Al país 404, antes conocido como Ucrania, le sigue el IV Reich sionista, antes conocido como Israel, y ahora la ofensiva yihadista en Siria, curiosamente tras el acuerdo de alto el fuego temporal en Líbano. Todo está coordinado por Occidente, en su intento agónico de perpetuar su hegemonía. Nada es casual y es una muestra del nivel de desesperación que hay, aunque los psicópatas aparenten que todo sigue igual. Ellos quieren una vuelta al pasado, cuando Occidente controlaba el mundo.
Pero ese regreso al pasado tiene otra vertiente, como lo que acaba de pasar tras el acuerdo de alto el fuego (otro más) entre el IV Reich sionista y Hizbulá. Porque estamos, de nuevo, en 2006. Entonces se constató que el IV Reich sionista había sido derrotado por Hizbulá y ahora se puede decir casi lo mismo. Casi. El IVRS se ha visto obligado a aceptar esa vuelta al pasado y Hizbulá acepta volver al pasado para recuperar fuerzas. Se ha declarado una tregua de 60 días, porque de eso se trata, por ahora. No es una tregua definitiva, ni mucho menos.
Tanto el IVRS como Hizbulá están debilitados, más el primero que el segundo (pese a la desaparición de muchos de sus dirigentes políticos y militares). Y eso porque el IVRS ha perdido todo, no solo credibilidad interna, sino externa. Ya nada será igual, ni para el IVRS ni para un Occidente, psicópata y asesino, que ha amparado no solo el genocidio en Gaza sino la agresión contra Líbano. Se puede discutir si ha habido un vencedor o no porque no ha habido una victoria clara militarmente, pero no se puede negar la victoria moral de Hizbulá, que no solo se ha enfrentado al IVRS sino a EEUU y Gran Bretaña. Y tampoco se puede negar que el IVRS ha sufrido bajas inimaginables, además de no poder asentarse en ninguna aldea en casi dos meses de agresión. Eso por no hablar de la destrucción, no tanta como la que ha causado el IVRS en Líbano, pero destrucción al fin y al cabo en ciudades como Haifa. Un ejemplo, de la víspera de la tregua.
Se puede vender como se quiera, pero el hecho innegable es el «agotamiento» (sic) del IVRS tras Gaza y Líbano, donde no ha podido ni con la resistencia palestina ni con Hizbulá. La escasez de reservistas es reconocida incluso por el gobierno sionista, a lo que hay que añadir una amplia mayoría de opinión (54% frente al 38%) a favor del alto el fuego con Hizbulá. Por eso se pueden ver cosas como estas en el estercolero sionista. «Dudas y desconfianza». Pues claro, no ha habido victoria alguna de los sionistas.
Y lo más importante: la aceptación de la tregua por parte de Hizbulá cuando había dicho que solo sería posible si se hacía primero en Gaza no ha roto la alianza con Hamás y las otras fuerzas de la resistencia palestina. Esto es lo que ha dicho Hamás del acuerdo: «Elogiamos el papel clave desempeñado por la Resistencia Islámica en el Líbano en el apoyo a la Franja de Gaza y la Resistencia Palestina, así como los enormes sacrificios realizados por Hizbulá y su liderazgo, encabezados por el Secretario General Shahid Seyyid Hassan Nasrala. Apreciamos la resiliencia del hermano pueblo libanés y su constante solidaridad con el pueblo palestino frente a la ocupación y su brutal agresión, orando a Dios Todopoderoso para que proteja al Líbano y a su pueblo de todo mal y daño. La aceptación por parte del adversario del acuerdo con el Líbano sin cumplir las condiciones que fijó es un hito importante en la destrucción de las ilusiones de Netanyahu de cambiar el mapa de Medio Oriente por la fuerza, así como sus ilusiones de derrotar o desarmar a las fuerzas de la Resistencia».
