
¿Puede una izquierda que aprueba créditos de guerra seguir diciendo que representa a los trabajadores?
Lo que empezó como un giro inesperado en Alemania, se ha revelado ahora como una suerte de tendencia europea: la izquierda institucional ha abandonado lo que clamaba era «su alma antimilitarista», para subirse al tren del poder. Die Linke, PSOE y SUMAR dan pasos similares, aunque con disfraces distintos. Y lo hacen con el mismo desprecio hacia quienes aún creen en el internacionalismo y el socialismo. Conozca a través de este artículo de nuestro colaborador Máximo Relti, las parabólicas acrobacias del reformismo socialdemócrata europeo.
POR MÁXIMO RELTI PARA CANARIAS SEMANAL.ORG.-
La historia se repite, pero esta vez, nuevamente, como farsa.
Lo que parecía ser un escándalo estrictamente alemán, -el voto de Die Linke a favor de los créditos de guerra en el Bundesrat-, ha resultado ser, en realidad, un espejo en el que se reflejan las miserias compartidas de toda la izquierda institucional europea.
En Alemania, como en España, los partidos que un día se reclamaron herederos de las luchas obreras, desfilan hoy marcialmente al ritmo del paso de la oca, tal y como les marca el capital. Y los muy cabritos lo hacen, además, tratando de convencernos de que la acrobática pirueta la están haciendo por nuestro bien. O sea, algo así como si intentaran conducirnos al matadero para salvarnos de las inclemencias de la lluvia.
En Mecklemburgo-Pomerania Occidental y Bremen, Die Linke, -que hasta ayer mismo presumía de antimilitarismo radical-, ha votado a favor de una reforma constitucional que permite financiar el rearme de Alemania, rompiendo lo que ellos describían como su línea roja ideológica.
Este partido, que en alguna ocasión llegó a plantear «una seguridad colectiva con Rusia» y que rechazó la OTAN, ha terminado aprobando una política de endeudamiento para la guerra. ¿Por convicción? No. Tan solo por mantener un asiento en la mesa del poder, aunque esa misma mesa esté profusamente cubierta de pólvora.
«El militarismo gourmet ha llegado: matar, sí, pero con conciencia ecológica«
En España, la película se proyecta con los mismos actores, aunque con otro doblaje. El PSOE, esa socialdemocracia siempre «fiel» a sus principios… mientras estos no choquen con los del IBEX-35, ha encontrado en SUMAR el socio perfecto: uno que ladra mucho, pero muerde poco. O, más bien, nada.
Mientras el gran tahúr del Misisipi, Pedro Sánchez, entona discursos sobre el «refuerzo de la defensa europea», SUMAR pretende maquillarlo con retórica de boutique ideológica: «no es rearme«, dicen, «se trata tan solo del perfeccionamiento tecnológico de las armas”. O sea, es algo así como si, por no se sabe qué pirueta conceptual, un obús fuera más humanitario por llevar instalado un sensor.
Pero lo realmente exquisito, lo que merece capítulo aparte en este sainete, son los malabares lingüísticos de ciertos portavoces para justificar lo injustificable. Hablamos, como no, de Enrique Santiago, portavoz de Izquierda Unida, quien ha hecho del sofisma una suerte de yoga parlamentario. Para facilitar la comprensión de los lectores acerca de este peculiar personaje, hemos tratado de recoger aquí algunos de sus greatest hits, que incluiremos con todo el ácido gástrico que nos merecen:
1. El disfraz del «uso dual»
Cuando se trata de justificar millones en armamento, Santiago nos explica que “muchas de esas tecnologías pueden tener aplicación civil”. ¡Ufff, qué alivio!. No sabíamos que los tanques servían para limpiar carreteras y que los misiles también pueden usarse para lanzar satélites de paz. El militarismo gourmet ha llegado para quedarse: matar, sí, pero con conciencia ecológica.
2. La trampa del “no tenemos más remedio”
Otra de las joyas habituales de este personaje es la de “estas no son las medidas que deseamos, pero las impone el contexto”. Traducido: no nos gusta lo que hacemos, pero lo hacemos igual, porque decir que no nos llevaría a perder nuestras cómodas poltronas.
Esta «izquierda» de principios líquidos ha descubierto que con un poco de vaselina retórica todo puede caber perfectamente en el marco europeo.
3. La abstención cómplice
En lugar de votar directamente a favor, optan por abstenerse “para no romper la unidad de acción”. La táctica del «ni sí, ni no, sino todo lo contrario». Así mantienen su aura rebelde mientras permiten que las políticas sigan adelante. Nicolás de Maquiavelo posiblemente estaría muy orgulloso de todos ellos, pero Lenin, con toda seguridad, les hubiera escupido a la cara.
4. El recurso al “interés nacional”
No obstante, cuando todo falla, siempre queda la posibilidad de invocar la defensa de “los intereses del país”. Y es que nada tranquiliza más a un obrero que saber que su Gobierno invierte en cazas supersónicos en lugar de en escuelas o Sanidad.
“No queremos la guerra, pero necesitamos estar preparados”, se atreven a decir. Es algo similar a lo que ocurre con aquel vecino que guarda una escopeta “por si acaso”, aunque viva en una urbanización superprotegida con vigilancia de 24 horas.
Y, mientras tanto, la clase trabajadora, los jóvenes, observando boquiabiertos y expectantes, sin poder contar con una puñetera brújula ideológica que pueda ayudarles a orientarse.
En Alemania, el sector más joven de la población, que en el pasado habían apostado por Die Linke, empiezan hoy a mirar desconcertados hacia otras opciones como por la ultraderechista Alianza por Alemania (AFD), o el todavía muy mosqueante nuevo partido de Sahra Wagenknecht.
«Lo que decía ser una «izquierda transformadora» ha terminado convertiéndose en una «izquierda decorativa»
En España, el desencanto cunde entre quienes confiaron en aquel extraño andamiaje morado, que usurpó los restos del 15M, que se jactaba de querer romper con el neoliberalismo, y que, transcurridos unos pocos años, terminó vendiendo al mejor postor nuestra mantequilla, para intercambiarla por cañones.
Y es que el problema no es solo de coherencia ideológica. Es también una cuestión de prioridades: en plena crisis inflacionaria, con servicios públicos desmantelados y precariedad rampante, ¿cómo es posible justificar el desvío de miles de millones hacia armamento? Pues es muy sencillo: mintiendo. O, lo que es peor, disfrazando sus mercancías de contrabando con retórica. O recurriendo al viejo truco del almendruco: “esto es por el bien común”. Aunque en este caso, el único “bien común” detectable en este desventajoso trueque no sea otro que el de las ganancias multimillonarias de los grandes contratistas de la Defensa.
En pocas palabras. Die Linke, el PSOE y SUMAR nos están ofreciendo un espectáculo de travestismo político tan bochornoso que haría palidecer al más brillante de los espectáculos de feria. Aquella cosa que un día osara autodenominarse como la «izquierda transformadora», ha terminado mutando en una suerte de «izquierda decorativa», hortera ciertamente, pero también muy útil a la hora de legitimar y embellecer al sistema.
No obstante, me mantengo. Por mucho que lo adornen, el cañón continuará siendo un cañón, y la traición seguirá oliendo a lo mismo: a mierda, y a un profundo desprecio por los intereses de aquellos a los que dicen representar.