Todas las vidas importan, o al menos eso se nos dice. En realidad, esto depende de cómo se aborde el asunto. Mao Zedong decía que la vida de una persona que moría por los intereses del pueblo pesaba más que una montaña, en cambio, la vida de una persona que moría defendiendo a los explotadores pesaba menos que una pluma.
Otro ejemplo, para los sionistas, los bebés, las mujeres, los hombres y ancianos asesinados por miles en Gaza por causa de los bombardeos indiscriminados de Israel, no tienen la mayor importancia, ya sea porque ven la perdida de esas vidas como «daño colateral» o peor aún, como «agentes de los terroristas de Hamás» (sí, incluyen a los recién nacidos). En cambio, no piensan lo mismo cuando los muertos son del lado israelí.
El capitalismo nos muestra todos los días esa verdad, en concreto, no todas las vidas importan, al menos no de la misma manera para todo el mundo. En Colombia estamos siendo testigos de eso con lo ocurrido con el atentado contra el congresista uribista Miguel Uribe Turbay. Desde el momento del atentado hasta el día de hoy, el eco que se ha hecho de este suceso ha sido grande. La prensa ha desplegado toda una cobertura mediática al respecto; la atención médica ha sido de primera; no han faltado los comunicados y declaraciones rechazando los hechos por parte de políticos profesionales y partidos políticos tanto de derecha, centro e izquierda, instituciones de investigación y ONGs, gremios económicos 1 , celebridades, curas 2, etc.; el gobierno rechazó el atentado y ha puesto a funcionar toda su red de investigación para dar con los responsables (hasta el momento ya van tres capturados) 3, incluso ha solicitado la participación de entes de investigación de Estados Unidos 4 y de otros países; se han realizado plantones, velatones y oraciones frente a la Fundación Santa Fe donde se encuentra en UCI Uribe Turbay, hasta la Filarmónica de Bogotá hizo presencia en ese lugar; y recientemente, se realizó una «Marcha del Silencio» convocada por la oposición derechista, que contó con la asistencia del llamado centro, como el partido Dignidad y Compromiso, o la candidata presidencial Claudia López. En fin, no se han escatimado esfuerzos para difundir lo que ocurrió con el congresista uribista, ni para exigir justicia o su pronta recuperación.
En el caso contrario, la cobertura mediática y las acciones realizadas por diversos actores políticos y sociales, así como por parte de las instituciones estatales, ha sido poca o casi nula cuando se trata de la vida de los dirigentes sociales y firmantes de paz. Se nos viene diciendo que, a raíz del atentado contra Uribe Turbay, Colombia «ha regresado a la violencia». Eso es totalmente falso. El país no ha dejado de ser un país violento. La violencia reaccionaria contra los luchadores populares o contra firmantes de paz no ha cesado. Según Indepaz, el año pasado se registraron 204 líderes sociales y firmantes de paz asesinados; y en 2025, van 88 firmantes de paz y líderes sociales asesinados 5 . Vemos que, en este caso, no se está dando la misma importancia para las vidas de los dirigentes sociales y firmantes de paz en relación con Miguel Uribe Turbay. Ni el gobierno del Pacto Histórico que dice ser un «gobierno popular» ha tomado acciones para prevenir y para obtener justicia en el caso de estos asesinatos.
¿Por qué hay una indignación mayor con el atentado hacia Uribe Turbay y no por los líderes sociales y firmantes de paz asesinados? Por dos razones, la primera, es por la condición social de Uribe Turbay. Nacido en el seno de una familia burguesa, nieto de un expresidente de la República, político profesional, figura de la oposición de derecha y pre candidato presidencial. Esta condición permite que la atención recibida sea mayor a la que reciben dirigentes sociales y firmantes de paz, en su mayoría de la clase obrera y «que cuestan menos que la bala que los mata» 6. Segundo, porque debido a la atención exagerada que ha recibido este caso, ha permitido a la oposición de derecha y de centro, a los medios capitalistas, a los gremios, y a todo sector que está contra el gobierno, sacar beneficio político del asunto, y más pensando en las elecciones del año entrante. Para ellos, plantear la necesidad de proteger y que se haga justicia en el caso de los líderes sociales y firmantes de paz no tiene ninguna utilidad política.
Como vemos, no todas las vidas importan. Y así como para la reacción nuestras vidas no les importan, salvo sus beneficios. A nosotros los trabajadores no nos debería importar la vida de una persona como Uribe Turbay que es un férreo defensor de este sistema que nos explota y nos oprime constantemente. El proletariado revolucionario ha rechazado el atentado personal como forma de lucha revolucionaria, pero eso no significa que debamos sumarnos a toda la cobertura mediática y política que se está haciendo alrededor de Uribe Turbay. Nuestra preocupación debe ser con nuestros hermanos y hermanas de clase que vienen siendo amenazados de muerte o asesinados por defender sus derechos básicos. Nuestra postura: que cada clase llore a sus muertos.
[6] “Los Nadie”, Eduardo Galeano.
