ALGUNOS ENTRESIJOS DE UNA GUERRA “TOTAL” (O DE LA GUERRA SIN FIN)

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La ofensiva contra Rusia pretende convertir a esta en un ramillete de mini-estados sometidos a Washington

Todas las agresiones contra Rusia y su zona de seguridad hay que contemplarlas dentro de la dinámica de expansión ofensiva de la OTAN, en una guerra planificada de larga trayectoria. En esta entrega, Andrés Piqueras explora algunas de las dimensiones de la guerra de espectro total: mediático-cognitiva, económica, golpes “de colores” o poder blando, y golpes judiciales.

   Por ANDRÉS PIQUERAS (*) PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-

   Todas las agresiones contra Rusia y su zona de seguridad hay que contemplarlas dentro de la dinámica de expansión ofensiva de la OTAN, en una guerra planificada de larga trayectoria (especificada incluso en sus metas finales por la Rand CorporationOverextending and Unbalancing Russia).

   En esta guerra Estados Unidos no necesita, por lo general, mayor triunfo militar que generar el caos, la destrucción y/o la fragmentación de los países que no se le subordinen y de las zonas y territorios que puedan ser receptáculos o vías de proyectos alternativos.

   Tras sus intervenciones no queda sino destrucción, agujeros negros de barbarie, sin poder central capaz de oponerse a la rapiña estadounidense de los recursos propios, ni de insertarse en la Zona de Estabilidad chino-rusa: AfganistánIrakYemenSiriaSomaliaEtiopíaLibiaSudánYugoslavia… han constituido dramáticos ejemplos de ello.

   La única posibilidad táctica que le queda a EEUU mientras sea incapaz de transformarse a sí mismo frente a sus síntomas de declive, es ser el agente del caos, generando todos los problemas posibles a quienes unilateralmente decide que son sus enemigos, para que se desorganicen y colapsen.

   En estos momentos ha resuelto que le basta con destruir para impedir que los demás construyan. Eso quiere decir que en la etapa de tanatocapitalismo en la que hemos entrado –con la demolición de condiciones sociales, laborales y ecosistémicas- se activa también un turboimperialismo donde todo el entramado de agresión, imposición, destrucción y violencia político-económico-cultural-ideológica, se acelera, entrañando por eso al mismo tiempo un alto componente suicida y de devastación total.

   Esta ofensiva del hegemón es de larga data, por lo que me interesa destacar un poco más algunas de las dimensiones de esta Guerra de espectro total.

   Dimensión mediático-cognitiva.

   Hoy la mayoría de los medios de difusión de masas en casi todo el mundo están en manos de grandes conglomerados mediáticos, que son el resultado de la absorción o fusión de grandes grupos multimedia, que a su vez devienen de la fusión o absorción de diferentes industrias culturales, las cuales por su parte son el producto de la concentración en pocas entidades empresariales de las fuentes de información, formación, comunicación, entretenimiento, música, cine, etc. (los grupos multimedia le añadirían a ello el internet y luego otros dispositivos comunicacionales digitales).

   Los conglomerados mediáticos significan la unión de todo ese ‘software’ con el ‘hardware’ industrial, dando como resultado algunos ejemplos muy significativos, como Time WarnerComcastDisney o New Corporation.

   Pues bien, hoy los mayores fondos de inversión del mundo (o “fondos buitre”, entre los más importantes Vanguard GroupBlackRockState Street CorporationFidelity Management and ResearchGeode Capital Management y Northern Trust) controlan gran parte del accionariado de las GAFAM (por sus iniciales): Google (Alphabet), AmazonFacebookApple y Microsoft.

   De esos fondos, BlackRockVanguard y State Street también detentan gran parte del accionariado de las transnacionales farmacéuticas y de las empresas con mayor valor en Bolsa, controlando muy especialmente el sector de la vivienda y de la alimentación, así como los propios conglomerados mediáticos, en un proceso de brutal concentración de la propiedad, la decisión política, el pensamiento y el poder.

   En estos momentos, en el Reino de EspañaBlackRock y otro fondo buitre, CVC, son los principales propietarios del Grupo Prisa (incluyendo a El País y la cadena Ser). Además, BlackRock posee parte del accionariado de Atresmedia (propietaria de Antena 3 y la Sexta) y de Mediaset (propietaria de Cuatro y Telecinco¿De qué pluralidad mediática estamos hablando?, ¿dónde está aquí el derecho a una información independiente?

