LEOPOLDO GRULLÓN FUNDADOR DEL PARTIDO COMUNISTA – LENINISTA DE REPÚBLICA DOMINICANA
HACIA LA CONFORMACIÓN DEL FRENTE UNIDO DE SALVACIÓN NACIONAL

Convencido, en primer lugar, de que la situación por la que atraviesa el país,
en los principales aspectos de la vida nacional, solo puede ser resuelta con la
instauración de un gobierno popular y verdaderamente democrático, que
garantice bienestar económico, social y político, y, en segundo lugar, de que
para lograr tal objetivo se hace necesario la conformación de una fuerza
política capaz de suscitar el entusiasmo necesario para levantar la moral del
pueblo y enrumbarnos por el camino que nos conduzca hacia la toma del
poder.
Para lograr esta gran fuerza resulta indispensable generar un proceso
unitario entre el pueblo y los sectores progresistas y revolucionarios del país.
Esta es una demanda del momento histórico que vivimos, y debemos
asumirla con decisión y responsabilidad.
Dicho proceso unitario, entendemos, debe fundamentarse en propuestas
que luego han de traducirse en un programa mínimo que recoja las más
importantes aspiraciones de la población.
Nuestras propuestas
Dadas la correlación de fuerza existente en el país, caracterizada por un
elevado nivel del pensamiento conservador, propio de un régimen
autocrático, que deviene a la vez del poder terrateniente, así como por la
dominación del imperialismo, nos plantea que la lucha por la instauración de
un gobierno popular y verdaderamente democrático, no solo pasa por la
liquidación de la autocracia y la propiedad terrateniente, sino que tiene que
abarcar también la liberación nacional del dominio neocolonial que ejerce el
imperialismo yanqui.
Como se puede apreciar, nuestras aspiraciones no rebasan aquellas
enmarcadas dentro de las estructuras del actual sistema.
Así podríamos mencionar, por ejemplo, el fin de la impunidad y la corrupción,
defensa del medio ambiente, respeto a la institucionalidad, cambio del
modelo económico neoliberal, defensa de la soberanía nacional, libertad
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sindical y política para los trabajadores, desaparición de la autocracia y su
base de sustentación: la propiedad terrateniente.
Como bien se puede apreciar, lo planteado no implica, en modo alguno, una
rotura con el modo de producción capitalista, que, no ocultamos, constituye
nuestra máxima aspiración.
Justificación de nuestras propuestas
Impunidad y corrupción
La impunidad impide que funcionarios corruptos sean sometidos a la justicia
y paguen por los delitos cometidos. Esto envuelve otras problemáticas de
relevante importancia, siendo la económica la más notoria. En nuestro país
se estima que este flagelo se lleva cada año unos RD$ 30,000 millones, casi
tres veces lo presupuestado para este año al Ministerio de Agricultura.
La corrupción incide de manera directa en el empobrecimiento de la gente,
pues a medida que el presupuesto de las instituciones públicas se reduce,
como consecuencia del dolo, los servicios que estas ofrecen se hacen cada
vez más deficientes. Así, por ejemplo, muchos ciudadanos se ven obligados a
utilizar centros clínicos privados en vez de acudir a los hospitales, enviar sus
hijos al colegio y no a la escuela pública, construir una cisterna, comprar
bombas impulsoras de agua, inversores, plantas eléctricas, pagar seguridad,
utilizar su propio transporte…porque los servicios públicos, por los cuales
pagan, a través de los impuestos, no funcionan.
Defensa del medio ambiente
El acelerado proceso de deterioro de nuestro medio ambiente, marcado por
la ambición despiadada de los sectores de poder y la subyacente complicidad
de quienes históricamente nos han gobernado, desde los tiempos coloniales
hasta nuestros días, nos obliga a asumir su defensa como garantía de
supervivencia y sostenibilidad.
En consecuencia, nos oponemos a todo tipo de explotación minera que
comprometa nuestros recursos naturales, en especial nuestro bosque y
nuestras fuentes acuíferas.
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Nos declaramos guardianes de nuestros parques nacionales y demás áreas
protegidas.
