
¿Cómo explicarse el impetuoso avance de la ultraderecha en europa?
Este domingo, las tres elecciones diferentes que se celebraron en Europa reflejaron todas ellas una misma tendencia: la ultraderecha pisa fuerte en Portugal, Polonia y Rumanía. ¿Estamos ante una nueva normalidad política o ante la antesala de una reconfiguración del sistema capitalista y su consiguiente giro autoritario?
POR ADAY QUESADA PARA CANARIAS SEMANAL.ORG
Este domingo 18 de mayo de 2025, tres países europeos —Portugal, Polonia y Rumanía— celebraron elecciones cruciales que reflejan un fenómeno común: el avance arrollador de la ultraderecha.
Esta suerte de «fenómeno simultáneo», lejos de ser una simple anécdota electoral, debe interpretarse como una profunda crisis de representación que afecta a las democracias liberales occidentales, repercutiendo no solo en el plano político, sino también —y en similar medida— en los ámbitos social y económico.»
PORTUGAL: LA ULTRADERECHA ROMPE EL BIPARTIDISMO
En Portugal, la coalición conservadora Aliança Democrática (AD), liderada por Luís Montenegro, ganó las elecciones legislativas con un 32,3% de los votos. Sin embargo, el verdadero protagonista de la jornada fue el partido ultraderechista Chega, que obtuvo nada menos que el 22,7% de los votos, superando incluso al histórico Partido Socialista (PS),
Este resultado marca un hito en la política portuguesa, ya que Chega, fundado en 2019, ha logrado en apenas seis años romper el bipartidismo que dominaba el país desde la Revolución de los Claveles en 1974. Este partido ha logrado capitalizar el descontento social, especialmente en el sur del país, tradicionalmente bastión del PS, donde ha conseguido ser la fuerza más votada en regiones como Beja y Portalegre.
“LA ULTRADERECHA NO SE LIMITA A EXPLICAR EL MUNDO: OFRECE IDENTIDAD Y PERTENENCIA EN TIEMPOS DE CAOS.”
El ascenso de Chega refleja una tendencia preocupante: la capacidad de la ultraderecha para atraer a sectores populares desencantados con las políticas neoliberales de los partidos tradicionales.
Este fenómeno no es exclusivo de Portugal, sino que se inscribe en un contexto europeo más amplio, donde la ultraderecha ha sabido canalizar el malestar social hacia discursos xenófobos y autoritarios.
POLONIA: UNA SEGUNDA VUELTA ENTRE LIBERALES Y ULTRACONSERVADORES
En Polonia, la primera vuelta de las elecciones presidenciales dejó un escenario polarizado. El liberal Rafal Trzaskowski, alcalde de Varsovia y aliado del primer ministro Donald Tusk, obtuvo el 30,8% de los votos, mientras que el ultraconservador Karol Nawrocki, respaldado por el partido Ley y Justicia (PiS), logró el 29,7% .
La segunda vuelta, prevista para el 1 de junio, se presenta como una contienda reñida entre dos visiones opuestas del país.
La campaña electoral ha estado marcada por una fuerte polarización y por la instrumentalización de temas como la inmigración, la seguridad y los valores tradicionales. El PiS ha recurrido a una retórica nacionalista y conservadora para movilizar a su electorado, mientras que Trzaskowski ha defendido una agenda europeísta y liberal.
“EL FRACASO DE LA SOCIALDEMOCRACIA Y SUS VARIANTES HA ABONADO EL TERRENO PARA LA REACCIÓN.”
Este enfrentamiento refleja las tensiones internas de la sociedad polaca y la lucha por el rumbo político del país. La posibilidad de que la ultraderecha consolide su poder en la presidencia plantea serios desafíos para las libertades democráticas y los derechos sociales en Polonia.
RUMANÍA: EL PECULIAR TRIUNFO FINAL DE LOS “EUROPEÍSTAS”
El caso rumano parece sacado de una tragicomedia política, pero en realidad condensa varios de los elementos más perturbadores del avance de la ultraderecha en Europa. Este domingo se celebró, finalmente, la tercera ronda de unas elecciones presidenciales que estuvieron marcadas por escándalos, suspensiones, acusaciones de injerencia rusa y una movilización social sin precedentes en la diáspora.
Después de dos rondas en las que se impuso el candidato ultra George Simion —líder de AUR, un partido abiertamente nacionalista y antieuropeo que ha hecho de la xenofobia su bandera—, la tercera fue la vencida para los sectores liberales. El actual alcalde de Bucarest, Nicusor Dan, logró revertir el resultado y se impuso en la segunda vuelta definitiva con el respaldo de un electorado movilizado dentro y fuera del país.
