DONALD TRUMP PREMIO NOBEL DE LA PAZ: ¿NOS SIGUEN TOMANDO POR TONTOS?

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«El Estado de Israel cumple a cabalidad su papel de gendarme regional»

Se dice, acertadamente, que en la guerra la primera víctima es la verdad. Esto se hizo evidente, una vez más, con la guerra de Irán e Israel, ahora oficialmente terminada. ¿Por qué esta nueva guerra? Ambos bandos cantaron victoria. ¿Quién la ganó? ¿A quién benefició? En definitiva: ¿quién miente aquí?

POR MARCELO COLUSSI PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-

Así como los gobiernos de los Estados Unidos y Gran Bretaña necesitan las empresas petroleras para garantizar el combustible necesario para su capacidad de guerra global, las compañías petroleras necesitan de sus gobiernos y su poder militar para asegurar el control de yacimientos de petróleo en todo el mundo y las rutas de transporte.

James Paul, Informe del Global Policy Forum

      Se dice, acertadamente, que en la guerra la primera víctima es la verdad. Esto se hizo evidente, una vez más, con la guerra de Irán e Israel, ahora oficialmente terminada. ¿Por qué esta nueva guerra? Ambos bandos cantaron victoria. ¿Quién la ganó? ¿A quién benefició? En definitiva: ¿quién miente aquí?

       Partamos por ver el comportamiento histórico del Estado de Israel. No siempre fue esa máquina de masacrar población de la región mediooriental que es hoy día. En un primer momento, luego de su creación en 1948, no jugó el papel que actualmente se le conoce, como perro guardián de los intereses capitalistas occidentales. Por el contrario, trató de mantener una política de neutralidad entre los bloques de poder de entonces. Aunque ello duró poco; para comienzos de los 50 comienza a alinearse con una de las potencias que libraban la Guerra Fría: los Estados Unidos, y la doctrina de la neutralidad es desechada. Durante la década de 1950 Estados Unidos no estaba interesado en fomentar la inestabilidad del Medio Oriente, tal como sucede ahora. Por eso en esa época los aliados estratégicos del militarismo israelí fueron Francia y Gran Bretaña. Luego de la Guerra del Sinaí de 1956 la situación regional empezó a preocupar a la administración de Washington, con el presidente Eisenhower a la cabeza. Para ese entonces comienzan a caer los regímenes monárquicos apoyados por Gran Bretaña, y en su lugar se da el ascenso de proyectos militares anti-occidentales que acudieron a la ayuda militar soviética. John Kennedy fue el primer presidente estadounidense que le vendió armas a Israel, y a partir de 1963 comenzó a forjarse una alianza no oficial entre el Pentágono y los altos mandos del ejército israelí, que se mantiene a la fecha, solidificándose continuamente. Esta supeditación de los intereses nacionales a la lógica del enfrentamiento entre las, por ese entonces, dos superpotencias globales por zonas de influencia y control en el Medio Oriente no sólo reprodujo la lógica del conflicto árabe-israelí, sino que echa mano -sin saberlo seguramente- a esa trágica historia del paso de víctima a victimario, pues como dijo el ex Primer Ministro Ariel Sharon “Los árabes sólo entienden la fuerza, y ahora que tenemos poder los trataremos como se merecen”, “así como fuimos tratados nosotros en la Shoah” (el Holocausto), agregó con mucha perspicacia el politólogo palestino-estadounidense Edward Said.

    Hoy, definitivamente, ese Estado es una delegación del poder estadounidense -secundado también por la Unión Europea- en una zona particularmente rica en petróleo (un tercio de la producción mundial proviene de Medio Oriente y el Golfo Pérsico, y en la región se encuentras las reservas más grandes del planeta, junto con las de Venezuela), riqueza que Occidente -o mejor dicho: sus enormes multinacionales (ExxonMobil, Chevron, Halliburton -Estados Unidos-, Shell -Gran Bretaña y Holanda-, British Petroleum -Gran Bretaña-, TotalEnergies -Francia-) no quieren perder por nada del mundo. Esto explica que Israel sea una potencia militar, el único país de la región con armamento nuclear, no declarado oficialmente pero tampoco nunca negado (alrededor de 90 bombas atómicas), listo para defender esos intereses empresariales. El sionismo gobernante no defiende la “tierra prometida”; defiende los intereses capitalistas occidentales.

