Sobre las alianzas políticas en República Dominicana (IV)

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Jaque al Neoliberalismo: Todos contra el neoliberalismo

Por José Rodríguez

Si bien es cierto que en los gobiernos peledeístas la economía muestra cierta estabilidad, no menos cierto es que la riqueza se distribuye de una manera tan desproporcional, a favor de los de arriba, que tal crecimiento en vez de disminuir la pobreza, la incrementa.

Si en el manejo económico existe alguna diferencia, la ventaja, aunque no significativa,  ha de ser para los morados.

Sobre impunidad y corrupción, hay que señalar que estos dos partidos han sido tan corruptos  que un presidente en pleno ejercicio de sus funciones terminó quitándose la vida por los escándalos de corrupción suscitados en su mandato.

Antonio Guzmán Fernández se suicidó porque aparentemente no pudo soportar que su propia familia lo envolviera en tales casos. Salvador Jorge Blanco Murió bajo Prisión domiciliaria motivado por los casos de corrupción ocurridos en su gobierno.

En cuanto a corrupción, en el PLD se pierden todos los escrúpulos. Tanto Leonel Fernández como Danilo Medina han dado muestra de no temblarles el pulso para cometer los dolos más descarados: Sund Land, Súper Tucanos, ODISOE, ODEBRECH, Punta Catalina Parqueo UASD, son apenas algunos ejemplos. Ni un solo corrupto morado en la cárcel.

¿Que quién aventaja a quién en materia de impunidad y corrupción? Sea usted el jurado.

En cuanto a la inseguridad ciudadana, cabe destacar que esta empieza a tomar los  ribetes que hoy exhibe a partir de la primera gestión peledeísta. Algunos señalan, de manera errada, como causa fundamental la modificación del Código Penal, pero lo cierto es que si no hubiera causas concretas que la generaran estas no existiesen, por lo que no habría que juzgar a nadie por tales actos.

Lo cierto es que las causas que originan la inseguridad, como consecuencia de los actos delincuenciales, son muy diversos, por lo que dudamos que esta pueda solucionase en una gestión blanca o morada.  Ambos, desde el poder, envían ejemplos que incentivan a la misma. De manera, que la diferencia en este sentido es totalmente nula.

En cuanto a la defensa de la soberanía, parece incierto que un PRM que enarboló por años, cuando era PRD, el llamado nacionalismo revolucionario, y un PLD llamado de liberación nacional, porque pretendía liberarnos del yugo imperial, terminaran rendidos, totalmente doblegados a los pies del imperio. La entrega de nuestras riquezas a las multinacionales, en detrimentos de nuestros  recursos naturales, la docilidad a los designios del goloso del norte y a la reacción mundial, son pruebas fehacientes de que en nada les importa  la suerte del país en materia de soberanía.

En cuanto a lo internacional, vemos a un PRM que lanza duros ataques a los gobiernos progresistas de América Latina y el mundo, sobre todo, en contra de Nicolás Maduro, lo que lo hace lucir más reaccionario que el PLD.

La falta de institucionalidad reinante  en el país es consecuencia directa de la forma autócrata de gobernar que han ejercido los diferentes gobiernos que hemos tenido.

En nuestro país, la figura del presidente se lleva de paro a todas las instituciones y a sus funcionarios. Cualquiera que esté ¨pegao¨ con el presidente puede hacer lo que le venga en ganas. Y ¡ay de aquel que atente en su contra! En nuestro país, ningún ministro se atreve a tomar decisiones, por insignificantes que estas sean,  sin antes consultarlas con el presidente. Los saltitos  dominicales de Danilo Medina así lo confirman. Se impone la manera autocrática de gobernar: la figura del presidente por encima de todo y la figura del funcionario por encima de la institución.

Aquí, nuevamente la diferencia se anula.

Por tanto, la diferencia entre el PLD y el PRM tiende a cero.

Unidad de los progresistas

Para derrotar el actual esquema conservador imperante en la nación dominicana se hace necesario unificar a todos o a la mayoría de los sectores progresistas en un polo o frente político que partiendo de un programa mínimo de avanzada logre no solo insertarlo en el imaginario político de la población, sino que resulte capaz de movilizar a esta en torno a dicho programa.

El pueblo debe hacer suyo la plataforma política y las consignas que de ella se deriven hasta alcanzar colocarla como una necesidad del momento. En tal situación hasta los partidos más conservadores tendrían que asumirlas para atraer al electorado. Ya, este simple hecho constituiría una victoria parcial de los progresistas en la gran batalla por la toma del poder.

Avanzar primero en la unidad de las fuerzas que tengan mayores niveles de coincidencias y de comprensión de esta necesidad. No necesariamente hay que establecer acuerdos formales, sino que esta se vaya practicando sobre los asuntos comunes. Que se vaya estableciendo toda una atmósfera de confianza entre las diversas organizaciones que en ese momento estén recorriendo ese trayecto unitario. Que las diferencias, aunque sin dejar de debatirlas, se respeten, pero que se aten fuertes las coincidencias.

