Escribe: Juan P. Ballhorn

Últimamente en el ámbito de la izquierda peruana ha surgido una tácita discusión acerca de qué fuerzas podrían considerarse parte de la izquierda y cuáles no. Sobre todo, el punto de discusión es el carácter del partido Juntos por el Perú (JP), cuya candidata a la presidencia es Verónika Mendoza. La discusión se suscita desde el momento en que se habla de la “unidad” de la izquierda o se convoca a “hacer frente a la derecha”, dando por hecho que JP estaría dentro del espectro de la izquierda peruana. Sin embargo, en dichas versiones que aseguran que JP y Mendoza serían representantes de la izquierda, no se encuentran razones bien fundamentadas, por el contrario, en la mayoría de los casos se trata de solo una afirmación o, en el mejor de los casos, se asegura este carácter de la coalición JP debido a su orientación “socialdemócrata”. ¿Es cierto que la socialdemocracia es parte del espectro de la izquierda?
Este no es un asunto de poca monta, en base a estas definiciones se elaboran consignas (“unidad”, “hacer frente a la derecha”, “la verdadera izquierda”, etc.) y se conforman los frentes que luego tendrán el papel de “representar” al pueblo. Por este motivo, si no estamos claros en estos conceptos, terminaremos en muchas ocasiones cometiendo graves errores que, en lugar de contribuir, socavan el camino de las masas, de modo tal que, como ha sucedido con la izquierda parlamentaria en el país, podríamos terminar fortaleciendo a la misma derecha. Para evitar tamaños errores, nuestra única brújula, desde el punto de vista del proletariado, es el marxismo. Sirvámonos, entonces, de esta implícita discusión al interior de la izquierda peruana para ampliar una explicación (tan necesaria hoy en día) acerca del criterio marxista de demarcación entre lo que es izquierda y derecha, y qué mejor que iniciar comentando algunas de las ideas más difundidas en el medio nacional e internacional. Veamos.

En algunos casos, se suele considerar que la derecha sería aquel sector político renuente a la intervención del Estado en la economía de mercado, mientras que la izquierda sería partidaria de otorgar un “mayor peso” a la máquina estatal en función de “regular” la economía. Esto, para empezar, es completamente falso, pues, tanto la perspectiva liberal como la intervencionista (proteccionista), tal como lo sostiene Marx[1], son expresión ideológica de la economía capitalista y en sus aplicaciones prácticas sirven al mecanismo de reproducción del capital. La diferencia entre librecambio y proteccionismo, para el marxismo, reside en que uno predomina de acuerdo con determinadas circunstancias históricas y nacionales; es más, en oposición a esta definición de “izquierda”, Marx y Lenin declaraban que, entre el proteccionismo y el libre cambio, ambos se declaraban partidarios del libre cambio, y sostenían esta idea porque, a su juicio, las políticas librecambistas liberaban todas las contradicciones del sistema capitalista haciendo madurar las condiciones para la revolución proletaria.
“Los marxistas rusos, si bien subrayan ante todo y sobre todo que el problema de la libertad de comercio y del proteccionismo es un problema capitalista, un problema de la política burguesa, deben ser partidarios de la libertad de comercio, ya que en Rusia se manifiesta con fuerza particular el carácter reaccionario del proteccionismo, que frena el desarrollo económico del país y beneficia, no a toda la clase burguesa, sino a un puñado de magnates todopoderosos, y ya que la libertad de comercio significa la aceleración del proceso que proporciona los medios para liberarse del capitalismo.”[2]
El marxismo, en sí mismo, no defiende ni el libre cambio ni el proteccionismo, esta dicotomía es un dilema del modo de producción capitalista. Si en algún momento los marxistas optan por una de estas orientaciones, eso está subordinado a los fines revolucionarios del proletariado. Por tanto, para una definición marxista de ‘izquierda’ y ‘derecha’ hace falta algo más que solo una orientación proteccionista o librecambista en la economía. Y a este respecto la historia nos da suficientes elementos a tener en cuenta, pues, el proteccionismo ha servido en distintos casos tanto a gobiernos de izquierda como gobiernos de derecha. El fascismo, por ejemplo, lleva a cabo una política corporativista en donde el Estado tiene un fuerte papel interventor, y nadie dudaría en definir al fascismo como “ultraderecha”, salvo algunos despistados liberaloides. En otros casos, los Estados de bienestar europeos, bajo políticas keynesianas, daban lugar a una intervención mesurada del Estado en la economía de mercado. Dichos Estados, integrantes de la OTAN y aliados firmes del imperialismo norteamericano, muy pocos se atreverían a catalogarlos como “gobiernos de izquierda”, por más que lleven el eslogan de “socialdemócratas” (sobre esto, regresaremos en un momento). Con ello podemos ver que esta característica es bastante relativa, al fin y al cabo, no es lo determinante para emplearla como criterio de demarcación entre lo que es la izquierda y la derecha.
