A- A A +Y ESCRIBIENDO
Las dos fuerzas de estas elecciones municipales fueron: el boicot y las oligarquías locales / regionales. Lo que prueba que, lejos de cualquier partido, lo que se ve es la prolongada resaca de la llamada Nueva República Brasileña, que sólo tiene nombre para una república. El sistema político, construido a imagen y semejanza de la gran burguesía y del latifundio -servidores del imperialismo, especialmente del yanqui-, se despliega ante todos como prueba absoluta del cambio. Solo los arribistas deshonestos y temerarios, o los ingenuos útiles (que en última instancia trabajan por el mismo resultado), pueden negar este hecho.
Los reaccionarios portadores de cartulina y los oportunistas “progresistas” evaden, como irrelevantes, la asombrosa tasa de abstenciones y votos blancos y nulos. ¿Qué cosechan con eso? Que las urnas afirmaron la derecha y el centão, que algunos incluso llegan a calificar como «victoria de la política». Ahora, la política es todo lo que se necesita, incluida la defensa de destruir el sistema actual y reemplazarlo por uno nuevo. Este término es pura estafa intelectual, como si la lucha de clases fuera adaptable a las estrechas formas de la legislación vigente, en el caso brasileño, mambembe para colmo, caricatura de una constitución remendada todos los días. Las masas votantes eligieron a los que se presentaron, sin ninguna expectativa de cambio, sin entusiasmo y, en cierto sentido, con menos ilusión. Resulta que esta masa fue la más baja en 20 años: El 29,4% de los votantes no acudió a las urnas en esta segunda vuelta, la tasa más alta desde 2000. En Río de Janeiro ganó el boicot; en São Paulo, superó el voto de Guilherme Boulos. Y de manera similar, sucedió en todo el país.
Fue, como resulta, rotundo, expresivo, contundente, el verdadero protagonista de las elecciones de 2020, mentira tanto como quieran los analistas políticos burgueses. Es con este nivel de desmoralización institucional que este barco a la deriva llamado Brasil tendrá que atravesar años de severas crisis económicas y políticas por delante. Para los heraldos de la orden, está en grave peligro.
La agonía del sistema político actual es también la agonía de la falsa izquierda, ya que son hermanos siameses. El PT, el acrónimo más grande en este campo, colapsó en 2016 del tercer al décimo lugar en el ranking de partidos. Quienes pensaban que esto era el fondo del pozo se equivocaron: en 2020 redujeron aún más sus prefecturas, eligiendo 183 alcaldes frente a los 253 de hace cuatro años, entre los más de 5.600 del país. Por primera vez en tres décadas, no gobernará ninguna capital. El acrónimo revisionista PCdoB sigue la misma trayectoria descendente, incluso más difícil en proporción: de 81 alcaldes elegidos en 2016, se ha retirado a 45 ahora. El PSOL, resulta, destaca más por la caída abrupta de los demás que por su propio poder: subió de dos a cinco. Los demás apenas cuentan: PCBrasileiro, PSTU, PCO y UP, además de no elegir ni un solo concejal en todo el país, la mayoría de sus candidatos contaron algunos cientos de votos. Esto prueba que viven de un trasfondo de partido y de la burocracia sindical, sobre la que tienen una falsa hegemonía. Sus “liderazgos” no son seguidos ni siquiera por las masas de los lugares en los que operan.
Esto también prueba que el encanto de la serpiente, de centrar todo en un frente “anti-Bolsonaro”, sometiendo los intereses de clase a ese frente, sólo sirve realmente a la derecha. Es como si la falsa izquierda cumpliera el papel de tropa de choque, sacando las castañas del fuego para Rodrigo Maia y otros en esta galería. Bolsonaro también perdió, y fue feo, pero sus oponentes más acérrimos no lo hicieron. Un ejemplo notable fue la elección en Río de Janeiro, en la que, en nombre de un “frente amplio contra la barbarie”, quién sabe lo que eso significa, toda la izquierda y los llamados “progresistas” -la vanguardia del atraso- se indignaron un político como Eduardo Paes, el “Dudu” querido de los contratistas y mudanzas, de Sérgio Cabral y Pezão, la mafia del transporte y la defensa de las “milicias”, el verdugo de maestros en la histórica huelga de 2013.
Como hemos dicho, el nivel de descrédito que han alcanzado las elecciones y los parlamentos es un grave peligro para el orden, único simulacro de república democrática entre nosotros. Para sus ideólogos más ilustrados, incluso la mala actuación de la falsa izquierda es de lamentar: es, después de todo, un colchón que amortigua el impacto de un sistema basado en la explotación despiadada de los trabajadores, apuntándolos a una maravillosa victoria ordenada y pacífica sobre los trabajadores. orden antiguo. Ilusión amarga. No por casualidad, Bolsonaro logró una amplia votación entre los más pobres, donde aún tiene fuerza, pero cayendo, porque él también demostró gobernar contra el pueblo. Sin estos casos de contención, ¿qué queda, si no los tanques?
Por todo ello, desde esta plataforma saludamos a los activistas que se han esforzado por fusionar el rechazo espontáneo con un boicot activo y consciente de la farsa electoral. Sin duda, la actuación de esta porción organizada influye en la cantidad total de abstenciones, pero este no es su elemento más importante, sino el hecho de que justifica a los sectores más indignados de la población un acto que, sin esta propaganda, podría parecer aislado. . Es esta propaganda activa, al fin y al cabo, la única fuerza política organizada que defiende y argumenta a favor del boicot, y por tanto encuentra y encontrará un terreno cada vez más fértil para penetrar sus consignas entre millones y millones de desilusionados y rebeldes. Esta obra nunca se pierde, como decía el gran Lenin. En la siguiente etapa, de radicalización abierta de la lucha de clases,