     Si bien el gobierno no es claro al respecto -por lo pronto nunca quiso firmar el Tratado sobre No Proliferación de Armas Nucleares-, según revelaciones que hiciera el científico nuclear Mordechai Vanunu (arrepentido por su accionar), que trabajó por nueve años en el reactor nuclear de Dimona en el desierto del Néguev, 150 kilómetros al sur de Jerusalén, Israel sí posee armas nucleares, según su denuncia, aparecida en 1986 en el Sunday Times, de Londres, bajo el título “Revelado: Los secretos del arsenal nuclear de Israel”. Las filtraciones que hiciera Vanunu provocaron que el Mossad lo repatriara -a partir de una peliculesca acción de secuestro en Roma-, pasando luego 18 años en prisión en territorio israelí -10 de ellos en aislamiento completo-.

   De hecho la ayuda militar estadounidense más grande para con algún país es la que otorga a Israel: alrededor de 4,000 millones de dólares anuales. Para Tel Aviv eso representa el 70% de la cooperación militar externa; el resto viene de Europa. A su vez, produce su propia tecnología militar -siempre asistido por Estados Unidos-, lo que lo constituye en un feroz guardián del área, en todo momento listo para atacar. “Israel debe ser como un perro rabioso, muy peligroso para ser molestado”, expresó sin ningún remordimiento, o más aún: ¡orgulloso!, el general israelí Moshé Dayán. ¿Orgulloso de ser un perro rabioso? Como dijo Einstein: “Hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana; y no estoy seguro de lo primero”.

   El Estado de Israel, que no representa los intereses de toda la población judía, tanto dentro del país como en la diáspora, cumple a cabalidad su papel de gendarme regional. En otros términos, tal como desvergonzadamente lo reconoció el canciller alemán Friedrich Merz, “hace el trabajo sucio”. Después vienen las potencias occidentales a hablar de libertad, democracia, derechos humanos, paz y estupideces grandilocuentes por el estilo. “Miente, miente, miente… Una mentira repetida mil veces se termina transformando en una verdad”, decía Goebbels. No se equivocaba.

   Hablando de mentiras, la primera a indicar es, según el bombardeo mediático al que nos somete a diario la corporación capitalista mundial (falsimedia) la de que las armas nucleares norteamericanas -y por tanto las israelíes- serían “buenas” (¿defienden la paz, la democracia y la libertad?), mientras que las que podría llegar a poseer Irán son “malas”. Nadie se lo puede creer… ¡pero nos lo intentan hacer creer a cada minuto!

   Israel atacó a Irán para impedir que el “maléfico” régimen de Teherán llegue a construir armas atómicas. Para ello bombardeó inclemente las defensas antiaéreas del país, su dotación de misiles, así como zonas urbanas de la capital (esto último ¿también para terminar con el programa nuclear?). Como no contaba con la tecnología militar necesaria -bombas de penetración-, con la ayuda de Estados Unidos se atacaron tres centrales donde se desarrolla el programa nuclear persa. Según el presidente Donald Trump esos tres centros fueron “totalmente destruidos”. Inmediatamente luego del bombardeo un informe realizado por la Agencia de Inteligencia de Defensa Estadounidense, titulado “Evaluación de daños de batalla”, fue filtrado a los medios informativos CNN, NBC News y The New York Times. El reporte indicó que las bombas lanzadas contra las instalaciones de Natanz, Isfahán y Fordo solo lograron retrasar el programa nuclear iraní por unos pocos meses, señalando que Irán conserva el control de casi todo su material nuclear (406 kilos de uranio enriquecido, que no se sabe dónde está escondido en este momento), lo que implica que podría fabricar un arma nuclear con relativa rapidez si decidiera hacerlo. Esta filtración desató la ira de la Casa Blanca. ¿Más mentiras en cierne? Trump, además de un camorrero de oficio, parece bastante mentiroso. Sin dudas su decisión de permitir ese bombardeo después de haber llegado a la presidencia diciendo que con él se terminaban todas las guerras, parece una acomodación -¿o una genuflexión?- a los intereses del poderoso lobby judío-estadounidense, y a los del complejo militar-industrial, el verdadero hacedor de la política exterior de Estados Unidos. Esto demuestra, una vez más, que no mandan los presidentes, ni siquiera el que tiene acceso al botón nuclear.

