La autoproclamación de Trump plantea una visión de futuro llena de promesas, pero ¿para quién?
Donald Trump ha prometido una “era dorada” para Estados Unidos tras su autoproclamación como presidente en 2024. Sin embargo, la retórica de unidad y grandeza nacional plantea interrogantes sobre si estas promesas realmente beneficiarán a la mayoría de la población o si perpetuarán un sistema de desigualdad.
POR VICTONIA MARTÍNEZ ,DESDE MÉXICO PARA CANARIAS SEMANAL.ORG
Donald Trump se proclamó victorioso en las elecciones presidenciales de 2024, adelantando la promesa de una «era dorada» para Estados Unidos.
Este discurso, cargado de una retórica de grandeza y unidad, plantea cuestiones profundas sobre el rumbo social y político del país, especialmente en un contexto de desigualdad económica y descontento social.
Trump celebra este «momento histórico» como un triunfo de un movimiento popular que supuestamente representa los intereses de todos los sectores de la sociedad, aunque en el fondo estos discursos reflejan una realidad compleja y divisiva.
LA RETÓRICA DE UNIDAD: ¿UNA PROMESA PARA TODOS?
Trump describió su victoria como un hito sin precedentes, enfatizando que su movimiento representa un fenómeno nunca antes visto. A través de este discurso, se busca crear una imagen de unidad y cohesión nacional, incluyendo a personas de diversos orígenes étnicos y sociales bajo un supuesto «sentido común» que defiende valores como la seguridad en las fronteras y una educación «sana». Esta narrativa de unidad es, en realidad, una estrategia política que intenta disolver las divisiones sociales y económicas, presentando a todos los ciudadanos como beneficiarios de un mismo proyecto nacional.
Sin embargo, en un análisis más detallado, se observa que esta retórica no aborda las profundas desigualdades económicas que existen en Estados Unidos. Los trabajadores de los sectores más desfavorecidos del país han visto cómo su poder adquisitivo disminuye y sus condiciones de vida empeoran mientras las grandes corporaciones siguen acumulando ganancias. La promesa de «un país unido» no responde a estas disparidades estructurales y, en cambio, busca ofrecer una ilusión de bienestar compartido que difícilmente puede sostenerse sin cambios profundos.
NOSTALGIA Y PROMESAS DE GRANDEZA
El discurso de Trump se nutre de una nostalgia por una supuesta grandeza perdida, apelando a un regreso a tiempos mejores. Esta narrativa, en la historia política, es común en líderes que han prometido «salvar» a sus países en momentos de crisis, basándose en la idea de que el pasado era mejor y de que basta con restaurar ciertos valores para lograr el progreso. Así, Trump habla de «hacer a Estados Unidos grande otra vez», buscando avivar el deseo de estabilidad y prosperidad en sectores de la población que se sienten desilusionados con la situación actual.
Esta idealización del pasado oculta las raíces de los problemas económicos y sociales que enfrenta el país en el presente. En lugar de proponer soluciones concretas para mejorar las condiciones de vida de la clase trabajadora y reducir la desigualdad, la promesa de un retorno a una era dorada sirve como una distracción, desviando la atención hacia un futuro idealizado sin resolver los conflictos y contradicciones que aquejan al país hoy en día.
UN «MOVIMIENTO DE SENTIDO COMÚN» Y LA EVASIÓN DEL CONFLICTO REAL
El exmandatario ha caracterizado a su movimiento como «el partido del sentido común», ofreciendo propuestas como fortalecer las fronteras y asegurar una educación de calidad. Sin embargo, esta idea de «sentido común» no reconoce la existencia de distintos intereses en la sociedad. En lugar de fomentar un diálogo que aborde las necesidades específicas de los diferentes sectores sociales, este tipo de discurso tiende a simplificar los problemas, unificando a todos los ciudadanos en un solo bloque que no distingue entre las necesidades de los trabajadores y las de los grandes empresarios.
De esta forma, la narrativa del «sentido común» intenta invisibilizar el conflicto entre los distintos intereses sociales, en especial el de quienes más sufren las desigualdades. Esta perspectiva unificadora oculta que las medidas defendidas por Trump no van dirigidas a cambiar de fondo la situación de aquellos que están en desventaja, sino que perpetúan un sistema que beneficia a los sectores de mayor poder económico.
MILITARISMO Y SEGURIDAD: LAS PRIORIDADES DE LA “ERA DORADA”
Trump ha afirmado que Estados Unidos debe contar con un ejército poderoso para garantizar la paz y la seguridad nacional. Este énfasis en la fuerza militar y el control de las fronteras se plantea como una forma de proteger al país de supuestas amenazas externas, pero también representa un modelo de gobierno que prioriza el control interno y el gasto militar por encima de políticas que beneficien directamente a la población, como la educación o la sanidad.
Al canalizar recursos públicos hacia la defensa y el control fronterizo, se reduce la inversión en áreas esenciales para el bienestar de la clase trabajadora. Esto también contribuye a fortalecer un sistema de vigilancia y control que no responde a las necesidades de la mayoría, sino que protege los intereses de aquellos que se benefician de la estructura de poder existente. De esta forma, el militarismo se convierte en una herramienta para garantizar la estabilidad de los sectores que dominan la economía y la política, mientras que las demandas de justicia social y redistribución quedan en un segundo plano.
¿UNA NUEVA “ERA DORADA” O UN REFUERZO DEL SISTEMA?
La promesa de una «era dorada» para Estados Unidos se enfrenta a una realidad en la que los problemas estructurales del país continúan profundizándose. Las políticas defendidas por Trump no plantean cambios significativos que permitan mejorar las condiciones de vida de la mayoría de la población, sino que refuerzan un sistema que beneficia principalmente a los sectores privilegiados.
Este tipo de discursos, basados en el retorno a un pasado idealizado, pueden ser atractivos para quienes ven con escepticismo la posibilidad de un cambio verdadero en el sistema actual. Sin embargo, la historia demuestra que las soluciones que apelan a la nostalgia y la grandeza nacional suelen actuar como distracciones de los problemas reales, sin ofrecer avances sustanciales en términos de igualdad y justicia social.
¿HACIA DÓNDE VAN LOS EE.UU.?
La autoproclamación de Trump como presidente victorioso en 2024 plantea una visión de futuro que, si bien promete unidad y prosperidad, no aborda los problemas de fondo que enfrentan amplios sectores de la sociedad estadounidense. Al enmarcar su victoria en términos de “sentido común” y una “era dorada”, se elude la necesidad de cambios estructurales que permitan mejorar las condiciones de vida de la mayoría, en especial de la clase trabajadora.
Estados Unidos necesita una discusión abierta y profunda sobre las políticas que realmente puedan reducir las desigualdades y mejorar el acceso a servicios básicos para todos. La promesa de una “era dorada” puede resonar en sectores que anhelan estabilidad y prosperidad, pero este tipo de narrativas tienden a desviar la atención de los problemas reales y de las soluciones efectivas.
La verdadera prosperidad para Estados Unidos no se logrará mirando hacia un pasado idealizado, sino enfrentando los desafíos actuales con propuestas inclusivas y orientadas hacia el bienestar colectivo.