
«En su afán por seguir apoyando a Israel EE.UU. puede haberse metido en una trampa de difícil solución»
La posición de EE.UU. e Israel en la cuestión palestina muestra – explica el analista político Eduardo Luque – un aislamiento internacional creciente. El 13 de diciembre en la Asamblea General de las Naciones Unidas, 153 Estados votaron a favor de un alto el fuego humanitario inmediato al que se opuso EE.UU., otros 9 países votaron en contra y 23 se abstuvieron. 153 contra 10 (…).
“La noche en la ciudad es oscura, excepto por el brillo de los misiles; silenciosa, excepto por el sonido del bombardeo; aterradora, excepto por la promesa tranquilizadora de la oración; negra, excepto por la luz de los mártires”.
Hiba Kamal Abu Nada poeta palestina asesinada el 8 de octubre del 2023 en la Franja de Gaza.
Por EDUARDO LUQUE (*) PARA CANARIAS-SEMANAL.ORG.-
![[Img #77490]](https://canarias-semanal.org/upload/images/01_2024/5492_8757_1183_luque.jpg)
La posición de EE.UU. e Israel en la cuestión palestina muestra un aislamiento internacional creciente. El 13 de diciembre en la Asamblea General de las Naciones Unidas, 153 Estados votaron a favor de un alto el fuego humanitario inmediato al que se opuso EE.UU., otros 9 países votaron en contra y 23 se abstuvieron. 153 contra 10.
Tel Aviv y Washington están preocupados. Nadie ignora a estas alturas que EE.UU. es quien sostiene al régimen genocida israelita y que sin su apoyo Israel podría colapsar. Lo han reconocido los propios militares judíos. Otros van mucho más lejos, como el expresidente Olmert quien advierte que Israel ha perdido la guerra en Gaza.
El apoyo estadounidense sigue siendo básico; es casi una relación simbiótica. Hay un dato poco conocido aunque elocuente. En 2016, en un discurso pronunciado en la reunión del Congreso Mundial Judío celebrada en Nueva York, el entonces vicepresidente Joe Biden afirmó: “soy sionista, pero para esto no hace falta ser judío”. A continuación el lobby israelí más importante en EEUU, el AIPAC, le hizo entrega del premio “Theodor Herzl”.
En este momento Israel depende de EEUU financiera, política y militarmente para obtener suministros. Desde esa perspectiva, Biden tendría en sus manos la posibilidad de poner fin al genocidio inmediatamente. La evolución del conflicto será determinante; si Netanyahu fracasa se convertirá en una carga demasiado pesada para Biden en poco tiempo.
En un nuevo gesto contradictorio, EE.UU. pide que la guerra en Gaza no se extienda a toda la región pero pretende organizar una coalición militar contra el Yemen que provocará inevitablemente la extensión del conflicto. Se acusa nuevamente a Irán sin más pruebas que los comentarios de algún periódico. Teherán lo ha negado en múltiples ocasiones mientras los hutíes han reivindicado los ataques a los cargueros.
El conflicto israelí se extiende en varios frentes y a múltiples países. A finales de diciembre se atacó una base israelita en el archipiélago Dahlak, en Eritrea; según fuentes militares del país africano, las fuerzas judías sufrieron varias bajas incluida la muerte de un alto oficial. El frente diplomático por otra parte muestra el creciente aislamiento político de Israel señalado como una sociedad racista. La situación política en el interior del régimen hebreo se tensa aún más. En el plano militar, los ataques continuos contra bases estadounidenses en Siria, la guerra en el norte contra Hezbollah (que se recrudecerá), la ofensiva yemení en el golfo de Adén, la sempiterna tensión contra Irán, la creciente presión popular para liberar a los rehenes israelitas, las decenas de miles de colonos desplazados que hay que alimentar, la crisis económica de un país paralizado por el reclutamiento masivo,… todo ello tensa las costuras de la sociedad judía. Además hay que añadir que la operación militar no está dando los resultados esperados, la resistencia es muy dura y las bajas muy altas para un ejército que se creía invencible. La retirada de 5 brigadas israelíes del frente de Gaza revela la dureza de los enfrentamientos. Son ya centenares los carros y vehículos blindados destruidos, miles de bajas que, aunque ocultas a la opinión pública gracias a la censura militar, los diarios no dejan de mencionar. La operación que se pretendía corta (un par de semanas o treinta días a lo sumo) se ha complicado. Durará meses, según advierte el propio Netanyahu, incrementará su costo financiero y humano al mismo tiempo que corre el riesgo cada vez mayor (según apunta la inteligencia militar iraní) de que se impliquen otros países en la que sería un gran conflicto regional. Altos funcionarios, ex generales como Yitzhak Barik hablan de una guerra perdida contra la Resistencia palestina. La posibilidad de “destruir a Hamás” se adivina como imposible.