   Todo indica -según los análisis más realistas- que el ataque estadounidense no fue realmente letal como lo dijo el presidente. Él, con su peculiar estilo de cowboy matón, se ufanó de la acción, pudiendo decirle al principal líder iraní Ali Jamenei: “Te dimos una paliza”, no descartando ordenar nuevos ataques a las instalaciones nucleares si recibe informes creíbles de inteligencia que confirmen que continúa el enriquecimiento de uranio a “niveles preocupantes” (¿preocupantes para quién?). Siempre en su estilo bravucón y abusivo afirmó categórico que el país persa “Fue diezmado, sus tres malvadas instalaciones nucleares fueron destruidas, y yo sabía exactamente dónde se refugiaba [Jamenei], y no permití que Israel ni las fuerzas armadas de Estados Unidos, por mucho las más grandes y poderosas del mundo, le quitaran la vida. Lo salvé de una muerte horrible e ignominiosa”. ¿Hasta cuándo van a seguir tratándonos de estúpidos, mintiéndonos y manipulándonos?

   Según la corporación mediática capitalista el ganador de la guerra fue Israel, secundado por la potencia norteamericana. Estruendosamente se conocieron con rapidez los daños infringidos a la República Islámica: 700 muertos, entre ellos altos militares y científicos nucleares, más una alta cantidad de población civil, además de 5,000 heridos. Por el contrario, en Israel -según esas fuentes- se registraron solo 28 personas muertas (todas ellas civiles, menos una) con alrededor de 3,000 heridos. Bastante poco creíble, pues los más de 1,400 misiles y una enorme cantidad de drones enviados por Teherán, saturaron sus defensas aéreas, con una muy pensada estrategia de gradual escalada. Ello evidenció que la supuestamente inviolable Cúpula de Hierro no es tan inviolable, pues colapsó, y los misiles iraníes (los tiene hipersónicos, Israel no) lograron destruir bases militares e instalaciones vitales y estratégicas -el cuartel general del Mossad, por ejemplo-. La prensa capitalista occidental prácticamente no mencionó todo ello, pero sí el periódico israelí Maariv -el segundo de mayor circulación en el país, perteneciente a la poderosa red empresarial de la familia Nimrodi– quien se permitió reconocer que “Irán emergió de la guerra fortalecidoEn esa lógica, el ex ministro de Defensa israelí, Avigdor Lieberman, consideró públicamente que “el resultado de la guerra contra Irán fue discordante y amargo para Israel”. Si nos atenemos a la prensa capitalista occidental, Irán quedó fuera de combate. La realidad parece decir otra cosa.

   Más allá de las impresentables mentiras de la falsimedia capitalista, ¿quién ganó esa guerra de doce días? Respondámoslo con una comparación: sucede lo mismo que está ocurriendo ahora en Estados Unidos. Si el actual mandatario -convicto de la ley pero que, impunemente, ocupa un cargo público- vocifera que “hay que hacer grande de nuevo a Estados Unidos” (MAGA, por su acrónimo inglés), con esa formulación está reconociendo (¿inocente confesión?) que la potencia ya no es tan grande, que está en declive. En otros términos: cuando se alardea tanto con algo (“¡No vayan a creer que me dan miedo los perros!”, por ejemplo) es porque ese decir esconde exactamente lo contrario (No lo reconozco, pero ¡me aterrorizan los perros!). Para el presente caso: “Israel le dio una paliza al maligno régimen islámico” … Parece exactamente lo contrario: Tel Aviv agotó rápidamente su dotación de misiles -ya no tenía municiones con las que continuar la guerra-, mientras que Irán sí los dispone como para continuar el bombardeo por varias semanas, y recibió una tremenda paliza que no se esperaba. Ante ello buscó la actual “paz”, en la que el presidente Trump jugó el papel de supuesto factótum, lo cual llevó a la infame y absurda hipocresía de postularlo como candidato al Premio Nobel de la Paz por ese hecho. ¿Hasta cuándo soportaremos la andanada de mentiras y manipulaciones? Se habla de paz -la palabra más manoseada de la historia- mientras se enaltece la guerra. “Quiero elogiarle por las cruciales 14 enormes bombas lanzadas contra las instalaciones nucleares iraníes”, dijo el secretario general de la OTAN, el neerlandés Mark Rutte, quien se desvivió en elogios ante Trump en una repugnante actitud servil, tratando al magnate presidente de “hombre fuerte”, “hombre de paz”, llegando al colmo vergonzoso de decirle “papi”. Recuerda lo de “relaciones carnales” del presidente argentino Carlos Menem.