   Más allá de estas preguntas elementales, hemos de considerar también que con esos fondos buitres de capital sobre todo estadounidense y ligados al Estado norteamericano, la dominación (el “poder blando”) de la principal potencia mundial se hace más holística, más profunda. El control del Relato, la fabricación del Enemigo, la imposición de la Verdad y el moldeamiento de las conciencias mundiales también.

   Hoy en todo el Occidente Colectivo los medios de difusión de masas trasmiten sin cesar las mismas consignas, pura propaganda de guerra contra Rusia (como antes contra IrakLibiaSiriaYugoeslavia o Venezuela, y como muy pronto intensificarán contra China y ya han acentuado contra Irán –en donde se intenta provocar un enfrentamiento civil, infiltrando armas y paramilitares, como se hizo en Siria-), a la par que sus medios están censurados.

   Y es que Censura y Propaganda de Guerra han ido siempre de la mano, claro está. Y la persecución a quienes denuncian el entramado de mentiras y complots a menudo asesinos, también, como tan duramente le está tocando padecer a Julian Assange (con el clamoroso silencio y complicidad de la mayor parte del periodismo del Occidente Colectivo).

   Toda esta guerra cognitiva ha tenido su ramificación en el mundo académico-intelectual, donde la OTAN cultural (todo el ramillete de instituciones, organismos y fundaciones financiadas por el Eje Anglosajón-red mundial sionista) se ha empleado a fondo para fabricar el marco de las ideas a partir del que se piensa.

   Dimensión económica

   La dimensión económica de la Guerra Total ha sido a menudo sublimada bajo el eufemismo de “sanciones” (aceptándose que un Estado se pueda arrogar el derecho a juzgar y sancionar a otros, sin juicio, ni audiencia de partes y exposición de motivos ni pruebas, bajo cobertura supuestamente imparcial y legítima, como la de las Naciones Unidas).

   La guerra económica es una particular modalidad de guerra que practica EE.UU. y que puede permitirse por gozar de la “moneda global” y del sistema de compensación de pagos SWIFT.

   Se lleva a cabo de diversas maneras, siendo una de ellas la de la sanción económica” contra países, que también obliga al resto del mundo a seguir, ejerciendo a su vez sanciones contra quienes no la secunden.

   En los últimos años ha venido agrediendo así nada menos que a ‎BielorrusiaBurundiChinaCorea del NorteCubaIránLibiaNicaraguaRepública CentroafricanaRepública Democrática del CongoRusiaSudánSiriaVenezuela y Zimbabue; Estados a ‎los hay que agregar entidades como las Repúblicas Populares de la región de Donbass (en ‎Ucrania) y el Hezbollah libanés (así como buena parte de la población de Yemen, donde los hutíes han sido sólo recientemente retirados de la lista de “terroristas” dictada por EE.UU.), entre ‎otras.‎

   Esas sanciones constituyen actos de guerra condenados por la ONU, que causan indescriptibles sufrimientos y mortandad en las poblaciones afectadas, a menudo más que los ataques militares, pero que pasan mucho más desapercibidos para las sociedades del mundo. Cumplen, además de con los objetivos geoestratégicos descritos, con metas geoeconómicas y geoecológicas sustitutorias de la acumulación de capital, en lo que se ha llamado acumulación militarizada.

   Dentro de esa ofensiva en la que se combina Destrucción y DesposesiónEE.UU. (bien solo o con la ayuda de alguno de sus subordinados) se viene dedicando al pillaje sistemático de las reservas en divisas, bonos y oro de los países que unilateralmente considera merecedores de ser robados.

   La lista es larga desde 1979, cuando incautara el oro de Irán, tras el derrocamiento de la dictadura del Sah protegida por la potencia norteamericana; hasta los más de 300.000 millones de $ en divisas rusas robadas en 2022, pasando por las reservas de Libia (que “desaparecieron” tras la ofensiva militar de la OTAN), las de Afganistán (que EE.UU. se niega a devolver, aun a costa del sufrimiento de una de las poblaciones más pobres del mundo), y el oro robado a Venezuela (31 toneladas de lingotes valorados en unos mil doscientos millones de dólares, en el Banco de Inglaterra, además de 7.000 millones de dólares que USA tiene bloqueados de los activos de PDVSA, la principal empresa petrolífera de Venezuela; amén de otros $11.000 millones retenidos de sus exportaciones), entre otros latrocinios.

   Parece ser que en eso consiste hoy la geoeconomía de EE.UU., en sanciones sin fin con las que esa formación socioestatal intenta sabotear la economía de cualquiera que no siga sus dictados o que sea capaz de competir con ella, a mayor gloria del “libre mercado”.

