BRASIL.- LULA: ENTRE EL «PRAGMATISMO» Y LA TRAICIÓN A «LOS SIN TIERRA»

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¿Puede un gobierno progresista coexistir con las élites sin traicionar a las clases trabajadoras?

Lula da Silva y su gobierno han tratado de presentarse ante la sociedad brasileña, como un Ejecutivo equidistante entre los grandes propietarios del Agronegocio y los Movimientos sociales que luchan por la Reforma agraria. Sin embargo, como siempre termina ocurriendo, este intento de «convivencia» con el gran capital, en este caso el agronegocio, ha dado como resultado una enorme cadena concesiones que están sirviendo para hacer que la desigualdad profundice en el campo y traicionar las esperanzas de millones de campesinos sin tierra.

 

POR  JORDI RUIZ (*) PARA CANARIAS SEMANAL.ORG

 

   

En el curso del primer año de su nuevo mandato, Lula da [Img #80132]

Silva ha dejado clara su apuesta se ha inclinado decididamente por «apaciguar»a las élites del agronegocio brasileño. 

    Si bien su proyecto redistributivoinicialmente parecía prometer una ciertas mejoras, para las clases trabajadoras, especialmente en el campo, la realidad ha mostrado que sus concesiones a la agroindustria no han hecho más que fortalecer la estructura de poder capitalista que pesa en forma de pobreza extrema sobre millones de campesinos sin tierra y pequeños agricultores.

    Este «compromiso» de Lula con las élites no es nuevo. A lo largo de su carrera política, ha logrado eludir enfrentamientos directos con los grandes poderes económicos, siempre buscando mantener una apariencia de equilibrio entre la burguesía y los trabajadores. Sin embargo, esa estrategia solo ha generado reformas superficiales que no llegan a alterar mínimamente el sistema. Los problemas de desigualdad, pobreza y falta de acceso a la tierra continúan persistiendo en Brasil de forma rotunda, y el modelo agroindustrial, concentrado en manos de unos pocos, permanece sin cambio alguno. 

LA REALIDAD DEL AGRONEGOCIO: PODER CONCENTRADO, MISERIA EXPANDIDA

    Brasil es, sin duda, una potencia agrícola. En 2023, el país alcanzó la mayor cosecha de cereales de su historia, produciendo 322 millones de toneladas de maíz, soja y trigo. Esta bonanza agrícola, sin embargo, beneficia a una minoría privilegiada. El 3% de la población controla dos tercios de las tierras cultivables, mientras que millones de campesinos sin tierra viven en la pobreza extrema. El «Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra» (MST) ha venido denunciado esta situación durante décadas, luchando por una redistribución de tierras que nunca llega.

     En lugar de enfrentarse a esta estructura injusta, Lulaha optado por integrar al agronegocio en su proyecto de gobierno. Eligió figuras vinculadas al sector, como su vicepresidente Geraldo Alckmin y el ministro de Agricultura, Carlos Fávaro, un ex magnate de la soja. Además, lanzó el mayor plan de financiación agrícola de la historia de Brasil, con 364 mil millones de reales en subsidios para el sector. Lejos de debilitar el poder de la agroindustria, estas políticas refuerzan su control sobre el campo y perpetúan la concentración de tierras.

 

CONCESIONES QUE PERPETÚAN EL SISTEMA

     El argumento de que Lula «no tiene otra opción»que necesita hacer estas concesiones para garantizar estabilidad económica, es el mismo pretexto que los reformistas han usado históricamente para justificar su inacción y sus miedos. Al final, lo que vemos es cómo un proyecto que se presenta como «progresista» termina siendofuncional al sistema capitalista, dando oxígeno a las élites y minimizando las posibilidades de cambios reales.

    En lugar de promover una Reforma agraria profunda que permita a millones de campesinos acceder a la tierraLula ha priorizado una versión suavizada del agronegocio,intentando venderla como «agricultura moderna» o«sostenible». Bajo esta fachada, las estructuras fundamentales de la explotación capitalista no solo permanecen intactas, sino que se refuerzan.

    El enfoque del Gobierno no cuestiona la raíz del problema: la propiedad privada de la tierra en manos de unos pocos. En lugar de desafiar esta manifiesta injusticia, Lula ha optado por trabajar con la agroindustria bajo la promesa de que, al seguir reglas mínimas de sostenibilidad y protección ambiental, todos ganan

    Pero ¿realmente ganan todos? Los terratenientes definitivamente sí, mientras que los campesinos sin tierra, los trabajadores rurales y las comunidades indígenas siguen esperando las promesas de una reforma que nunca llega.

