
«Los días 13 y 14 de noviembre de 2018 se cometió la masacre de La Saline»
Una campaña internacional se ha lanzado para romper el silencio sobre la masacre de La Saline perpetrada hace dos años. Esta exige –afirma Frédéricun cambio en la política europea frente a la deriva autoritaria del régimen haitiano actual.
Por FRÉDÉRIC THOMAS (*) / RESUMEN LATINOAMERICANO.-
Una campaña internacional se ha lanzado para romper el silencio sobre la masacre de La Saline perpetrada hace dos años. Esta exige un cambio en la política europea frente a la deriva autoritaria del régimen haitiano actual.
Los días 13 y 14 de noviembre de 2018 se cometió la masacre de La Saline. Dos años después, los haitianos siguen reclamando justicia, mientras que la deriva autoritaria del poder se acelera. Se ha lanzado una campaña internacional para romper el silencio sobre esta situación.
Eso fue hace dos años. Haití estaba en un estado de agitación. Durante el verano, el país se había levantado. La ira por el alto costo de la vida y la ira por la corrupción se habían unido en un movimiento social que no se había visto en Haití desde el derrocamiento de la dictadura de Duvalier en 1986. Decenas de miles de personas se encontraban en las calles, exigiendo responsabilidades por el acuerdo de Petrocaribe con Venezuela, por valor de 1.500 millones de euros, destinados a proyectos de desarrollo inexistentes o inacabados, sobrevalorados o ya abandonados, rechazando la fatalidad de la miseria y el despojo.
El 17 de octubre de 2018, una marea humana de personas se manifestó en Puerto Príncipe y en las diversas ciudades del país. Una serie de nuevas movilizaciones y huelgas fueron programadas un mes después. Pero el 13 de noviembre, en La Saline, un barrio popular de la capital conocido por su tradición de protesta, bandas armadas irrumpieron y se enfurecieron durante varias horas.
Setenta y tres personas fueron asesinadas, siete de ellas con hachas o machetes. No se pudo confirmar la identidad de varios de ellos; al haber sido mutilados los cuerpos, algunos fueron decapitados, quemados y abandonados en un vertedero público a merced de los animales. Once mujeres fueron violadas. En al menos dos casos durante violaciones en grupo cometidas en sus casas, delante de sus padres o hijos.
La policía, aunque alertada, no intervino. Los medios de comunicación internacionales, más acostumbrados a ver a Haití a través de las gafas del desastre y el humanitarismo, apenas lo mencionaron. Los Estados Unidos, Francia, la Unión Europea y otros organismos internacionales «deploraron» e «instaron». Como de costumbre, el presidente haitiano Jovenel Moïse respondió a estas irrisorias declaraciones con promesas igualmente vacías.
Pero los actores haitianos se han movilizado. Las ONG locales de derechos humanos publicaron informes sobre la masacre, cuyos principales elementos fueron corroborados por las Naciones Unidas. Más allá de la responsabilidad directa del oficial de policía Jimmy Chérisier, alias «Barbecue», es la responsabilidad del propio gobierno la que está implicada, a través de sus vínculos con las bandas. Se habla de una «masacre de estado».
ESTRATEGIA DE PUTREFACCIÓN
Si el terror perpetrado en La Saline no consiguió detener la dinámica de las manifestaciones y la oposición al presidente Jovenel Moïse, cada vez más cuestionado, marcó un punto de inflexión y el comienzo de la estrategia de desintegración o putrefacción social…El mensaje parecía claro: el gobierno no se echaría atrás y estaba listo para llevar al país hacia el fondo del precipicio, en una fuga hacia adelante… Además, estaba un paso por delante de la mayoría del pueblo: como titular del poder legal y de la polea de transmisión de Washington, contaba con el apoyo calculado o decidido de la“comunidad internacional”.
Los siguientes dos años demostraron que tenía razón. Se produjeron al menos tres masacres más, se desplegaron bandas armadas, se reforzaron e incluso se federaron, y la inseguridad explotó. Las condiciones de vida han seguido deteriorándose y la deriva autoritaria del régimen ha seguido fortaleciéndose; desde enero de 2020, el poder legislativo se ha reducido a un tercio del Senado, y el Presidente gobierna por decreto. La reserva de arrepentimientos y exhortaciones de gobiernos extranjeros no se ha agotado.
No se han hecho progresos en el sistema de justicia en los casos de Petrocaribe o La Saline. Peor aún, el Presidente acaba de limitar el poder del Tribunal de Cuentas, que se encarga de investigar las denuncias de corrupción a gran escala dentro del Estado. Además, en flagrante violación de la ley y en un contexto de oposición exacerbada, Jovenel Moïse anunció la celebración de elecciones y una reforma constitucional a principios de 2021.
El nivel de reacción de la comunidad internacional es muy elástico, dependiendo de si esto ocurre en Caracas o en Puerto Príncipe. ¿Quién ha reaccionado frente al asesinato del Presidente del Colegio de Abogados de Puerto Príncipe, el Profesor Monferrier Dorval, a finales de agosto? ¿Frente al asesinato de Evelyne Sincère, de 22 años, secuestrada, golpeada, violada, encontrada desnuda en un basurero a principios de noviembre? A todas las demás víctimas, entre ellas, a iniciativa del movimiento Nou Pap Dòmi (Nosotros No Dormimos) en HAITÍ, punta de lanza de las manifestaciones de 2018-2019, se les pide a los haitianos que digan y difundan los nombres en las redes sociales, para no olvidarlos. Todo esto se atribuye “a la inseguridad”, y exigimos al gobierno una reacción.
PONER FIN AL SILENCIO Y LA IMPUNIDAD
Parecería que allí no existe un acontecimiento «intolerable», es la revuelta lo que transforma las situaciones en «inaceptables», las mismas hasta ahora banalizadas o adjudicadas «a la fatalidad». Y aún, siempre y cuando esta revuelta no sea sofocada.
Para que esta rebelión sea conocida, a finales de octubre de 2020 se lanzó la campaña internacional «Stop Silence Haiti». Reuniendo a casi un centenar de organizaciones francesas, haitianas, belgas y canadienses, así como a la Confederación Sindical Internacional (CSI), que exige un cambio urgente de la política europea.
«Si el enemigo vence, ni siquiera los muertos estarán a salvo», advirtió Walter Benjamin. Contar a los muertos, dar sus nombres, recordar rostros, mirar cuerpos y heridas es una cuestión de justicia. El futuro del país depende de la importancia que se otorgue a las víctimas de los asesinatos y las masacres, a las acusaciones de corrupción y de crímenes, que comprometen hasta la cúspide del Estado.
El futuro del país depende de la enorme sed de dignidad de las mujeres y los hombres haitianos.
(*) Frédéric Thomas, investigador del CETRI.
Fuente: Liberación