Entonces, si no es el rol que se le atribuye al Estado en la economía lo que distingue a la izquierda de la derecha, podríamos reparar en las reivindicaciones “progresistas” que comparten algunos sectores políticos, como, por ejemplo, las reivindicaciones identitarias (feministas, LGTBI+, queer, anti-raciales, interculturales, poscoloniales, etc.), sin embargo, notamos inmediatamente que estas reivindicaciones son plenamente compatibles con el discurso de cualquier fuerza liberal que muy pocos llamarían “izquierda”, tanto a nivel internacional como en el Perú contamos con partidos y movimientos políticos liberales que asumen estas agendas. Asimismo, es evidente que este tipo de políticas vienen siendo promovidas desde hace mucho tiempo por grandes capitales en el mundo (monopolios) y por naciones como el imperialismo norteamericano. De esta forma, muy pocos marxistas llamarían al gobierno de Biden “izquierda” solo por promover un imperialismo con perspectiva de género, aunque para la idiosincrasia norteamericana, el Partido Demócrata es efectivamente un partido de “izquierda”. ¿Por qué sucede esto? Lo aclararemos en unos instantes. Y, por otra parte, existen sectores populares que no comparten dichos programas “progresistas”, sectores que están más ligados a la clase obrera y el campesinado y que son etiquetados por los colectivos identitarios como “izquierda conservadora”. Fuerzas políticas críticas al capitalismo y presentes en la lucha contra el imperialismo, que no comparten las agendas yankees identitarias, muy pocos podrían negarles el carácter de izquierda, y si hay socialconfusos que lo hacen (e incluso los llaman “fascistas”), se debe a un severo problema ideológico. Por ende, el discurso identitario, por sí mismo, tampoco es suficiente para caracterizar a una fuerza como “izquierda”, ni tampoco parece ser una condición necesaria. Dicho discurso y reivindicaciones pueden ser empleados tanto por la izquierda como por la derecha.
Otros podrán decir que izquierda es el encuentro de ambos aspectos: económicamente, la intervención moderada del Estado; socialmente, respaldo a las políticas identitarias. Pero esto topa nuevamente con aquella izquierda popular que no asume como programa las políticas identitarias y sigue permaneciendo dentro del espectro de la izquierda. Si no es ni lo uno ni lo otro, entonces ¿cuál es nuestro criterio de demarcación? La definición laxa de “izquierda liberal” (o “progre”) e “izquierda conservadora” que emplean algunos para incluirse arbitrariamente en la izquierda, presenta el mismo problema de determinar hasta qué punto, defendiendo estas políticas culturalistas, uno se mantiene en la izquierda y cuándo deja de serlo. Nos remite al clásico problema lógico de la vaguedad. ¿Desde qué momento un hombre es calvo? Parece que, finalmente, frente a tales definiciones, solo nos queda el criterio de la autopercepción y sería de izquierda toda organización que simplemente declare serlo, pero ya Marx nos ha advertido suficiente acerca de esta tara idealista que define a las personas sobre la base de las ideas que estas se hacen sobre sí mismas; por el contrario, Marx nos exige partir siempre y en todo momento de las premisas materiales que determinan nuestra actividad, solo siguiendo este método podemos entender objetivamente a cada uno de los agentes históricos en pugna, y eso es algo que ha escapado a las caracterizaciones anteriores, obviamente, en muchos casos de forma intencional, pues se busca direccionar esta disputa bajo determinados cauces ideológicos.