   Golpes de colores más poder blando

   En esa línea de destrucción de países rivales o díscolos, es de interés comentar los Golpes de Estado que los centros de inteligencia y sabotaje del Eje Anglosajón (EA) –que incluye a la red mundial sionista (rms)-, llaman “revoluciones”, a las que otorgan distintos colores, por cierto, y hacen referencia a ciertas movilizaciones políticas que se dieron en el  espacio exsoviético y en las que se solió adoptar como símbolo un color específico diseñado por los servicios de inteligencia del EA que da nombre a su movilización: “revolución rosa” de Georgia“tulipán” de Kirguizistán“naranja” de Ucrania… de donde se pasaría a las “primaveras árabes” y otros focos de desestabilización.

   Se instigan o se aprovechan así protestas basadas en un descontento real, casi siempre ocasionado por bloqueos o sanciones previas, o por las políticas que las instituciones globales controladas por el Eje Anglosajón-rms, como el FMI y el BM, imponen a unos y otros gobiernos, y se hace todo lo posible por exacerbar esas protestas.

   Se combina aquí el uso de la presión político-económica con operaciones militares en sus diferentes expresiones (operaciones subversivas, actuaciones clandestinas y golpes de falsa bandera, guerra por delegación y proxy-guerras…), incluida la utilización de cuerpos armados irregulares y redes terroristas potenciadas o creadas ad hoc.

   También mediante la propaganda, la cibernética y la inteligencia artificial… con armamento sofisticado, cuerpos paramilitares infiltrados entre la multitud, con gran capacidad operativa y de incitación de masas, así como de sabotaje o acciones directas; lanzamiento masivo de noticias falsas (sobre políticas gubernamentales, daños económicos o sociales, asesinatos…) que se expanden por la red a través de miles de cuentas de perfiles falsos creadas para multiplicar su efecto; la demonización permanente y sistemática del líder o líderes a derribar y una cobertura mediática mundial cómplice y coactuante, gracias al control de la mayor parte de cadenas de TVradio y periódicos, además de InternetTwitterFacebook, etc., con las que se lleva a cabo la fabricación de la Realidad a partir de la Mentira sistemática y sistémica, haciendo de la falsedad un arma geoestratégia.

   Esto es lo que se conoce como “poder blando” que empotra la guerra mediática y cognitiva en la Guerra Total, como hemos anticipado al tratar mínimamente esa dimensión mediática. Aquí entra en juego la construcción de las conciencias a escala mundial, de manera que los individuos lleguen a creer que lo que piensan sobre el mundo proviene de ellos mismos, y no de la “fábrica de sentido” que pone a pleno rendimiento el gran capital y su hegemón; pasando así desapercibida la propia mass-mediatización de la realidad a la que están sometidos, sin fuentes de formación alternativas.

   Golpe judicial

   Dentro del asedio y de los golpes de Estado insertos en la estrategia híbrida de la Guerra Total, está también la modalidad del golpe judicial (gracias al control de los órganos judiciales de unos y otros países), y que se lleva a cabo mediante la acusación, la destitución e incluso el encarcelamiento de la jefatura de Estado o presidencia de gobierno que no sea excesivamente dócil a los mandatos de USA y resto del “Occidente Colectivo”.

   En Nuestraamérica se sabe bien: al menos HondurasEcuadorBrasilParaguayBolivia y ahora Argentina y Perú, han sufrido o están sufriendo golpes de esa índole, los cuales están implicados en el concepto estratégico de “lawfare”,

   «acuñado en 2001 por el general de división de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, Charles Dunlap, quien proponía la utilización de los magistrados y procuradores ‘como un sustituto de los medios militares tradicionales para lograr un objetivo de combate bélico’”.

   El Departamento de Justicia de Estados Unidos ha constituido la Oficina Internacional para el Desarrollo, Asistencia y Capacitación de los Sistemas de Justicia (OPDAT, por sus siglas en inglés), para ese fin. Esta Oficina está financiada por el Departamento de Estado y el Pentágono. Se conformó en 1991 para “contribuir a la reforma de los sistemas de justicia extranjeros (…) en consonancia con los objetivos de seguridad nacional de los Estados Unidos”.  

   Otra agencia judicial bélica es el Centro de Estudios de Justicia de las Américas (CEJA), dependiente de la OEA, organización al servicio de EE.UU.

   La CEJA tiene por presidenta a Jenny Willier, una ex funcionaria de USAID de la CÍA. En conjunto, las agencias judiciales estadounidenses

apelan a un entramado de normas –de pretensión extraterritorial– apto para intervenir en forma directa, a través de la mediación de organismos multilaterales, y a las articulaciones con entidades de la sociedad civil” (1).

