LA OCUPACIÓN ISRAELÍ NO ES UNA REACCIÓN, ES UNA ESTRATEGIA

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Y la resistencia palestina no es un acto de odio, es una necesidad histórica

La ocupación israelí de Gaza no es un accidente, sino parte de un plan sistemático de despojo y control territorial funcional a los intereses del capitalismo global. Detrás de cada bombardeo hay lógica, beneficio y estrategia. Este artículo analiza ese proceso desde una mirada marxista y popular.

POR CARLOS SERNA PARA CANARIAS SEMANAL.ORG

      La devastación en Gaza no es solo el resultado de un conflicto, como tantas veces se dice en los noticieros. Tampoco es un “choque de civilizaciones”, ni una simple cadena de “errores políticos”.

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    Lo que está ocurriendo en Gaza, con el control israelí de más del 77% del territorio a través de limpieza étnica, desalojos forzosos y bombardeos sistemáticos, es el resultado lógico de un proyecto de dominación colonial que responde, en última instancia, a una necesidad de acumulación de capital y de control territorial al servicio de intereses imperialistas.

     Para entenderlo, hay que dejar de ver a la ocupación como un “accidente diplomático” y empezar a verla como lo que es: una estructura organizada de expropiación que, como hace más de un siglo nos enseñó Marx, no es ajena al sistema capitalista, sino una de sus formas más violentas.

      El capital, para expandirse, necesita tierra, necesita recursos, necesita brazos y necesita mercados. En el caso palestino, Israel cumple esa función de gendarme armado del capital occidental, especialmente del estadounidense, en una región clave por su posición geopolítica y energética.

GAZA COMO TERRITORIO COLONIAL

      El colonialismo de asentamiento no es una novedad histórica. Ocurrió en Argelia, en Sudáfrica, en el sur de EE. UU., y ahora continúa ocurriendo en Palestina. La diferencia es que, en el caso de Gaza, este proceso se da en pleno siglo XXI, con la abierta complicidad de medios de comunicación que encubren la brutalidad del despojo tras discursos de “defensa” y “autodeterminación”.

   Un artículo publicado en Al-Quds Libération lo deja claro: más de la mitad de las viviendas del norte de Gaza han sido destruidas en apenas 48 horas, y detrás de cada casa hay una familia palestina convertida en refugiada en su propia tierra.

    Este tipo de violencia estructural no es espontánea. Tiene raíces materiales. Lo que vemos en Gaza no es solo una masacre militar, sino un intento sistemático de borrar un pueblo para permitir la expansión de un proyecto económico-político: el Estado israelí como enclave neoliberal, con fuerte militarización, economía de guerra, alta tecnología y alianzas estratégicas con los grandes capitales globales.

UN MODO DE PRODUCCIÓN BASADO EN EL DESPOJO

    El propio Marx que antes citábamos, ya explicó que el capitalismo no surgió de la nada, sino de un proceso histórico de “acumulación originaria” que se basó en la violencia, el robo de tierras y la transformación forzada de la población campesina en mano de obra asalariada.

    En Palestina, esa acumulación no es solo “originaria”, sino también continua. Cada bombardeo que expulsa a una familia palestina es, también, una forma de producir nuevas condiciones para la expansión del capital: más tierras controladas, más contratos de reconstrucción para empresas israelíes, más inversión en armas, vigilancia y control.

    Esta lógica del despojo está tan enraizada que incluso las catástrofes humanitarias se convierten en oportunidades de negocio. Gaza es al mismo tiempo un laboratorio de represión y un mercado cautivo para la industria militar israelí, que luego exporta su “know-how” al resto del mundo, como si fueran simples innovaciones tecnológicas.

 

EL ESTADO COMO INSTRUMENTO DE LA CLASE DOMINANTE

Desde un punto de vista marxista, el Estado no es una entidad neutral que media entre intereses en conflicto. Es un aparato al servicio de la clase social que domina en una sociedad determinada.

    En este caso, el Estado israelí no actúa “en defensa de su población”, sino en defensa de un proyecto colonial burgués que necesita deshacerse de todo obstáculo popular, y los palestinos —sobre todo en Gaza— representan ese obstáculo.

     El control del 77% de la Franja no es casual, ni tampoco el desplazamiento forzoso de millones de personas. Como ya se demostró desde el siglo XIX, el surgimiento del Estado moderno está ligado al control de los territorios y de las relaciones sociales por parte de una minoría dominante. En Palestina, ese control se sostiene por la fuerza, pero también por la ideología. Se justifica a través del discurso de “seguridad” y del racismo estructural que deshumaniza a los palestinos.

 RESISTIR NO ES UNA OPCIÓN, ES UNA NECESIDAD HISTÓRICA

     La resistencia del pueblo palestino no es una simple reacción emocional ni una “intransigencia religiosa”, como a veces se presenta. Es una forma legítima de lucha contra el despojo y por la supervivencia colectiva. No es un acto desesperado, sino una necesidad histórica. En esa lucha, el pueblo palestino se inscribe en la misma tradición de los pueblos que se rebelaron contra la esclavitud, el colonialismo y el apartheid.

    Y así como la burguesía internacional se alinea en defensa de Israel por intereses económicos y geopolíticos, es tarea de los pueblos oprimidos del mundo generar una solidaridad internacionalista que no se base en la caridad, sino en la conciencia de que la lucha palestina es también nuestra lucha.

    Porque lo que se juega en Gaza es mucho más que un trozo de tierra: es el futuro de la humanidad frente a la barbarie del capital armado.

FUENTE PRINCIPAL:

https://canarias-semanal.org/art/37177/la-ocupacion-israeli-no-es-una-reaccion-es-una-estrategia

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