Tenemos, hasta aquí, dos concepciones de ‘izquierda’ y ‘derecha’: según la primera, que llamaré definición mercantilista, se toma como referencia los límites del mercado, marco en el que se discute necesariamente la acción del Estado en la economía; de este modo, más a la derecha te encuentras mientras menos límites consideres que deba tener el mercado, y más a la izquierda te encuentras mientras más presencia del Estado reclames en la regulación de la economía. Esta definición, como hemos visto, entra en contradicción no solo con la concepción popular de “izquierda”, sino incluso Marx y Lenin, según este criterio, tendrían que ser considerados parte de la “derecha” en el marco de la economía burguesa. A ese grado aporético llega dicha definición, que nos conduce a conclusiones tan extravagantes como el caso de los libertarios, quienes, siendo consecuentes con esta definición mercantilista, caracterizan al nazismo o fascismo como fuerzas de “izquierda”.
Según la segunda, a la que llamaré definición culturalista, es el discurso inclusivo y las políticas identitarias las que determinarían el carácter de izquierda; por lo tanto, mientras más encarnes este discurso “progresista”, más a la izquierda te encuentras, mientras que, si te adhieres a discursos tradicionalistas y conservadores, más vinculado te encuentras a la derecha. Esto, nuevamente, no solo entra en contradicción con el saber popular que caracteriza a ciertas organizaciones como izquierda, sino que también conduce a aporías tales como el de considerar a gobiernos como el de Obama, Biden, Trudeau, y otros con un carácter evidentemente imperialista, como gobiernos o fuerzas de izquierda. Es decir, se termina incluyendo a fuerzas totalmente opresoras dentro del espectro de la izquierda.
Si ambas posturas no hacen más que generar confusión -lo cual termina siendo, casi en todos los casos, beneficioso para el sistema, pues las organizaciones se mueven bien para respaldar algunas propuestas o bien combatir otras basándose en esta definición-, es porque parten de un punto de vista ajeno al materialismo histórico, y como se ha dicho en muchas ocasiones, el idealismo en todas sus expresiones termina siempre sirviendo a las clases dominantes.
Los marxistas no pueden servirse de estas definiciones para determinar si una fuerza es de izquierda, no únicamente porque parten de premisas ajenas al materialismo histórico, sino porque, además, debido a su condicionamiento histórico y material, ambas definiciones tienen ya una orientación de clase que expresa las pugnas entre determinados sectores de la burguesía y que no rebasan este marco. Los marxistas deben partir de su propia concepción de lo que es la izquierda y la derecha, y para determinar eso, no existe otro camino que el análisis de clase. Lo único que nos puede orientar adecuadamente al momento de determinar qué fuerzas pertenecen a la izquierda y cuáles otras a la derecha, es determinar antes, tal como lo han hecho siempre los clásicos del marxismo, el carácter de clase de los partidos y movimientos políticos. Todo lo demás implica basar nuestra definición y, por tanto, nuestra táctica, sobre aspectos secundarios, lo que nos conduce inevitablemente al fracaso.

