
Las elecciones de 2020 son un concurso para ver qué veneno político entrará mejor
Estados Unidos lleva tiempo en campaña electoral de cara a los próximos comicios presidenciales de noviembre. Las llamadas fuerzas progresistas, en EE.UU y resto del mundo, se alinean con el demócrata Joe Biden. Sin embargo, una victoria de éste no significará un alivio al sufrimiento de las masas dentro y fuera de EE.UU. Los motivos los expresa Danny Haiphong, coordinador de la Alianza Negra por la Paz, integrante de Guerra Fría NO y colaborador del medio Black Agenda Report.
Por EVA LAGUNERO PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
Las elecciones de 2020 no tienen en aboluto incidencia en la crisis capitalista de EE.UU. Ni Trump ni Biden poseen plan alguno para cortar la sangría producida por esta crisis. Los medios corporativos han convertido las elecciones de 2020 en un referéndum sobre el desastroso manejo de la pandemia de COVID-19 por parte de Trump. Sin embargo, la realidad que se esconde tras estas elecciones es el rápido y permanente declive de la legitimidad de la política estadounidense en todos sus aspectos.
En EE.UU las políticas se discuten casi por completo desde la ventajose perspectiva de las personalidades y las opciones. Para los Republicanos, Trump es la personalidad preferida por su deseo de servir a los ricos echando mano de una enorme cantidad de chivos expiatorios racistas y abierta confrontación con la así llamada “izquierda” -el Partido Demócrata. Los Demócratas abrazan a Joe Biden porque éste también quiere servir a los ricos haciendo de Donald Trump el chivo expiatorio de los muchos males que afectan al capitalismo estadounidense.
Ninguna de estas posturas es correcta. Trump es el síntoma del sistema racista e imperialista de EE.UU y Biden no representa ninguna amenaza a los dictados del capital. De hecho, Biden y los Demócratas están tan amartelados con la clase capitalista, que las elecciones de 2020 parecen poco más que un concurso entre qué clase de veneno político pueden tolerar mejor las masas.
A medida que se acercan las elecciones, gran parte de la así llamada “izquierda” de los Estados Unidos intensifica la presión para apoyar a Joe Biden. La línea dura del Partido Demócrata utiliza el miedo a Trump como principal argumento. Susan Sarandon y otros partidarios de Bernie Sanders han dicho que un voto a Biden es un voto contra el fascismo.
Sanders ha expresado en privado su preocupación por la obsesión de Biden en atraer a los pilares del Partido Republicano a la abarrotada tienda de los donantes corporativos y los operativos de la inteligencia. Aun así, Sanders y el resto del Partido Demócrata mantienen el eslogan de que Trump es “el presidente más peligroso de la historia contemporánea de Estados Unidos”, sin aclarar cómo resolvería la administración Biden las varias crisis que afronta la clase trabajadora, especialmente la negra.
Actualmente, los trabajadores se enfrentan a desahucios y desempleo en masa, además de la crisis sanitaria provocada por el COVID-19. Más del 80 por ciento de los que están en riesgo de desahucio reside en barrios negros o latinos. La cifra oficial de desempleo sigue estando en torno al 9 por ciento. La de los trabajadores negros está dos puntos porcentuales por encima del de los blancos, a pesar de que aquéllos engrosan de manera desproporcionada los empleos considerados demasiado “esenciales” para ponerlos en cuarentena durante la pandemia.
La riqueza de la población negra ya estaba descenciendo antes de la pandemia. De media, la familia negra sólo posee bienes por valor de 1.700 dólares. La tendencia hacia cero es probable que se acelere a medida que la miríada de deudas contraidas durante el COVID-19 vaya a parar a los bolsillos de la clase financiera capitalista.
Biden se ha opuesto a cualquier clase de ayuda significativa a los trabajadores durante la pandemia. El COVID-19 ha puesto al descubierto las limitaciones del sistema privado de salud de EE.UU. Sin embargo, Biden ha mostrado una firme oposición a la sanidad universal (Medicare for all).
También ha rechazado Biden o directamente ignorado la posibilidad de un programa de empleo federal o un ingreso mínimo universal para que se puedan cubrir las necesidades básicas de una vasta mayoría de la población. En lugar de ello, Biden y los Demócratas dicen que quieren restaurar “el alma de la nación”. Las elecciones de 2020 parecen de este modo una cruzada religiosa para purificar políticamente a Washington D.C. de sus elementos Trumpistas, en una apuesta por hacer de Estados Unidos una nación “grande” de nuevo (Make America great again).
