EL DESPLOME DE LA SOCIALDEMOCRACIA REFORMISTA Y EL IRRESISTIBLE ASCENSO POPULISMO DERECHISTA: UN ANÁLISIS DESDE LA IZQUIERDA

Correo
Facebook
Telegram
Twitter
WhatsApp

¿Por qué la socialdemocracia ya no puede frenar la desigualdad? ¿Qué tiene que ver el auge del populismo de derecha con el colapso del movimiento obrero?

La socialdemocracia es ya incapaz de contener el descontento social, mantiene en este artículo, su autor, Manuel Medina. Con el dique roto, la desigualdad se desborda y la irrupción del populismo de derechas continúa ganando arrolladoramente terreno. El movimiento obrero, mientras tanto, permanece desorientado y disperso. Los sindicatos y los partidos de izquierdas han terminado convirtiéndose en obedientes gestores del sistema. ¿Quedan alternativas para frenar esta peligrosa deriva?

  POR MANUEL MEDINA (*) PARA CANARIAS SEMANAL.ORG


      Durante mucho tiempo, la socialdemocracia fue presentada como «la vía razonable» entre el capitalismo salvaje y el comunismo revolucionario. Prometía reformas dentro del sistema, sin necesidad de cambiarlo de raízSalud pública, educación gratuita, pensiones, estabilidad laboral… Todo parecía posible si se hacía con moderación y dentro de las reglas del juego.

     Pero esta promesa se sostenía en una realidad concreta: la existencia de una alternativa real al capitalismo, representada por el bloque socialista durante la Guerra Fría. Los capitalistas, por miedo a perder el control, aceptaban ceder terreno. A cambio, las clases trabajadoras mantenían su lealtad al sistema. Era un acuerdo implícito, un equilibrio precario, pero que funcionó durante décadas.

     Sin embargo, ese equilibrio no era eterno. No estaba basado en una verdadera voluntad redistributiva del capital, sino en una necesidad estratégica. Cuando esa necesidad desapareció, también desaparecieron las concesiones. Con la caída del Muro de Berlín y el fin de la URSS, los grandes empresarios y gobiernos dejaron de sentirse amenazados por una alternativa sistémica. Y entonces el capitalismo comenzó a mostrarse tal y como era, sin filtros.


«La socialdemocracia fue un dique contra el comunismo, no una alternativa al capitalismo.»

EL FIN DEL PACTO Y EL DESBORDE DE LA DESIGUALDAD

      La década de 1980 marcó un punto de inflexión. Las políticas neoliberales empezaron a arrasar con los derechos conquistados durante el siglo XX. Privatizaciones, desregulación, precarización laboral y reducción del gasto público se convirtieron en el nuevo credo. Las instituciones socialdemócratas, en lugar de resistir, se adaptaron. Y con ello, dejaron de ser una barrera entre el capital y la mayoría social.

      Hoy, los resultados están a la vista: brechas sociales abismales, salarios estancados, empleo inestable, servicios públicos en retroceso. La desigualdad ya no es una amenaza lejana: se palpa en los alquileres impagables, en las esperas eternas en la Sanidad, en los contratos basura,  en la pobreza energética

     El antiguo pacto social está muerto. Y con él, la legitimidad de los partidos que prometían defender los intereses de los trabajadores dentro del sistema. La socialdemocracia, al renunciar a  ningún tipo de confrontación con el capital, ha perdido el sentido que algunos pretendían otorgarle. Ya no representa una alternativa para la gran mayoría, sino una administración decorativa de exactamente el mismo modelo.


    «Con el fin de la guerra fría, el capitalismo ya no necesitó maquillarse con derechos sociales.»

UN MOVIMIENTO OBRERO DESORIENTADO

    En medio de esta transformación, el movimiento obrero tradicional también ha entrado en crisis. Ideologicamente desarmado y atrapado en estructuras burocráticas, muchos sindicatos han pasado de ser herramientas de lucha a convertirse en gestoras de la derrota. Han perdido su conexión con la base, su capacidad de movilización, su papel educativo y organizador.

