Las figuras clave del nuevo orden ultraconservador: Migración, educación, justicia y más»
La nueva administración de Donald Trump no será un simple relevo de liderazgo, sino la consolidación de un proyecto ultraderechista que profundiza la desigualdad, restringe derechos y manipula el miedo como herramienta política. Figuras como Stephen Miller, Betsy DeVos y Steve Bannon articulan un plan diseñado para reforzar el poder de las elites a costa de las mayorías, afectando ámbitos clave como la migración, la justicia, la educación y la política internacional.
POR ADAY QUESADA PARA CANARIAS SEMANAL.ORG.-
A medida que el nuevo liderazgo político de Donald Trump se prepara para asumir las riendas del poder, el panorama que se delineará ante la opinión pública está muy lejos de ser un simple relevo de nombres o una rotación burocrática.
Muy por el contrario, lo que se perfila es la consolidación de una corriente ultraderechista que ha ido creciendo y afianzándose a lo largo de años de discursos incendiarios, maniobras mediáticas, operaciones represivas y políticas destinadas a reforzar las desigualdades sociales.
Las figuras que rodearán a la próxima Administración de Trump encarnan, de manera diversa, las líneas maestras de un proyecto autoritario que pretende afianzar la supremacía de unos pocos frente a las aspiraciones de la mayoría.
En el listado de personajes cuyas trayectorias políticas examinamos en detalle, aparecen desde asesores ideológicos convertidos en propagandistas del miedo, hasta magnates tecnológicos que disfrazan el sometimiento laboral bajo el manto de la innovación; desde figuras políticas tradicionales con historial represivo, hasta recién llegados con discursos aparentemente renovadores pero igualmente hostiles hacia la justicia social.
Todos ellos comparten un rasgo esencial: sus biografías, decisiones previas y compromisos ideológicos que se encuentran todos ellos inscritos en el ideario ultraderechista. Y, también todos ellos, buscan blindar el poder de las elites, negar derechos fundamentales a las minorías, manipular la información y restringir la libertad bajo pretextos patrióticos.
El propósito de este repertorio biográfico-político es mostrar a nuestros lectores las coordenadas generales de un entramado político que se sostiene sobre la exclusión, la desigualdad institucionalizada y el temor, en el que cada uno de estos individuos desempeñará en la consolidación del orden establecido.
STEPHEN MILLER
Miller destaca como el artífice intelectual de las políticas migratorias más radicalmente hostiles del periodo previo de la misma administración. Su notoriedad se debe a la inspiración y redacción de medidas que dificultaron el acceso al asilo, incrementaron el número de detenciones y normalizaron la separación de familias en la frontera. Antes de ocupar el centro de la escena, Miller ya había dado muestras de en qué consistía su ideología.
Durante su etapa universitaria, se caracterizó por discursos contra la diversidad cultural y la inmigración, enfatizando la necesidad de preservar una identidad nacional “pura”. Posteriormente, se rodeó de círculos mediáticos afines a la “alt-right”, una nebulosa de grupos supremacistas blancos que alimentaron el auge de políticas basadas en la xenofobia.
El legado de Miller se extiende más allá de las fronteras. Su papel en la consolidación del muro físico y simbólico contra América Latina ha convertido la vulnerabilidad de los migrantes en arma política. Además, su insistencia en vincular la inmigración a la criminalidad responde a una táctica clásica de la ultraderecha: fabricar enemigos internos para dividir a las clases populares y diluir las demandas de equidad. Con su retorno o influencia en el nuevo equipo, es previsible un recrudecimiento de estas dinámicas, institucionalizando aún más la intolerancia y consagrando la desigualdad ante la ley.
STEVE BANNON
Bannon operó como estratega principal en el ascenso del ultranacionalismo dentro del seno del poder. Su pasado como director de Breitbart News lo colocó en el centro de un ecosistema informativo destinado a banalizar el racismo y legitimar posturas antiinmigrantes, antimusulmanas y antisemitas.
Bannon fue clave en dotar a la derecha más radical de un discurso seudointelectual, un marco conceptual que presentaba la defensa del supremacismo blanco como un acto patriótico y heroico, y señalaba a las minorías como una amenaza existencial. Fue él quien impulsó el uso de las redes sociales para propagar teorías conspirativas, infundir desconfianza en las instituciones democráticas y enemistar a distintos segmentos de la población entre sí.
La contribución más notoria de Bannon a la ultraderecha fue su capacidad para apropiarse del desencanto causado por la globalización y el neoliberalismo, desviando la cólera popular hacia “forasteros” y supuestos enemigos internos. Así, mientras las elites económicas consolidan su poder, el trabajador medio es alentado a culpar a los migrantes, a los musulmanes o a los defensores de derechos civiles.
Esta técnica de manipulación masiva dio como resultado un electorado dividido, asustado y proclive a apoyar políticas autoritarias. Bannon sigue ejerciendo influencia a través de redes internacionales de la derecha radical, apoyando candidatos y partidos afines que refuerzan las mismas agendas de exclusión.