El interés nacional y ecológico debe estar por encima de la voracidad de las
transnacionales que solo persiguen la acumulación de capitales, los cuales,
en su mayoría, son regresados a sus países de origen. El escaso beneficio que
en término monetario puedan dejar al país, no compensa los graves daños
que, a la salud humana y animal, así como a nuestra flora, causan sus
operaciones. ¡No a la explotación de nuestros recursos naturales!
Institucionalidad
La institucionalidad implica respeto por las normas que rigen a una
determinada institución sin que sus funcionarios y empleados busquen
ajustar las mismas a conveniencias suyas. El favoritismo, el enllavismo, la
politiquería y otros males asociados a estos tienden a romper con la
institucionalidad y a convertirse estas negativas acciones en modalidades de
la corrupción. Esta no es compatible con la autocracia, razón por la cual se
hace necesario su eliminación, la que solo es posible con la liquidación de la
propiedad terrateniente, la cual se llevaría de paro a la autocracia.
Las instituciones deben ser democráticas, de manera que puedan
incorporase obreros y campesinos, sectores populares, intelectuales y
comerciantes al manejo de los problemas de Estado y su administración.
Modelo económico neoliberal
El neoliberalismo plantea la eliminación de todos tipos de barreras
arancelarias, es decir, dejar pasar libre de impuestos, tanto mercancías como
capitales y flujos financieros provenientes de otras naciones.
Esta corriente económica se opone a la intervención del Estado en lo
relacionado con la economía. De igual manera favorece la eliminación de las
ayudas sociales, los susidios y la desaparición o debilitamiento de los
sindicatos de trabajadores. Plantea también la privatización de las empresas
e instituciones de servicios estatales.
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Para el neoliberalismo la economía ha de colocarse por encima de las demás
actividades de la vida de una nación. Favorece el incremento de los
impuestos al consumo y disminución de los relacionados con los de la
producción.
Como vemos, es un modelo económico inhumano, que para nada le interesa
la suerte de los trabajadores, al plantear la desintegración de los sindicatos;
ni la de los pobres, al entender que deben eliminarse las ayudas sociales.
Este modelo es al mismo tiempo destructor del aparato productivo de los
países subdesarrollados como el nuestro, al tener estos que competir con
naciones que les llevan siglos de adelantos tecnológicos. De manera, que solo
a las grandes naciones les favorece, condenado al resto a producir para sus
postres y a vivir de las remesas que envían sus respectivas diásporas y
sometiéndonos a la dependencia alimentaria.
Al mismo tiempo nuestros campos quedan abandonados con la constante
migración y los barrios, en las grandes ciudades, se llenan de cinturones de
miseria, convirtiéndose todo esto en un gran caldo de cultivo para el auge del
narcotráfico, la delincuencia y la inseguridad ciudadana.
Defensa de la soberanía nacional
La dependencia no solo lacera la dignidad, la cultura y el orgullo de un país,
sino también su economía. Cuando la nación subyugante roba o paga a
precios muy ínfimos sus recursos renovables y no renovables, se deja de
percibir miles de millones de dólares. Es lo que sucede aquí con el oro y otros
yacimientos mineros, las multinacionales los pagan a como ellos quieran y sin
mucha o ninguna transparencia.
La soberanía supone la autodeterminación de los pueblos, es decir, el
establecimiento de relaciones internacionales con todas las naciones del
mundo, bajo condiciones de igualdad, o sea, beneficios mutuos.
Como sabemos, en nuestro país, los Estados Unidos no solo mantienen con
nosotros relaciones desiguales, sino que además se entrometen en nuestros
asuntos internos, queriendo hasta determinar con cuáles países hemos de
mantener relaciones. Y nuestros gobernantes, ante sus pretensiones, se han
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comportado como títeres suyos. Por ello, en los eventos internacionales,
cada vez que hay que tomar cierta decisión, a favor o en contra de alguna
nación, toman posiciones vergonzantes, a favor de los intereses del imperio.
La dominación del imperialismo yanqui en nuestro país se complementa con
una serie de mecanismos de penetración y dominación, tales como la
embajada yanqui, en el plano político; el MAAG, en el militar; en el cultural,
la USIS, a través de gendarmes económicos como el FMI, el Banco Mundial, el
BID, con una serie de “asesores” que en los diferentes ministerios garantizan
la aplicación de la política imperialista.
