BOLIVIA: GANA LA DERECHA. UNAS ELECCIONES SIN SORPRESAS

Correo
Facebook
Telegram
Twitter
WhatsApp

Bolivia se encamina a una segunda vuelta electoral entre dos figuras que, aunque se presenten como alternativas, representan proyectos que giran en torno a los mismos intereses de clase. ¿Qué hay realmente en juego cuando el pueblo solo puede elegir entre distintas versiones del mismo modelo?

     El reciente resultado de las elecciones presidenciales en Bolivia ha generado sorpresa en la superficie, pero no en el fondo.

   Rodrigo Paz, identificado con una centroderecha más “moderna” y moderada, ha logrado imponerse en la primera vuelta a Jorge “Tuto” Quiroga, representante de una derecha ultraconservadora, a menudo alineada con posiciones abiertamente neoliberales.

    Ambos se encaminan a una segunda vuelta que decidirá quién ocupará la presidencia. Sin embargo, lo que parece una disputa entre dos visiones opuestas de país es, en realidad, una confrontación dentro del mismo campo ideológico: el del capitalismo.

    Más allá de sus diferencias de forma, ambos candidatos proponen modelos políticos que no rompen con la lógica estructural que ha dominado la historia política boliviana: la gestión del Estado como aparato de administración de los intereses de las clases dominantes.

   Ya sea bajo el discurso de la modernización o el de la eficiencia económica, el centro del debate permanece intacto: el pueblo sigue sin tener un proyecto propio en disputa.

UN ESTADO AL SERVICIO DE LAS CLASES DOMINANTES

   Para entender lo que ocurre, hay que ir más allá de los nombres y las campañas. El Estado, tal como está constituido, no es una herramienta neutral ni una estructura que pueda adaptarse a cualquier tipo de proyecto. El Estado nace históricamente como un aparato de dominación de clase. No se trata simplemente de quién lo ocupa, sino de para qué existe.

       Ambos proyectos políticos, tanto el de Paz como el de Quiroga, están diseñados para administrar la reproducción del capital en Bolivia. Y lo hacen en nombre del “desarrollo”, de la “unidad nacional” o de la “democracia”. Pero todos estos términos, si no se traducen en una transformación profunda de las relaciones de producción, no hacen más que camuflar las mismas estructuras de desigualdad que históricamente han oprimido a las mayorías.

   En este sentido, el Estado funciona como un mediador entre clases sociales enfrentadas, pero lo hace desde una posición que siempre tiende a favorecer al capital. La apariencia de imparcialidad no es más que un velo que disfraza el carácter clasista de sus políticas.

LA DEMOCRACIA ELECTORAL COMO MERCANCÍA

   Las campañas políticas se han transformado en una especie de espectáculo comercial, donde lo que se vende no son ideas transformadoras, sino marcas personales. En este contexto, el fetichismo de la mercancía también invade la esfera política. Los candidatos no son presentados como representantes de un programa colectivo, sino como productos con atributos individuales: uno es “tecnócrata”, otro es “cercano al pueblo”, otro “pragmático”.

    Pero bajo esta capa de atributos vendibles, lo que se oculta es que la política ha sido mercantilizada. El voto ciudadano se convierte en una transacción simbólica donde se “elige” entre opciones ya predefinidas por los intereses del mercado, y no por las verdaderas necesidades del pueblo trabajador. Este fenómeno no es casual, sino una expresión más de la alienación propia del capitalismo: la desconexión entre el sujeto y su capacidad real de transformar la sociedad en la que vive.

¿Y DÓNDE ESTÁ EL SUJETO POPULAR?

    Lo más preocupante en Bolivia en estos momentos no es quién ganará la segunda vuelta, sino lo que no está en disputa: el modelo económico basado en la exportación de materias primasla dependencia del capital extranjero, la precariedad estructural del trabajo, la marginación de las comunidades rurales e indígenas del proceso político real.

    La clase trabajadora boliviana ha sido históricamente protagonista de luchas profundas. Sin embargo, en el escenario electoral de 2025, no hay un proyecto que la represente como sujeto histórico. El MAS, que en el pasado pudo haber canalizado algunas de estas demandas, parece haber quedado atrapado en su propio desgaste institucional. Y las nuevas alternativas populares todavía no logran consolidarse.

 ELEGIR SIN PODER DECIDIR

     Así, la segunda vuelta entre Rodrigo Paz y Tuto Quiroga aparece como una elección sin alternativas reales para el pueblo. No porque no haya diferencias entre ellos, sino porque ninguna de las dos opciones rompe con el orden social que reproduce la desigualdad, la explotación y la subordinación estructural de Bolivia en el sistema capitalista global.

    La tarea pendiente, por tanto, no será decidir entre dos versiones del mismo guion, sino construir colectivamente una alternativa que ponga en el centro las necesidades y aspiraciones de las clases populares. Solo desde ahí podrá abrirse el camino hacia una democracia real: aquella que no se limita al voto cada cinco años, sino que implica la transformación de las bases mismas de la sociedad.

https://canarias-semanal.org/art/38302/bolivia-gana-la-derecha-unas-elecciones-sin-sorpresas
Nuestro periodismo es democrático e independiente . Si te gusta nuestro trabajo, apóyanos tú también. Página informativa sobre eventos que ocurren en el mundo y sobre todo en nuestro país, ya que como dice nuestro editorial; creemos que todo no está perdido. Sabemos que esta democracia está presa sin posibilidad de salvarse aunque su agonía es lenta. Tenemos que empujar las puertas, son pesadas, por eso, necesitamos la cooperación de todos. Soñamos con una patria próspera y feliz, como idealizó el patricio Juan Pablo Duarte. necesitamos más que nunca vuestra cooperación. Haciendo clic AQUÍ ó en el botón rojo de arriba
Correo
Facebook
Telegram
Twitter
WhatsApp

Noticas Recientes

Opinión