EL COSTO DEL «PRAGMATISMO» POLÍTICO

    La relación de Lula con la «bancada ruralista», que controla gran parte del Congreso, es un claro ejemplo del precio que debe pagar por este pragmatismo político. Esta coalición de partidos de derecha, aliados incondicionales del agronegocio,defiende políticas que eternizan la explotación laboral, el deterioro ambiental y la violencia contra las comunidades indígenas. Las leyes que abren la Amazonía a la explotación ganadera, minera y a la deforestación son solo algunas de las conquistas del lobby agroindustrial durante los últimos años, incluso bajo el gobierno de Lula.

     El presidente brasileño, lejos de confrontar estos intereses, ha optado acomodarse. A pesar de su retórica sobre la protección ambiental, su incapacidad para frenar la deforestación o garantizar la demarcación de tierras indígenas demuestra la ausencia de voluntad política para desafiar el poder de los terratenientes. El sector agroindustrial se ha convertido en una fuerza intocable para Lula, y cualquier esfuerzo por regularlo o reformarlo queda limitado por la necesidad de «mantener el crecimiento económico».

    En última instancia, esta postura socava las propias bases del lulismo, que se presenta con la apariencia de un «proyecto progresista» que defiende los intereses de las clases trabajadoras. En la práctica, en cambio, las concesiones a la agroindustria han dado como resultado un pacto implícito: los terratenientes pueden seguir acumulando riqueza y tierras, mientras el gobierno se conforma con implementar programas redistributivos menores, como transferencias de efectivo y proyectos de vivienda pública. Estos paliativos no cambian en absoluto las estructuras de poder, sino que las consolidan y fortalecen.

 

LA TRAICIÓN AL «MOVIMIENTO DE LOS SIN TIERRA»: UNA REFORMA AGRARIA QUE NUNCA LLEGA

     El MST, uno de los movimientos sociales más importantes de América Latina, ha sido un aliado histórico del PT. No obstante, pero esa relación ha sido tensa. Durante los primeros meses del tercer mandato de Lula, el MST organizó ocupaciones de tierras y bloqueos de carreteras para presionar al gobierno en favor de la reforma agraria. Pese a las promesas formuladas en la campaña electoral, el gobierno de Lula ha tardado lo indecible en sustituir a los burócratas nombrados por Bolsonaro en el INCRA, la agencia estatal de reforma agraria, hecho que ha servido de argumento para justificar cualquier avance en la redistribución de tierras.

    La respuesta de Lula a estas ocupaciones fue contundente: se negó a negociar con el MST hasta que los campesinos abandonaran las tierras ocupadas. Este episodio es ilustrativo de la política de concesiones de Lula. Si bien, por una parte, se muestra como un defensor de los derechos de los campesinos, él mismo y su gobierno han priorizado la estabilidad política y económica sobre la justicia social. En lugar de enfrentarse a las élites terratenientes, Lula opta por aplacar sus demandas, dejando al MST y a millones de campesinos en un estado de espera indefinida.

 

LULA ENSAYA EN EL LABORATORIO BRASILEÑO NUEVAS FÓRMULAS REFORMISTAS

  El gobierno de Lula, lejos de ser un desafío para el sistema,se ha terminado convirtiendo en una excelente fórmula para fortalecer las estructuras del capitalismo brasileño. Bajo la apariencia de progreso social y redistribución, las políticas de Lula no alteran las relaciones de poder entre las élites agroindustriales y los trabajadores rurales. Antes al contrario, las refuerzan, al ofrecer subvenciones y concesiones a un sector que no tiene interés en cambiar el statu quo.

    La excusa de que «no se puede hacer más» por las limitaciones del sistema político es una trampa que ha atrapado a muchos gobiernos reformistas a lo largo de la historia. Al final, las reformas reales que mejorarían la vida de millones de trabajadores rurales nunca llegan, mientras las élites continúan acumulando poder y capitales. En lugar de confrontar al capital, Lula ha optado probar en Latinoamérica las fórmulas que le permitan coexistir con él. A expensas, naturalmente, de las clases trabajadoras que, una vez más, ven frustradas sus esperanzas de cambio reales.

https://canarias-semanal.org/art/36729/lula

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