En esta línea, el marxismo siempre ha vinculado la izquierda a aquello que se ha llamado pueblo, y el pueblo se ha concebido siempre como el conjunto de las llamadas “clases oprimidas”. Desde los fundadores del socialismo científico, hasta los continuadores del marxismo, se ha reconocido siempre que, si bien el proletariado es la clase más revolucionaria en la sociedad capitalista y la destinada a sepultar la sociedad fundada sobre la división en clases sociales, el proletariado es solo una clase más entre las masas oprimidas, y que la victoria de la clase obrera solo puede garantizarse en la medida que el proletariado logre movilizar tras de sí a todas las masas oprimidas de la sociedad. Pero la configuración de lo que llamamos “pueblo”, varía de acuerdo con los cambios históricos. Bajo ciertas circunstancias, como lo plantearon Marx y Engels, el proletariado puede apoyar la lucha de la burguesía para destruir los vestigios del antiguo régimen, bajo otras condiciones, el proletariado tendría que derrocar a la burguesía del poder e instalar su dictadura. En Rusia, bajo la opresión del zarismo se encontraban distintas clases, entre ellas también algunos sectores de la burguesía, por tanto, estos sectores entraban dentro de la masa del pueblo, pero esto cambió tan pronto como cambiaron las condiciones materiales, y para octubre de 1917 la burguesía en su conjunto pasó al campo enemigo. La misma orientación mantuvo Stalin con la Tercera Internacional y los frentes que se conformaron para combatir al fascismo. El Pte. Mao fue aún más explícito y detalló cómo las clases que conforman el pueblo cambian de acuerdo a las distintas etapas por las que atraviesa la lucha del proletariado; en un país semifeudal y semicolonial, la revolución de Nueva Democracia se apoya en el pueblo conformado por la burguesía nacional, pequeña burguesía, campesinado, mientras que la revolución socialista se apoyaba en la pequeña burguesía y el campesinado, ambas siendo dirigidas por la clase obrera[3]. El concepto marxista de pueblo, entonces, es un concepto que no puede desligarse del concepto de clase, es más, este concepto le es esencial, y sin él, el concepto de “pueblo” caería en la misma vaguedad que los actuales conceptos de ‘izquierda’ y ‘derecha’.
De esta manera, podemos extraer dos criterios fundamentales para determinar, desde el marxismo, cuáles son las fuerzas políticas que forman el espectro de la izquierda y la derecha. Primero, reconocer el carácter de clase de las organizaciones políticas en pugna y, segundo, reconocer las condiciones histórico-materiales en que se desenvuelven estas fuerzas políticas. Solo determinando científicamente ambos aspectos podemos ubicarnos en el terreno concreto de la lucha de clases, eje sobre el que debe girar nuestra definición de ‘izquierda’ y ‘derecha’. Por una parte, la derecha busca conservar el estado de cosas existente, mientras que la izquierda, compuesta por los representantes de las clases del pueblo, por su condición de opresión, está conformada por los sectores que buscan cambiar y, en algunos casos, transformar el estado de cosas. En consecuencia, en el contexto de un país como el nuestro, que sufre la opresión del imperialismo y de la gran burguesía, la izquierda vendría a estar conformada por todos los sectores con vocación antiimperialista y de oposición a la gran burguesía: los partidos y movimientos de la burguesía intermedia, pequeña burguesía, campesinado (rico, medio y pobre) y el proletariado, todos ellos estarían dentro del espectro de la izquierda, mientras que los sectores pro-imperialistas, ligados a la gran burguesía (financiera y burocrática), conformarían el espectro de la derecha de nuestro país.
Este criterio de demarcación parte de las condiciones materiales de existencia, mientras que las otras dos definiciones pueden reducirse a un análisis del discurso, y es por ello la única que comprende realmente un horizonte revolucionario para el proletariado. Pues las definiciones de ‘izquierda’ y ‘derecha’ trazadas sobre el criterio mercantilista o culturalista limitan la conciencia política del pueblo a disputas al interior de los sectores de misma burguesía, pues en uno y otro caso, librecambismo y proteccionismo, “progresismo” (liberalismo) y conservadurismo, son dicotomías propias del sistema capitalista y ninguna rebasa ese marco, y han sido formas ideológicas en las que en reiteradas oportunidades la burguesía ha logrado arrastrar tras de sí al pueblo en su conjunto, como lo vemos en el caso de EEUU, entre otros. Únicamente el criterio de demarcación cuya premisa es el análisis de clase es el que nos permite ampliar las posibilidades y rebasar el marco de la sociedad burguesa, incorporando el elemento histórico en el concepto, reconociendo así los distintos intereses de clase, en donde el proletariado conserva la misión histórica de acabar con el sistema capitalista y ser gestor de una nueva sociedad. Como vemos, esta discusión no tiene nada de inofensiva, todo lo contrario, encierra en sí misma una lucha de clases. La elección de un criterio de demarcación al momento de definir a la izquierda y la derecha es ya, en sí misma, una toma de posición de clase.
Algo que es importante mencionar, y no quiero dejar de comentarlo, es que en la obra de los clásicos del marxismo se emplean muy poco los conceptos de ‘izquierda’ y ‘derecha’ para referirse a las contradicciones políticas nacionales o mundiales. Más encontramos el concepto de ‘pueblo’, ‘masas populares’ o ‘masas oprimidas’, algo que no tiene margen de ambigüedad. Cuando se refieren al “ala” izquierda o derecha, lo hacen sobre todo para referirse a los distintos sectores al interior de una clase u organización, de ahí que podamos sacar las conclusiones que hemos expuesto líneas arriba. Por eso, siendo fieles a la historia del comunismo, los marxistas más énfasis deberían poner en el concepto ‘pueblo’ y ‘clase’, en lugar de ‘izquierda’ y ‘derecha’.

En cuanto a la socialdemocracia, el marxismo hace mucho que le ha atribuido un carácter, y constituye una parte de la historia del movimiento obrero que nadie que se considere marxista debería dejar de conocer. La escisión de la socialdemocracia que trajo como consecuencia la constitución de Partidos Comunistas del tipo bolchevique[4] en todo el mundo, sucedió porque los principales dirigentes de los partidos socialdemócratas en el contexto de la primera guerra mundial (guerra imperialista) decidieron plegarse a las medidas belicistas de sus gobiernos, pasando así de una postura conciliadora pequeñoburguesa (que era combatible pero aún tolerable para Lenin) a tener una postura pro-imperialista declarada. Desde ese momento, Lenin formuló que “[l]a lucha contra el imperialismo que no esté indisolublemente ligada a la lucha contra el oportunismo es una frase hueca o un engaño”[5], pues, en efecto, la socialdemocracia (el oportunismo), desde que inició la Gran Guerra había tomado posición -bajo la consigna de “defensa de la patria”- por su respectivo país imperialista, sirviendo de esa manera al imperialismo. Luego serían precisamente ellos quienes se sumaron a las campañas anti-soviéticas y quienes llegaron a masacrar a los principales líderes comunistas en Alemania y el mundo. La historia ha demostrado hasta el cansancio que los partidos socialdemócratas, tal como lo señaló Lenin, fueron desde entonces el sostén y los principales aliados del imperialismo en Europa y el mundo. Por ello, combatir al imperialismo implicaba combatir a sus aliados, es decir, combatir también a la socialdemocracia. La socialdemocracia es un enemigo del pueblo, forma parte de la derecha, y eso no lo cambia en nada su discurso laborista, al contrario, los hace sumamente peligrosos, en tanto arrastran a las masas tras los intereses de las grandes burguesías imperialistas, y es por ello que a los marxistas nos corresponde la tarea de desenmascararlos en todo momento y lugar, sin ningún tipo de vacilación. Por tanto, cuando algunos sostienen que JP y Mendoza son socialdemócratas, están diciendo, de acuerdo con el marxismo, que son una fuerza de derecha, un sector político servil al imperialismo y al gran capital, y en ese sentido, no corresponde “criticarlos”, sino combatirlos.
En cuanto a la llamada “izquierda burguesa”, como su nombre lo indica, los marxistas se han referido a la izquierda representante de las capas de la burguesía que son parte del pueblo, y que, por su carácter de clase, son aquellos partidos y movimientos que siembran falsas ilusiones en las masas populares: la posibilidad de transformar el sistema capitalista por las vías democráticas e institucionales, la posibilidad de reformar el capitalismo y hacerlo más equitativo y “justo”, entre otras ideas que forman el ideario utopista de ciertos socialismos (efectivamente, muchos de estos grupos de la izquierda burguesa se definen como “socialistas”). Por esta razón, estas organizaciones de la izquierda burguesa proponen una mayor presencia del Estado en la economía de mercado, siendo mayor la presencia estatal que reclaman mientras más baja sea la capa burguesa a la que representen. Lógicamente, en su calidad de burguesía, se encuentra dentro del debate entre librecambismo y proteccionismo, a diferencia del proletariado, el cual rebasa dicho ideario y no se encuentra atado a ninguna de esas orientaciones de la economía burguesa, pues su misión histórica no consiste en realizarse en el capitalismo sino en volarlo por los aires.