Esta unidad debe ser puesta en marcha a todos los niveles y en todos los sectores. En la base, en la dirigencia media y alta de los partidos políticos, en los gremios, sindicatos, grupos estudiantiles y organizaciones populares y barriales.

Se cometerán muchos errores, por supuesto, pero nada debe detener el proceso unitario puesto en movimiento. El entusiasmo suscitado será la garantía de ello.

Este ejercicio unitario tiene que ser incluyente. Ninguna organización, por pequeña o ´´aberrante´´ que, para una determinada fuerza en particular, parezca debe ser menospreciada. Hay que insistir sobre esta imperiosa necesidad hasta el cansancio. Con unas será más fácil, con otras, más difícil, claro, pero insistir.

Una vez alcanzados importantes niveles de unidad y logrado alcanzar la movilización del pueblo proclamando el contenido del programa que habrá de elaborarse y desbordados los niveles de subjetividad de los ciudadanos, vendrá la masificación que nos permitirá la conformación de estructuras en todo el territorio nacional. Entonces se haría fácil discutir bajo mejores condiciones de igualdad con cualquier partido político que muestre interés en enarbolar y defender juntos, aquellos asuntos considerados neurálgicos para el desarrollo de la nación.

Como no poseemos en estos momentos tales cualidades, resulta no conveniente promover una alianza con el PRM. La historia nuestra en materia electoral ha demostrado que ninguna organización política minoritaria acostumbrada a participar aliada, período tras período a otra mayoritaria, haya logrado crecer electoralmente. Tenemos partidos con más de treinta años de existencia que nunca han concurrido solo, sino acostillados a otro grande, cuya militancia es cada vez más reducida. Porque en término cualitativo el votante la ve como igual al partido principal con el que va aliado. En tal situación no debemos caer las fuerzas progresistas.

Estamos, en lo absoluto, conscientes de que para derrotar al PLD se requiere de una gran alianza política que logre cohesionar el más amplio abanico de partidos y organizaciones sociales. Pero quién nos garantiza que echando fuera a los morados alcanzaremos soberanía nacional, cero impunidad y corrupción, institucionalidad, seguridad ciudadana, educación de calidad, mejora en el sistema de salud, mejor distribución de la riqueza…, si como ya hemos dicho, no existe diferencia entre perremeístas y peledeístas.

Y si en una posible alianza, bajo las condiciones desfavorables en que nos hayamos, se logre derrotar al PLD, no es verdad que  podríamos evitar que el PRM se convierta en el nuevo verdugo del pueblo dominicano.

Entonces, andaríamos luego ocupados en conseguir pactar con el PLD para derrotar a los corruptos y perversos del PRM. Tal eventualidad nos mantendría en un círculo vicioso que el pueblo jamás nos perdonaría. Pero no sucederá.

Sobre las posiciones que justifican una alianza de los progresistas con el PRM, levantando como argumentos las intenciones del PLD de perpetuarse en el poder.

No se trata de si un partido  pretenda o no  perpetuarse en el poder; ese es el objetivo de todo partido. ¿O acaso no estamos los comunistas a favor de que los partidos del litoral progresista que hoy gobiernan en diferentes partes del mundo se mantengan gobernando por siempre? Claro que sí.

El problema no consiste en la posibilidad de que  un determinado partido se perpetúe o no en el poder, sino en si se perpetúan  los males que afectan a la nación. Hay que estar claro, con PLD, con PRM o con cualquier partido de la reacción, la impunidad, la corrupción, la mala calidad de la educación, la insalubridad, la inseguridad ciudadana, la dependencia económica y política, la falta de institucionalidad, la exclusión social, el desempleo, los salarios de miseria, la pésima calidad de los servicios, en fin todo aquello degrada la calidad de vida de la inmensa mayoría, se perpetuarán.

Por tanto, nuestro empeño como proyecto de izquierda ha de ser crecer, crecer y crecer, hasta convertirnos en el futuro mediato en la tercera fuerza electoral, capaz de romper con el bipartidismo existente, y en donde ningún partido pueda albergar esperanzas de triunfo sin contar con nosotros. De esta manera obligaríamos, en un torneo electoral, a una segunda vuelta, lo que nos permitiría  alcanzar ribetes de importancia extraordinarios;  pudiendo así poner condiciones a cualquier partido que pretenda ser gobierno, correspondiéndonos, en consecuencia, una significativa cuota de poder y traduciendo todo esto en un bienestar general para toda la nación, en particular para las grandes mayorías.

A la calle, pues, a organizar al pueblo, a sembrar en su imaginario político el pensamiento de izquierda; a proclamar la unidad de todos los sectores progresistas para construir el instrumento político que nos permita culminar la grandiosa obra iniciada por Juan Pablo Duarte y los trinitarios en su lucha por alcanzar una nación libre e independiente de toda potencia extranjera, próspera y feliz.

Mensaje difundido bajo la protección del Art. 19 de la Declaración de Derechos Humanos, que señala: “Todo persona tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”. Asamblea General de la ONU  a  10.12.1948.

Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de qusqueyaseralibre.com

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