Que este triunfo haya sido posible solo gracias a una extraordinaria participación de la diáspora y al miedo colectivo a un gobierno autoritario muestra hasta qué punto Rumanía ha estado al borde de un giro ultraderechista definitivo. Y también hasta qué punto el discurso de la ultraderecha ha penetrado en capas amplias de la población que, hasta hace poco, eran consideradas bastiones de la abstención o el “centro político”.
No deberíamos, sin embargo, dejarnos engañar por este aparente “freno” oficioso al ultra Simion: AUR sigue siendo una de las formaciones con mayor número de simpatizantes jóvenes, y su retórica nacional-populista se mantiene como un referente para sectores importantes de la sociedad rumana, especialmente fuera de las grandes ciudades.
EL AVANCE ULTRADERECHISTA: UN SÍNTOMA, NO UNA EXCEPCIÓN
Los casos de Portugal, Polonia y Rumanía no son excepciones. Son síntomas. Son expresiones particulares de un mismo proceso general: la incapacidad de las democracias liberales y las corrientes socialdemócratas varias para resolver las contradicciones más básicas del capitalismo contemporáneo. Y es ahí, en nuestra opinión, donde el marxismo puede ofrecer una lectura potente y clarificadora.
Engels explicaba en «El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado» que el Estado surge históricamente como una herramienta de dominación de clase, un instrumento que se dice neutral, pero que garantiza la reproducción de las relaciones de explotación. Lo que hoy estamos viendo es que ese aparato estatal, cada vez más desacreditado, se vuelve funcional a proyectos autoritarios cuando el consenso democrático burgués entra en crisis.
La ultraderecha no propone otra cosa que una reconfiguración autoritaria de ese viejo orden burgués. Y lo está haciendo vendiéndose como “antisistema”, mientras realmente protege como nadie los intereses del gran capital.
En Portugal, por ejemplo, el Chega ha agitado un discurso de “defensa de los trabajadores portugueses” al tiempo que propone rebajas fiscales para las grandes fortunas.
En Polonia, el PiS se presenta como defensor de los valores cristianos mientras privatiza servicios públicos y reprime al movimiento obrero.
En Rumanía, AUR agita el espantajo del migrante mientras no dice ni una palabra sobre la precariedad que expulsó a millones de rumanos a otros países europeos.
“NO ESTAMOS ANTE UNA «REBELIÓN POPULAR», SINO ANTE UNA RECONFIGURACIÓN AUTORITARIA DEL CAPITALISMO.”
No estamos, pues, ante una revuelta “desde abajo” ni ante una expresión del “pueblo enfadado”, como gusta decir cierta prensa progresista. Estamos ante un fenómeno de derechización del régimen político, que adopta las formas del populismo ultra para frenar cualquier posibilidad de politización de clase del descontento.
UN TERRENO FÉRTIL SEMBRADO POR LA SOCIALDEMOCRACIA Y SUS NUMEROSAS VARIANTES
Otra clave que nos ayuda a entender este ascenso es el papel desempeñado por la socialdemocracia en sus diferentes variantes en el curso de las últimas décadas. Lejos de ser un muro de contención frente a la derecha, en muchos casos ha sido su cómplice.
El Partido Socialista portugués aplicó recortes y pactó con la Troika; el Partido Socialdemócrata rumano ha sido uno de los más corruptos del continente; y en Polonia, los liberales “progresistas” defendieron privatizaciones masivas que desmantelaron los restos del Estado social que todavía quedaban.
Ese abandono de las clases populares por parte de los partidos tradicionales de la izquierda ha dejado un vacío que ha sido ocupado —aunque de forma tramposa— por la ultraderecha. Esta última ofrece respuestas simplistas a problemas reales: si no hay trabajo, la culpa es del migrante; si hay delincuencia, la solución es mano dura; si la economía va mal, todo se arregla cerrando fronteras y apelando al nacionalismo.
Son discursos vacíos, ciertamente vacíos, pero ante el enorme páramo que ha dejado la izquierda institucional, los mensajes que contienen están rebosantes de eficacia ideológica. Porque no se limitan a explicar el mundo, sino que ofrecen identidad, pertenencia, una falsa sensación de control frente al caos.
RESISTENCIAS Y ALTERNATIVAS
Sin embargo, sería un error caer en el catastrofismo. En los tres países analizados hay también signos de resistencia. En Portugal, los movimientos sociales y los sindicatos ya han empezado a organizar respuestas a la nueva derecha.
En Polonia, sectores jóvenes movilizados están siendo un factor clave para frenar a la extrema derecha. Y en Rumanía, la diáspora ha demostrado aparentemente no estar dispuesta a dejar su país en manos del autoritarismo.
La clave está en disputar el sentido del malestar. En ofrecer una salida real desde la clase trabajadora, desde la solidaridad internacionalista, desde la lucha por los derechos sociales.
La ultraderecha avanza cuando la izquierda abandona el conflicto y se refugia en la gestión. Solo recuperando la raíz de clase del antagonismo social se podrá frenar esta ofensiva reaccionaria.