BETSY DEVOS
El ámbito educativo también ha sido terreno fértil para la ultraderecha. En este caso, DeVos encarna la ofensiva contra la educación pública. Con un pasado marcado por donaciones y apoyo a organizaciones que promueven el ideario conservador cristiano y que ven la enseñanza como un nicho de negocio, DeVos utilizó su posición para debilitar la red de escuelas públicas.
Favoreció las escuelas charter, las subvenciones a instituciones privadas y las exenciones para entidades religiosas, dificultando el acceso igualitario a la educación. Su hostilidad hacia las protecciones antidiscriminatorias, ejemplifica una visión educativa retrógrada y elitista.
La trayectoria de DeVos en la Secretaría de Educación estuvo marcada por la connivencia con prestamistas privados y la insensibilidad hacia el endeudamiento estudiantil. Su mirada entiende el conocimiento como un privilegio negociable en el mercado, no como un derecho humano universal. Esta lógica, propia de la ultraderecha económica, margina a las mayorías y garantiza que la movilidad social siga siendo un mito. Al reincorporarse o influir sobre el rumbo educativo, asegurará la reproducción de las estructuras sociales que favorecen a las élites blancas y adineradas.
JEFF SESSIONS
Sessions representa la forma más tradicional de la ultraderecha en el plano jurídico. Durante su etapa como Fiscal General, endureció las políticas represivas contra minorías raciales, sobre todo la comunidad afroamericana, y reforzó la práctica del encarcelamiento masivo.
Sus posiciones antiinmigrantes se hicieron evidentes al criminalizar el cruce fronterizo y debilitar las vías de acceso legal al país. Además, Sessions se opuso activamente a las reformas penitenciarias que buscaban frenar la sobrepoblación carcelaria y las prácticas discriminatorias de la policía.
Su historial ultraderechista no se limita a la inmigración: sus antecedentes en Alabama ya habían sido cuestionados por comentarios racistas y por obstaculizar la persecución legal de casos de derechos civiles. La reincorporación de una figura con este perfil a la esfera de influencia gubernamental indica un retorno a la política del terror interno, donde la ley se interpreta a conveniencia de las elites para mantener a raya el descontento social. El objetivo no es la justicia, sino la represión selectiva.
MIKE POMPEO
Pompeo, desde el ámbito de la política exterior, ha encarnado la versión internacional del ultranacionalismo. Su retórica bélica y sus intentos por identificar enemigos externos permanentes legitimaron la imposición de sanciones unilaterales y el financiamiento de intervenciones encubiertas. Como exdirector de la CIA y Secretario de Estado, Pompeo promovió la manipulación de información, avaló presiones económicas sobre países catalogados de “adversarios” y justificó la amenaza militar como herramienta legítima para imponer el interés nacional de la potencia que representaba.
La ultraderecha encarnada por Pompeo defiende la supremacía de su país en el concierto internacional, rechazando la cooperación multilateral y la diplomacia pacífica. La retórica del “choque de civilizaciones” y la construcción de una narrativa donde ciertas naciones son “amenazas” esenciales refuerzan la idea de una jerarquía global en la que unos pocos deciden el destino de la mayoría. Este enfoque contribuye a la inestabilidad global y consolida los intereses del complejo industrial-militar, beneficiando a las grandes empresas armamentísticas y energéticas, en detrimento del bienestar de los pueblos.
ELON MUSK
Aunque no sea un político tradicional, la cercanía de Musk con las esferas de poder ultraderechista revela otra faceta: su fascinación por un capitalismo depredador, disfrazado de innovación.
La trayectoria de Musk, magnate tecnológico con aspiraciones “visionarias”, se ha visto salpicada por acusaciones de precarización laboral en sus fábricas,hostigamiento antisindical, políticas internas que fomentan la competitividad salvaje y condiciones de trabajo extenuantes.
Su influencia en el panorama político pasa por presentar la desigualdad como el resultado “natural” de la meritocracia y la innovación empresarial, cuando en realidad se fundamenta en la explotación de la fuerza laboral.
Su afinidad con el ultranacionalismo se expresa en la tolerancia hacia discursos discriminatorios en las redes sociales que él controla, así como en la indiferencia ante las consecuencias sociales de las burbujas especulativas que alimentan las empresas tecnológicas. Musk, con su halo de genio emprendedor, refuerza el mito de la elite iluminada destinada a gobernar la economía global, mientras las mayorías quedan relegadas a un papel secundario. Su presencia legitima la idea de que no hay alternativa a la concentración de la riqueza ni a la estratificación social.
VIVEK RAMASWAMY
Vikek Ramaswamy, empresario y figura emergente en la órbita ultraconservadora, encarna un “nuevo” rostro de la ultraderecha, que combina un aparente cosmopolitismo con la defensa incondicional del libre mercado más agresivo. Su discurso critica cualquier intento de regular las corporaciones, denigra la intervención estatal a favor de los más vulnerables y presenta las jerarquías sociales como el producto lógico de la dinámica competitiva.