   La guerra jurídica asimétrica o lawfare no es estrictamente una nueva fase en la estrategia de desestabilización y derribo de los procesos políticos progresistas. Más bien es una nueva forma de exteriorizarse que fue naciendo conforme se constataba la poca eficacia a largo plazo de la traumática intervención militar directa, por su alto coste en vidas y por la infracción de derechos frente a la comunidad internacional.

   El Informe del Encuentro de expertos en Cleveland sobre el 11S y sus consecuencias, del año 2010, describe el lawfare como

   «la herramienta que persigue la victoria en un campo de batalla de relaciones políticas públicas, paralizando política y financieramente a los oponentes o inmovilizándolos judicialmente para que no puedan perseguir sus objetivos ni presentar sus candidaturas a cargos públicos.” (Lawfare. Golpes de Estado en nombre de la ley)

   Pero no pensemos que esa guerra judicial es sólo contra gobiernos no suficientemente sumisos a EE.UU. También se lleva a cabo contra compañías transnacionales y empresas que pueden perjudicar los intereses de las empresas estadounidenses. Y aquí el hegemón se ha cebado con las entidades europeas. Así por ejemplo Alstom (transnacional francesa), cuando su director ejecutivo fue encarcelado mientras estaba a punto de realizar una ‘joint venture’ con la compañía china Shanghai Electric.

   “… Durante las últimas dos décadas, EE.UU. ha logrado desestabilizar a las multinacionales europeas más grandes al encarcelar a sus ejecutivos bajo el pretexto de luchar contra la corrupción, al tiempo que obtiene miles de millones de dólares en multas y obliga a sus empresas a declararse culpables. Los expertos llaman a estas prácticas “lawfare”, que consiste en utilizar el sistema legal contra un enemigo para deslegitimarlo, causándole el máximo daño y obligándolo a cumplir mediante la coerción. Entre 2008 y 2019, 30 corporaciones pagaron multas por más de $100 millones al Tesoro de los EE.UU., siendo la mayoría europeas. La amenaza de enormes multas y largas batallas legales también se ha utilizado para engatusar la adquisición de empresas europeas por parte de corporaciones estadounidenses como General Electric, al tiempo que les impide desarrollar asociaciones más estrechas con empresas con sede en China. (…)

   En 1998, el Congreso enmendó la Foreign Corrupt Practices Act para tratar de castigar a los rivales globales de EE.UU., dando a la ley un alcance extraterritorial. Ahora los ejecutivos de firmas extranjeras podrían ser procesados ​​siempre y cuando hayan concluido contratos en dólares estadounidenses, o incluso si se intercambiaron correos electrónicos en los EE.UU. La Junta Asesora de Inteligencia Extranjera había priorizado anteriormente la recopilación de inteligencia comercial, y los gigantes digitales de EE.UU. (Google, Facebook, YouTube, Microsoft, Yahoo, Skype, AOL y Apple) ahora están obligados por ley a compartir los datos solicitados.” (Jeremy Kuzmarov)

   Ningún caso ejemplifica mejor lo expuesto, en ningún ejemplo se concitan de manera tan intensa el conjunto de dimensiones de la Guerra Total en estos momentos que en el acoso a Rusia (el país más sancionado del mundo) que lleva a cabo el Eje Anglosajón-rms desde la caída de la URSS, pues no contento con el fin y desmembración de esa federación de repúblicas, persigue también la fragmentación de la propia Rusia (al menos en 3 partes: la Rusia europea, la siberiana y la extrema oriental).

   Pero los planes varían aquí, pues pueden ser muchas más las divisiones buscadas, hasta lograr “un ramillete de mini-estados sometidos a Washington” [6]).

   En la próxima entrega veremos algunos de los más importantes movimientos en el asedio a Rusia con un poco más de detalle.

   Notas

  (1) todos los entrecomillados en Jorge Elbaum, HIS MASTER’S VOICE: El despliegue de agencias de EE.UU. para influir y controlar a jueces y fiscales en América Latina. Jorge Elbaum. (wordpress.com), donde se especifican los objetivos principales del “lawfare” y las agencias estadounidenses; importante ver también El lawfare. Golpes de Estado en nombre de la ley, de Arantxa Tirado).

   (*) Andrés Piqueras es profesor titular de Sociología y Antropología Social en la Universidad Jaume I de Castellón, y miembro del Observatorio Internacional de la Crisis (OIC). Es autor de varios libros, el último de los cuales es “De la decadencia de la política en el capitalismo terminal. Un debate crítico con los «neo» y los «post» marxismos. También con los movimientos sociales” (El Viejo Topo).

   Fuente:

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