De todas estas crisis, la más sorprendente a ojos de los políticos occidentales por lo inesperada, ha sido el posicionamiento de las milicias yemeníes a favor de Gaza. El Secretario de Estado de Defensa del Reino Unido ha reconocido que el Mar Rojo es, en estos momentos, una “zona prohibida”:
“…muchos grupos navieros mundiales han suspendido sus operaciones en el Mar Rojo”, los corredores de tránsito ya no son seguros y los “portacontenedores” ya están siendo desviados. Desde cualquier punto de vista imaginable, la estrategia hutí está funcionando mejor de lo que cualquiera podría haber imaginado”.
Observamos entre incrédulos y asombrados como una milicia pequeña ha asestado un golpe al Talón de Aquiles del Imperio. El ataque híbrido del Yemen contra el tráfico naviero con destino o salida de Israel se ha convertido en el más exitoso de la historia. Este corredor es vital para la economía occidental (por el golfo de Adén pasa el 12% del comercio mundial y 6 millones barriles de petróleo diarios) ahora está de facto en manos de un enemigo mortal de EEUU, los hutíes. Entre las élites mundiales el impacto de esta acción ha sido enorme rayando en algún caso la histeria. Es una victoria para los pueblos, nuevamente David se ha impuesto a Goliat. Las gestas de los hutíes son equiparables a la lucha de la revolución cubana o la vietnamita.
La debilidad política de EEUU ha quedado nuevamente de manifiesto, el intento de crear una coalición contra el Yemen ha cosechado un nuevo fracaso. David, en forma de guerrilleros yemeníes, está derrotando a Goliat, Occidente. EEUU no ha conseguido tejer a su alrededor una alianza que le permitiera atacar y “castigar” a Yemen. Dos grandes portaaviones con su flota de apoyo patrullan el Mediterráneo Oriental y el Golfo de Adén. Nunca tantos grupos aeronavales han servido en realidad para tan poco. Es un detalle, no menor, que impulsa a una profunda reflexión: si EEUU tiene los portaaviones y flotas de ataque más numerosas del mundo, según su propia propaganda, ¿para que necesita a nadie? Washington ha demostrado que es incapaz de actuar en solitario, ha tenido que pedir ayuda nuevamente a sus socios. Ni Francia, ni Italia ni el gobierno de Pedro Sánchez, siempre dispuesto, han acudido esta vez a la llamada. Paris y Roma advirtieron que sus fragatas permanecerían bajo “mando nacional únicamente” aunque estén desplegadas en la zona. Otros países se han negado a enviar barcos (los Países Bajos y Noruega solo proporcionan algunos oficiales, Australia, siempre fiel aliado, se negó esta vez a arriesgar sus navíos) Los estados limítrofes tanto árabes como musulmanes se han negado a participar. La excepción ha sido el minúsculo reino de Baréin (que no tiene prácticamente flota). Curiosamente las fuerzas separatistas enemigas de Ansarulah en la guerra no se han opuesto a los ataques contra barcos vinculados a Israel. La guerra yemeni nos ha enseñado que estados pequeños pueden dotarse de armas capaces de hundir un gran barco a un pequeño coste mientras que mantener los grandes navíos es terriblemente caro y agota el presupuesto. La OTAN, por otra parte, demuestra su incapacidad para intervenir en dos escenarios simultáneos tan exigentes como el ucraniano y ahora en Yemen.