    El sindicalismo institucional, en muchos casos, se ha limitado a negociar recortes en lugar de enfrentarlos. Y cuando la explotación se ha agudizado, ha respondido con resignación o con complicidad. La expulsión histórica de las corrientes más combativas dejó un vacío estratégico que nunca se volvió a llenar.

     Desde hace ya algunas décadas, muchos trabajadores ya no ven en los sindicatos una vía para mejorar sus condiciones. No es solo que falte voluntad de lucha: también falta imaginación, análisis profundo y capacidad para construir alianzas amplias. Frente a un capitalismo más agresivo que nunca, el movimiento obrero parece paralizado.

EL TERRENO FÉRTIL DEL POPULISMO DERECHISTA

     Pero la frustración no desaparece solo porque la izquierda no sepa canalizarla. Al contrario: ese vacío se llena. Y lo está llenando el populismo de derecha. En tiempos de crisis, cuando las promesas del sistema se incumplen y la vida se vuelve cada vez más precaria, la gente busca explicaciones y soluciones rápidas.

     Ahí es donde aparecen los discursos autoritarios, nacionalistas y excluyentes. No hablan de lucha de clases, pero sí de traiciones, de enemigos internos y externos, de volver a un pasado glorioso. El populismo de derecha no cuestiona el poder económico: lo protege disfrazado de rebeldía.

    «El populismo de derechas es el hijo del fracaso socialdemócrata y de la desmovilización obrera.»

      Se presenta como antisistema, aunque su verdadero objetivo es reforzarlo. Ofrece orden frente al caosidentidad frente a la incertidumbre, comunidad frente al individualismo extremo. Su atractivo no está en las soluciones que propone (muchas veces falsas o peligrosas), sino en que ofrece una narrativa clara frente al desconcierto generalizado.

     Y así, en distintos países, hemos visto cómo partidos y líderes reaccionarios han crecido precisamente en los espacios donde la socialdemocracia ha fracasado y el movimiento obrero ha desaparecido. No porque la gente se haya vuelto conservadora de repente, sino porque nadie más ha sabido canalizar su malestar.

   LA IZQUIERDA NO PUEDE SER LA ADMINISTRADORA DEL DESCONTENTO

    Frente a este panorama, no basta con pedir “más Estado”, “más impuestos a los ricos” o “más derechos”. Aunque necesarias, estas demandas ya no conectan con una población que siente que el sistema está roto de raíz. El problema no es solo distributivo, sino estructural. Y las respuestas tienen que estar a la altura.

    La izquierda, la auténtica, la que tiene como objetivo «cambiar el mundo de base», necesita reaparecer no como una gestora amable del capitalismo, sino como una alternativa real al sistema. Eso implica recuperar el lenguaje de la lucha de clasesvolver a organizar desde abajo a la sociedad, crear nuevas formas de participación y representación, y sobre todo, dejar de tenerle miedo al conflicto.

    No se trata de volver al pasadosino de mirar al futuro con radicalidad, honestidad y valentía. Porque si no lo hace, otros estan dispuestos hacerlo desde las esquinas del odio, la exclusión y la mentira

    Y eso no es una posibilidad que se pueda producir en el futuro. Eso está sucediendo ya.

(*) MANUEL MEDINA es profesor de Historia y divulgador de temas relacionados con esa materia.

https://canarias-semanal.org/art/37783/el-desplome-de-la-socialdemocracia-reformista-y-el-irresistible-ascenso-populismo-derechista-un-analisis-desde-la-izquierda

Nuestro periodismo es democrático e independiente . Si te gusta nuestro trabajo, apóyanos tú también. Página informativa sobre eventos que ocurren en el mundo y sobre todo en nuestro país, ya que como dice nuestro editorial; creemos que todo no está perdido. Sabemos que esta democracia está presa sin posibilidad de salvarse aunque su agonía es lenta. Tenemos que empujar las puertas, son pesadas, por eso, necesitamos la cooperación de todos. Soñamos con una patria próspera y feliz, como idealizó el patricio Juan Pablo Duarte. necesitamos más que nunca vuestra cooperación. Haciendo clic AQUÍ ó en el botón rojo de arriba
Correo
Facebook
Telegram
Twitter
WhatsApp

Noticas Recientes

Opinión