De manera que no se puede pensar en alcanzar bienestar económico, político
y social bajo estos lazos de dependencia impuestos por el imperialismo.
Zafarnos de él es de vida o muerte.
Libertad sindical y política para los trabajadores
En nuestro país, menos del 7% de los trabajadores se haya organizado en
algún sindicato, no porque no les interese, sino porque los patronos, en
violación a la Constitución, se oponen. De esta manera someten a los obreros
a la más vil explotación, negándoles todos tipos de derechos que por ley les
corresponden.
Hay que proteger las fuerzas productivas de la nación, pero resulta imposible
competir en los mercados internaciones con un obrero con apenas el cuarto
grado de primaria aprobado e invirtiendo hasta 15 horas de trabajo, con
salarios que representan el 5% de pago hora/hombre en los Estados Unidos.
Para que la industria nacional esté protegida, e incluso las zonas francas
funcionen (¿Por qué?), debe existir la libertad sindical, el derecho al pacto
colectivo y tiempo para estudiar. En un Estado de derecho eso es
imprescindible.
Es por ello que reclamamos libertad sindical, y luchamos por la hegemonía e
independencia política de la clase obrera frente a los socialdemócratas de
izquierda y de derecha. Buscamos la alianza con los demócratas
revolucionarios y los religiosos que luchan por la revolución.
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Desaparición de la autocracia
Vivimos bajo un régimen autocrático, caracterizado por el poder del jefe (el
presidente de la República) quien determina, de manera unilateral, la suerte
de todo un pueblo. Y esto se manifiesta a nivel de todos los estamentos de la
sociedad, donde cada ministro, director, encargado departamental, etc.,
impone su voluntad.
Por tal razón, bajo la autocracia no hay formas de que impere la
institucionalidad, puesto que las normas que rigen las instituciones son
violentadas según las conveniencias de quienes las dirigen.
Se creyó que con la desaparición física de Trujillo desaparecería también del
escenario político criollo la autocracia, pero no. Esta encontró en Joaquín
Balaguer, como nuevo jefe del conservadurismo, un fiel continuador. Pero lo
que nadie imaginaba era que con el ascenso al poder de los partidos liberales
(PRD-PLD-PRM) esta continuara teniendo vigencia. De ahí nuestra afirmación
de que ni Trujillo ni Balaguer han sido derrotados políticamente, por lo que
aún cabalgamos con esa forma atrasada de gobernar.
Cierto es que ya el artículo 55, el cual otorgaba poderes extralimitados al
presidente de la República, quedó derogado; sin embargo, en la práctica esto
no ha sido así, todavía el presidente sigue teniendo la última palabra al
momento en cualquiera de sus ministerios desee tomar una decisión, aunque
sea de poca trascendencia. Es decir, aún continúa vigente el poder del “jefe”.
Ninguna nación que pretenda encaminar sus pasos por el sendero del
desarrollo y el bienestar general puede lograrlo bajo estas formas atrasadas
de gobernar, propias de sociedades ya superadas; de modo que se hace
necesario la eliminación de la autocracia como sistema de gobierno.
La propiedad terrateniente
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Esta es la máxima representación en el campo de la autocracia y la mayor
limitante de nuestro desarrollo, partiendo de la potencialidad agrícola con
que cuenta el país.
La República Dominicana posee condiciones excelentes para convertirse en
una nación agro-exportadora dada su privilegiada ubicación geográfica y la
forma de su relieve, así como por la fertilidad de sus suelos. Posee valles
altos, como los de Constanza, Jarabacoa y San José de Ocoa, y bajos, como
los del Cibao y San Juan; facilitando la existencia de diferentes tipos de
microclimas, lo que le permite el desarrollo de una amplia gama de cultivos.
El país dispone de una superficie total de 42.6 millones de tareas de tierra de
vocación agrícola, de las cuales 21.0 millones son tierras agrícolas cultivadas,
que representan más del 49% de la superficie total, mientras que 19 millones
son dedicadas a pasto y 2.6 millones constituyen los bosques, montes y
otros.
