En República Dominicana somos hijos de la precariedad y el olvido. El Estado nos da muy poco pero nos cobra demasiado a través de unos impuestos que no devuelve en servicios de calidad (obligándonos a pagar todo de forma privada).
La seguridad social es una utopía porque pagamos un seguro que no cubre casi nada si no tenemos un complementario, así que al final nos descapitalizamos ante cualquier enfermedad.
Lo mismo pasa con la calidad de la educación, el agua, la seguridad o el transporte, por citar otras áreas: quien no puede cubrir su necesidad de forma individual tiene servicios muy deficientes.
Igual de desprotegidos están los niños y los adolescentes que viven casi en situación de calle por el deterioro de sus entornos -y no hablemos de Conani-, los ancianos descuidados y solitarios que hay en muchos barrios y las mujeres que no encuentran la manera de salir de las “jaulas” en las que viven.
En el país hay demasiados temas pendientes. Por ello, sorprende que se dediquen esfuerzos a que los candidatos firmen un pacto por los animales cuando no lo han firmado ni siquiera por el medio ambiente (sin tierra no habrá animales). Los animales son importantes y los amo pero las personas están primero.
