¿Y si no reencarno “na”? por Tony Raful

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Tony Raful

Había una canción del Gran Combo de Puerto Rico uno de las orquestas populares de finales de la década del 60, que cantaba Pellín Rodríguez. Las letras eran rítmicas, y decían: “Esta vida yo la gozo/aunque tenga siete más/ Por si acaso no lo sabes/ Oye y si me quedo por allá, ¡ah!/ Después de muerto no se puede gozar/ Aunque dicen que uno vuelve/ que uno vuelve a reencarnar/ por si acaso eso es mentira/ oye y si no reencarnó na/ Vas a seguir bailando/ ¡Después de muerto no se puede gozar!”. Recuerdo que una ocasión, en una entrevista que le hicieron a Fidel Castro, le preguntaron su opinión sobre la reencarnación, respondiendo éste que no creía en la misma, agregando de manera sorpresiva, que si pudiera reencarnar después de muerto, le gustaría reencarnar en Gabriel García Márquez. Se trató de una de las muestras más conmovedoras de admiración que una persona pueda sentir por otra. Juan Bosch era huésped del Gobernador Luis Muñoz Marín, quien lo hospedó en una residencia oficial en los primeros meses de su exilio al ser depuesto por un Golpe de Estado el 25 de septiembre de 1963, impedido de retornar a Santo Domingo, vigilado y espiado por organismos de inteligencia norteamericanos durante la guerra de abril del 65. Si hubo un puertorriqueño que defendió el retorno de Bosch al poder en la República Dominicana y que dirigió el llamado “grupo de Puerto Rico”, integrado por asesores y funcionarios del presidente Johnson, denominados “liberales” en contraposición a los asesores conservadores de Washington, liderados por Thomas Mann, enemigo cerril de los constitucionalistas, ese fue Luis Muñoz Marín, entonces Gobernador de Puerto Rico. Lo que puedo afirmar es que Luis Muñoz Marín fue un enemigo jurado de la dictadura de Trujillo, que fue solidario con los exilados anti trujillistas y promovió la lucha por la democracia en Santo Domingo. Trujillo, en su delirio de sicópata, llegó a acusar a Muñoz Marín de comunista. Cuando en el gobierno de siete meses de 1963, un verdadero ejercicio de honradez y dignidad, el presidente Bosch invitó al Maestro Pablo Casals a ofrecer un concierto en la sala del Palacio de Bellas Artes, y junto a esa gloria excelsa de la música culta, en su ancianidad luminosa, estuvo de invitado de Bosch, Luis Muñoz Marín, apuntalando el experimento democrático dominicano. Pienso que los dominicanos hemos sido ingratos con la memoria de Muñoz Marín. Que nunca le hemos reconocido sus aportes, su defensa de la democracia dominicana, el papel que desempeñó en los días aciagos y gloriosos de abril de 1965.

Investigaciones posteriores arrojaron el dato, de que la muerte de Fernández Domínguez fue el resultado de la lucha entre el grupo liberal norteamericano, que negociaba la fórmula Guzmán y el grupo “pentagonista” que se le oponía y era partidario del exterminio de los constitucionalistas. Cuando se supo la muerte del coronel Fernández Domínguez, Luis Muñoz Marín, declaró a la prensa internacional, que sentía vergüenza de ser ciudadano norteamericano. Con la admiración que sentí por Luis Muñoz Marín, por el Gran Combo de Puerto Rico y aquella canción que no he podido olvidar, cuando oigo hablar de reencarnación: “¿Y si no reencarno na? He querido recordar a Muñoz Marin como un dominicano agradecido por su solidaridad.

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