Habiendo señalado todo lo anterior, ¿cuál es el criterio marxista de demarcación según el cual podríamos caracterizar a alguna organización como parte de la izquierda? Lo cual nos remite a una pregunta más concreta. ¿Cómo saber quiénes defienden verdaderamente los intereses de las distintas clases que integran el pueblo? Nuevamente no podemos caer en la autopercepción y creer que una fuerza política lucha por el pueblo por el simple hecho de decirlo. Elaborar una caracterización de clase de las fuerzas políticas demanda desarrollar una investigación empírica y multilateral, que integre información acerca de las fuentes de financiamiento, a qué intereses de clase responden los proyectos de ley presentados en caso haber tenido participación parlamentaria (esto, en particular, es una fuente valiosísima), las canteras de las que provienen sus principales cuadros, la posición que toman en momentos en que se agudizan las contradicciones sociales, alianzas y convergencias, la extracción de clase de sus fundadores, etc. Entre todo ello, quizá lo más importante es reconocer las fuentes de financiamiento, los objetivos de clase de los proyectos de ley y las posturas políticas que se adoptan en momentos de crisis. Solo esa investigación empírica, guiada por el aparato conceptual de marxismo, nos puede dar la respuesta acerca del carácter de clase de las organizaciones y movimientos que tienen presencia en la política nacional e internacional, determinando así si son parte del pueblo o no.
Por este motivo, y para finalizar, un partido como Juntos por el Perú, integrado por las organizaciones (supuestamente) de “izquierda”, que durante las últimas décadas han servido a gobiernos neoliberales, que no han hecho más que fortalecer a la derecha y la presencia del imperialismo en el Perú[6], que hoy ponen a la dirección a un movimiento como Nuevo Perú, organización que cuenta (como ya muchos lo han indicado) con el financiamiento de ONGs ligadas a USAID (lo cual demuestra, por cierto, su ligazón con el imperialismo norteamericano, algo que se hace evidente también en su discurso ideológico feminista, ambientalista, LGTBI+, queer, etc.), y que en los últimos años solo ha servido como furgón de cola de los gobiernos de la gran burguesía financiera en el Perú (PPK, Vizcarra, Sagasti), como lo demuestra la actividad parlamentaria y extraparlamentaria de este partido político en el lapso 2016 – 2021; un partido político con esas características, es evidente que no representa al pueblo, por el contrario, su práctica política ha servido en todo momento a los planes imperialistas en el país y a los intereses de una facción de la gran burguesía peruana. Ello es suficiente para definir a Nuevo Perú y JP como organizaciones de derecha.
Cuando era mucho más joven, épocas en que me iniciaba en la política, una compañera me dijo una verdad muy sencilla: ser de izquierda es estar por el pueblo. No hay forma más concreta de decirlo.
[1] Karl Marx, Discurso sobre el libre cambio, en Karl Marx, Miseria de la Filosofía, Moscú, Progreso, s/a, pp. 174 – 188.
[2] Lenin, V. I., El contenido económico del populismo, en V. I. Lenin, Obras completas, t. I, Madrid, Akal, 1975, pp. 453 -454.
[3] Véase, por ejemplo: Mao, T. Sobre la Nueva Democracia, en Mao Tsetung, Obras escogidas, t. II, Pekín, Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1971, pp. 353 – 400.
[4] Véase, por ejemplo: Lenin, V. I., Las tareas del proletariado en nuestra revolución, en V. I. Lenin, Entre dos revoluciones, Moscú, Progreso, 1978, pp. 75 – 108.
[5] Lenin, V. I., El programa militar de la revolución proletaria, en V. I. Lenin, Obras completas, t. XXIV, Madrid, Akal, 1977, p. 88.
[6] Sobre la “izquierda” que sostiene la campaña de V. Mendoza y su derrotero, pueden tener referencias en un post que publiqué recientemente. Para visualizarlo, hacer click aquí.
FUENTE MAOISMOPER