Cuando el presidente Luis Abinader afirmó que promulgó la ley del Código Penal de la República Dominicana porque esa era la ley “posible” nos clavó una daga en el corazón: confirmó que vivimos en un país en el que cumplir con la palabra dada a las mujeres es un imposible porque las presiones de las iglesias pesan mucho más que nuestras vidas y nuestra dignidad.
Haciendo la salvedad de que no quiero insultar ni ofender a sus señorías los congresistas honorabilísimos ni al magnánimo mandatario escribo estas líneas pensando en las mujeres que tendrán que terminar un embarazo producto de una violación aunque les destruya la vida; o aunque el feto no sea viable por una malformación incompatible con la vida.
Más duro aún resultará para la comunidad LGTBIQ+ porque no se penará que se les trate de forma disigual: la orientación/identidad sexual fueron excluidas de las características o condiciones inherentes a la persona.
De este Congreso podíamos esperar nada más. La forma en que los congresistas hablaron sobre nosotras dice lo que piensan acerca de las mujeres, las relaciones de pareja y nuestros derechos. Para ellos somos casi lo mismo que una cosa.