
La cara oculta de las negociaciones entre Washington y Moscú
¿Puede existir una paz real en Ucrania sin democratización y sin liberar a los presos políticos detenidos por oponerse a la guerra? Las izquierdas rusa y ucraniana advierten que las negociaciones entre potencias estan ignorando las verdaderas raíces del conflicto: la disputa por recursos naturales, rutas estratégicas y mercados.
REDACCIÓN CANARIAS SEMANAL.ORG
En un artículo publicado por Àngel Ferrero y Antonio Airapetov en el digital español «El Salto», titulado “Las izquierdas rusa y ucraniana, ante un posible acuerdo de alto el fuego en Ucrania”, los autores abordan el complejo papel que juegan las organizaciones de izquierda en ambos países en medio de la guerra y las negociaciones internacionales que podrían desembocar en un alto el fuego a lo largo de 2025.
El artículo pone el foco en una de las reivindicaciones centrales de la izquierda rusa: la liberación de los presos políticos. Según exponen Ferrero y Airapetov, esta demanda es vista como un requisito indispensable para cualquier paz que aspire a ser duradera.
Según afirma el artículo, Borís Kagarlitsky, historiador y sociólogo marxista, se ha convertido desde prisión en uno de los portavoces más reconocidos de esta exigencia. Kagarlitsky —encarcelado por su oposición frontal a la guerra— no solo reclama su propia liberación, sino la de todos los detenidos por motivos políticos en Rusia y Ucrania.
Según estimaciones que el artículo atribuye al propio Kagarlitsky, el número de presos políticos oscila entre el millar y los tres mil en Rusia. A esta demanda se suma la voz de Mijaíl Lobánov, antiguo candidato del Partido Comunista de la Federación Rusa y hoy exiliado, que a través de la plataforma People First insiste en que cualquier negociación entre Moscú y Washington debe dar prioridad a la liberación de los represaliados políticos y prisioneros de guerra.
De acuerdo a lo expresado por el artículo, Alekséi Sajnín, de la Coalición de Socialistas Contra la Guerra, también coincide en la necesidad de introducir esta cuestión en la agenda de las negociaciones, aunque subraya que el objetivo no es bloquear el proceso, sino advertir que cualquier acuerdo que ignore las reivindicaciones democráticas básicas está condenado al fracaso. Sajnín sostiene, según relatan Ferrero y Airapetov, que solo la democratización de Rusia y Ucrania podría garantizar una paz sostenible.
En ese mismo sentido, se expresa el activista ucraniano Andréi Konoválov, representante de la Unión de la Izquierda Postsoviética Expatriada, quien recalca que sin presión de la izquierda europea, el destino de los presos políticos quedará relegado al olvido.
Según afirman los autores, el Partido Comunista de Rusia (internacionalista), nacido en 2024 a partir de sectores antibelicistas de la izquierda rusa, comparte estas preocupaciones. En un comunicado recogido por El Salto, esta organización considera que cualquier negociación entre potencias como Estados Unidos y Rusia no solo ignora las aspiraciones populares, sino que perpetúa las causas estructurales del conflicto: la disputa por recursos naturales, rutas estratégicas y mercados.
Esta visión crítica hacia las negociaciones entre Trump y Putin —centradas en la redistribución de esferas de influencia— es compartida por buena parte de la izquierda rusa y ucraniana que, según exponen Ferrero y Airapetov, perciben estos diálogos como un pacto entre élites que marginan a los pueblos afectados.
Los autores de El Salto aportan además cifras inquietantes sobre la represión política en Rusia. De acuerdo a los datos recogidos por Ferrero y Airapetov, actualmente hay al menos 868 presos políticos, de los cuales 217 lo son por su posición antibelicista. Además, hay 586 personas represaliadas sin encarcelamiento.
Estos casos son solo la punta del iceberg, ya que la falta de transparencia y el miedo a denunciar hacen imposible un recuento completo. Otras fuentes, como Arjipelag FSIN y OVD-Info, elevan estas cifras a más de 1.200 presos políticos y más de 3.100 causas judiciales de carácter político abiertas.
Según afirman los autores, la mayoría de estos represaliados no son militantes experimentados, sino ciudadanos corrientes que reaccionaron espontáneamente a la guerra y la represión. En muchos casos, los detenidos fueron inicialmente parte de la estructura creada por Alekséi Navalni, que antes de la guerra canalizaba gran parte de la oposición social. Tras su desarticulación, el perfil de la disidencia rusa ha cambiado: cada vez es más proletario y menos liberal, más periférico y menos concentrado en Moscú.
Como señala Kagarlitsky, el grueso de la oposición actual proviene de los sectores populares y trabajadores, un perfil que encarna, por ejemplo, el sindicalista Anatóly Bánnyj, recientemente represaliado tras liderar una huelga en la fábrica Ural.