brexit, L’Afrique en question, n° 51, febrero de 2020, Institut Français des Relations International (IFRI), p. 2.

(17) Los electores de izquierda rechazaron masivamente esas elecciones en las que se enfrentaron en la segunda vuelta dos candidatos de derecha, Alain Poher y Georges Pompidou.

(18) La ley sobre el separatismo es una ley que pretende reforzar el respeto a los principios de la República y, por tanto, luchar contra el islamismo radical que separa a sus adeptos de la comunidad francesa. Pretende luchar contra lo que se denomina «separatismo islamista» basándose en la premisa de que cuando debido a sus ideas fundamentalistas una persona tiene unas leyes de facto que aplica por encima de las leyes de la República, lo que hace es separarsesocialmente (N. de la t.)

(19) Eric Zemmour, Face à l’info du 29 mai 2020, https://www.dailymotion.com/video/x7u76tv

(20) Eric Zemmour, discurso de Villepinte, 5 de diciembre de 2021,https://www.youtube.com/watch?v=iBBtuSOEQC0

(21) Eric Zemmour en France 2 el 11 de septiembre de 2021, https://www.youtube.com/watch?v=PYDKphg4ooo

Fuente: https://bouamamas.wordpress.com/2021/12/31/le-pire-nest-jamais-certain-mais-il-est-possible-le-variant-zemmour-et-ce-quil-revele/

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar aautor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.

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