Aunque no se le vincule directamente con grupos supremacistas evidentes, su posición refuerza la estructura de privilegios: al negarse a reconocer la opresión histórica que sufren las minorías, legitima el statu quo.
La ultraderecha no necesita siempre banderas abiertamente racistas: también puede expresarse a través de la negación del racismo, del clasismo y del patriarcado. Ramaswamy es un ejemplo de cómo el relato del emprendedor carismático puede encubrir las mismas lógicas de dominación que han oprimido a las clases populares durante siglos. Sus ideas alimentan la falacia de que las libertades individuales (para la élite) deben estar por encima de cualquier justicia social.
MARCO RUBIO
Rubio, senador con amplio recorrido político, ha sido un vocero de la línea dura en política exterior, sobre todo hacia América Latina. Su apoyo a sanciones económicas contra gobiernos percibidos como contrarios a los intereses de los EEUU no hace más que castigar a poblaciones enteras,
generando inestabilidad y migraciones forzadas. Este juego con el sufrimiento ajeno, presentado como defensa de la democracia, responde a la misma lógica ultraderechista: la polarización geopolítica se convierte en excusa para el intervencionismo.
A nivel interno, Rubio ha mantenido posturas conservadoras en cuestiones sociales, defendiendo el refuerzo de la policía fronteriza, las políticas contra la inmigración indocumentada y las restricciones al derecho al aborto. Su insistencia en la retórica del “sueño americano” contrasta con su apoyo a políticas que hacen cada vez más difícil para las clases trabajadoras y las minorías prosperar. Su rol consolida el imaginario ultranacionalista, donde la grandeza nacional se mide por la capacidad de imponer sus intereses en el extranjero y por la resistencia interna a las demandas de justicia.
ROBERT F. KENNEDY JR.
La presencia de Kennedy Jr. en este escenario puede resultar desconcertante, dado su apellido asociado a un pasado liberal en la memoria colectiva. Sin embargo, en los últimos años, sus posturas contra las vacunas y la difusión de teorías conspirativas han calado hondo en sectores ultraderechistas que se alimentan del miedo, la desinformación y la incertidumbre. Lejos de aportar una visión crítica y constructiva, su discurso ambiguo frente al auge de grupos neofascistas le ha permitido servir de puente entre el desencanto popular y corrientes reaccionarias.
La ultraderecha se nutre también del caos informativo y la confusión ideológica. Las posturas de Kennedy Jr. han debilitado la confianza en el conocimiento científico y han estimulado la sospecha generalizada, elementos clave para que los extremistas construyan un relato en el que la verdad es maleable y manipulable. De esta forma, se suma a la entropía ideológica que facilita la llegada al poder de figuras que desprecian los derechos humanos y las conquistas sociales.
TOM HOMAN
Homan, exdirector interino de la agencia de control migratorio (ICE), encarna la mano de hierro en el interior de las fronteras. Bajo su liderazgo, las redadas masivas, la separación de familias, la prolongada detención de solicitantes de asilo y las condiciones inhumanas de centros de detención se convirtieron en práctica cotidiana. Este endurecimiento de la política migratoria no solo busca disuadir la inmigración, sino también infundir miedo en las comunidades migrantes ya establecidas, debilitando su capacidad de organización y reclamo de derechos.
La ultraderecha que representa Homan se basa en la criminalización de la otredad. Su gestión ha normalizado el trato deshumanizante hacia seres humanos que huyen de la pobreza, la violencia y la falta de oportunidades, problemas que, paradójicamente, a menudo tienen su origen en la injerencia de potencias extranjeras sobre sus países de origen. Su permanencia o regreso a los círculos de poder refuerza la idea de que el Estado debe ser un aparato punitivo, listo para desplegar su fuerza contra quienes no encajen en la visión excluyente de la nación.
El conjunto de estos personajes se articula como un bloque monolítico que consolida una visión social ultraderechista. Lejos de ser una suma fortuita, su presencia coordinada responde al interés de las elites por cerrar filas ante las protestas, las demandas de las minorías y el descontento generalizado con un sistema incapaz de acercarse a la idea de repartir siquiera mínimamente los frutos del crecimiento económico.
Para cada ámbito —migración, educación, política exterior, tecnología, justicia— existe una figura que, desde la óptica del poder, ofrece herramientas para reforzar la dominación.
Cada uno de estos nombres, desde Miller hasta Homan, pasando por Bannon, DeVos, Sessions, Pompeo, Musk, Ramaswamy, Rubio y Kennedy Jr., encarna una pieza esencial en este rompecabezas del extremismo derechista.
Son rostros distintos para una misma lógica de poder: la preservación de los privilegios de unos pocos a costa de las mayorías. Detrás de sus gestos, declaraciones y decisiones, late la pulsión por mantener intactas las jerarquías y obstaculizar toda apertura hacia un orden social más justo.
El panorama que delinean promete un gobierno no para el pueblo, sino contra el pueblo, al servicio de quienes ostentan la riqueza y el control.
VÍDEO RELACIONADO: