Desde hace un tiempo ha ido surgiendo una claque de mercenarios de la comunicación que, aupada por políticos y personajes que le dan sustento con un fuerte respaldo comercial, se han dedicado a la horrorosa tarea de deshonrar a golpe de infamias con las que buscan extorsionar a quienes difaman.
Esa tóxica especie de comunicadores que nada aporta al ecosistema periodístico -al que se enganchan enlodando más a un gremio que tenía unos tantos representantes turbios- se ha erigido como símbolo de una falsa libertad de expresión que han querido confundir, muy adrede, con el derecho a decir lo que les da la gana de quien o quienes quieran.
Lo que han hecho contra la ministra de Interior y Policía, Faride Raful, es imperdonable: usar inteligencia artificial para crear contenido falso sobre su vida íntima. Por ello, la ministra hace muy bien demandando a todos los involucrados en esa asqueante campaña de descrédito.
Al enfrentar a sus atacantes, Faride está sentando un muy necesario precedente para que otras mujeres que han sufrido o estén sufriendo ataques similares también se decidan a denunciar.
Como bien dijo la funcionaria, este caso debe unirnos como sociedad para hacer causa común en defensa de la dignidad y el respeto. Luchemos todos por la verdad y la justicia. Que los malos… pierdan.