BERNIE SANDERS, EL POLÍTICO QUE CABALGABA A LA GRUPA DE UN UNICORNIO

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El día que Sanders se dio cuenta de lo que ya todo el mundo sabía

¿Puede un senador que ha votado de la mano del Partido Demócrata durante décadas denunciar ahora su traición a la clase trabajadora sin sonrojarse? ¿Es posible desmarcarse del naufragio después de haber sido parte del timón? El caso de Bernie Sanders plantea una reflexión tan amarga como irónica sobre los límites del reformismo desde dentro.

POR VICTORIA MARTÍNEZ, DESDE MÉXICO, PARA CANARIAS SEMANAL.ORG

Sanders hizo una de esas declaraciones que pueden hacer sonrojar hasta al más cínico de los pragmáticos: ha descubierto, por fin, tras décadas militando en el Partido demócrata norteamericano que este ya no representa a la clase trabajadora. ¡Quién lo diría!

    Solo le ha costado al hombre nada menos que una treintena de décadas con las posaderas incrustadas en el Capitolio, una colección de primarias frustradas y algún que otro escarmiento electoral para darse cuenta de algo que millones de trabajadores pobres intuían desde mucho antes de los años 80.

     El senador por Vermont lamenta ahora el giro elitista del partido que lo ha marginado sistemáticamente, y al que, sin embargo, nunca ha dudado en prestarle su apoyo clave en el Senado.

    Esta suerte de “líder espiritualísimo» de la progresía woke estadounidense” expresa su preocupación por la sangría de votos que el año pasado sufrió Kamala Harris en todos y cada uno,  los segmentos de la clase obrera norteamericana. Lo que no queda claro es si habla con voz de analista lúcido… o con la resignación del cómplice tardío.

    De acuerdo a lo expresado por Sanders, el pueblo está harto del status quo. ¿Y quién podría no estarlo?

     Con un Partido Demócrata que gasta 3.800 millones de dólares anuales en apoyo militar a Israel –una causa impopular entre amplios sectores de la ciudadanía estadounidense–, y que sigue ignorando el desastre humanitario en Palestina, ¿de verdad esperaba mantener el favor de los latinos, los afroamericanos y los jóvenes trabajadores?

     La ironía aquí es doble: Sanders ha denunciado el desastre que él mismo ayudó a sustentar. Ha sido un voto firme para muchas de las propuestas demócratas, incluso cuando estas traicionaban los intereses de las clases populares. Y ahora, cuando el barco se ha hundido, señala al capitán y a la tripulación como si él mismo no hubiera navegado y renavegado con ellos durante más de treinta años.

      Pero que no se diga que no hay algo de verdad en sus palabras. La estrepitosa derrota sufrida por Harris frente a Trump no es más que la confirmación matemática del divorcio entre el Partido Demócrata y su antigua base social.

     En cada grupo demográfico, las cifras se desploman. Hillary Clinton obtenía una ventaja de 31 puntos entre los hombres latinos en 2016; Harris, en 2024, perdió por 12 puntos. El desastre no necesita interpretación: es una llamada de socorro que ya nadie escucha en la sede del partido.

       “¿Aprenderán los intereses económicos que controlan el Partido Demócrata alguna lección?”, se pregunta Sanders. Y él mismo responde con una mezcla entre amargura y clarividencia: Probablemente no.

  Al menos en este último punto no le falta razón. Mientras se sigan financiando campañas con cheques multimillonarios de Silicon Valley, Wall Street y Hollywood, los estrategas del Partido Azul seguirán hablando de “diversidad” desde áticos de lujo con cocina minimalista.

    Las declaraciones de Sanders  recogen otro elemento relevante: la figura emergente de Zohran Mamdani, candidato demócrata en Nueva York, apoyado únicamente por Alexandria Ocasio-Cortez y la base popular, quien arrasó en las primarias frente al candidato del establishment.

     ¿Por qué? Porque hablaba de congelar alquileres, hacer gratuitos los autobuses y establecer una guardería universal. Propuestas “radicales”, por supuesto, hasta que las repite el mismisimo Elon Musk y entonces se convierten, repentinamente, en una “innovación disruptiva”.

     Según el propio SandersMamdani encarna lo que el partido debería haber sido: una opción real para la clase trabajadora, enfrentada a la oligarquía y no financiada por ella.

     Qué coincidencia que sea un joven, inmigrante, musulmán y sin vínculos con el aparato tradicional, quien abra esa brecha. Es decir, alguien totalmente ajeno al camino que Sanders recorrió durante tres décadas para acabar… exactamente en el mismo sitio donde empezó.

    Con toda esta tormenta perfecta, no es de extrañar que una parte considerable del electorado obrero haya optado por Trump. ¿Ceguera ideológica? ¿Desesperación económica? ¿Cansancio acumulado?

     Probablemente todo eso junto. Y mientras tanto, Sanders levanta la voz como el abuelito que finalmente reconoce que su hijo es un miserable canalla… justo después de haberle pagado la universidad, el coche y hasta las vacaciones.

      La tragedia política de Bernie Sanders no es su diagnóstico –atinado aunque insolitamente  tardío–, sino su crónica complicidad con aquello que hoy denuncia. La historia lo recordará quizás como una especie de chiflado moralista desoído, o quizás como el eterno aspirante que nunca terminó de romper con el partido que lo saboteó una y otra vez.

Al final, como él mismo ha llegado a decir: “Probablemente no aprenderán”.

https://canarias-semanal.org/art/37003/bernie-sanders-el-politico-que-cabalgaba-a-la-grupa-de-un-unicornio

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