Los comunistas griegos: ¿Una voz en el desierto? Cuando hasta lo evidente necesita ser demostrado.
La región del Dombás en Ucrania, rica en minerales y recursos energéticos, se ha convertido en un punto focal de conflicto entre dos grandes bloque de países capitalistas. Las grandes potencias buscan controlar sus valiosas reservas, mientras inversiones significativas, como las de BlackRock, marcan la reconstrucción del país. No obstante, hay quienes sostienen que el conflicto no tiene naturaleza de una guerra interimperialista. Si así fuera, mantiene el autor de este artículo, Máximo Relti, la guerra de Ucrania constituiría una «excepción histórica» que quienes eso sostienen deberían estar en condiciones de poder argumentar.
POR MÁXIMO RELTI PARA CANARIAS SEMANAL.-
La región del Dombás en Ucrania, rica en minerales y recursos energéticos, se ha convertido en el epicentro de un conflicto que va más allá de la guerra convencional. En este escenario, se enfrentan fuerzas que no solo buscan controlar geopolíticamente la zona, sino también las valiosas reservas que almacena su subsuelo, desencadenando una lucha interimperialista en la que una superpotencia capitalista, Rusia, ha entrado en una confrontación con otra coalición militar de igual envergadura, de países capitalistas, la OTAN, esta última parapetada en un telón de fondo marcado por los intereses económicos de gigantes financieros como BlackRock.
LA CODICIA TRAS EL CONFLICTO
El senador republicano Lindsey Graham, en una reciente entrevista con CBS, hizo una confesión que revela las verdaderas motivaciones detrás del apoyo occidental a Ucrania. Graham destacó que Ucrania posee entre 10 y 12 billones de dólares en «minerales críticos», que, según él, deben ser compartidos con Occidente en lugar de ser controlados por Rusia y China. Sus declaraciones dejan claro que la ayuda militar y económica a Ucrania no es un acto de solidaridad, sino una inversión estratégica para asegurar el acceso a estos recursos.
La región del Dombás no solo es rica en carbón, sino también en litio y tierras raras, elementos esenciales para la tecnología moderna y la industria energética. Este tesoro escondido convierte a Ucrania en un objetivo codiciado por las grandes potencias, que buscan asegurarse su parte en la futura explotación de estos recursos.
EL PAPEL DE «BLACKROCK»Y LA RECONSTRUCCIÓN
La inversión de BlackRock en Ucrania, encabezada por su vicepresidente Philipp Hildebrand, se presenta como un esfuerzo para la «reconstrucción» del país devastado por la guerra. Sin embargo, esta reconstrucción tiene un claro enfoque económico, con un programa que busca atraer a inversionistas privados mediante un fondo de 15.000 millones de dólares. Este esfuerzo se enmarca en una lógica de destrucción y posterior reconstrucción donde la devastación causada por el conflicto crea oportunidades de inversión altamente rentables.
El Banco Mundial estima que la reconstrucción de Ucrania costará 500.000 millones de dólares. Una cifra que el Banco Europeo de Inversiones, sin embargo, ha duplicado. Esta enorme inversión no solo apunta a recuperar la infraestructura destruida, sino también a establecer un control económico sobre los sectores clave de la economía ucraniana, como la agricultura, la manufactura, la infraestructura y la energía. Este modelo de asociación público-privada, promovido por BlackRock y JPMorgan Chase, refleja una estrategia que prioriza los intereses económicos sobre la soberanía y el bienestar del pueblo ucraniano.
EL PARTIDO COMUNISTA GRIEGO, UNA INTERPRETACIÓN COHERENTE FRENTE AL SILENCIO DE UNOS Y LAS CRÍTICAS DE OTROS
El Partido Comunista Griego (KKE) ha sido una de las voces más críticas respecto a la intervención occidental en Ucrania, señalando que el conflicto es un claro ejemplo de una guerra interimperialista. Según el KKE, la verdadera razón detrás del apoyo de la OTAN y Estados Unidos a Ucrania no es la defensa de la democracia, sino el control de los recursos naturales de la región.
El KKE ha venido destacando en múltiples artículos y comunicados que las multinacionales, incluidas BlackRock y otras corporaciones occidentales, ven en Ucrania una oportunidad para explotar sus recursos bajo el pretexto de la reconstrucción. Esto se hace evidente en los acuerdos económicos y los fondos de inversión que se están estableciendo, los cuales no benefician a la población ucraniana, sino a los intereses de las élites financieras y políticas occidentales.
El KKE argumenta que esta situación refleja una vieja táctica imperialista: utilizar conflictos locales para desestabilizar regiones y luego imponer un control económico y político bajo la apariencia de ayuda humanitaria y reconstrucción. Esta estrategia no solo perpetúa la dependencia económica de los países en conflicto, sino que también crea un escenario donde las potencias extranjeras pueden dictar las políticas internas de estas naciones.