La actual crisis en el Golfo partía de un “apriorismo” típico de aquel que cree que Norteamérica es la “nación elegida”. EEUU confiaba en que su despliegue naval en el Golfo de Adén permitiría abrir conversaciones con los Hutíes del Yemen y que estos se amedrentarían. Las conversaciones se iniciaron semanas después de iniciarse el conflicto en Gaza. Washington pasó la mayor parte del mes de noviembre negociando indirectamente con Ansarolá a través de Omán para poner fin a sus ataques contra objetivos vinculados a Israel. A cambio, una lista de favores que incluían la reapertura completa del aeropuerto de Saná y el puerto de Al-Hodeidah, el pago de los salarios de los funcionarios públicos, así como otros incentivos. Se buscaba la neutralidad de ese país en el conflicto. Los yemeníes rechazaron las propuestas y declararon en público y privado que pondrían fin al bloqueo en el mar Rojo, para los buques con destino Israel solo cuando termine la masacre en la Franja de Gaza. Mientras se movilizan miles de voluntarios dispuestos a combatir a lado de los palestinos contra el ejército israelí. EEUU subestimó, como casi siempre, el apoyo histórico de las Fuerzas Armadas de Yemen y el movimiento popular Ansarolá hacia Palestina: la creciente cohesión interna en el Eje de Resistencia fortaleció su postura.
Occidente ha quedado conmocionado porque no podía creer que tras 8 años de una guerra impuesta por Arabia Saudita, Israel y EEUU los guerrilleros tuvieran capacidad para hacer cumplir el embargo e interceptar y atacar navíos. Los choques entre las lanchas rápidas yemeníes y los helicópteros de EEUU se recrudecen. Nadie quiere la escalada pero indudablemente estamos muy cerca. Las mayores compañías navieras han desviado sus rutas evitando el golfo de Adén y el Canal de Suez; el aumento de los seguros de flete, el desvío de los barcos bordeando el sur de África aumentará la duración en unos 12 días. De nuevo el comercio internacional se resentirá y lo será aún más si los yemeníes minan el estrecho de Bab el Mandeb. Los hutíes han impuesto su autoridad en una ruta vital para el comercio internacional.
El Secretario de Defensa Lloyd Austin fracasó en su intento de pergeñar esta nueva coalición. La delegación israelita enviada a Egipto fracasó al igual que las propuestas del Secretario de Defensa. La oposición de ese país y de Arabia Saudita a involucrarse revela el cambio profundo que se ha producido en las relaciones internacionales. Riad ya no está interesada en un proceso de normalización con Israel y saben, por experiencia propia, de lo que son capaces los yemeníes. Por otra parte el acuerdo con Irán y China y su integración en los BRICS desde el 1 de enero, dibuja un panorama más atractivo que una alianza con EEUU/Israel. Egipto tampoco se involucrará, no irá más allá. En 2016, y a pesar de las presiones estadounidenses, no apoyó a Arabia Saudita porque anticipaba la derrota saudí. El tiempo le dio la razón; hubiera sido un desastre para el país de las pirámides.
EEUU en su afán por seguir apoyando a Israel puede haberse metido en una trampa de difícil solución. Países tan alejados del escenario como Malasia, se han solidarizado con Gaza de forma efectiva y han cerrado el tráfico marítimo a buques israelíes y/o aliados en el Estrecho de Malaca. Tal vez estamos entrando en un conflicto de amplia envergadura que implicaría el cierre de los «puntos marítimos de estrangulamiento (choke points)» en el mundo. Biden se enfrenta a una disyuntiva importante: si no ataca a los hutíes, el Mar Rojo puede permanecer bloqueado a todo tráfico israelí y si ataca puede ampliar el alcance y la escalada del conflicto, un escenario que Washington parece no desear ¿O sí?
https://canarias-semanal.org/art/35502/fracasa-la-alianza-de-estados-unidos-contra-yemen