En el 141 aniversario de su muerte el ejemplo valiente de Marx es casi tan importante como su legado teórico
El 14 de marzo de 1883, hace ahora 141 años, fallecía Carlos Marx. Filósofo, revolucionario y científico social, Marx inicio – junto con Federico Engels – una tradición de pensamiento y acción revolucionaria que, desde entonces, una legión de adversarios se ha esforzado por combatir, descalificar o tergiversar (…).
Por CRISTÓBAL GARCÍA VERA PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
El 14 de marzo de 1883, hace ahora 141 años, fallecía el revolucionario, filósofo y científico social Carlos Marx.
Marx no solo consagró su vida a la lucha por alcanzar una sociedad de seres humanos libres e iguales, en la que no tuviera cabida la explotación del hombre por el hombre. En su esfuerzo por fundamentar racionalmente este proyecto político, inauguró también una tradición teórico-práctica que sigue constituyendo, en nuestros días, una herramienta insustituible para entender el funcionamiento real del capitalismo y para que el combate organizado contra este sistema pueda desarrollarse con posibilidades de éxito.
Semejante capacidad de subversión tenía que determinar, necesariamente, la consideración de las clases dominantes y sus aparatos ideológicos acerca de Marx y su producción científica. A nadie debería extrañar, pues, que una legión de académicos acomodados, medios de comunicación, políticos, tertulianos superficiales y predicadores de toda laya se hayan esforzado, desde antes de su muerte y hasta la actualidad, para intentar descalificar al personaje histórico y su peligroso legado, así como para tergiversar su obra con el objeto de tornarla más o menos inofensiva.
Desde los años 70 del pasado siglo, las sucesivas derrotas del movimiento obrero y el movimiento comunista internacional iniciaron una época de reacción que, en el plano teórico, se tradujo en la enésima “muerte de Marx”, cuya teoría se empezó a presentar como “una antigualla” sin capacidad para explicar las cambiantes sociedades contemporáneas.
Pero, seguramente porque «la necesidad hace al órgano», tantas veces como los defensores del orden establecido han dado por «muerto» a Marx su obra se ha empeñado en responder, parafraseando a Mark Twain, que los rumores sobre esa muerte habían sido, definitivamente, muy exagerados.
Huelga decir que, como cualquier teoría no metafísica, el marxismo debe ser siempre actualizado y perfeccionado para explicar una realidad social que, efectivamente, es cambiante. Sin embargo, la propia evolución del capitalismo contemporáneo se ha encargado de poner de manifiesto que los descubrimientos sobre las raíces de este sistema realizados por Marx continúan dando cuenta de su dinámica esencial, con mucha mayor eficacia que cualquier otro paradigma teórico.
Cuestiones tan básicas y actuales como la acumulación del capital y sus Crisis, la depauperación de la mayoría de la población mundial, la depredación creciente de los recursos naturales y el medioambiente, las guerras de conquista, los Golpes contra gobiernos «rebeldes» orquestados por las potencias imperialistas, la cada vez más evidente función represiva de los Estados o la naturaleza de la inevitable competencia que se establece entre las potencias capitalistas declinantes y las emergentes, no se pueden comprender cabalmente sin recurrir al arsenal teórico aportado por el marxismo.
Las categorías y el enfoque metodológico marxista siguen mostrándose, igualmente, como los más adecuados para desarrollar una investigación social emancipadora, capaz de desmontar las nuevas fantasías ideológicas con las que se pretende reproducir en las clases trabajadoras la ilusión de que «otro capitalismo» más amable sería posible si este no fuera liderado por los Estados Unidos y sus aliados o que pueden existir burguesías más «razonables», que no actúen con la misma brutalidad que la oligarquía anglosajona hoy dominante para defender sus privilegios contra los intereses de la mayoría de la población del planeta.
Pero junto a este legado teórico imprescindible, Carlos Marx nos dejó también otro no menos importante. El ejemplo de la valentía sin concesiones con la que siempre se «atrevió a pensar» y a «dudar de todo», con el convencimiento de que si la verdad era – y es- revolucionaria, el autoengaño y el conformismo acomodaticio con las ideas establecidas como ciertas, sin ser sometidas al juicio de la crítica, son justamente lo contrario.
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