UNA CLARA CONFRONTACIÓN INTERIMPERIALISTA
El conflicto de Ucrania debe ser correctamente interpretado como una batalla interimperialista, donde Rusia y la OTAN compiten por el control de los recursos del Dombás. La intervención de la OTAN y el apoyo militar a Ucrania no son defensivos, sino que buscan asegurar una posición estratégica en la región, garantizando el acceso a sus valiosos minerales. Esta dinámica recuerda a otras intervenciones imperialistas a lo largo de la historia, donde las potencias extranjeras justifican su intervención en nombre de la libertad y la democracia, mientras buscan explotar los recursos naturales de las naciones en conflicto.
En medio de esta lucha de titanes, el pueblo ucraniano sufre las consecuencias de una guerra que parece no tener fin. La devastación económica y social causada por el conflicto se ve agravada por las políticas de reconstrucción que priorizan las ganancias de las grandes corporaciones sobre las necesidades de la población local. La «ayuda» occidental, en este contexto, se convierte en una herramienta para perpetuar el control económico y político sobre Ucrania, limitando su capacidad para determinar su propio futuro.
Además, la narrativa propagandística, que presenta a Ucrania como un baluarte de la libertad frente a la agresión rusa, oculta deliberadamente las verdaderas motivaciones económicas que existen detrás del conflicto. Esta manipulación mediática es utilizada para justificar la intervención y el gasto militar, mientras se asegura que los beneficios económicos de la reconstrucción sean capturados por las élites financieras de Occidente.
¿CUÁLES SON LOS INTERESES DEL CAPITALISMO RUSO EN EL CONFLICTO?
Desde la perspectiva del KKE, los intereses de Rusia en el conflicto también están profundamente arraigados en la dinámica interimperialista. La Rusia capitalista de nuestros días, al igual que el resto de las potencias occidentales, busca asegurar su influencia y control sobre los recursos naturales de Ucrania, particularmente en el Dombás.
Según el KKE, estos son los principales intereses de Rusia:
- Control de Recursos Naturales: Rusia está interesada en mantener el acceso a las reservas de carbón, litio y tierras raras en el Dombás, que son cruciales para su propia industria y economía. El control de estos recursos permite a Rusia fortalecer su posición en el mercado global de minerales críticos.
- Influencia Geopolítica: Mantener a Ucrania dentro de su esfera de influencia es vital para la seguridad y estabilidad de Rusia. Ucrania, debido a su ubicación estratégica, actúa como un amortiguador entre Rusia y las fuerzas de la OTAN. La pérdida de Ucrania a la influencia occidental significaría un debilitamiento significativo de la posición geopolítica de Rusia en Europa del Este.
- Prevención del Avance de la OTAN: Rusia ve la expansión de la OTAN hacia el este como una amenaza directa a su seguridad. El conflicto en Ucrania permite a Rusia oponerse a esta expansión y mantener a la OTAN a una distancia segura de sus fronteras.
- Estatus Internacional: La intervención en Ucrania también sirve para reafirmar el estatus de Rusia como una potencia mundial capaz de desafiar el dominio de Estados Unidos y sus aliados. Esto es parte de una estrategia más amplia para equilibrar el poder global y resistir la hegemonía unipolar de Occidente.
El conflicto militar en Ucrania revela cómo las guerras están impulsadas por intereses económicos y estratégicos más que por principios humanitarios, como sus protagonistas del conflicto ucraniano pretenden dar a entender. La región del Dombás, con sus vastas reservas minerales, se ha convertido en el escenario de una feroz lucha interimperialista donde Rusia y la OTAN buscan asegurar su dominio sobre estos recursos. En este contexto, las intervenciones de actores como BlackRock ilustran cómo la destrucción y la reconstrucción se convierten en mecanismos para la acumulación de capital, a expensas de las poblaciones locales.
Mientras el mundo observa el desarrollo de este conflicto, resulta crucial reconocer las dinámicas de poder y los intereses económicos que lo impulsan. Solo así se podrá comprender la verdadera naturaleza de la guerra en Ucrania y las implicaciones que tiene para el futuro de la región y sus habitantes.
El análisis del Partido Comunista Griego proporciona una perspectiva crítica marxista que desenmascara cuáles son las verdaderas motivaciones que hay detrás de este conflicto, poniendo en un primer plano, como corresponde y ha sucedido siempre en la historia que es la lucha por los recursos naturales el factor central que mueve a las potencias occidentales en su intervención en la región.
¿Por qué extraña razón una confrontación militar entre dos grandes potencias capitalistas iba a tener ahora una naturaleza diferente a la que históricamente han tenido siempre a lo largo de los dos últimos siglos? Quienes así lo crean, deberían estar en condiciones de proporcionar los argumentos que avalen y justifiquen esa prodigiosa «excepcionalidad histórica».