Topónimos en las provincias

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Voces y ecos

RAFAEL PERALTAR ROMERO
rafaelperaltar@gmail.com

Especial para Quisqueyaseralibre.com

Todavía ayer jueves estuve indeciso en torno al tema de la
columna de hoy. Pensé referirme a la tormenta que
significan las amenazas del presidente de los Estados
Unidos de América, Donald Trump, quien solo necesitó
horas en la Casa Blanca para alborotar el ánimo hasta a
quienes votaron por él. Pero qué va.
Estuve tentado a comentar la absurda propuesta de
seleccionar ¡ahora! como candidato presidencial al líder de
Fuerza del Pueblo, faltando 43 meses para las elecciones.
Es cierto que Fernández no hace otra cosa que
proselitismo desde mayo de 2024, cuando fue reelegido
Luis Abinader. Pero no…
El ensayo “Trujillo y la toponimia dominicana”, divulgado
por la revista digital Acento y firmado por Héctor Luis
Martínez, me ayudó a escoger el tema. El profesor
Martínez, un historiador que madura sin estridencias,
señala los nombres con los que nuestros antepasados, los
tainos, nombraban lugares, ríos, montes.
“Con el paso del tiempo, y a pesar de la violencia de los
conquistadores, una muestra importante de la toponimia
indígena subsistió y alternó con el uso de la impuesta por
los españoles, caracterizada por una influencia notable de
la fe cristiana”. Esta apreciación de Martínez es una gran
verdad. En algunos casos convive el nombre religioso con
el indígena: San Pedro y San Francisco de Macorís.

Estamos a tiempo para rescatar la toponimia original de la
isla, y por igual los nombres de los caciques, e
incorporarlos a localidades: provincias, municipios, distritos
municipales y secciones. Entre estas demarcaciones
aparecen nombres humillantes para sus naturales (Sal si
puedes, Vengan a ver, Matahambre, Lavapiés,
Quitacoraza…).
En cuanto a las provincias, es oportuno utilizar topónimos y
antropónimos indígenas para rectificar la denominación de
las 18 provincias que llevan el mismo nombre de su
municipio cabecera, lo cual genera confusiones. Los
propios habitantes creen que la provincia es el lugar
(municipio) que le es homónimo.
Se puede variar el nombre de la provincia preservando el del
municipio principal. Eso conviene que suceda con las provincias
siguientes: Montecristi, Dajabón, Puerto Plata, Santiago, La Vega,
Samaná, Pedernales, San Juan, Azua, Barahona, Monte Plata, San
Pedro de Macorís, La Romana, Hato Mayor, El Seibo, San José de
Ocoa, San Cristóbal y Santo Domingo.
Alguna se llamaría Marién, Magua, Maguana (sin San
Juan), Jaragua y el municipio Higüey permanecería como
tal. Pero La Romana podría llamarse Cayacoa, mientras su
cabecera sigue llamándose La Romana. También Caonabo,
Anacaona, Guarionex, Guacanarí y Hatuey merecen
nombrar una provincia de las 18 que llevan igual nombre
que su capital.

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