    ¿Qué significó esta guerra?, que se ha detenido ahora, pero que puede continuar en cualquier momento, pues no existe ningún documento firmado que fije un alto al fuego. Es un intento del imperialismo estadounidense, acuerpado por la OTAN y la rastrera Unión Europea, de seguir haciendo lo imposible por mantener su hegemonía, que ve que va perdiendo paulatinamente. Quizá sea un esfuerzo desesperado de una potencia que va cayendo. Empantanar a Rusia en su guerra contra Ucrania -quizá forzándola a utilizar armamento nuclear táctico, preámbulo entonces de un Armagedón generalizado-, seguir levantando al Estado de Israel como potencia dominante de Medio Oriente con poderío nuclear destruyendo la capacidad atómica de Irán y a todos los aliados de Teherán (Hamas, Hezbollah, hutíes), seguir provocando a China a partir de la situación de Taiwán -“provincia rebelde” para Pekín, “territorio libre de comunismo” para la visión de Washington-, todo eso tiene como objetivo final bloquear el intento de crecimiento del área BRICS+ -teniendo a China como principal enemigo-, intentando impedir una economía que se aleje del dólar. Dicho de otro modo: hacer lo imposible por detener (o lentificar) su caída. Este bloque BRICS, definitivamente sigue creciendo, y su peso global ya es significativo (más de 40% del producto mundial, con enorme poderío científico-técnico y militar, y una enorme población, que alcanza a la mitad de la humanidad).

    Los partidos comunistas de Israel y de Irán, en un comunicado conjunto, muy sopesado y profundo, afirman que “Israel y Estados Unidos -tras lo ocurrido en Irak, Libia y Siria- están ahora decididos a socavar la soberanía iraní y no se detendrán hasta someter a todos los regímenes de la región bajo el mismo proyecto imperialista de hegemonía en Medio Oriente, cuyo fin es aplastar la voluntad de los pueblos y su derecho a la autodeterminación”. Es evidente que todas estas guerras locales -Medio Oriente, Ucrania, las que se libran en África, quizá la de Taiwán- constituyen la expresión de una Tercera Guerra Mundial que ya se está librando, de momento sin armas nucleares. Las grandes potencias no ponen el cuerpo, sino que ello queda para, como diría Frantz Fanon, “los condenados de la tierra”.

   Escritas estas líneas hoy -por suerte existen medios alternativos como el presente donde reina la verdad y no las fake-news– no sabemos cómo seguirá este explosivo panorama internacional. Entre el momento en que son escritas y en el que serán leídas puede haber cambios significativos en el panorama mundial. Los acontecimientos se están precipitando de un modo vertiginoso. Sin dudas, estamos -la humanidad completa- sobre un barril de pólvora con un fósforo encendido en la mano. Lo que está claro es que el capitalismo se muestra empantanado, y en la cabeza caliente de algunos de sus tomadores de decisiones existe la perspectiva de la guerra (¿Tercera Guerra Mundial?) como una forma de destrabarse. ¿La locura más demencial al poder? Vale la anterior cita de Einstein.

https://canarias-semanal.org/art/38259/donald-trump-premio-nobel-de-la-paz-nos-siguen-tomando-por-tontos

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