Voces y ecos
RAFAEL PERALTA ROMERO
rafaelperaltar@gmail.com
Especial para Quisqueyaseralibre.com
El pasado miércoles, se cumplió un año de que un evento
inesperado impusiera cambios en mi rutina familiar. Los sucesos
fatales nunca son esperados, a no ser cuando la persona se mete
en situaciones riesgosas o la involucran otros. Así, el riesgo de
fracaso se hace perceptible. Y en ocasiones, ocurre lo peor.
Mi esposa, Daisy Vargas, y yo nos fuimos tranquilos a la cama la
noche del domingo 25 de junio de 2023, luego de participar en el
festejo de cumpleaños de mi hija Erinia. La mañana del lunes 26
ella me despertó con movimientos y ruidos no habituales, la miré
y me pareció que no estaba dormida ni despierta. Quizá en
ambos estados.
La pronta visita, tras llamada, del 911 determinó que urgía
hospitalizarla. Con la ayuda Ángel, nuestro nieto, un paramédico,
al parecer sordomudo, la puso en la ambulancia y se marcharon
con ella al hospital de Cedimat. El chico se iría en taxi a su colegio
a tomar un examen final, ignorante de la suerte de su abuela.
A mí, pese al estado de nervios y poseído de incertidumbre, me
tocó recoger los documentos de Daisy y conducir mi guagüita
hacia el hospital. La primera sorpresa y el aviso de cómo
funciona aquello fue que para pasarla a cirugía era mandatorio la
liquidar la cuenta de emergencia. Y pagué.
Fue una trombosis y la sometieron a un procedimiento para
extraerle un coágulo del cerebro. Como secuela, aún no le
funcionan las extremidades del lado izquierdo. Permaneció
veinte días hospitalizada, dieciséis en cuidados intensivos,
pegada a tubos y mangueras y sin poder decir una palabra.
El 15 de julio fue retornada a la casa en la ambulancia. Sin hablar,
debido a la traqueotomía, pidió papel y lápiz y, acostada,
comenzó a escribir lo que deseaba expresar. Lo primero fue
preguntar si el seguro cubrió los gastos de internamiento. Aún no
le decimos el monto de la factura. Moriría.
Sigue en cama, pero habla, come por su boca, sonríe, ve
televisión y dispone cosas de hogar. En su parroquia Cristo
Salvador han tenido que desenvolverse sin ella: coro, consejo
parroquial, cursos, talleres. Cuando a una persona valiosa se le
cambia la vida los más cercanos sienten los efectos.
Paradoja de la vida, el día que se cumplió un año del
desafortunado episodio, un suceso feliz ocurría en la familia.
Clara Alexandra, nieta, celebró su investidura de bachiller. Daisy
quiso asistir, pero fue persuadida de que no convenía. Agradezco
la solidaridad y las oraciones por su salud. No sabía que fuera
tanto el amor.