El excepcionalismo estadounidense, que un día fuera ideología duradera y con significativa tracción en todo el mundo, se ha convertido en la muletilla de la clase dirigente para enmascarar las carencias de su sistema y proyectar hegemonía en un perído de declive imperial.
Estados Unidos es un Estado en crisis sin concesiones. Lo que a Biden y los Demócratas les preocupa sobre todo es salvaguardar la paz social mientras extienden el manto imperialista en el exterior. Todos los sectores de la clase dirigente consideran cualquier alivio al sufrimiento de las masas como un cepo a la máxima acumulación de beneficios privados. Por eso Biden ha prometido aumentar en 740.000 millones de dólares el presupuesto militar, mientras no ofrece nada sustancial a las masas hambrientas.
Para los operativos Demócratas de la clase liberal, Biden representa la vuelta a la “normalidad” neoliberal. Su promesa de ampliar el ejército de EE.UU no hace titulares en los medios corporativos, pero tiene consecuencias significativas para el futuro de la humanidad. El objetivo del “full spectrum dominance” (dominio de espectro total) y el hinchado presupuesto militar ponen de manifiesto que la “normalidad” no es nada más que una extensión por otros medios de la crisis del imperio estadounidense. Mayor presupuesto militar significa más oportunidades para guerras interminables afuera y dejar al Estado incapaz de revertir el curso de la usteridad.
Joe Biden ya ha señalado en sus críticas a Trump que la victoria del Partido Demócrata en noviembre cambiará poco la política exterior de EE.UU. Biden ha condenado a Trump por ser “débil” con Venezuela, Rusia, Corea del Norte y China. Los oficiales de la seguridad nacional como John Negroponte, el pitbull de George W. Bush en la ONU durante los preparativos para invadir Irak, han acudido en manada a apoyar la campaña de Biden. Los contratistas militares como Boeing ya han expresado su confianza en que el gasto militar se incrementará sea quien sea el nuevo presidente.
Las elecciones en EE.UU producen insidiosas mentiras que ocultan el consenso militarista entre los dos grandes partidos. Trump ha mentido reiteradamente llamando al Partido Demócrata agente de la «extrema izquierda» del Partido Comunista de China. Los Demócratas han mentido con igual pasión sobre Trump al etiquetarlo como agente del Kremlin. Este teatro político genera una útil atmósfera de guerra en el exterior mientras los billonarios usan su dinero en controlar las campañas tanto de Biden como de Trump. Para Wall Street y la maquinaria de guerra, la elección de 2020 es garantía de victoria.
Exactamente lo opuesto es verdad para la gente que lucha por sobrevivir en medio de la pandemia global y la gran depresión.
Hay muchos dentro de los círculos progresistas que creen que Biden abolirá los excesos de la administración Trump respecto a su hostilidad hacia China. Esto es pura especulación subjetiva que no tiene base real. Mientras influyentes elementos de la clase capitalista estadounidense ya han rechazado el intento de Trump de aislar económicamente a China a sus expensas, la promesa de Biden de aumentar el presupuesto militar probablemente permitirá al Pentágono mantener la misión de contener a China y aplicar cualquier medida agresiva que sea posible para llevarla a cabo.
Una victoria de Biden en noviembre devolverá el legado de Obama a la política. Este legado heredó una masiva máquinaria militar y de austeridad que alcanzó nuevas cotas bajo los auspicios de la administración del Partido Demócrata.
Ataques con drones, rescates bancarios, cierre de escuelas públicas, caza de brujas contra los whistleblowers (soplones o filtradores), deportaciones de inmigrantes indocumentados y guerras, todo ello aumentó bajo el mandato de Obama-Biden. También lo hizo la militarización de los departamentos de policía y la brecha económica entre blancos y negros. El Partido Demócrata y Joe Biden han demostrado de sobra su compromiso para empeorar, no aliviar, el dolor de las masas.
Más de lo mismo se puede esperar de la administración Biden. El único lado bueno de las elecciones de 2020 es que tanto Biden como Trump son mucho menos efectivos que administraciones anteriores en movilizar a las masas en apoyo del consenso de las elites sobre la guerra interminable y la austeridad.
Tras más de seis meses de pandemia que aún tiene que ser contenida, la interminable crisis económica y el crecimiento de la conciencia popular respecto al carácter represivo y racista de la policía estadounidense, debería quedar claro ya que sólo el poder popular puede trazar un proyecto que nos libere de la profunda herrumbre del sistema capitalista e imperialista de EE.UU.
La Alianza Negra por la Paz y Guerra Fría No son dos de las organizaciones que intentan construir ese poder a escala internacional.
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