Hoy día tenemos que importar más del 50% de los productos que
consumimos en nuestra dieta alimenticia, pudiéndose, muchos de ellos,
producirse aquí. Más del 70% de los nutrientes que se utilizan en la crianza
de aves y ganados es también importando, por lo que el Estado tiene que
invertir grandes sumas de visas (dólares).
En la actualidad la gran propiedad terrateniente, que controla más del 55%
de las mejores tierras del país, apenas aporta al Producto Interno Bruto (PIB)
agropecuario el 10% y se apropia del 20% de toda la producción agropecuaria
por vía de la renta absoluta de la tierra; mientras que la mediana y pequeña
aportan el 90% del total de la producción agropecuaria.
Para desarrollar un fuerte mercado interno para la industria, necesitamos
que los trabajadores del campo y la ciudad tengan medios pecuniarios para
acceder a las manufacturas. Y ello solo es posible en la explotación agrícola,
como obreros agrícolas o como propietarios, la mayoría de ellos tenga acceso
al dinero.
Esta forma de la propiedad de la tierra no se plantea, pues, como un interés
exclusivo, aunque siempre legítimo, de los campesinos sin tierra. Es de
interés para toda la sociedad, más aún, para supervivencia de la nación.
Estados Unidos, modelo del capitalismo, para poder desarrollarse tuvo que
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pasar por la eliminación del latifundio, aunque en los últimos años, con la
incorporación de un grupo de multimillonarios interesados por la tierra, ha
vuelto la gran propiedad, aunque todavía el gobierno posee el 40% de la
superficie del país.
Pero de igual manera podríamos señalar la experiencia de Taiwán o Formosa,
donde la producción agropecuaria fue declarada de interés para todos los
habitantes de esa isla, rompiendo con la gran propiedad terrateniente, y esta
medida no fue impulsada ni tomada por un gobierno revolucionario, sino por
una de las autoridades más anticomunista de la historia, el régimen
de Chiang Kai-shek.
Con la eliminación de la propiedad terrateniente y la correcta explotación de
los suelos, poniéndolos a producir bajo el uso de la tecnología moderna no
solo garantizamos la autosuficiencia en el terreno alimentario, sino que se
lograría un elevado excedente en la producción de rublos, sobre todo en los
que poseemos ciertas ventajas competitivas en los mercados internacionales,
lo que nos permitiría, por un lado, ahorrar cuantiosas sumas de divisas y por
otro, inyectar dólares frescos a nuestra economía.
Este dinamismo económico provocado en el campo, con la eliminación de la
propiedad terrateniente, se trasladará a la ciudad, pues los campesinos, al
tener mayores ingresos, demandarían un número mayor de bienes
industrializados. Por ello, afirmamos que el desarrollo de la agricultura, en un
país como el nuestro, constituye la llave para el desarrollo industrial.
Como se aprecia, la eliminación de la propiedad terrateniente encierra
ventajas políticas y económicas. Políticas, en cuanto limita el poder de la
autocracia, y económica porque nos enrumba por los caminos del desarrollo.
Podemos, entonces, concluir que solo con el logro de estos objetivos es
posible pasar del simple cambio de gobierno o de partido hacia el verdadero
cambio.
Ahora bien, provocar ese cambio real implica la instauración de un gobierno
de carácter democrático y antiimperialista, que solo es posible mediante la
conformación de un gran frente de fuerzas alternativas capaz de suscitar la
simpatía de amplios segmentos sociales que, asumiendo como plataforma
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estas aspiraciones y como consignas las que de ella se deriven, arrastren tras
sí a la mayoría del electorado dominicano.
Este frente no descarta alianza con ninguna organización ni sectores sociales
siempre que sea para enfrentar, el dominio neocolonial, la autocracia, el
latifundio, el neoliberalismo, y asuma la defensa del respeto a los derechos
de los trabajadores.
De igual manera, no nos casamos con ningún método en la búsqueda de la
toma del poder, sin embargo, entendemos que la correlación de fuerza
nacional e internacional, nos impone la lucha parlamentaria.
Que habrá dificultades, desde luego, pero tenemos que avanzar, aceptando
con fervor revolucionario este duro reto que nos exige el momento histórico
que vivimos.
Comité Central del Partido Comunista (Marxista-leninista)
Santo Domingo, julio 2021