Tiene toda la razón. El IVRS no ha logrado ninguna de sus condiciones: el acuerdo (temporal) se remite a la Resolución 1701 de la ONU, aprobada en 2006, y casi con las mismas palabras. Hay, sí, una referencia a la creación de un Comité Técnico Militar (punto 8 del acuerdo) en el que estarán presentes EEUU y Francia (pero no Gran Bretaña y Jordania, como quería el IVRS) y una mención a que dicho comité «trabajará para fortalecer la capacidad y la capacitación de las Fuerzas Armadas del Líbano para inspeccionar y desmantelar sitios e infraestructura no autorizados, tanto en la superficie como bajo tierra, confiscar armas no autorizadas y prevenir la presencia de grupos armados no autorizados» (punto 9, b). Eso es lo único que cuenta como novedoso de ese retorno al pasado de 2006. Todo lo demás, el papel del Ejército libanés, de las fuerzas de la ONU y la supuesta retirada de Hizbulá al norte del río Litani (30 km de la frontera con el IVRS) ya se recogía entonces.
Es por eso que en Líbano el acuerdo se ha acogido como una victoria. Porque ha habido destrucción, pero mutua, y muy poco ha cambiado. Es por eso que nada más entrar en vigor la gente partió de forma masiva hacia sus lugares de origen, devastados por el IVRS. Eso es lo que provocó no solo decepción entre los colaboracionistas de siempre. Nadie en el frente de los locos, de los psicópatas, esperaba lo que sucedió ayer en el sur de Líbano y en valle de la Bekaa. Hasta el punto que el IVRS amenazó a todos los que se acercaran a las aldeas (rompiendo así ya a los pocos minutos el acuerdo de alto el fuego) y se apresuró a solicitar «la intervención de EEUU con el ejército libanés» para evitarlo. Incluso disparó contra civiles y periodistas.
No se ha hecho caso. El presidente del parlamento libanés fue el primero en decir que los desplazados tenían que regresar a sus hogares y que ese retorno no se puede desalentar. Sus palabras textuales: «Aunque tengáis que vivir sobre los escombros, volved a vuestras tierras que la resistencia ha convertido en brasas que no se pueden pisar».
En el IVRS se habla de «sumisión del gobierno libanés a los dictados de Hizbulá». Es algo que los occidentales no entienden: Hizbulá es una organización libanesa, integrada en el espectro libanés hasta tal punto que erradicarla es imposible. Y como libanesa, en estos momentos ha priorizado Líbano frente a Gaza, aunque su apoyo a Gaza en este tiempo no se puede cuestionar, como bien reconoce Hamás en su comunicado y el resto de organizaciones de la resistencia palestina. Pero también es evidente que este rápido retorno dificulta, si es que era posible, lo del desmantelamiento de sitios e infraestructura de Hizbulá en la zona que recoge el acuerdo de alto el fuego. Por eso las prohibiciones de los sionistas, a las que no están haciendo caso.
Porque, además, el acuerdo no recoge una pretensión del IVRS de «libertad de movimiento», sino que otorga a ambas partes el «derecho a la autodefensa». Eso ya se recoge en la Resolución 1701. Es decir, que cualquier ataque del IVRS contra cualquier individuo, funcionario, centro o instalación perteneciente a la resistencia en cualquier región del Líbano, recibirá una respuesta inevitable. De vuelta al pasado.
Y lo más importante: el acuerdo no incluye la pretensión del IVRS y sus apoyos occidentales de «una zona de amortiguación».
El acuerdo de alto el fuego de 2006, del que la Resolución 1701 es su colofón, llevó a la zona a 18 años de relativa calma. Esa Resolución 1701 vuelve a estar en el centro de este nuevo acuerdo de alto el fuego. Veremos ahora durante cuánto tiempo dura la calma. Porque los dos necesitan tiempo para recuperar fuerzas. Por eso lo del retorno al pasado.
Y no hay que olvidar dos cosas, sobre quién ha ganado y quién ha perdido: el IVRS es un Estado, Hizbulá es un actor no estatal. El poder de uno y otro no es igual. Así que pensad un poquito y sacad vuestras propias conclusiones.
(Publicado en el blog del autor